domingo, 27 de noviembre de 2011

Madroños en la niebla



Nuestra idea era haber ido hoy al Rincón de Candaraiz. Una vez terminada la vuelta a las mugas, tenemos pendiente una revisión de aquella zona porque, cuando pasamos por allí, no seguimos la muga en el pico que se mete hacia Larraga, sino que fuimos por la Cañada hasta entrar en el Saso.
Magán marca 3º y la farmacia 2º. A las 08,00 horas la niebla está agarrada con fuerza. Si en Tafalla está así, por la parte de Valditrés, donde queremos dejar el coche, todavía lo estará más. La proximidad del Arga hace que las nieblas se estanquen con más intensidad. ¿Solución? Nos vamos a Ujué, donde seguro que luce el sol. Intentaremos hacer el recorrido nº NA-177A del Sendero Local; es el Camino de las Pilas.
En la guía "Paseos por la zona media de Navarra" lo presentan así: "Itinerario que rememora el trayecto que hacían las mujeres de Ujué hasta el lavadero (las pilas de agua) de la localidad".



A las 08,20 horas aparcamos el coche en las ruinas de San Miguel. La ermita tiene una espadaña que nos recuerda a la entrada de Catalain. Sobre la puerta, a ambos lados del crismón, hay talladas una luna, en mengua, y un sol. Nos acordamos de Ortega, el especialista en románico, cuando nos enseñó y explicó todo lo de Echano, a los pies del pantano de Mairaga.
El cartel que señala el comienzo del itinerario de Las Pilas está destrozado. Fue una iniciativa estupenda la confección de una serie de recorridos por distintas localidades de la zona media, pero el paso del tiempo, la dejadez y, en algunas ocasiones, el vandalismo, terminó con aquel proyecto. Con el tiempo acabaron descatalogando los senderos porque faltaban postes y señales y ello ocasionaba numerosos problemas a los paseantes.



Comenzamos a descender por el camino que pensamos que corresponde al recorrido. A nuestra izda. tenemos un paisaje imponente. En el Carasol de Turtunbera los antiguos corrales proliferan. Los campos, que forman terrazas en la ladera del monte, están verdes . Por el encima del cresterío asoma la Peña de Izaga y a su dcha., el Pirineo se ha vestido de blanco para recibir al cercano invierno. El día es espléndido. Hace frío. Abajo, hacia la parte de Murillo el Fruto, la niebla tapa el paisaje.
Es la primera vez que caminamos por este lugar y el descubrimiento nos entusiasma. A la dcha. del camino hay un poblado pinar al que le están haciendo una limpia.
En la guía que editó el Consorcio de la Zona Media dice que el recorrido son 6 kms. y llevamos andados más de tres. Nos empieza a entrar el mosqueo de que vamos por un camino equivocado.
En nuestra dirección, se acerca un coche. Le hacemos gestos para que pare. El conductor da un frenazo y se baja con cara de extrañeza. Por el uniforme sabemos qué es. Le explicamos nuestras dudas y nos responde que poco nos puede ayudar porque él solamente es el guarda del coto y no es de Ujué. Con su mapa nos explica dónde estamos y nos señala la dirección a Murillo del Fruto.
Le decimos que somos de Tafalla y que hemos venido, como los guiris en verano, buscando el sol en Ujué. Resulta que él también es tafallés. Nieto de Candidín por más señas.
Nos cuenta que tiene un contrato para un par de meses y que su misión consiste en comprobar que todo el que caza sea socio del coto. Dice que hay un par de cuadrillas batiendo al jabalí, pero que están por otra zona. También controla que nadie mate más de tres perdices; sin embargo, el conejo está libre, aunque en Ujué no se ve.



Casi sin darnos cuenta entramos en la niebla y entonces se produce una sorpresa increíble.


A ambos lados del camino los arbustos de madroños son abundantes. Algunos frutos ya están maduros. Juanjo comenta que ahora se explica el dicho que recoge en uno de sus libros José Mª Iribarren, el fenomenal escritor costumbrista tudelano.

Los de Ujué son madrolleros (madroñeros),
los de San Martín, catatos.
Los de Olite son charrines y
los de Tafalla, fatos.

