martes, 30 de junio de 2020

Veraneando en el Portillo del Sastre



Domingo, 28 de junio de 2020


Acaba de empezar el verano y las temperaturas son de plena canícula. 
Hoy nos quedamos en Tafalla, aunque vamos a hacerles una breve visita a nuestros vecinos de Pueyo. 
En la segunda temporada, que ya hemos empezado a grabar, de "A pie y con dron", una de las rutas elegidas es la que haremos hoy.
Le pedí a Juanjo que me acompañara porque quiero trazar bien el itinerario y así evitar sorpresas de última hora. 
Son las 08:00 horas. El cielo está limpio y la temperatura es de 18º. 

Campos por marzo atrasados, se ven en junio colmados. 

Va a hacer calor. Los molinos están orientados al N. y mueven perezosamente sus aspas. Es posible que por la tarde se note un alivio de las temperaturas.




El panel que está junto al aparcamiento del Centro de Salud informa al caminante del recorrido. Hemos pasado tantas veces por aquí que apenas nos detenemos a echarle un vistazo. 
Y, sin embargo, qué necesarios son estos paneles para los que vienen aquí por primera vez o para los que quieren saber un poco más del terreno que van a pisar. 
Donde termina la primera cuesta, en el Campo de Reyes o "Las Yurtas", como lo conocemos todos, hay varios coches aparcados. 



Un pavo real, encaramado a un madero, nos mira distraído. 
Un poco más adelante, el murmullo de un chorro de agua hace que nos detengamos. 






Un pequeño caño, en el ribazo, echa algo de caudal, creemos, de alguna fuga del canal. 
Más adelante, un puente de hormigón, blanco y ajeno al paisaje, navega perdido en medio de una pieza. Las obras del TAV trazan un amplio ramal de O. a E. 





En su cerro, las ruinas del Caserío de Osés observan al intruso. 
Al pasar junto a la Balsa de Patuca, entramos un momento a su trasera para ver su nivel de agua. 
La vegetación casi tapa la superficie del agua. 





En la orilla, un albaricoquero verdea disfrutando de la abundante humedad. 
08:50 horas. La Balsa de los Ricos se encuentra en la encrucijada de la subida a la Gariposa y la entrada a Tajubo. 



Las aneas pueblan su lecho. 
El camino paralelo desemboca en el que sube a Buskil. 
Subimos por él. 
El calor y la cuesta hacen que el paso se vuelva más lento. 
Los campos amarillean esperando a las cosechadoras. 
Las cebadas y los trigos han llegado a su plenitud. Es tiempo de siega. 



Una breve parada se hace obligatoria. 
Contemplar el bocage es algo extraordinario. 
Llegamos a los quejigos. 
Los hermosos ejemplares de esta zona del Monte resistieron el furor del incendio del 2016 y poco a poco se van recuperando. 


Un camino, incierto, nos saca a una pieza. Caminamos por su orilla hasta llegar al Portillo del Sastre. 
Por tramos de mal andar, conseguimos llegar al camino que nos conduce a la fuente. 
10:00 horas. Fuente de Valdetina. 


Los dos chorros echan agua abundante. 
Aprovechando la sombra de los plátanos y las acacias, en las mesas que están junto a la orilla, nos sentamos y echamos un bocado. 

Factura que presenta Rufino Ardanaz por traer toros y vacas para las Fiestas de Agosto de 1887: 
Un pastor con los mansos a la cadena de Santa Agueda a esperar vacas de Traibuenas: 2,50 pesetas. 
Por ayudas de dos mozos, uno en soga y otro en toriles:  5 pesetas. 
Por cuatro peones en  Valdetina, hacer abrevaderos para los toros que llegan de viaje: 12 pesetas. 
(J. M. Urroz Cabodevilla y P.M. Flamarique)(En el Centenario de la Plaza de Toros de Tafalla)

Tres caminantes se acercan y nos saludan. 
Volvemos hacia Tafalla. 
El camino que desciende paralelo al barranco de Valdetina discurre entre cebadas y trigales. 
La soledad es absoluta. 
Cuando llegamos a la segunda bifurcación que hay a la dcha. del camino, la tomamos. 
El camino viejo, descarnado y empinado, nos adentra entre enebros, ilagas y encinas. 
11:00 horas. Corral de la Gariposa. 


Medio tapado por las cardonchas, deja entrever su ruina. 
Llegamos hasta su puerta y entramos. 
El incendio devastador que sufrió acabó con todos los maderos y cañizos que sustentaban el tejado. 



Una viga de hormigón ha quedado como único testigo de la catástrofe. 
Volvemos al camino principal y salimos al de Pueyo, en Macocha. 
Nos vamos encontrando con gente que ha salido a pasear. 
El calor aprieta y las cantimploras ya están casi vacías. 
11:50 horas. Entramos en las primeras casas junto al Instituto. 
Olvidado entre las altas hierbas, las ruinas del viejo horno de tejas ven pasar el tiempo. 





Harina de otro Costapor Juanjo Costa


III La elipse que se hizo camino. Desde Tafalla a Tafalla, pasando por Tafalla (28 de junio de 2020, domingo)

