domingo, 24 de julio de 2011

Una alegría en el Mocellaz






Ayer me encontré con Ignacio Carro y me dio una gran noticia. El otro día subió con el coche al Mocellaz para que corretearan un rato los perros y vio que la cruz sin brazos que había desaparecido en Octubre había vuelto a ser colocada en su sitio. No se atrevió a levantarla por miedo a su espalda pero me dijo que, cuando le llame, iremos y la pondremos en su sitio.

El viernes hablé con el Templao. Se encuentra bien, pero de salir los domingos a andar conmigo, nada de nada. Está esperando visita médica, pero ya me ha dejado claro que se acabaron las caminatas de antes. Lo conozco y me lo creo a medias.

Son las 08,00 horas. El día viene frío. Magán marca 16º y la farmacia 15º. El cielo luce unos negros nubarrones que, a pesar de estar de cierzo, me hacen echar el paraguas en la mochila.

Me voy solo.

Bajo las escaleras, junto al crucero, del Rincón de los Mencos. Entro en la calleja que me sacará a la calle del Hortanco. Observo los miradores, golpeados por las cargas de los camiones, y recuerdo la casa antigua de esta esquina, donde aquel hombre flaco, mayor y sordo, que llamaban el "Cestero", elaboraba cañizos. Los fajos de cañas apoyados en las paredes de aquella oscura y sucia bajera. Nos asomábamos de chavales y nos miraba con sus ojos vivos y amenazantes que nos hacían poner pies en polvorosa al vernos descubiertos. "El Sordo", como se le conocía popularmente, era un taurino de aquí te espero y se contaba que, en los años 20 y 30, cuando a Pamplona solamente iba la gente "pudiente", él se las ingeniaba y veía varias corridas de toros en los sanfermines.
















En la huerta de las Recoletas, la construcción del futuro Espacio Escénico está bastante adelantada. La mole de hormigón, orgullosa y fría, mira desafiante a las humildes ventanas góticas del antiguo convento. Como si estuvieran asustadas, parecen esconderse en un rincón y así pasar desapercibidas.









Paso junto a la casa de Vicente Zaratiegui y por la estrecha callejuela, similar a una belena, salgo a las antiguas Adoberías. "Junto al río y a la calleja que se entra al Ortanco había otro núcleo de construcciones, mencionadas ahí en 1684, precedentes de la fábrica de curtidos de Salustiano Zuza, destruída por una crecida el 7 de Julio de 1886, y acabada de arrasar por otra el 4 de octubre del mismo año, según cuenta Teodoro Galarza en sus memorias. (J.M. Jimeno Jurío)(Toponimia histórico-etnográfica de Tafalla).

Por la calle del Lavadero me voy a cruzar la vía por el túnel, junto a la Plaza de Toros, y salgo a la carretera de San Martín. Al cruzar el puente de la autopista, tomo el primer camino a la izda. Son las 08,20 horas. Comienzo a subir hacia el Mocellaz (o Morcellar o Morcillar). El día no mejora. Los nubarrones se han apoderado de todo el N. y el E. La temperatura es buena para andar.

Impaciente me voy acercando a mi objetivo. A las 08,35 horas llego a lo más alto del camino, al sitio que siempre hemos llamado "las dos hermanas".














Así es. La piedra, hito o mojón, como le queramos llamar, está tirado en la orilla del camino. Miro alrededor y compruebo, con tristeza, que se han llevado la base en donde se encajaba. ¡No me lo puedo creer!. Algo inventaremos para ponerla donde estaba con otro sistema. Hay que ser optimistas. Estamos en lo de siempre: La botella medio vacía o medio llena. Me voy preocupado. Si no hacemos algo pronto, volverá a desaparecer.












Me asomo al cortado. El tajo que le han dado al Portillo del Aire es impresionante. Por la orilla del canal, de la parte de Valgorra, vienen cinco paseantes; tres van por la izda. y dos por la dcha. Junto a pinos y chaparros los observo sin ser visto.










Por una repoblación de pinos y enebros, bajo con dificultad hasta el puente que cruza el canal. Me dirijo a la Carravieja, pero antes, en la orilla de un olivar, me acerco a conocer una caseta, pequeña y antigua, de sólida construcción y escaso uso actual.