Los chopos esbeltos aparecen y desaparecen entre la niebla; es señal inequívoca de que estamos cerca del barranco. Al llegar pensamos que, a pesar de que su cauce es pequeño, será temible cuando entren las tormentas y bajen las barrancadas desde Turtunbera y Ardui.
Decidimos volver sobre nuestros pasos. El día aquí es invernal. La humedad de la niebla se cuela por cualquier rendija de nuestra ropa.
Son las 10,20 horas. Nuestras tripas hace rato que han dejado de protestar y ahora ya rugen. Sobre unas piedras, junto a pinos y madroños, reponemos fuerzas.
Subimos nuevamente y salimos de la niebla. Nos damos cuenta de que teníamos que haber cogido un desvío en la primera curva del camino. No nos importa. Tenemos pensado volver por aquí próximamente.


Enfrente nuestra la basílica luce primorosa su tejado recién estrenado. La vista desde aquí es distinta. El pueblo se agarra con fuerza a la ladera para no caer hasta el barranco, hoy invisible.
Dando las 12,00 horas en el santuario volvemos a San Miguel.



Antes de llegar a San Martín la niebla se adueña del paisaje. En Tafalla el día es invernal como a la mañana.



domingo, 20 de noviembre de 2011

La vuelta a las mugas (y VI)









Hoy vamos a terminar la vuelta a las mugas. Las cinco jornadas anteriores han sido inolvidables y la de hoy esperamos que no va a ser menos.

La mañana está fría. Magán marca 12º y la farmacia 11º. El cielo está muy nublado. Llevamos paraguas, aunque el agua la anuncian para la tarde.

A las 08,00 nos recogen Rosa y Juanjo con su coche y nos vamos hasta la muga en la carretera de San Martín. Traen también una enorme chapata que casi no cabe en el maletero. Hoy toca almorzar sardinas.
Son las 08,20 horas. Después de aparcar el coche junto al olivar de negrales o arbequinas, cruzamos la carretera y nos encaminamos hacia el canal.







Hay un túnel que lo atraviesa, que en realidad es un desagüe de las barrancadas que puedan bajar del monte. Nos adentramos en él y Juanjo bromea sobre la capacidad que tenemos de estar debajo del agua. Salimos al otro lado y tenemos enfrente el inmenso pinar de la Carravieja.





La muga forma una línea recta, que asciende casi verticalmente. Quedan restos de un viejo cercado con alambres de espino que se habría puesto para proteger la repoblación. Algunos mojones están en pie todavía. Tienen bien labradas las letras T y SMU, para que no queden dudas.
"Carravieja: Los ganados de lanas que las aprovechaban (las hierbas) se recogían en corrales del término. El concejo concedía igualmente la leña por arriendo (año 1681). En el carasol abundó el viñedo y hubo algunos abejares. Actualmente hay plantación de pino en la banda más alta. Por la parte baja y más llana lo corre longitudinalmente la carretera de San Martín de Unx. Lo cruzan perpendicularmente algunos barrancos, como el de la Garganta y el de Rentería, que descienden a Valmayor y forman este llano aluvial por arrastres de tierras" (J.M. Jimeno Jurío) (Toponimia Histórico-Etnográfica de Tafalla).
La subida es penosa. La cuesta se hace interminable y tenemos que pararnos cada poco rato.
El Templao, cuando el camino se ponía como hoy, se paraba y siempre decía lo mismo: "Voy a contemplar el paisaje".
Donde el pinar abre un claro, nos sentamos para recuperar el resuello. La vista que tenemos hacia el S. es una maravilla. Los viñedos, cobrizos, compiten en belleza con los verdes sembrados. El canal, como una cicatriz blanca en medio del paisaje, se aleja por detrás de la Cuesta de la Casilla, buscando nuevas tierras y cultivos.





En el rastrojo que da paso al pinar un inmenso setal se alimenta de los restos de la última cosecha. Juanjo, que es un buen aficionado, conoce estas setas. Son micro-lepiotas. A pesar de su aspecto humilde e ingenuo, son venenosas. Las miramos con respeto.
A las 09,15 horas estamos arriba de la Carravieja. El viento viene de sur. El paisaje obliga a parar. Casi de frente tenemos lo que queda del caserío de Pozuelo. A su dcha. los pinares de Santa Zita. Las ruinas del Caserío de Goyena vigilan Valgorra. El campo parece aletargado.
Junto a un molino, buscando abrigo del bochorno, paramos a almorzar. Son las 09,30 horas. Hay que reponer fuerzas, la subida hasta aquí ha sido antológica.