Estamos en la proa de Tafalla. El terreno más elevado de la zona urbana de la ciudad se planta a modo de batidero, haciendo frente al cierzo que en ese lugar golpea inmisericorde la mayor parte de los días del año. Es un enclave conocido: mirando hacia el norte, por la izquierda, el Centro de Salud y el Taller de Anfas. Por la derecha, el viejo Matadero Municipal que conoció mejores años y que hoy sucumbe a la desidia y al olvido. Es uno de los muchos edificios que nos dejó el prolífico arquitecto del siglo XX navarro (amén de otros cargos políticos de su tiempo) Víctor Eusa Razquin. En Pamplona abundan sus obras; casi necesitan un catálogo. En Tafalla podemos también apreciar su estilo en el Asilo de San Manuel y San Severino, inaugurado en 1935.
El edificio del Matadero no se aprecia, por estar rodeado de una vegetación muy descuidada y por los destrozos que han ido haciendo el tiempo, el fuego y algunas personas que, un tanto inconscientemente, se aventuran a profanar sus ruinas, no solo por el suelo, sino también por los tejados. Sirva esto de aviso a quien corresponda, pues algún día podemos tener una desgracia.
Sé que, recientemente, alguien del Ayuntamiento se ha interesado por el estado de la instalación. Me alegro porque, tal y como está, representa la imagen de la desidia de un pueblo para con su patrimonio. Siento decirlo, este es un hábito muy frecuente entre nosotros. Si se adecentara un poco y se cuidara, habría alguna posibilidad de darle uso. Ojalá cultural, como el que se propuso en su día (escuela-taller) o algo similar, (museo etnográfico o histórico, oficina de turismo, centro de interpretación de la naturaleza…). De paso (por pedir que no quede), apuntar que, por la parte oeste del Matadero, ha discurrido durante siglos y hasta hace pocos años, el camino que saliendo de la calle Mayor por el antaño llamado “Portal del Pueyo” (hoy “siete calles”) bajaba recto hasta la fuente Rekarte. Las obras de ampliación del Instituto se lo “comieron”; pero no costaría mucho abrirlo de nuevo y, desde luego, es mucho mejor que la larga “variante” que hicieron por la izquierda y también más practicable que la cuesta que sube desde la Panueva, por la derecha (que pasa por el depósito del gas, y que algunos vecinos pidieron al Ilustre que se habilitara. Doctores tiene la Iglesia).
A propósito, si alguien se pregunta por qué en el epígrafe de este apartado aparece una melodía de los Pekenikes es porque, una vez que abandonamos esta zona de “palacios”, pasamos por el “Campo de Reyes”, ¿y qué mejor melodía podríamos escuchar?

Y, ahora, al camino. Vamos avanzando al par de la mañana, hacia el norte. La toponimia es explícita. Primero encontramos “La Pedrera” del que el manual “Toponimia y Cartografía de Navarra”, tomo XL, Pamplona 1997 dice “Zona donde abundan las areniscas, explotadas desde antiguo para la construcción, al N. de la Ciudad”. Hoy es zona por donde discurre, acompañando a un modesto barranco, un moderno canal y quién sabe si en breve correrá también por sus aledaños un prodigioso tren. Yo voy a aprovechar para llevar el agua a mi molino y traer a colación otras ruinas, las del que fue “Caserío de Osés”. La verdad es que sabemos que estaba ahí, pues hoy solo un montón de piedras que se arrastran por el suelo, medio escondidas entre los bardales, indican que ese era su emplazamiento. Nosotros, hay que decirlo, lo tenemos anotado en nuestros apuntes porque nos lo contó una persona que lo conoció, en mejores épocas, y daba fe de ello.
En lo que respecta a este apellido, presente desde antiguo en Tafalla y muy vigente en nuestros días, me parece oportuno mencionar una figura importante nacida en nuestro suelo: Monseñor Javier Osés Flamarique (Tafalla 1926-Huesca 2001). Para conocer bien a esta insigne figura de la Iglesia española se puede consultar el libro “Javier Osés. Un obispo en tiempos de cambio”, escrito por Pablo Martín de Santa Olalla Saludes (Instituto de Estudios Altoaragoneses. Huesca 2007). Este libro lo podéis encontrar en la Biblioteca de Tafalla. Hoy en día, el Obispo Osés, es una de las varias personalidades tafallesas que muchas personas no conocen. Fue obispo de Huesca desde 1977 hasta su muerte. Su carácter contemporáneo apenas si deja ver lo importante de su persona en nuestra historia reciente, pero el tiempo lo pondrá en su sitio.  Por supuesto, su vida y su grandeza están todavía muy presentes en el recuerdo de muchos de nuestros paisanos. A modo de aperitivo, solo dos apuntes sobre su persona: Amén de sus estudios, de sus cargos, de su entrega a los demás y de lo ingente y cercano de su trabajo con sus feligreses, el prologuista de la biografía citada dice: “… había sido uno de los prelados españoles comprometidos tanto en las ideas cuanto en las palabras y la acción… Que como norma de vida se había saltado lo políticamente correcto sin demasiados problemas”. En la “Semblanza” que publicó el Obispado de Huesca con motivo de sus exequias se comenta: “En su sepultura reza la inscripción: “pasó haciendo el bien”. Marco este hito en el camino para quien lo quiera aprovechar. No nos sobran por estos lares las personas que nos hagan pensar e intentar descubrir el sentido de la vida.
Y ya, monte arriba, los caminos atraviesan otros términos. Pasamos por “Tajubo” (según el libro de toponimia antes citado, “Nombre moderno, debido a la presencia de tejones”). Llegamos al “Portillo del Sastre” (según el mismo libro “Depresión entre dos cotas en el Monte, cruzadas por un camino”). Pues el camino no está; ha desaparecido. Así que tenemos que ir tirando del hilo y buscar un paso hasta la otra vertiente. No es seda lo que abunda, precisamente, por estos parajes. Además de las mil garras negruzcas que dejó el incendio de 2016 en las coscojas, duras como el acero, toda la naturaleza por la que atravesamos nos recibe con gran “cariño” y nos “acaricia” cuando pasamos. Pero, al final, tirando del hilo, bajamos a la “civilización”. A nuestra espalda el “Everest” tafallés, el Monte Buskil con sus pronunciadas laderas, donde las cosechadoras deben hacer equilibrios. Otro día visitaremos sus Piedras Blancas, que también tienen su “misterio” y su “historia”.