Tomo una senda estrecha que sube, olvidándose del camino del Portillo, hacia los molinos. Al llegar casi a la base del primer molino, al que llaman "Clotilde", me detengo en un antiguo cargadero de uva que está en perfectas condiciones. Ahí, aunque sea el caracierzo, voy a tomar mi piscolabis. Son las 09,00 horas. Me siento y admiro la silueta amable del Alto de Guindilla. Debajo, las ruinas del caserío de Goyena. Los molinos hoy tienen tajo. En Valgorra la calma es total. Me subo la cremallera de la chaqueta y me pregunto si es verdad que estamos a finales de julio. Al cabo de un rato, el zumbido de las aspas que están sobre mi cabeza me hace volver a la realidad. Tengo que seguir. Quiero llegar al refugio de Los Doce y luego subir por Valmayor al pueblo; tengo más tarea que los molinos.






Por el camino que crestea la Carravieja avanzo hasta llegar a la barrancada que baja hacia la carretera de San Martín. En este punto el camino se bifurca. Son las 09,30 horas. Tomo el de la dcha. que comienza a descender. Al llegar a una curva diviso el canal y el puente que cruzaré. Sigo bajando y llego allí en diez minutos.








El tejadillo naranja se asoma discretamente entre los árboles y me sirve de referencia para llegar a él. Por un sendero que a veces no existe, llego a una pieza y salgo al camino que me acerca al Refugio. Son las 10,00 horas.








No hay nadie. Está limpio y recogido. Alguien le ha puesto a la Virgen, en una botella de plástico a modo de jarrón, unos gladiolos preciosos. Están lozanos. O los dejaron ayer o esta mañana. Me siento un poco. Cuando cierro los ojos, las mesas vacías se llenan de caras cansadas y ojos con sueño por el viaje nocturno de Mayo. Y el viento, que se cuela por la chimenea trae ecos de cantos y risas en esa mañana mágica de Los Doce.








Desciendo a la carretera. La cruzo y por el camino que serpentea al abrigo de La Falconera, me adentro en el Prado de Valmayor. "1898. Así que, deprisa y corriendo se contrataron toros y toreros para las dos corridas, de cuatro novillos cada una y vaquillas para los aficionados. El veterinario D. Tomás López reconoció el día 15 los novillos que se encontraban en el prado de Valmayor que se habían de lidiar los días 16 y 17. Eran de la ganadería de Agustín Beriain, y actuaron los novilleros Joaquín Alcañiz y "Calerito", éste resultó en la segunda novillada cogido de gravedad" (J.C. enLorente Martinena)(Tafalla en Fiestas).

Enfilo la recta hacia el caserío. En una finca cerrada dos perros se quedan roncos de ladrarme ¡qué carácter!. A las 10,30 horas llego al Caserío de Valmayor o de Fernández. La balsa está llena de agua y los alrededores también... pero de basura. Parece mentira que gente que va a pasar un rato agradable pescando o haciendo cualquier otra cosa sea incapaz de llevarse los envases y latas que ha usado.

Me planteo subir al pueblo por el Pontarrón, pero al final decido salir a la carretera por la Granja de Jiménez. Por el camino de enfrente, en la curva de San José, me acerco hasta la vía férrea. Llego al túnel que he pasado por la mañana y entro en el pueblo. Son las 11,00 horas.

El hito del Mocellaz seguirá tirado en el suelo ante la indiferencia de la gente. Algo haremos pero se colocará con la dignidad que merece.

domingo, 17 de julio de 2011

En el corral de La Aquitana



Está visto que no hay manera de subir a la Valdorba. Unos días por una cosa y otros por otra nos quedamos a disfrutar del término de Tafalla. Habíamos pensado subir hoy a Iracheta, pero ayer tuve un golpe malo en un dedo del pie. Temí sufrir una rotura, aunque no fue así. Para colmo, las prediciones meteorológicas no eran muy buenas. Fuerte temporal; vientos y lluvias que se han quedado en agua de borrajas.
De igual modo que el domingo pasado nos adentramos en Valdelobos, hoy vamos a entrar en la Aquitana o Quitana.
El viernes le llamé al Templao. No estaba. Se ha ido un par de días con sus parientes los Ruiz a Cantabria. Descienden del Valle del Pas e iban a visitar a algunos parientes que todavía quedan en aquellas tierras. Su hija Marina me dice que se encuentra bien, pero no cree que vuelva a hacer salidas tan largas con nosotros.
Son las 08,00 horas. Magán marca 17º y la farmacia 15º. El cielo está muy nublado. Chispea un poco. Nos acercamos a casa de Rosa y Juanjo para salir desde allí. Yo dudo un momento por si nos pilla alguna mojadura, pero Juanjo nos anima a que vayamos, pues ¡adelante!.
Rebasamos el polígono de la carretera de Artajona y comenzamos a subir por el camino del Vaquero y Quitana. La poca lluvia que caía, ha cesado y no volverá en toda la mañana.