Mientras almorzamos, limpiándonos los dedos pringosos de aceite, consultamos el mapa desplegable que ha preparado Juanjo. Localizamos las tablillas que nos llevarán hasa "las cuatro mugas".
Comenzamos a descender. Un cazador nos dice que a nuestra dcha. tenemos el camino, pero le explicamos que vamos siguiendo la muga y que mientras podamos iremos campo a través. Nos desea suerte. Nosotros también a él y, por lo bajini, también a los conejos y perdices.
Pasamos por detrás de la caseta de los Marios. Las viñas que había a su alrededor han dado paso al cereal. Comenzamos a subir, suavemente, hasta llegar a la subestación del parque eólico. Al abrigo del cierzo, han plantado una gran cantidad de romero y está en flor. Nuestras mujeres no pueden resistir la tentación de llevarse algunas ramas.







A las 11,00 horas llegamos al mojón de las Cuatro Mugas. Estamos en otro punto clave del término: Tafalla, San Martín, Sansoain y Pueyo. Nos acordamos de las tres mugas bajando hacia la Sarda y también encima de la cañada, en el Saso.
Por el camino arreglado, vamos en dirección al Alto de la Guindilla. No subimos a él porque la muga continúa hacia la dcha. Cuando el camino empieza a descender, el altímetro marca 613 mts. Ya dije en otra ocasión que éste era el segundo "techo" de Tafalla.
Dos cazadores y un perrico nos adelantan. Con la escopeta en brazos caminan deprisa. Aunque vemos las tablillas, nos indican por donde sigue la muga. Ellos lo tienen claro; no pueden salirse de su coto.





Son las 11,30 horas. Estamos descendiendo por la orilla del barranco de Valdelobos.
"Una mañana madrugué, fui a misa, no vi lobo alguno, ni cosa que se le pareciese, pero encontré a Donato montado en su burro que si no iba a segar iría a escardar, si estábamos en la época de uno u otro de aquellos trabajos. No me consoló Donato de la ausencia del lobo, estimando que el uno no valía el otro, y furiosa me presenté en casa de Miguela para reprochárselo con la mayor insolencia que pude. -Embaucadora, bolera, me la has "dau" de puño con tu historia del lobo, y aquí me tienes molida a causa del madrugón. (...) ¿Y quién te ha dicho que los lobos se pasean por los pueblos así como así y en cualquier día del año? Lo que te conté pasó cuando yo era niña y en un invierno todo de nieve y hielo en que los animales no encontraban nada para comer. El lobo buscaba seguramente un cabritico, un pollo, una gallina , o una muetica como tú para hincarle el diente... (María del Villar)(La Carpia, su burro y yo).


Oímos ladrar al perrico y después un tiro. Los cazadores están lejos, así que no sabemos si habrá caído un conejo al morral o se habrá librado por los pelos. El paisaje ha cambiado mucho desde que estuvimos por aquí en julio de este año.
Tenemos un obstáculo enorme para continuar por la muga. La autopista. Por eso decidimos meternos un poco en término de Pueyo y cruzarla por el puente más próximo.




Tomamos otra vez la dirección S. para buscar la muga. La encontramos. Tenemos a nuestros pies un desmonte descomunal. Es el terreno de donde se extraía la arcilla para la tejería.





Continuando por la muga llegamos a la carretera de Pamplona. Bajamos a ella y nos paramos en el mojón que está en la orilla de la parte del Congosto. Son las 12,10 horas. Con dificultad se puede leer a un lado "término de Pueyo" y al otro "término de Tafalla". Hemos terminado la vuelta a las mugas. Nos quedaría cruzar el Cidacos y salir al camino de Macocha, pero en este tiempo el río ya ha movido y no merece la pena hacer el "pato".




Ahora hay que acordarse de los amigos que se fueron. Estas son las botas de Nicolás Ciérvide. Me pasó la foto su hija Esperanza. Hace más de veinticinco años, organizó esta vuelta en tres etapas. El Templao y yo tuvimos el privilegio de acompañarle.
También quiero agradecer a Tomás, consuegro de Nicolás, el haberme facilitado el croquis y los datos de la siguiente vez que recorrieron las mugas en cinco etapas. Gracias a los dos.



La vuelta a las mugas (y VI) at EveryTrail
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domingo, 13 de noviembre de 2011

La vuelta a las mugas (V)







Continuamos con nuestra vuelta a las mugas. Hoy empatamos con Nicolás y Tomás. Ellos hicieron la vuelta en cinco etapas. A nosotros nos van a salir por lo menos seis.