Ya se oye. La melodía de la vieja fuente con su aska repleta de agua cristalina nos recibe como si de un oasis se tratara. Todo es frescura y verdor. Los hermosos plátanos de sombra nos acogen susurrantes. Las aves cantarinas nos dan la bienvenida. En la balsa, repleta de lezkas las graves ranas se quejan de nuestra presencia. ¡Y la fuente! ¡Ay de las viejas fuentes a cuya vera florecieron amores, sueños y eternidades! Por la Literatura se pasean toda clase de ellas; de aguas taumatúrgicas y salvíficas; desde la que alumbrara Moisés hasta las que curaban enfermedades o prometían la eterna juventud. Toda una riqueza para los pueblos y para la imaginación.
Esta de Valdetina alumbra un barranco que antes de nutrir al prodigioso Cidacos sirve de muga entre Tafalla y Pueyo; entre el “Saltus” y el “Ager Vasconum”. Muga un tanto invisible, pero importante. La marcan algunas plantas. Al norte el roble, el espliego, el lino y el tomillo. Al sur la encina, el tamariz, el romero y la ontina. Este sí que es un hilo que separa y a la vez une, sin estridencias, el fundamento histórico y lingüístico de Navarra. Aquí está el nudo, el corazón. ¿Habría intuido nuestro Carlos II este fenómeno para dejar el suyo en Ujué, que también está en la línea?
 Valdetina no es fuente tan prolífica como la del “Chorrón” de Olite, porque queda un poco lejos del Pueyo y de Tafalla. Quizá, tanto camino para “dejar el corazón” no les saliera a cuenta a las parejas de enamorados. La de Olite queda más a mano. Pero Valdetina es un lugar mágico. El agua mana a ras de tierra y casi has de besar esta, para beber. Como poco, te tienes que agachar o arrodillar ¡Qué menos, ante el milagro! Estamos en un santuario. Tras beber sus aguas, uno siente la querencia de la vuelta a casa, a las raíces, al fondo.

Caminamos y aún queda rendir homenaje al último baluarte de estos lugares. Cumple visitar el Corral de La Gariposa, enclave fortificado donde el ganado ovino quedaba a salvo de las manadas de lobos, abundantes en otros tiempos por estos parajes. Su recia construcción da fe de ello: emplazado en alto, con buenos sillares y columnas; aspilleras cual fuerte carlista contiene un serenado suficiente para aguantar un asedio. Hoy, “sic transit gloria mundi”, ha sido vencido por los recios cardos y los espesos bardales que lo rodean y lo invaden. Aunque, seguramente, aguantará más que algunos de nosotros. Sus viejas piedras de arenisca tafallesa, todavía tienen que colorearse de amarillo, cuando los muchos atardeceres del futuro besen sus paredes, a la par que el sol inclina su fortaleza, antes de desaparecer, sobre el bocage que rodean los campos de trigo y de cebada que le prestan su hermoso nombre. Lo dejamos, guardándonos las espaldas y vamos bajando buscando el refugio de nuestro río Cidacos. El calor aprieta. Buen camino. Vale.


martes, 23 de junio de 2020

Dos robles frente a Amuña




Domingo, 21 de Junio de 2020


Con el verano recién estrenado, nos acercamos a Amatrian. 
Iñaki Arregui nos informó hace unos días de la existencia de dos robles frente al monte Amuña.
También nos habló de un hayedo, en el camino de Uzquita, que será de los más meridionales de Navarra, si no es el que más. 
A las 08:30 horas aparcamos junto a un cartel que informa de los nuevos recorridos de BTT. 
La temperatura es de 15º y el cielo está despejado. Al final de la mañana hará calor.

Ni en invierno, ni en verano, te pongas al sol de plano. 

Damián y su galga Vera ya no están esperando. 

Tomamos el camino que va por detrás de la iglesia en dirección O. 
Entramos en el bosque. 
El paraje, no por conocido, deja de parecernos hermoso. 




Los robles y los enebros permiten que un sendero estrecho y pisado atraviese el monte y, tanto los romeros a San Pelayo como los paseantes, podamos adentrarnos en uno de los muchos rincones de la Valdorba. 




En un roble, un rústico cartel "de los de antes" avisa de la subida hacia la ermita. 
Llegamos a la salida del sendero a la pista grande. 


Hoy no subiremos a San Pelayo. Tenemos otros planes. 
Giramos hacia el E. y caminamos subiendo y bajando cuestas. 
De vez en cuando, un letrero nos indica que el camino que sube es el de Artariain o el de Amunarrizqueta. 

En Amatriain tienen sus gozos a San Esteban el día del patrón, en su 26 decembrino, cuando pasan a besar la Reliquia, y le siguen cantando: 
Pues el martirio te ha dado
la primera de las palmas, 
da consuelo a nuestras almas, 
Esteban de Dios amado (...)
El populacho rabioso te acomete ciego de ira, 
y con piedras que te tira, te ocasiona el fin glorioso. 
Tú ruegas a Dios piadoso, les perdone tal pecado. 
(P.M. Flamarique)(Historias, sueños y leyendas de la Valdorba. Cuaderno 4º)

Nos vamos acercando a nuestra primera parada.



Por encima del bosque, la Higa, curiosa, vigila "con la antena puesta".
Una estrecha senda, a la dcha., nos lleva sin gran esfuerzo hasta la primera cima 
10:10 horas. Amuña. 



Un pequeño hórreo metálico es el buzón de este monte. 
Las vistas que se disfrutan desde aquí invitan a hacer una parada. 
La Peña, Higa e Izaga cierran el paisaje al N. Hacia el E., por encima de Arangoiti, el pirineo forma un fondo dentado lleno de blancos neveros. Al S. el Moncayo. Al O. Montejurra, Lókiz, San Donato, ...
Y, más próximo a nosotros, Kazteluxar, al que hicimos una visita hace pocas semanas. 
La mullida y limpia hierba invita a sacar los bocadillos. 
Reponemos fuerzas contemplando todas estas maravillas. 
Bajamos al camino principal. 
Un pequeño cahir indica la subida a la otra cima. 
Pico del Cascajo. 



Un pequeño montón de piedras indica que estamos en su cima. 
La vegetación abunda e impide ver el paisaje. 
Con las indicaciones de Iñaki, buscamos los dos robles. 
Nos cuesta un poco encontrarlos, pero damos con ellos. 
11:00 horas



Son dos ejemplares magníficos. 



Están casi juntos y nos quedamos admirados. 
Volvemos a la cima del Cascajo porque de allí baja una senda que termina en la placa de Endika Zabalza. 