08,20 horas. Llegamos a un cruce de caminos. Tomamos el de la dcha. El de la izda. desciende hacia algunas fincas cerradas para subir luego hasta la cruz de Corpus Alegría.
Por este camino vamos directos al canal. A nuestra dcha. se asoma, maltrecho pero digno, el Gurrutxo. Las piezas están en rastrojo. El campo amarillea y los insectos se han cobijado empujados por el frío cierzo. Son las 08,50 horas. Por el orillo de una pieza nos acercamos hasta el Gurrutxo. Las piedras, descarnadas y viejas, saben mucho de siegas y vendimias. No va a llover, pero el día está para pocos sudores.


Al otro lado del canal, un pastor cuida un inmenso rebaño de ovejas. Los animales rebuscan en el rastrojo la verde hierba que no puede salir por la falta de lluvias. Nos paramos un poco en el Gurrutxo. Es urgente hacer algo allí. Es una joya de nuestra arquitectura rural que de ningún modo, la ignorancia y el desinterés pueden dejar que se venga abajo definitivamente.
Desde esa posición, en dirección norte, bajamos a otra pieza para llegar al camino que asciende desde la crta. de Artajona. Cruzamos el canal y seguimos por ese camino para dar una vuelta por el otro lado. El rebaño está en el mismo lugar. Las cabras se encaraman en los árboles de la isleta de la pieza y buscan los brotes verdes y tiernos. Tienen patas y mandíbulas fuertes. El macho, nos observa al pasar y muestra una cornamenta retorcida, nada aconsejable si hiciera por nosotros. El pastor está lejos, jugueteando con los perros. Levantamos la mano y nos devuelve el saludo. Lástima no estar más cerca para hablar un rato con él.


Vamos camino adelante. En una curva vemos, casi enfrente, el caserío de Valdiferrer. No queremos llegar allí. En la pieza de abajo, dos corzos adultos van corriendo buscando la protección de la espesura. Nunca habíamos visto a estos animales por aquí. Tienen que cruzar el canal y muchas veces pierden la vida. Hasta ahora, el guarderío rural de Navarra ha contabilizado al menos once corzos muertos en el Canal. Comenzamos a descender hasta llegar a otro camino principal. Si continuáramos por él, llegaríamos a la balsa, que en este tiempo tendrá el agua corrompida, y al cruce del camino que sube hasta el caserío.
Enseguida tomamos un camino a la izda. que nos vuelve a introducir en La Quitana.
Por suave pendiente llegamos a una pieza. Tenemos delante el corral y allí vamos.


Son las 10,00 horas. Corral de la Aquitana. Buscando el abrigo del cierzo nos sentamos y sacamos el almuerzo. Miramos en dirección E. Desde aquí parece como si Tafalla se hubiera deslizado desde Valgorra. No distinguimos Pozuelo, pero la vista, poco a poco, se va elevando hasta el Alto de Guerinda. A la izda. San Pelayo y más allá la sierra de Alaitz. A Ujué nos lo tapan los Altos de la Carravieja. Y un poco más a la dcha., vemos Valmayor y los pinares de Valmediano, uno de nuestros sitios preferidos. Somos afortunados de poder disfrutar de este paisaje. Estamos en un lugar que, aparte de los cazadores, poca gente conoce y frecuenta. El corral está abandonado. En sus alrededores sólo hay tierras duras de cereal y alguna repoblación de pinos, pero en esta fría mañana de julio sientes que eres parte de todo esto.

Desde el corral desciende un camino que va hacia el canal. Bajamos en dirección S. y lo cruzamos por otro puente. El cauce tiene abundante agua. Continuamos bajando. A nuestra dcha. una viña emparrada luce todo su verdor. Es la única que vemos por aquí. No nos extraña. El negocio del vino ya no es negocio y los labradores tienen que buscar lo que "sale a cuenta".
Seguimos caminando hasta empalmar con el camino por el que hemos subido a la mañana. Bajamos un poco y llegamos de nuevo a la crta. de Artajona.
A las 11,00 horas entramos en el pueblo. En las Casas Baratas celebraron ayer sus fiestas del barrio, hasta con fuegos artificiales.
Al despedirnos de Rosa y Juanjo, como mi pie apenas me ha molestado, casi nos "prometemos" que el domingo que viene iremos, por fin, a Besagatz en Iriberri.

