domingo, 19 de abril de 2009

Santa Zita

Domingo, 19 de Abril de 2009
Hemos salido a las 8 de la mañana, como siempre.
El Templao ha propuesto que vayamos a Santa Zita, por Valgorra. Hoy sólo vamos tres: El Templao, Juanjo y yo. Subimos por la fuente del Rey y por debajo de la autopista nos andentramos en Valgorra.
Por el camino que sube derecho llegamos hasta la "caseta del fraile". Antes hacemos una breve visita a la fuente de Valgorra. Está seca. No cae ni una gota.

Pensamos que el manantío que sale en el camino, a la altura de la finca de los Cañas, puede que tenga algo que ver con la sequedad de la fuente. ¿Se habrá atascado la veta que lleva el agua y ésta sale por donde a podido?

Habrá que hablar con el guarda de campo para ver qué le parece.

Enfrente de la "caseta del fraile", hacia el Este, sigue el camino que nos llevará al caserío de Pozuelo.

No nos detenemos, seguimos por el camino que asciende (que está en muy mal estado por las lluvias y el abandono) y llegamos a una pieza sembrada en su totalidad por donde, dicen, que antes estaba el camino. Nosotro la cruzamos y llegamos a la cruz de los de Pueyo.

Para bajar a la ermita, hace años que deshicieron la senda y han abierto un camino ancho y desolado, que le ha quitado todo el canto a la llegada a Santa Zita.

Nos quedamos en los merenderos de la derecha a echar un bocado. Son las 9,20 horas. No queremos ni ver la ermita. Jesús Viela ya no está. Otro día, con más calma, nos acercaremos a ella y tendremos un recuerdo para él.

Paramos un cuarto de hora. Mientras almorzamos, por el camino que vamos a tomar después, llega un grupo de maratonianos, corriendo y hablando como si tal cosa. En cabeza va Richard Abad. Serán unos 7 u 8.













Terminamos el almuerzo y volvemos para casa. El camino que corta el pinar de la Carravieja es un placer recorrerlo. Ancho y limpio, parece como si los molinos se asomaran por encima de los pinos para ver quién pasea por sus dominios. Hacia el sur se abre toda la plana de La Nava, Olite , la Ribera Alta y al fondo, el Moncayo, imponente, blanco en la cima y azul en su base.






El camino, sin darnos cuenta, comienza a ascender y llegamos a un portillo, con molinos nuevos, que nos llevará otra vez al valle, pasando al lado del vetusto caserío de Valgorra.

Descendemos y a las 10,30 llegamos al Portillo del Aire. Seguimos en dirección a Tafalla y en 5 minutos estamos en"las dos hermanas"






De allí, por el camino que sale a la carretera, por encima de la autopista y por debajo de San José, llegamos a Tafalla. Son las 11 de la mañana.








































sábado, 11 de abril de 2009

Recordando a Jesús Viela








































Este escrito lo publicaron en el nº 165 de La Voz de la Merindad del 15 de Mayo de 2009.
Jesús Viela, ermitaño de Santa Zita




Me ha entristecido la noticia. Ha fallecido Jesús Viela. El pasado otoño estuvimos con él en la ermita de Santa Zita. Era un domingo soleado y decidimos atravesar Valgorra y acercarnos hasta allí. El pinar que ocupa el entorno es espectacular. El edificio está perfectamente integrado en el paisaje. Y abajo, al lado de viñas, ilagas y chaparros, el Cristo yacente que esculpió en la roca inclinada un artista de San Martín. Algunos del grupo no conocían el sitio. Nos pasó a la casa. Nos enseñó la ermita. La tenía limpia, reluciente. Nos contó con cariño anécdotas de sus padres.

Jesús y yo nos conocíamos desde hacía muchos años. Cuando tocaba andar por aquel paraje, siempre pegábamos un rato la hebra.
Fue un pelotari importante en su juventud. Con dos buenas manos y un estilo elegante, era una delicia verlo moverse por el frontón. En nuestras conversaciones siempre salía a relucir el partido que le ganó a Yeregui, pelotari fino de Alsasua, en el Ereta. Jesús ganó a base de pundonor. Yo le decía que también le echó una mano Vicente Furtado con el material. Él se reía picarón, pero no me lo negaba.
Era desconfiado con las visitas, pero si conseguías su amistad te abría su casa y su corazón. La última fiesta de la Sociedad de Montaña que hicimos en Santa Zita, tenía que irse de viaje. Me dejó la llave de la ermita y de la casa porque, según me dijo, “se fiaba”.
Un año que salimos a dar la vuelta a Tafalla a primeros de Abril, nada más pasar Pozuelo empezó a nevar. Algaradas intensas que presagiaban un día imposible de campo. En la cruz de los de Pueyo, el suelo estaba blanco. Por la, entonces, senda que bajaba escondida en medio del pinar, llegamos a la ermita y allí estaba el bueno de Jesús. Acogedor y dicharachero. En la casa, la chimenea quemaba, alegre, los tronquillos de encina. Nos sentamos y nos calentamos. Por el ventanuco de la cocina se veía caer la nieve. Decidimos suspender la vuelta. Almorzamos con él. Sacó el clarete de San Martín que siempre tenía a la fresca. Hablamos o mejor, nos contó, historias de pelota, de caza, sus problemas de salud... Aquella mañana se nos hizo tarde, pero no la hemos olvidado nunca.
Hace años le detectaron hipertensión y se le acabaron los almuerzos a base de chistorra y magras. Como él decía:
- Ahora, cuando llega la hora de almorzar, me como una manzana. La perrica se sienta a mis pies y mirándome parece que piensa “¡qué triste es la vida Viela!”
Me duele la muerte de Jesús, ermitaño, pelotari y amigo. Volveremos a Santa Zita, pero aquello ya no será lo mismo. Descanse en paz el hombre acogedor y, a su manera, afable, con el que tan buenos ratos pasamos.

lunes, 6 de abril de 2009

Una mañana en el Plano

Esto es una carta que envié al semanario La Voz de la Merindad y que publicaron en el nº 160 de la primera quincena de Marzo de 2009.