Sobre una roca conglomerada, está el pequeño recordatorio. 
Juanjo me recuerda que este es el cordal en el que también se encuentra la Peña de los Cuervos.

Volvemos al camino principal y caminamos en dirección a Uzquita. 
A poca distancia, en las dos orillas del camino, se encuentra el hayedo. 
11:30 horas. 


Miramos la temperatura y comprobamos, sorprendidos, la frescura del lugar. Tres o cuatro grados menos que en el entorno.


El hayedo no es muy extenso y en él hay algún ejemplar de buen porte. 
Damos una pequeña vuelta sin adentrarnos en él y regresamos. 
La vegetación es variada: linos, margaritas y hasta una bardana


Juanjo nos dice que Machado la cita en uno de sus poemas. 
Al llegar a un camino ancho a la izda., nos adentramos y descendemos. 
La primera parte de esta bajada es por terreno despejado y el calor se empieza a notar. 



Pronto llegamos a una balsa y tomamos el camino que se introduce en el bosque. 
Caminamos por él un buen tramo hasta salir a una pista blanca. 
A nuestra izda., en un collado,  el molino de Olleta se deja ver como si fuera una figura diminuta. 
Un par de curvas más y entramos en Amatriain.
Son las 13:00 horas
La excursión ha sido larga, intensa. 
Hemos conocido un par de curiosidades a las que volveremos en otoño. 



Harina de otro Costapor Juanjo Costa


II Canto gregoriano, a “capella” con los pies (21 de junio de 2020, domingo)                                                                              

1.Antífona, cadencia suave
Hoy hemos vuelto a la Baldorba. El campo, el monte, magníficos, reciben al verano. Como es sabido este es el más meridional de nuestros valles navarros, con varias divisiones o “cendeas” articuladas por los cursos de agua que riegan sus localidades. Uno puede estar pasando durante años por la carretera de Tafalla a Pamplona (os lo digo por experiencia) y perderse muchos de los detalles del camino, de los montes, de los pequeños ríos, de los pueblos, de las personas…
Y aún más, uno puede pasar casi bajo la ermita de San Bernabé, a la altura de Unzué, y no saber que está ahí, colgada en el borde de un espinazo de piedra. Es una de esas ermitas donde una persona, con solo dar una vuelta “completa”, no sufre nunca más de cefaleas, un “prodigio”, vaya . La traigo como ejemplo de que ver y mirar no quieren decir aprehender el paisaje. (En este caso por supuesto, olvidaos de su “terapeútica”, por la cuenta que os trae).
Ahora bien, como es sabido, en la Baldorba hay más; hay mucho más en los 210 kilómetros cuadrados, entre llanos y montañas. Hay actualidad; hay lugares despoblados; hay pueblos magníficamente conservados; hay prehistoria (¡y mucha!); hay, ya lo sabéis, románico misterioso, románico del mejor; hay historia e historias...
Nosotros, la cuadrilla de “Los Caminantes”, que dice Javier, no nos cansamos nunca de andar por estas tierras, las disfrutamos sobremanera. Por ahora, seguiremos también caminando y charlando por nuestra Baldorba. Y vosotros, si queréis, también. Os encarezco fervientemente a que lo hagáis. Lo tenéis muy fácil. Al lado de casa, los que seáis de por aquí, y siempre dispuesta a recibiros, los que seáis de más allá. Merece la pena darse una vuelta por estos lares. 
                       
2. La línea melódica (salmodia ascendente)
            Hoy, como queda apuntado, nuestro punto de salida es el lugar de Amatriain. Es un enclave un tanto recóndito. Si miráis un mapa de la zona, observaréis que es el último pueblo de un valle intermedio. También es uno de los pueblos que rodean el monte “San Pelayo”(958 m), junto con Orisoain, Artariain y Amunarrizqueta.  Don Pascual Madoz en su “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España (Madrid 1845-1850) volumen dedicado a Navarra”  dice de esta localidad que “...tiene 7 casas( 17 vecinos, 68 almas), escuela mixta, un palacio de cabo de armería y una iglesia dedicada a San Esteban. Está en llano pero circundada de montes y goza de buena ventilación y clima bastante saludable. El terreno es fértil y bastante productivo (trigo, cebada, avena, legumbres y hortalizas); hay buenos pastos para el ganado y dos montes poblados de robles y arbustos que facilitan suficiente leña para combustible. En varios puntos se encuentran manantiales de buenas aguas. Cría ganado vacuno, lanar y cabrío. Hay bastante caza de liebres, conejos y perdices”. En 1986 apunta la Gran Enciclopedia de Navarra, CAN, Pamplona 1990, que tiene 15 habitantes. Hoy sol, soledad y silencio, solo roto por el susurro de un cierzo suave que se desliza hacia el sur. Comenzamos la caminata y búsqueda de algunos “misterios” escondidos: un monte, dos robles, un hayedo, la placa de un difunto y retazos de la historia.