En el corral de la Aquitana at EveryTrail
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domingo, 10 de julio de 2011

Descubriendo Valdelobos






Mañana sanferminera. Hace mucho que no hablo con El Templao. No lo pillo en casa. Me he propuesto hacer alguna salida con él antes de Fiestas, a pesar de sus "ya veremos". El día viene de calor. La noche en Pamplona ha sido larga, en cambio, aquí, la tranquilidad es absoluta. Magán marca 22º y la farmacia 20º. Salimos de pantalón corto.

Son las 08,10 horas. Hoy hay que salir un poco más tarde. El encierro es "sagrado". Con Juanjo daremos una vuelta inédita por Valdelobos. Caminaremos solos. Nuestras mujeres cantan en Pueyo con su grupo de gregoriano y tienen que ir pronto.

Bajamos por las escaleras del Conde y nos acercamos a la Plaza de Toros. Por el túnel que cruza la vía tomamos el camino que nos conduce a los pinos de Ereta.

La vista desde aquí invita a pararse. Las casas se apiñan alrededor del alto de Santa Lucía. Aunque sea a estas horas, recordamos el comienzo de La Regenta: "La heroica ciudad dormía la siesta..." La calma es absoluta. A las 08,40 horas llegamos a la Fuente del Rey y nos adentramos en el túnel de la autopista. Los molinos que rodean Valgorra están inmóviles; estiran sus brazos y se desperezan. Nosotros seguimos por el camino de la izda., paralelo a la autopista. Estamos en La Navilla.










Seguimos andando hasta que tomamos el segundo camino a la izda. que nos introducirá en el Valdelobos profundo. "La parte tafallesa corresponde a la margen meridional de "la val", constituida por laderas y altozanos, dedicados antaño preferentemente a pastos. La divisoria entre Tafalla y El Pueyo por Valdelobos iba desde "el sitio donde fue oficina para fabricar aguardiente que llaman Zoco, y al presente de su subcesor Fermín de Landívar, en jurisdicción de Pueyo, pegante al camino real"; continuaba por el camino de Valdelobos , el corral de Ramón de Sagües, corrales derruídos y la cordillera de Peñas, hasta la muga Tafalla-El Pueyo-Pozuelo (Año 1818)" (J.M. Jimeno Jurío)(Toponimia histórico-etnográfica de Tafalla) Para pasear, ahora el campo no está en su mejor momento. Sin embargo, también tiene su atractivo caminar entre rastrojos y algún campo de veza. El morado de los arañones contrasta con el verde de sus matas. A las moras les hacen falta un "par de aguas" para que se pongan en sazón. Encontramos alguna caseta de piedra, mudas y en ruinas, que nos traen recuerdos de historias de D. Angel Morrás y "Amaigas".










Al doblar la esquina de una pieza poblada de tupidas zarzas, nos encontramos con la sorpresa de la mañana. Una hembra de corzo y sus tres crías esperan, con curiosidad, para ver quiénes son esos dos que hablan e invaden su territorio.

Se nos quedan mirando y cometo la torpeza de hacer un gesto brusco para sacar mi cámara. Echan a correr, pero cuando se sienten seguros, se paran y nos vuelven a mirar de arriba abajo. Nos paramos como estatuas y consigo suavemente activar el zoom. Conseguida la foto intentamos acercarnos, pero se apresuran a buscar la espesura y ya no los veremos en toda la mañana. "1 de Marzo de 1822. El alcalde Joaquín de Mediondo publica el bando de caza y pesca, regulando la caza de conejos, perdices, liebres y codornices y la pesca de barbos y madrillas. En todo Navarra se permitía la caza libre de osos, zorros y lobos. En estos años aún solían aparecer lobos en nuestros términos." (J.M. Esparza Zabalegui)(Historia de Tafalla. Tomo I)







A las 09,50 horas buscamos una sombra y paramos a almorzar. Hace calor. El día, poco a poco, se ha ido espabilando y está de cierzo. Algún molino, con lentitud, empieza a mover sus aspas. Como se suele decir: "se le pasea el alma por el cuerpo". Tenemos enfrente el caserío de San Lorenzo.





Nos ponemos en marcha. Atravesamos un rastrojo. Contemplamos la parte norte de los Altos de Guindilla y decidimos bajar, entre campos y encinos hasta la fuente de Orrocegui. Por amplio camino arreglado, a las 10,10 horas llegamos a ella.








