lunes, 23 de diciembre de 2013

Pisando tormos






Domingo, 22 de Diciembre de 2013

Domingo anterior a la Nochebuena. Hicimos el propósito de ir todos los años, aunque el pasado no lo cumplimos, a visitar en los Altos del Planillo la piedra de Manolo Iriso. Hoy salimos solos Juanjo y yo. Vamos a subir al Vaquero, hasta la cruz de Corpus Alegría y, desde allí, bajaremos a Valditrés. 
Son las 08,00 horas. Magán marca 1º y la farmacia 0º. El día esta despejado. Hace frío. Ayer a las 18,11 horas comenzó el invierno y, caminando por el campo, se nota la nueva estación.
En el camino del Vaquero la hierba está blanca por la rosada. Los charcos  tienen un fina capa de hielo que salta al contacto con el bastón. En las fincas que dan paso al canal, no hay nadie. Algún tiro lejano rompe el silencio. El campo está tranquilo. La frialdad del ambiente acrecienta la desolación del paisaje. El cuerpo se estremece y envidia a los que están calientes y adormilados en la cama.






08,45 horas. Cruz de Corpus Alegría. Rodeada de chaparros e ilagas, es testigo mudo de heladas y calores abrasadores. El alambre oxidado sujeta unas ramas retorcidas y secas. Las quitamos y colocamos un ramillete de romero que, en el  carasol cercano, todavía conserva sus flores. 
En la lejanía, los campos verdes se suceden en un sinfín de parcelas. Los pinares de Beratxa nos esperan al otro lado de la carretera de Larraga. A nuestra izda. está el corral del Vaquero y a la dcha. la Abejera de Garbayo. 





Año 1820. En el día de ayer estuvieron trabajando de jornalero para el dicho D. Juan Carlos Remírez de Arellano en una viña de éste, del término del Vaquero, en compañía del testigo, como son su hacedor, Juan y Antonio Muez, solteros, hermanos, Manuel Poza, Carlos Reta, el hijo menor de Diego Miguel Solchaga, Miguel Ucar, Fulano Espinal, alias Churimuri. (Datos personales de Churimuri: Francisco Espinal, soltero, jornalero, natural y residente en esta ciudad… y ser de edad de diez y nueve años… (Fernando Maiora)(Tafalla del Reino de Navarra).

Nos acercamos a las ruinas que están en el cerro cercano a la cruz. Estamos a 515 m de altitud. Seguimos sin conocer su nombre. 
A Juanjo le sorprende una vez más la ubicación de la construcción. Un punto privilegiado del término de Tafalla. Desde allí se divisa la Valdorba, la sierra de Alaitz e incluso Izaga. Al E. Tafalla y la vega del Cidacos y al S. y S.O. El Saso, Larraga y Lerín. Es probable que en las guerras y guerrillas que hemos sufrido a lo largo de la historia, este punto fuera muy útil para prever el peligro que se avecinaba. 






Bajamos a la Abejera de Garbayo. Es un lugar entrañable para nosotros. Humilde y medio escondida aguanta, como puede, el paso del tiempo.  
Desde aquí vamos, campo a través, a buscar el camino que sube al Caserío de Valdiferrer. No queremos entrar en el pinar porque no tiene muy buen andar y ahora todavía se pueden cruzar las piezas. 
La tierra está helada. Los tormos, duros, se rompen con nuestras pisadas. La simiente, enterrada, espera tiempos mejores para brotar. 
Juanjo, como el domingo pasado, me sugiere el título de hoy. Dice que le gusta mucho la palabra "tormo". 






Llegamos al camino y, en el cruce, subimos al caserío de Valdiferrer. 
No nos detenemos. Tenemos pensado almorzar en Valditrés, así que tomamos el camino que desciende hacia la carretera de Larraga.






Pasamos junto a la otra abejera que hay a la izda.
Al cruzar la carretera, un pequeño puente sobre el barranco de Valditrés nos introduce en Porputiain. Junto a los pinos hay dos coches aparcados.




Por Valditrés, continuamos en dirección S. hasta llegar a la Cantera de Ros, también llamada de Malamadera.
El camino lo cortan las aguas que vienen de la fuente y de la balsa. 
Junto al inmenso carrizal, el suelo está helado, lo que nos permite andar sin meternos en ningún barrizal.






10,40 horas. Encontramos el abrevadero y, apartando hierbas y carrizos ennegrecidos por la escarcha, damos con el caño. 
Medimos su caudal. 8 litros/minutos. El 10 de Marzo de este año también lo medimos y registramos 8,5 litros/minutos. Esta fuente, junto con la de Pozuelo, serán las mas "finas" del contorno. No fallan ni en las peores sequías. 
El agua es blanda y, si se quiere guardar, se corrompe a los pocos días. Además, tiene muchas sales minerales que se comen el hormigón y el hierro del caño. 
Sacamos los almuerzos  y echamos un bocado. 
Una vez repuestas las fuerzas y con los pies fríos, volvemos al camino por el que hemos venido para subir a "los santos lugares".
En el camino nos encontramos con Félix Flamarique, que está dando una vuelta por allí. Nos dice que la pieza que está encima de la fuente es suya y, como tiene alguna otra en el Prado de Rentería, nos habla del lugar. 






Nos pregunta si conocemos las fuentes de Porputiain y se nos ilumina el rostro. ¡Ni idea! 
Le contamos que vamos a lo más alto del Planillo para recordar un momento a Manolo Iriso, en el lugar donde echamos sus cenizas. Se anima a acompañarnos porque, desde allá arriba, se ve muy bien el lugar de las fuentes. 
Junto a una sabina solitaria, subimos a una estrecha senda entre pinos que, después de un par de repechos, nos lleva hasta lo más alto. Le enseñamos la piedra donde están tallados el nombre y una espiga.
Desde ahí él nos enseña las fuentes de Porputiain. Son, en realidad, una balsa circular rodeada de carrizos. Por el barranco de la Rentería, sus aguas, por lo que nos dice abundantes, bajan buscando el barranco de Valditrés. Éste, a su vez, llevará el agua hasta el barranco grande de Candaraiz para desembocar en el Arga. Impresionante. 
El domingo que viene, "con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide", ya tenemos decidida la excursión: Al Prado de Rentería a conocer las fuentes de Porputiain. 
Nos despedimos de Félix y volvemos para casa. 






12,10 horas. La Laguna brilla como un espejo en este domingo soleado de invierno. Un par de cazadores nos saludan mientras sus perros no paran de olisquearnos. 
Cruzamos la carretera de Miranda y entramos en Galloscantan. El sol calienta la mañana en estas horas centrales del día.
En la cooperativa agrícola están recogiendo la oliva para llevarla a Arróniz. Una larga hilera de vehículos espera su turno para entrar en la báscula. 
Entramos en el pueblo por la Moraleja. 
En los sombríos de las calles, el frío nos recuerda que el día está engañoso. 
De algunos balcones y terrazas cuelgan Olentzeros y Papas Noeles en posturas inverosímiles. Es Navidad. 




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