3. Kyrie Eleison (Señor ten piedad)
Las vicisitudes de la jornada ya las conocéis. Yo únicamente quiero sacar a la luz un episodio bélico(uno más, de los muchos que acaecieron por estas tierras). Uno de los más desconocidos. Recordad cómo reza el dicho antiguo: “Cuando la Baldorba está tranquila, Navarra está en paz”. Muchos episodios de varias “revueltas” guerreras ocurrieron por estos parajes escondidos. De todo ello fueron testigos los robles, las encinas  centenarias y los hayedos que pueblan las laderas de la Sierra de Alaiz. En el monte Amuña se esconde el bosque más meridional de hayas de Navarra. Bien camuflado en la ladera norte que discurre hacia Amunarrizqueta y Artariain.
En esta ocasión, debemos retrotraernos al siglo XIX, siglo violento en Navarra (y en toda España) por excelencia. El siglo XVIII termina con una “escaramuza” (la llamada “Guerra de la Convención”) contra la Francia republicana, a la que la Baldorba contribuye con 23 soldados voluntarios con sus raciones. Mucho más onerosa en vidas y bienes fue la “Guerra de la Independencia” que se desarrolló en toda España entre 1808 y 1814 y que es de sobra conocida  y se ha estudiado muy a fondo. Pero entre esta última y las Guerras Carlistas (la primera de las cuales comienza en 1833), tiene lugar la Guerra de 1820-1823, que algunos autores califican como “La primera guerra civil de España” y que perturbó sobremanera la paz de los hogares baldorbeses.
No es caso entrar en cuál de las dos facciones tenía razón, si los partidarios de la constitución de Cádiz y de Riego, los “revolucionarios”, o los defensores del grito que tanto se había de oír a lo largo de esa centuria: “¡Dios, Patria, Rey!” No debemos juzgar aquellos acontecimientos con los ojos de hoy. Yo no lo haré y ¡allá cada cual con su conciencia! Ocurrió y las consecuencias fueron idénticas a las que ya acaecían ya en el Paleolítico: en las guerras siempre pierden  los muertos. Los de un bando y los del otro. En este caso también. Para ilustrar la importancia que tuvo lo que aconteció a lo largo de esos tres años por tierras baldorbesas aprovecharé las palabras que don Francisco Olcoz y Ojer escribe en su libro “Historia Val-dorbesa” (trigésimo premio Olave otorgado en Pamplona el año 1971, páginas 65 a 72):
“Una nueva guerra vino a perturbar la paz de los hogares baldorbeses… En Pamplona el día 11 de marzo de 1820, la guarnición militar, secundando los planes de Riego, proclamó la constitución, obligando al Ayuntamiento y demás autoridades a asistir al acto de la perfidia solemnizado con juramento...¿Cómo era posible que la heroica Navarra amase una constitución que hacía pedazos lo que más amaba y llevaba indeleble en sus entrañas, como eran sus sabias y justas leyes, que mudaba sus buenos usos y costumbres, que aniquilaba sus fueros y sepultaba para siempre sus legítimos privilegios?
… Congregados en Barásoain, punto designado por los realistas para dar el grito de levantamiento el día 10 de diciembre de 1820… La mañana del 11 ya estaba la Bandera de los realistas  desplegada y declarada la guerra al sistema constitucionalista. El día 12 se descubrían sus llamas por todas partes y 500 hombres… fueron los primeros que lucharon contra los gaditanos… La Baldorba fue el castillo roquero donde se dio el grito de “Dios , Patria y Rey”, y sus hijos los primeros que salieron a luchar por tan gran ideal...”
Este fue el comienzo, en Navarra, de esta guerra. Dejo en el anonimato los nombres de los cabecillas pues no es el caso de mencionarlos al margen de aquellos mozos que los secundaron. Todos eran baldorbeses y muchos de ellos son mencionados en las obras históricas que tratan del siglo  XIX. Mucho más interesante me parece el copiar del libro de don Francisco Olcoz el último episodio ocurrido en el valle y que dio gran resonancia a la causa realista. Asistamos a este episodio desde los mismos lugares en que acaeció y que son los mismos en que se desarrolla nuestro paseo de hoy.  Vaya el Kirie por nuestros sufridos antepasados cuyas vidas muchas veces se vieron gravemente perturbadas por estos duros acontecimientos, por los hombres, por las mujeres, por los niños, por los ancianos. Descansen en paz.
“LA BATALLA DE BARASOAIN: El encuentro que el día 4 de octubre de 1822 tuvieron los realistas contra los constitucionales en la Baldorba, se conoce en la historia con el nombre de la batalla de Barásoain. Los constitucionales venían ocupando la parte más occidental de la Baldorba con todo el camino que de Tafalla sube a Pamplona. Los realistas estaban por tierras de Lumbier cuando convinieron el plan de ataque a los constitucionales en la Baldorba.
Salieron las tropas realistas de Lumbier el día 3, llegando para eso de las ocho de la noche a la villa de Lerga, donde pernoctaron. A la mañana siguiente, muy de madrugada, después de darles para desayunar la clásica ración de aguardiente, emprendieron la marcha a la Baldorba, llegando a los montes de Olleta para las siete de la mañana, dando vista al enemigo desde los montes de San Pelayo.
Quedándose la Junta en la Ermita de San Pelayo, altura que domina la tierra llana de la Baldorba, contempló el desarrollo de la batalla. Colocadas las tropas en posiciones que dominaban los lugares de Garinoain y Barásoain, en que estaba el enemigo, fueron los realistas por los cerros de Orísoain y Lepuzain acercándose al enemigo. Una vez conocido el terreno, la columna de cazadores y de caballería en guerrillas penetraron en los pueblos dichos, dando principio a una dura y encarnizada lucha. Fue tal el ímpetu con que lucharon los voluntarios realistas que pronto se notó el desorden en las filas del enemigo, que muchos de sus soldados, desarmados, corrieron camino de Pamplona, asegurando que el batallón había sido derrotado.
El resultado de esta batalla fue haber hecho muchos prisioneros, entre ellos, al primer ayudante, con grado de teniente coronel, un capitán con el mismo grado, otro sin él, un teniente, tres sargentos segundos y cinco cabos primeros… noventa y tres muertos sin contar los que pudo haber en la retirada, más de cien heridos, ochenta y dos fusiles, una “carabyna”, un sable, ocho morriones, una porción de capotes, muchas cartucheras, gran número de paquetes de cartuchos, dos cajas de guerra y un caballo de carga con dos maletas. Nuestras pérdidas fueron un muerto y catorce heridos. A las cuatro de la tarde los realistas se encontraban ya faltos de municiones, por lo que se les ordenó la reserva de algunos cajones de municiones para poder equipar a cada soldado con dos cartuchos.
Al llegar a Tafalla nuevos refuerzos de fuerzas enemigas, los voluntarios se replegaron a los montes de la Baldorba esquivando así el encuentro con las nuevas fuerzas.
Las fuerzas del general espinosa en esta acción fueron 2.500 infantes y 200 caballos. Las  realistas las componían 1.400 infantes y 120 caballos, incluyendo los dragones del Soberano y la infantería y caballería de la Excelentísima Junta Realista, que asistieron oportunamente a toda la batalla. En este encuentro estuvo a punto de caer prisionero el general Espinosa. La Batalla de Barásoain dio gran resonancia a la causa realista. Después de esta batalla, solamente hubo en la Baldorba alguna escaramuza de poca importancia”. (Don Francisco obtiene estos y otros datos del libro “Historia de la Guerra de la División Real de Navarra”, por D. Andrés Martín, Párroco de Uztárroz).