Si no es la mejor, es una de las mejores del contorno. Sea invierno o verano, con sequía o con mucha humedad, siempre echa el mismo chorro. El agua está fresca y el abrevadero limpio. Es un privilegio contar con una fuente así en este paraje.








Bajamos hacia el Maño. Cruzamos la carretera y por el puente viejo atravesamos el Cidacos. Son las 10,25 horas. El río tiene un manto verde que impide ver el agua. Juanjo me dice que a eso se le llama las "lentejas de agua". Observamos detenidamente desde nuestra altura y, es verdad, parece un manto de lentejas o guisantes. Tiramos una pequeña piedra y se abre un hueco de agua que, lentamente, se va cerrando.

Siguiendo el mismo tramo que el domingo pasado llegamos a los invernaderos de Guillén pero, en lugar de cruzar el otro puente y salir al camino viejo de Pueyo, seguimos en la misma dirección hasta llegar debajo del puente de la Tejería. Cruzamos la vía férrea, subimos a la carretera y descendemos por el puente hasta llegar a la chopera.






11,00 horas. Ahí cruzamos y por una senda estrecha visitamos la presa de Pozilún. Salta un poco de agua. La construcción es magnífica. Fue una obra importante que abastecía, por la acequia de su izda., el molino antiguo de Macocha.

Salimos a la carretera y por su arcén nos vamos acercando al pueblo. Algunos sanfermineros "de día" suben a la capital; nos reconocen y nos pitan desde sus coches.

Diez minutos más tarde cruzamos la muga de Pueyo-Tafalla. Hay un mojón, bien labrado, junto a la tapia de unos huertos. Merece la pena pararse a mirarlo.

A las 11,30 horas entramos en Tafalla. Dejamos a nuestra dcha. el puente viejo, que en realidad es el Pontnuevo, y cruzamos el Cidacos por el otro puente, todavía mas nuevo.



domingo, 3 de julio de 2011

En la presa Pericueta






Habíamos planeado ir a la Valdorba. Enfrente de Iracheta, en las tierras del Señorío de Iriberri está el monte Besagatz que, con sus 990 mts. de altitud, compite en importancia con la Peña de Unzué y San Pelayo. Además, este lugar tiene el atractivo de que en él se encuentran las hayas

más meridionales de Navarra.

Ya dice el refrán que el hombre propone y.... A las 7,30 horas el cielo está muy encapotado; chispea un poco y para colmo a las 5,30 ha habido fuertes truenos y lluvia. El día viene de tormenta y no es aconsejable meterse en el monte en estas condiciones. Cambiamos de planes. Subiremos andando hasta San Quirico, más allá de Pueyo, visitaremos la presa del molino y bajaremos, mientras podamos, por la orilla del Cidacos hasta la presa Pericueta. Por si acaso, llevamos los paraguas.






Son las 08,00 horas. Magán marca 22º y la farmacia 20º. Carretera de Artajona arriba, evitando pasar por la Plaza para no coincidir con los trasnochadores de las fiestas de la juventud, llegamos a la presa de Recarte. Son las 08,25 horas. El agua no salta. El año no ha sido bueno de lluvias y este verano vamos a sufrir las consecuencias de la sequía. Camino de Macocha adelante llegamos a una pequeña balsa, enfrente de la finca de Benigno Berrio, que recibe las aguas del barranco de Valdetina.






Está completamente seca. Rara vez ha estado así. Unos metros más adelante, el barranco de Landerri, que atraviesa el camino, lleva tiempo sin agua. Cuando subimos a Catalain el mes pasado, ya se había secado. Seguimos caminando hasta llegar a Pueyo. Por la carretera de abajo, que es la que tomamos habitualmente, salimos al cruce que baja a Siete Fuentes. Nosotros nos adentramos por el camino que está justo al lado de las piscinas y que va en dirección a la vía férrea.






Cuando estamos abajo de este camino, divisamos de frente a la izda. la silueta austera y nueva de la ermita.




Cuando termina el camino, por el orillo de una viña emparrada, salimos a una pieza de lavanda. Las flores moradas, los tallos verdes y la tierra oscura, por la humedad de la noche, componen una agradable paleta de colores.

