martes, 28 de agosto de 2018

Mañana de verano en Valdelobos






26 de agosto de 2018


La primera salida después de Fiestas suele ser suave. Los días son calurosos y todavía no se vislumbra el otoño. 
Aprovechamos para volver a lugares cercanos pero que, en ocasiones, nos han llegado hondo. 
Por eso hoy vamos a Valdelobos. Visitaremos la lápida de Martín Elorz, aquel desafortunado muchacho que en 1892 bajaba del Caserío de San Lorenzo a Tafalla y fue asaltado y muerto por dos malhechores de Pueyo. 
Son las 08:00 horas. El termómetro marcha 13º. El viento, suave, ha refrescado el ambiente.

Agosto todo lo seca menos el rostro. 

Las calles de Tafalla están vacías. La ciudad parece no haberse recuperado, todavía, de la resaca de Fiestas. 
El rumor del agua en la Fuente del Rey hace que crucemos el barranco y nos detengamos un momento. 



De su caño, el agua fresca y limpia brota con fuerza haciendo que desborde el abrevadero. Los plátanos extienden su sombra fresca y húmeda.
Por el camino de la izda., sin cruzar por debajo de la autopista, continuamos en dirección N. 
El tráfico, a nuestra dcha., molesta en algunos tramos. 
Unos balidos llaman nuestra atención. 


En una finca junto al camino, una pocas ovejas nos miran con curiosidad. Al acercarnos, se agrupan y nos miran con recelo. 
Continuamos hasta llegar a la pieza que está junto a la caseta blanca. 
Como está en barbecho, la cruzamos. 



08:45 horas. Escondida entre hierbajos, junto a la destartalada caseta blanca, se encuentra la lápida de Martín Elorz. Tenía 14 años y lo mataron, para robarle, dos jóvenes de 16 y 17 años de Pueyo. El crimen se produjo el 8 de junio de 1892 y antes de un mes, fueron descubiertos y detenidos los autores. 
Contemplando la lápida, recordamos la crónica que publicó el periódico El Liberal Navarro. 




Por la pieza donde se encuentra la fila de olivos, caminamos hacia otra y otra más hasta salir a un camino que nos lleva hasta el puente que cruza la autopista. 
Continuamos en dirección a Tafalla. 



En los avellanos del camino quedan dos frutos de muestra. El aroma que desprenden las plantas de la acequia es agradable. 
09:45 horas. Por un camino que sube a la izda. nos adentramos en un cuidado olivar. Unas piedras en la orilla nos sirven de asiento. Ha llegado la hora de almorzar. Contemplamos el campo. Las rastrojeras amarillean en los campos ondulados. 




Los olivos centenarios, además de proporcionarnos sombra, nos transportan a otras épocas, con vidas e historias irrepetibles. 


Una vez, estaba edrando en Valdelobos, en una viña mía; hubo un nublado, salió el arco iris y, para buscarme la boca (el "Aguau") dijo:
-El arco iris es la señal de que ya no ha de haber otro diluvio ¿verdad?
Yo le contesté:
-De agua no, pero de fuego sí que habrá otro que reducirá el mundo a cenizas.
-Pues, los que vengan detrás ¡qué trigos y qué cebadas cogerán con tanto quemau! -replicó el Aguau. (Angel Morrás)(Escenas de la vida tafallesa)

Salimos otra vez al camino principal. Pasamos junto a la Fuente del Rey y llegamos al Corral de Ereta. 



Está en ruinas. Hemos conocido, hace ya algunos años, rebaños de ovejas cerradas aquí. Recuerdo a un pastor, silencioso y del que nunca supe su nombre, que tenía un perro juguetón e inquieto. Algunas veces le llevé comida y cada vez que me veía a lo lejos, venía corriendo y brincaba hasta casi mi hombro esperando que le diese algo. 
En el comienzo de los pinos de Ereta, entre la vía y el arbolado, se encuentra el olivar de Gutiérrez. Los olivos, duros y sometidos al frío cierzo, traen la cosecha que pueden. 







Al otro lado de la vía, en el Cidacos, se ha formado un tupido soto. Lo podríamos llamar "la Tafalla frondosa". En este tiempo, con la humedad del río, es una masa verde que llena el paisaje de vida. 
Bajamos por los pinos hasta el paso subterráneo y salimos junto a la plaza de toros. 
Desde allí la visita a la Presa de Ereta es obligada. 





10:55 horas. Todavía queda un pequeño tramo por el que salta una débil película de agua y que hace imposible el paso a la otra orilla. 
Tafalla se despereza. En muchos establecimientos se lee el cartel de "cerrado por vacaciones hasta..." El verano sigue su marcha. A los días calurosos suceden las tardes y noches de cierzo refrescante.