Como aperitivo de todo lo que vendría después (entre 1823 y 1940), creo que es suficiente. Buen camino. Vale.









martes, 16 de junio de 2020

La Peña de los Cuervos y Roca del Marchante (Olleta)



Domingo, 14 de junio de 2020


Juanjo tenía interés en llevarme a Olleta y enseñarme varios lugares interesantes y desconocidos. 
Aprovechamos el buen tiempo  para soltar un poco el lastre del confinamiento.
Son las 08:30 horas. Aparcamos en la plaza de Olleta.

Hasta San Juan, toda hierba es pan. 

El cielo está algo nublado pero sin amenaza de lluvia. 
En la calle no hay nadie. 
Antes de meternos por el monte contemplamos el pueblo. 
Limpio y rehabilitado es una maravilla.



El rincón que hace la iglesia, joya del románico, es de una belleza única.




Cruzamos el puente y nos acercamos a ver la portada.

Vemos un canecillo y un personaje, con la mano en la boca, soplando y canecillos de difícil estudio y visión por las ramas de pinos, al mediodía y muy altos. 
Y en las pinturas góticas, que se guardan en el Museo de Pamplona, provenientes de dicha parroquia, hay escenas lúdicas desvaídas que hacen referencia a cantos y música. (P.M. Flamarique)(Historias, sueños y leyendas de la Valdorba. Cuaderno nº 16)



Entre calles estrechas y en cuesta, vamos saliendo del pueblo. 
La pista blanca asciende suavemente. 
Dejamos a nuestra izda. el cementerio con sus cuatro cipreses desmochados. 
La ladera del monte luce un verde intenso que contrasta con el ocre de los sembrados. 



Y, coronando el paisaje, está nuestro objetivo: La Peña de los Cuervos. 
09:00 horas. Roca del marchante. 
Es una gran roca conglomerada que está a la orilla del camino. 



Cuenta la leyenda que un marchante que iba a Uzquita cuando se desprendió esta mole, aplastándolo. 
Un pequeño agujero en una de sus caras se utilizaba para hacer bromas. Los mayores decían a los críos que, si arrimaban el oído, todavía se podían escuchar los lamentos del desgraciado marchante. 
Cuando ponían la cabeza para oír semejante prodigio, se llevaban una buena cogotada entre las risas de los asistentes. 
El camino continúa y nosotros lo seguimos. 
La vegetación es exuberante. 


Un roble y un serval de los cazadores comparten la orilla como buenos vecinos. 
09:30 horas. Separados por el barranco de la Cruz de Hierro se encuentran  dos corrales. 


El de Urteaga.



Y el del Herrero. 
Ambos en ruinas. 
Todavía subimos un tramo más de la pista hasta llegar a un cruce. 
Decidimos volver porque, siguiendo ese recorrido, saldríamos a Uzquita y hoy nuestro objetivo es otro.



Aprovechando unas piedras a la sombra y con el murmullo del agua de fondo, hacemos una parada y almorzamos. 
Volvemos por el mismo camino y, cuando nos encontramos con la Roca del Marchante, tomamos una senda a la dcha.  que se interna en el robledal. 




La hierba es alta y el bosque frondoso. 
Un estrecho sendero, más propio de los jabalíes, serpentea en ascenso. 
Los árboles son delgados y el paraje sombrío.





Llegamos a una gran mole, sin duda desprendida de la peña. 




La erosión y los animales han excavado en su base una pequeña oquedad que sirve de refugio. 
La subida cada vez es más dificultosa. 
Estamos al lado de la peña, pero hay que dar algún rodeo y ayudarse del bastón y de la hierba para agarrarse. 
10:45 horas. Peña de los Cuervos y cueva.



Por fin llegamos. Un par de higueras han echado raíces en los huecos de la roca. Los robles y enebros impiden ver el paisaje, formando un baluarte natural. 
En el interior de la cueva, que no es profunda, vemos algo insólito. 




La formación de pequeñas estalactitas. Nos detenemos un rato a observar cómo van cayendo cada cierto tiempo las gotas que provocan su formación. 
Reflexionamos sobre la conveniencia de poner en el blog este hallazgo. Al final decidimos que sí, pero haciendo un llamamiento al civismo y al respeto de esta joya natural.




Esas formaciones calcáreas son de todos y es inadmisible que alguien arranque lo que supone una riqueza natural. 
En las paredes de la peña hay algunas piezas metálicas fijas, de las que usan los escaladores para asegurarse, lo que quiere decir que este paraje tan recóndito es visitado algunas veces. A pesar de ello, el entorno está limpio y respetado. 
Comenzamos la bajada.
Es tan penosa como la subida. Requiere menos esfuerzo aunque mucha más atención porque un resbalón puede tener consecuencias.



Salimos a una zona más llana y nos dirigimos a la pista. 
Volvemos hacia Olleta. 
En el cruce de caminos tomamos el de la dcha. 
11:30 horas. Cruz de hierro.




Sobre una base de conglomerado, se alza un soporte de piedra profusamente labrado. 
Y encima de todo ello, la cruz de hierro, que pudo ser de piedra en algún momento.



En el soporte de piedra, las imágenes se prodigan por todas sus caras. Es un monumento que merece la pena admirar. 
La pista desciende. A nuestra izda. una plantación de nogales ofrece unos frutos pequeños y abundantes. 
12:00 horas. Olleta. 
Llegamos al pueblo. La vida ha comenzado. 



Un grupo de ciclistas enfila la carretera que sube al alto de Lerga. 
Algún vecino pasea por la calle. 
Bajamos hasta la fuente y nos refrescamos. 