Va a hacer un buen día para andar. Aunque nublado, no parece que vaya a llover. El bochorno viene frío y dicen que sacará agua por la tarde o mañana. Ya se verá.


Son las 08,00 horas. Magán marca 13º y la farmacia 12º. En la puerta de casa nos recogen con su coche Rosa y Juanjo y bajamos al Polígono de La Nava. Allí nos quedamos hace dos domingos y continuaremos hasta llegar a la carretera de San Martín.


A las 08,10 horas comenzamos a caminar. Tenemos que rodear el polígono y salir a un camino que va paralelo al río. Tomamos dirección S. y en 10 minutos lo cruzamos por un puente de hormigón que está junto a otro, por el que pasa el ferrocarril.


Volvemos a tomar dirección Tafalla; estamos en Olite y tenemos que subir a buscar los mojones y tablillas de la muga.



En cinco minutos llegamos a un viejo caserón, en la orilla izda. del camino. Hace poco me dijeron que era un antiguo molino y que el canal del agua venía desde la presa de Almoravit. No sabemos nada de esta edificación. El término en el que estamos se llama El Molino; más claro, agua. Curioseamos un poco por el exterior de las ruinas y vemos una magnífica construcción de sillería que servía para canalizar el agua que entraba del río.




Un poco más adelante se conserva la imponente tajadera que regulaba las aguas.

Con el caserío de Solrío a nuestra dcha., decidimos cruzar la vía del ferrocarril y llegar hasta allí. No hay ni rastro de tablillas, pero sabemos que estamos, prácticamente, en la misma muga.

Salvando la vía y una acequia profunda salimos a campo abierto y, aunque sea desviarse un poco, nos acercamos hasta el caserío para contemplar el amplio pozo que descubrieron al hacer el camino de concentración. Son las 09,00 horas.

Volvemos, de nuevo, a tomar dirección S. y descubrimos en la ladera de Montmediano (que es el monte de Valmediano) la primera tablilla que indica el trazado de la muga.

Avanzamos por amplio camino de concentración y, después de saludar a un vecino de Olite que no nos quita ojo desde su huerto, paramos a almorzar al abrigo de un edificio antiguo, de tapias altas, que los de Olite llaman La Abejera.

La mañana está casi fría. El bochorno revoca por todos los rincones y se mete entre la ropa. Es la primera vez que estamos en este lugar y, una vez más, el campo tafallés nos vuelve a sorprender.





Hemos visto algún cazador con perros en la parte de Tafalla. De vez en cuando suena un tiro que nos hace dar un respingo. Según pude leer hace poco, ahora se puede cazar la perdiz, la liebre, el conejo y el faisán. Por la forma en que vemos rebuscar entre las matas a los perros, suponemos que estarán al conejo.
Decidimos abandonar el camino y seguir la muga lo más fielmente posible. En esta zona los mojones y las tablillas van trazando una línea imaginaria que asciende entre los chaparros y los enebros.
Superamos el primer montículo y salimos a una pieza. El propietario está sembrando. A nuestra izda., en la cima de Valmediano, el vértice geodésico luce blanco y erguido. Poco a poco nos alejamos de él.

"Año 1740. Dicho día Bentura Ximénez, guarda, manifiesto que el día 28 del mes, entre ocho y nueve horas de la noche estaban cenando en Valmediano Joseph Beorlegui y su hijo y después de que cenó cogió dicho Beorlegui mayor la casaca y entro en las viñas de Balmaior y sin que pueda expresar en que viña entró, pues habiendo esperado el que manifiesta cerca de dicho orno, vio que el susodicho trajo todo el zorrón de dicha casaca lleno de uvas blancas y negras." (Fernando Maiora)(Tafalla, del Reino de Navarra).



Cruzamos un pedruguero, que es el nacimiento de un barranco de amplio cauce. Nos recuerda al que hay en lo alto de la Carravieja o por el que pasamos no hace mucho en la Solanoa de Pueyo.
Seguimos caminando por este pequeño cresterío. El paisaje es excepcional. La plana de Olite se extiende a nuestros pies y en medio de esa llanura, el castillo y la población parecen una maqueta.
Cuando tenemos que descender siguiendo la muga, vemos en dirección NE la enorme piedra que está en lo alto de La Falconera y hacia allí nos dirigimos.