Son las 09,30 horas. Estamos en San Quirico. La ermita, coqueta y humilde, está cerrada. En unas piedras sueltas, mirando hacia el N. nos sentamos y echamos un bocado. La mañana ha cambiado. Al S. está despejando. No anda aire y comienza a hacer calor. El sol en este tiempo puede mucho. De vez en cuando algún tren de mercancías pasa a toda velocidad por la cercana vía y de la abundante vegetación del Cidacos, algunos pájaros, agitados, huyen despavoridos.








Nos acercamos a la presa. En el extremo opuesto a nosotros, todavía salta el agua. Son las 09,50 horas. Bajamos al pequeño remanso que hace la presa y, pisando las piedras que asoman en la débil corriente, pasamos a la otra orilla para subir, no sin dificultad por la cantidad de maleza que ha cerrado la senda, hasta una enorme pieza con las esparragueras a la altura de nuestras cabezas.






Volvemos en dirección S. Abandonamos una chopera fresca y, por unos rastrojos, salimos de nuevo a la carretera que asciende a Pueyo.




A las 10,35 horas estamos en Siete Fuentes. Nos refrescamos y llenamos las cantimploras. Hace calor. Vamos a necesitar toda el agua que llevemos.

Por la orilla de la vía, observamos al otro lado del río un montón de piedras. Dan la impresión de ser una edificación hundida. Juanjo sospecha que ahí tuvo que estar el antiguo molino, movido por las aguas que desviaba la presa que hemos visitado. Salimos a la carretera del invernadero de los Guillén y, cruzando el puente, volvemos otra vez al camino que hemos traído a la mañana. Cuando pasamos de nuevo la finca de Benigno, tomamos el primer camino a la izda. en dirección al río. A izda. y dcha. todo son huertos cuidados con esmero.








En medio de un cañaveral descienden unas escaleras de madera que terminan en el cauce. Ahí está la Presa de Pericueta o de Azpilicueta. Son las 11,35 horas. El agua, aunque sin fuerza, salta la presa. De chavales, en aquellos veranos sin piscina y sin prisas, nos hemos bañado en estas aguas verdes, aunque sin contaminar, en las que lo mismo agarrabas un cangrejo en la orilla, que notabas entre las piernas el inquietante paso de algo largo y extraño que compartía el mismo espacio que tú.

"La presa, río abajo del Molino de Congosto, es la llamada de Azpilcueta o Perikueta, que perdura. El concejo la reformó en 1572, junto con el bocal y acequia, para el molino nuevo de Macocha, el batán construido poco tiempo antes. Antonio de Nabar, conocido hacendado tafallés propietario de una industria similar al otro lado del río, pretendió impedir las obras - por razón que, por hazerse aquella tan alta, con las avenidas del río se represaría el agua y se le impediría el tiro para la de su molino de Congosto y no podría moler-. La Villa le dio garantías de que la obra no le ocasionaría perjuicio alguno" (J.M. Jimeno Jurío)(Toponimia histórico-etnográfica de Tafalla)

Subimos de nuevo las escaleras y volvemos por la orilla de otro huerto al camino. Un hortelano, con sombrero ancho, se acerca y nos saluda. Conversamos con él. Nos dice que la presa salta porque en esta parte del río hay manantíos que lo alimentan. Si no, estaría seco. Él piensa que en verano todavía caerán unos cuantos "nublaos"; no arreglarán el río, pero vienen muy bien para los huertos, para no tener que regarlos cada dos días.

"Tafalla como ciudad se introdujo en la Historia en un año que para ella sería ya para siempre histórico: 1636 (...) Tafalla vivía su vida agrícola -en sus ciclos de siembras, cosechas y vendimia- entre azadas, layas, palas, hoces, guadañas, hachas, podones, con los arados común y de vertedera, fabricando sus trillos con cantos rodados del entonces más abundante Cidacos. Y sobre todo, se aprovechaba de un sistema de regadío, regalo sin duda de la anterior presencia árabe, que aún perdura" (P.M. Flamarique Zaratiegui)(Cajón de sastre tafallés)






Nos despedimos y bajamos en dirección a Recarte. A la sombra de sus plátanos, por la carretera junto al Instituto, entramos en el pueblo. Son las 12,00 horas.

Algunos ociosos están sentados en un banco de madera junto a un bar. Nos miran con curiosidad. Nosotros volvemos por encima de la olvidada acequia del Restañal. Recuerdo que de muy crío, cuando llegar hasta aquí era una aventura, a la que tenías que ir acompañado de un mayor, había unas higueras chumberas que se aprovechaban de las aguas de la acequia. Pasar de San Cristóbal era ya salir al campo.