En este enlace se puede ver el recorrido de hoy


Harina de otro Costal por Juanjo Costa

  (Justificación: A mi amigo Javier Torralba le gusta caminar, charlar y escribir. Y Las tres cosas las hace bien. Lleva más de diez años regalándonos, además de su grata compañía, las narraciones de los itinerarios e impresiones (llenas de color, historias y anécdotas) de sus recorridos por las tierras del corazón de nuestra Navarra. Pero si has llegado hasta aquí, esto ya lo conoces y ya sabes de qué hablo.
El otro día, cuando acababa el paseo que nos llevó a recorrer el camino que va de Olleta a Uzquita (en la Baldorba), me propuso que, si me parecía bien, cerrara, a partir de ahora sus artículos con una apostilla que sazonara lo que él había contado. Y a mí, me pareció bien. Javier describe e ilustra el trayecto con la riqueza narrativa a la que nos tiene acostumbrados y yo, a modo de pinche de cocina, diletante, intentaré aliñar el itinerario con algunas especias de mi cosecha y de algún que otro documento que llegue a mis manos. Algo habrá, también, de fantasía, pues, desafortunadamente, no todo está en los libros. Además, será menester aprovechar el tiempo y la oportunidad, pues no debemos olvidar el aforismo que gustaba de usar Séneca (que, a su vez, había tomado de Hipócrates): “Ars longa, vita brevis” (“El arte es largo, la vida breve”). Buen camino. 

I  Sinfonía baldorbesa del tiempo detenido (14 de junio de 2020, domingo)

“Ahora me parece que hubiera vivido                                            
un caudal de siglos por viejos caminos”.                                                                                                                              (Silvio Rodríguez)

1.   Andante. Sobre piedra
Caminamos por Olleta, pueblo limpio y pequeño, vivificado por dos pequeños ríos cristalinos y frescos. Sobre los nombres hay diferencia de opiniones (según dónde se mire unos escriben “Barranco de la Cruz de hierro”, “Barranco de Arrapietas”, Barranco Bayonar”…). Hay para elegir.
Hoy, el pueblo, no es ni sombra de lo que fue. Pascual Madoz en el volumen dedicado a Navarra, de su Diccionario geográfico-estadístico- histórico ( Madrid 1845-1850) recoge, entre otros datos, que tiene 46 casas (38 vecinos, 107 almas), cárcel,  escuela con 20 alumnos, una iglesia dedicada a la Asunción de Nuestra Señora, una ermita, cementerio “contiguo a la iglesia”, abrevadero y varias fuentes. Produce trigo, cebada, avena maíz, patatas, vino y legumbres. Cría ganado vacuno, caballar y cerda. Se cazan liebres y perdices. Como curiosidad, apunta que tiene “… una mina por explotar, al este”. (este dato queda pendiente de estudio, pues, por ahora no he conseguido saber, sino que por toda Navarra y también en algunos pueblos cercanos había minas de cobre, hierro, arsenio, sales diversas, carbón …). El colofón lo pone la “Gran Enciclopedia de Navarra (Tomo VIII), CAN, Pamplona 1990”, que constata una población de 31 habitantes de hecho y 32 de derecho. Añade, a los datos de Madoz, que, a principios del siglo XX tenía también “…carnicería y taberna… del Concejo”. Como se ve, no todo era decadencia (aunque choca que, ni aún hoy, tengan campo de fútbol).

2.   Adagio. El camino valle arriba

Hacia Uzquita, al norte, una suave armonía de colores enciende, paso a paso los bordes del camino, las laderas y los altos. Amén de hierba, flores y arbustos, comunes a toda la zona, los robles y las encinas cubren la piel de las, cada vez más pronunciadas pendientes.  Llegamos a los corrales y leemos, en sus lienzos almenados amontonados por el tiempo y arropados por las hiedras que, hoy en día, ya son historia. Solo en aquel paraje, había cuatro construcciones. Y no pequeñas, por cierto. Sitos en la confluencia de los barrancos “De la Cruz de hierro” y “Barranco Basagar” los corrales “Urteaga, Herrero, Lizibar y Txomin” están rodeados por topónimos con solera. El volumen XXXIX de “Toponimia y cartografía de Navarra” (Gobierno de Navarra. Pamplona, 1997) los desgrana en espiral: “La Marquesa, Berro, Basagar, Otsaragi, Artamuno, Las Cerradas…” Para quien aprende a leer estos términos, ya en euskera, ya en castellano, se le aparecen señoríos, valles con manzanas, encinares, herbazales y, antaño, lobos. 


De la importancia del sector pecuario antaño, hablan las actas del Ayuntamiento de Tafalla, que transcribió Don José María Jimeno Jurío (Archivo Municipal de Tafalla, Eusko ikaskuntza, Donostia 2001): “Año 1492, diciembre 30. Sobre el pazto de los puercos. En el dicho concejo, venido Johan de…, clabero del molino de Catalayn e fiador puesto por el sastre de Barasoain, es assaber para el pazto de los puercos llevados al pazto de la Valdorba…”. Hay que aclarar que, según este mismo autor explica en el “Vocabulario histórico navarro, villa de Tafalla de 1987” la voz “pazto” es “Bellota caída de la encina o el roble, destinada al engorde de cerdos…”. Por lo visto, en aquella época los tafalleses y gentes de los pueblos aledaños, contrataban a un “porquero” para llevar a los cutos fundamentalmente a diferentes lugares de la Baldorba (el que nos ocupa, entre ellos) y, cómo no, pagaban un arriendo al valle por este servicio.
Ahora bien, lo curioso es que no solo los pueblos de los alrededores practicaban esta costumbre. En la “Historia Val-dorbesa” de Don Francisco Olcoz y Ojer (Premio Biblioteca Olave XXX Pamplona 11 de marzo de 1970), cuando escribe sobre la “Vida civil” (sic) de Olleta, podemos leer lo siguiente: “Los pueblos tenían una fuente de ingresos en los montes, ya en leña, ya en madera, ya en los pastos de hierbas o frutos de los árboles”. Más adelante apunta: “Arriendo del pasto del monte: En el lugar de Olleta a 24 de Setiembre de 1643… los jurados del lugar de Olleta, Martín de Valencia y Martín de Sanjuan, en nombre de los restantes vecinos, arriendan el pasto del monte de arriba a Don Antonio de Echapare, vecino del lugar de Ibarrola, en la baja Navarra… que pueda entrar el número de puercos que quiera hasta el día de la Circuncisión del Señor…”.
Cuando leí esto recordé un comentario de un agricultor tafallés, que por su ocupación conocía bien los términos que rodean Tafalla y aún los de la Baldorba, Val de Aibar y Valdizarbe, pues había ido con la cosechadora y el tractor, muchas veces, ora a cosechar, ora a hacer “Ondalán” para plantar viña. Este hombre me hablo de un camino secreto que él denominó “El camino de los contrabandistas”. Quedamos en que, otro día, me contaría más sobre el asunto, pero “le entró el mal” y, ya se sabe, tendré que esperar a ir a Josafat para que me lo acabe de relatar. Mientras, me pregunto qué camino seguirían los puercos de la Baja Navarra para llegar hasta Olleta. Creo no andar desencaminado si me atrevo a aventurar que este “Camino de Uzquita” pudo ser, por la dirección que lleva y lo escondido del paraje, un ramal de ese “Camino de los contrabandistas”. Habrá que indagar más sobre ello.