"Paraje en jurisdicción de Olite, contiguo al término tafallés de Montmediano (actualmente Valmediano). Las mugas de los tres pueblos (Olite, San Martín y Tafalla) coinciden en un alto -que en Olite llaman Falconera y en Tafalla, Balmediano (año 1796)- Actualmente aplican el topónimo a los montículos yermos y desarbolados comprendidos entre las mugas de San Martín y Olite, al sur de la carretera de San Martín, separados del alto de Valmediano por el barranco de Rentería. Es probable que el nombre sea debido a que los reyes navarros residentes en Olite criaban sus halcones en estos lugares. (J.M. Jimeno Jurío)(Toponimia Histórico-Etnográfica de Tafalla).




Hay que pasar alguna viña y volvemos a meternos en lo intrincado del monte. La roca, conforme vamos subiendo, cambia de forma. Juanjo dice que la podíamos bautizar como "el carlista". Da la impresión de que luce una enorme boina. Son los misterios de la erosión.
A las 10,40 horas llegamos arriba. Estamos a 431 mts. de altitud. Salvo los cazadores y nosotros, pocos conocerán este lugar y merece la pena hacerle una visita.





Descendemos y, casi al final del monte, encontramos las tres tablillas que nos indican que estamos en el vértice de las mugas de Olite, San Martín de Unx y Tafalla. Son las 10,55 horas. Entramos de nuevo en tierras de labor.




En la parte de San Martín, un tractor mete con fuerza el arado. La tierra se abre esponjosa y oscura. Las últimas aguas le han venido muy bien al campo.
Hacemos una pequeña parada junto a unos olivos. Las aceitunas están negras y sanas. Rosa y Juanjo no se ponen de acuerdo en si son de variedad negral o vidrial. Nos quedamos sin saberlo.




A las 11,20 horas salimos a la carretera de San Martín. Mi hijo Pablo llega enseguida con el coche y volvemos a La Nava a recoger el de Juanjo.
El próximo domingo intentaremos terminar la vuelta. Tenemos "tajo" por delante. Hay que subir toda la Carravieja, atravesar Valgorra y, por Valdelobos, llegar a Macocha.

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lunes, 7 de noviembre de 2011

Adios, Manolo




Ayer no fuimos a andar. El día amaneció lluvioso y desapacible. Además, a las doce, teníamos que cumplir un último deseo de Manolo Iriso, “el tío Manolo”.

Él quería que parte de sus cenizas reposasen para siempre en lo que llamaba “los santos lugares”.
En los Altos del Planillo, desde los que se domina el Prado de Rentería, Valditrés y Porputiain, existe un mojón de la cañada y una minúscula base de hormigón que debió de soportar algún pequeño vértice geodésico.

A Manolo, cuando era chaval, lo llevaba allí su abuelo Martín. Le enseñó una parte de Tafalla, áspera y a la vez hermosa. Si miras al S., te encuentras El Plano, recostado sobre Don Galindo y Lazarau. Un poco más cerca, el Caserío de la Laguna y a la derecha, Romerales. En el O. la Torre de Beratxa se cobija en medio del pinar del viento húmedo y racheado. Al N. los pinares del Vaquero y al E., Tafalla, por la que Manolo sentía veneración. Y por encima del pueblo y la Carravieja, la silueta del Santuario de Ujué se esfuerza en dejarse ver, entre la fría llovizna. No quiere estar ausente en este importante momento.

El viento arranca con fuerza el polvo de nuestras manos y, cuando nos quedamos inmóviles, los Gregoricos, padre e hijo, cantan al amigo una jota que les sale del fondo del alma.

Al llegar a casa escucho a Benito Lertxundi cantar “En los colores del otoño” y pienso en Manolo y en nosotros. Solamente esta canción es capaz de poner voz a esta mañana gris de Noviembre:

En los colores de otoño,
atravesando los perfumes de los campos,
evocándote, estoy en ti.


A la sombra del árbol desnudo,
amarillenta y rojiza
yace la hojarasca; todo duerme.




Recojo una hoja, es tan simple como bella,
tan sencilla al morir,
parece aún poseer toda la vitalidad del árbol.


Tanta dignidad al caer
me impulsa a cantarte.
De nuevo contemplo el árbol;
¿estará preocupado...?,
se diría que dibuja la sonrisa de la eternidad,
en la bondad de su libre transcurrir;


Y parece burlarse
de los sueños cultivados
en las entrañas del tiempo que me esclaviza.


En los colores de otoño,
atravesando los perfumes de los campos,
evocándote, estoy en ti,
tan sencillo al morir,
tan simple al irte sin un adiós.