"Es el domingo entre Ferias y Carnavales. La mañana ha salido fría. Encontramos hielo en los charcos. El sol brilla. El día promete.
Por Margalla, pisando un rato la carretera, pasamos la fuente Resano y por la ladera de Don Galindo, tomamos la senda estrecha y empinada. Nos dirigimos a la Caseta del Plano.
Casi arriba, cuando el camino está más cerrado, a la derecha, entre chaparros e ilagas hay un montón de basura que nos hace ponernos en lo peor. Platos, vasos, botellas y un largo etc., todo de plástico para que dure más y así el monte permanezca durante más tiempo hecho un vertedero. Mientras cogemos aire llegamos a la conclusión de que debe ser muy costoso llevarse la basura en las mismas bolsas en las que se ha traído la comida y la bebida.
Llegamos a la Caseta. El lugar es único. Encinas y pinos. Dos mesas de obra con sus bancos. Dentro hay un hermoso comedor con su mesa y todo, y una chimenea de amplias dimensiones que invita a cobijarse a paseantes y cazadores en los lluviosos domingos de este frío invierno.
Enfrente de la edificación hay una pequeña campa en la que se puede disfrutar de juegos con balones o sokatira. Todo esto posee este lugar escondido en nuestro Monte Plano.
Todo esto y desde hace poco algo más. Alguien, con una sensibilidad fuera de la común, con el hacha en la mano se ha dedicado a dejar su huella imborrable en los árboles que allí habitan.
Aquí ha cortado un renuevo de encina que prometía. Allí ha talado un pino, eso sí a media altura para no doblar mucho el riñón. La encina que está junto a la caseta ha sido víctima de su “destreza” como incipiente aizkolari.
Ingenuamente nos preguntamos ¿Por qué? ¿Cómo es posible que alguien con un mínimo de sentido común no respete un lugar que es de todos y que sirve a todos?
Si Bob Dylan fuera de Tafalla, diría: “la respuesta está en el cierzo”. "

domingo, 5 de abril de 2009

Molinos de Valgorra



Domingo 5 de Abril de 2009






Hemos salido de la Plaza a las 8 de la mañana, como todos los domingos.
Hoy tenemos un poco de prisa para volver porque a las 12 es la Procesión de Ramos y queremos acudir.
El día ha salido bueno. Hay unas pocas nubes y, aunque está de cierzo, en cuanto empecemos a andar vemos que nos sobrará ropa.
Vamos a rodear Valgorra por arriba, siguiendo los caminos de los molinos.
Por Martínez de Espronceda cruzamos por el túnel de la vía del tren y, dejando a nuestra izquierda la ermita de San José, pasamos el puente de la autopista y cogemos el primer camino a la izda. que sube hacia Valgorra.

No han dado las 8,30 y llegamos al alto del camino en el que se encuentra una pequeña piedra labrada con una inscripción del año 1732 que habla de dos hermanas. Dice una leyenda que volvían del campo y les sorprendió una fuerte tormenta. En ese punto cayó un rayo y las mató a las dos.
Parece ser que esto no está documentado en ningún sitio, así que queda al criterio del lector si será verdad o no.
Nosotros, a ese sitio, siempre le llamamos "las dos hermanas". No es un topónimo.

A las 8,30 pasamos por el Portillo del aire. Dos perricos salen a recibirnos. Deben de estar tan aburridos que ni nos ladran.

Tomamos el primer camino a la derecha que asciende, sin dar respiro, hasta los molinos de la Carravieja.

Vamos cinco en el grupo: Templao, José Luis, Juanjo, Goyo y yo.
Desde allí arriba se domina todo el valle. Por el camino que desciende nos vamos al caserío de Pozuelo.

El campo está precioso, aunque los labradores dicen que hace falta que llueva.

En la hondonada, cuando el camino va a ascender, se encuentra la fuente. Echa un buen chorro de agua. El invierno ha sido húmedo y las reservas tienen que estar fuertes. En el aska hay mucha alga. No es bueno. Indica que el agua no está todo lo limpia que debería. Con todo, Juanjo dice que no puede resistir ver una fuente y no echarse un trago. Y se lo echa.

Son las 9,15 horas y llegamos a Pozuelo. Tomamos nuestro pequeño tentempié y apuramos las cantimploras de agua. Hace calor.

Para volver al pueblo, en lugar de coger el camino que baja directamente hasta la Fuente del Rey, tomamos el camino que asciende porque queremos seguir por el resto de los molinos que dan vista a la Valdorba. Subimos y resoplamos. Llegamos a los molinos. Contemplamos el paisaje. A la derecha San Pelayo. Al fondo la Higa, entre nubes. Delante, como enmarcándola, la Sierra de Alaiz y la Peña Unzué.

Bajamos para coger el camino que nos lleva a casa. Antes hacemos una parada, casi obligatoria, en la caseta redonda de La Navilla. Descendemos, y cuando son las 10,30, llegamos a la fuente del Rey.