3.   Allegro. Los caprichos de Gea
“Pian, piano si va lontano”. La vida nos da sorpresas, el camino, también. Cuando el “Crechendo” llega a su cénit, damos la vuelta. Dos kilómetros bajando, con mil aromas y el eterno en el rumor de las aguas que juegan al escondite con nosotros, llegamos al “Gran secreto”. Pero está a buen recaudo. Hay que orientarse bien y clavar fuertemente el bastón, para llegar a él. Pero llegamos. De repente, con Ustedes: “La Era Terciaria”, “El Eoceno” (de “Eos, aurora” y “Kainos, reciente”). En la arista de la ladera que sube hacia el “Monte de arriba”, en un término llamado “El Cascajal” aparece de pronto, anclado en el tiempo, un conjunto de conglomerados que sabemos viene desde Tafalla y atraviesa toda la Baldorba, desde Olleta, hasta San Pelayo, en dirección sur-norte. La oquedad que se nos presenta es un refugio, casi cueva que los paisanos llaman “La Peña de los cuervos”. Conglomerados alternando con margas arcillosas y areniscas amarillas (Don Julio Altadill “dixit” en el Volumen I de su “Geografía General del Reino de Navarra, página 233, Geología de Navarra, Editorial La Gran Enciclopedia Vasca, Pamplona 1981, facsímil). Por su disposición, podría ser un refugio paleolítico (ya en la Era Cuaternaria, época de grandes erosiones y arrastres), si no fuera por su abrupto acceso. O precisamente por ello se ha conservado. Abundando algo más en el porqué de este tipo de fenómenos aluviales a tanta altura, recurro a la “Síntesis Geológica de Navarra” de Joaquín del Valle Lersundi y Fermín Villanueva Ferreras (Gobierno de Navarra, Pamplona 1988), página 18: “De la última glaciación tenemos testimonios en las cuevas en que se refugiaba el hombre de Cromagnon, que nos dejó pinturas de los animales que cazaba… La situación geográfica era muy diferente de la de hoy. Un casquete glaciar ocupaba el alto Pirineo, pero no llegaba hasta Navarra. Aquí tuvieron que existir glaciares. Si visitas una cantera de gravas en la Ribera, te podrás hacer idea de la enorme masa de sedimentos gruesos depositados por los ríos, procedentes de la montaña en la que tuvo que haber una fortísima erosión en un tiempo muy corto… imagínate… un valle muy amplio con grupos de abetos y abedules… con un río cargado de sedimentos, poco profundo. El fondo del valle iba más alto que hoy en día. A partir de la primavera el valle se animaba con los rebaños de herbívoros y con los cazadores que iban tras ellos… En invierno el valle quedaba muerto. Los hombres volvían a sus cuevas en altitudes más bajas y sitios más templados…” ¿Sería esta “Peña de los Cuervos” más accesible entonces?, ¿uno de estos refugios? Y no es la única formación que puede vislumbrarse desde el valle. Queda pendiente la exploración de otros lugares similares en forma y localización.


4.   Presto. Un hito en la “Vía Dolorosa”
Volvemos al presente. O casi. Ya a punto de enfilar el pueblo, bajando a la par del barranco y un poco antes del “Pozo de Esteban” (otro “Macguffin” a investigar, que diría Hitchcock) hay que echar un rezo (seamos ecuménicos, allá cada cual) en la “Cruz de hierro”. Don Fernando Videgáin Agós en en número 275 de “Navarra. Temas de cultura popular, DFN” nos la explica: “Cruz calvario más que cruz de término… Apocalíptica. Un auténtico “puzle” de los instrumentos de la pasión (martillo, clavos, tenazas, escalera…), la cabeza barbada y las manos de Adán… la serpiente del Paraíso, la corona de espinas… parece querer representar simbólicamente el pecado del hombre y la Redención: muerte y vida en una sola representación tosca pero maravillosa a un tiempo”. Añado yo: y transmutación, bien traída, de un menhir cerca de un cruce de caminos que en tiempos eran más importantes. Los antiguos rezaban así y así impetraban protección; nuestros antepasados más recientes afinaron aún más. Nosotros miramos estas representaciones, pero no vemos (cuando nos dignamos en observar) sino arte. Alguien, de vez en cuando, coloca un ramo de boj en lo alto de la cruz que otro rompió, es un detalle que hemos visto repetirse en otras cruces. Y sí, hay arte, devoción, súplica… pero también alma… almas de todos los que nos precedieron, aquí y allá y a los que debemos agradecer el vivir hoy, el poder dar gracias por todo lo que tenemos. Por todo.

Y se termina, por hoy, esta “sinfonía”. Como en la vida, no hay “Da capo”. Os paso la partitura. Vale.