Domingo, 6 de abril de 2025
Este año, por motivos laborales, una buena amiga no pudo hacer la Javierada.
Hoy nos vamos a caminar por aquellas tierras y, después, haremos una visita al Santo.
Son las 08:50 horas. Aparcamos junto al museo de Javier y salimos.
El día es una maravilla.
Un cielo azul, limpio, se recorta con la Sierra de Leyre. La temperatura es buena: 10º.
Abril, hace a los campos reir
La hierba está empapada de agua. Las últimas lluvias y el aguazón de hoy se dejan notar.
La Cañada Real de los Roncaleses pasa muy cerca del castillo.
En el tramo que va del Monasterio de Leyre a Sangüesa hay un alto que se llama, así lo podemos ver en Idena, las Peñas del Adiós.
Y vamos a visitarlas.
Antes de dejar la carretera para continuar por camino, nos detenemos un momento para disfrutar del Barranco de las Viñas Viejas.
Baja alegre y veloz, como si tuviera prisa por juntarse con el río Aragón.
Entramos en camino herboso y húmedo.
Entre las zarzas apreciamos uno de los pocos mojones de la Cañada que sobreviven al paso del tiempo.
El suelo se vuelve pedregoso. Salimos a un pista que cruza el terreno de E. a O.
Poco a poco vamos ascendiendo.
El terreno es pedregoso e incómodo.
El entorno cercano está poblado de bojes y zarzamoras.
Los cerros próximos se han repoblado de pinos.
Y entre los bojes, podemos disfrutar de unas vistas magníficas.
La Peña de Izaga recorta su silueta en el horizonte y unas hilachas de nubes adornan su cima como si fuera una diosa de la primavera.
Entramos en un terreno llano.
Dos o tres charcos nos obligan a orillarnos empujando las ramas de los bojes.
09:45 horas. Llegamos a lo más alto del tramo.
La Peña del Adiós (581 m) está coronada con una esbelta cruz de acero.
Nos detenemos.
Salimos a la orilla del camino y nos acercamos a verlo todo de cerca.
En el letrero de la cabecera de la cruz, en lugar de la leyenda INRI, pone "La Peña del Adiós".
Junto a ella hay una placa, también en acero, donde se explica la historia de este lugar.
Para poder leerla mejor, transcribo lo que pone en ella.
En 1525 Francisco Javier marchó a París para estudiar en la Universidad de la Sorvona (sic). Tenía 19 años. Al llegar a esta colina, Javier detuvo el caballo y miró, por última vez, el castillo familiar, la tierra y el paisaje que le vio nacer.
En París coincidiría con Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.
En este lugar, desde tiempo inmemorial los pastores del Roncal que pasan con sus rebaños rezan a la Virgen cuando ven desde aquí las peñas de Ujué cuando bajan a la Bardenas a pasar el invierno. Al subir rezan a San Salvador al divisar el Monasterio de Leire. Al atravesar por los términos del castillo de Javier pagaban un cordero y cinco sueldos como cuota por el pasto.
Aprovechamos el lugar para echar un bocado.
Otra buena amiga, al enterarse de que íbamos a venir aquí, se apuntó a la excursión. Ha traído un suculenta tortilla de patata para almorzar que convierte la parada en todo un acontecimiento.
Descendemos por el mismo camino de la subida.
Hace calor y estorba la ropa.
La imponente sierra de Leyre cierra el paisaje.
Las cimas de Arangoiti y Eskalar con su gendarme nos traen recuerdos de jornadas de nieblas, nieves y sol.
11:15 horas.
Llegamos al coche. Nos montamos y aparcamos frente al castillo.
Hacemos una visita a la iglesia y nos acercamos hasta el Hotel Xavier para descansar un momento en su terraza.
Una excursión fácil y bonita para descubrir un paraje recóndito de nuestro paisaje y de nuestra historia.
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