Son las 08,00 horas. Magán marca 18º y la farmacia 16º, así que nos decidimos a salir de corto. Entre la tarde y la noche han caído 11 litros. Pisaremos algo de barro. En su casa, Rosa y Juanjo nos están esperando.
Nada más terminar el polígono de la carretera de Artajona, tomamos el primer camino a la izda. Es el del Vaquero. Ascendemos sin prisa. Las cebadas están amarillas. Dicen los del campo que esta semana, con tantos calores, se han sofocado y que al grano no le ha dado tiempo de hacer toda la harina. La cosecha no va a ser buena. Para el trigo, que es mas tardano, estas aguas le habrán venido bien.
"(...) Por si tanta maravilla fuese poco, la continuidad de las tierras formaba variadas y abigarrados tapices.
Los prados, después de haber decorado sus verdes alfombras con las manchas de sangre de las amapolas, con la delicadeza de las margaritas, del trébol florido, de las saponarias y de las mil y mil florecillas de las que no conocía sus nombres, habían visto morir toda su belleza, y las mieses que durante semanas me parecieron mares verdes y ondulantes, fueron tomando un pálido color de paja" (María del Villar)(La Carpia, su burro y yo).
"(...) Por si tanta maravilla fuese poco, la continuidad de las tierras formaba variadas y abigarrados tapices.
Los prados, después de haber decorado sus verdes alfombras con las manchas de sangre de las amapolas, con la delicadeza de las margaritas, del trébol florido, de las saponarias y de las mil y mil florecillas de las que no conocía sus nombres, habían visto morir toda su belleza, y las mieses que durante semanas me parecieron mares verdes y ondulantes, fueron tomando un pálido color de paja" (María del Villar)(La Carpia, su burro y yo).
En la primera bifurcación tomamos el camino de la izda. Abajo hay algunas fincas de recreo. No hay nadie en los alrededores. El día está gris y de cierzo. No amenaza lluvia aunque, por si acaso, hemos metido los paraguas en la mochila.
Al pasar por un cercado, un pony interrumpe su desayuno y vuelve la cabeza con curiosidad. Seguro que piensa: "algunos no dejan rumiar a gusto ni aunque amenace tormenta..." Como diría Tere Aoiz !que pitunos! (qué oportunos).
Seguimos el camino ascendente. Casi arriba recuerdo que hace años, en su orilla izda., había un pequeño manantío. El agua era buena y los de las piezas cercanas bebían allí. Yo mismo he llenado más de una vez la cantimplora regresando en verano de Valdiferrer. Ahora ha desaparecido.
Llegamos a la zona del canal que va subterráneo. En lugar de cruzarlo, subimos hasta las esclusas. No hemos estado nunca ahí y queremos saber qué hay.
Son las 08,30 horas. El canal rebosa. Por las rejas, el agua entra lentamente, dejando enganchadas las ramas y zaborras que se habían hecho ilusiones de viajar sin esfuerzo por la Zona Media.
Bajamos de nuevo hasta llegar al camino que habíamos dejado.
Este, disimuladamente, se va llenando de hierba tratando de confundirse con los ribazos.
08,45 horas. Estamos en la cruz de Corpus Alegría. Como hacemos siempre, quitamos las flores marchitas y ponemos un ramillete lozano y húmedo.
Juanjo saca sus prismáticos y consigue ver el tejado y parte del porche de la caseta de Gregorico. La vista desde aquí merece la pena. A nuestra dcha. se encuentra la Abejera de Garbayo. Un poco más abajo, el Corral de La Mariana. Enfrente, el Caserío de La Laguna y al fondo, a su dcha., el Plano.
En el cerro próximo a la cruz se encuentran las ruinas de un viejo corral-caserío del que no conseguimos saber su nombre. Subimos allí para almorzar.
Rodeando las ruinas, el viejo camino se ha llenado de hierba. El trazado se distingue difuminado en un remanso verde que invita a pisarlo como si estuviera nevado.
09,00 horas. En unas rocas cercanas nos sentamos a reponer fuerzas. Al N. el Corral de la Quitana no nos quita ojo. Hoy no iremos por allí, pero nos quedamos un momento contemplándolo, recordando paseos con nevadas o con calores agobiantes.
Salimos en dirección O. y al llegar a una pieza de cereal, la orillamos. No nos queremos meter por el monte. Las aguas caídas ayer han hecho barro. El calzado, poco a poco, va cogiendo kilos.
Los jacintos se han adueñado de un claro del monte y nos reciben con sus mejores galas.
Por fin salimos al camino que nos lleva a Valdiferrer. Decidimos no subir al caserío y continuar descendiendo hasta la carretera de Estella.
10,00 horas. Cruzamos la carretera y tomamos el camino de enfrente para salir al del Planillo. Como vemos que muere en una pieza, decidimos retroceder hasta la carretera.
El siguiente camino nos da mejor pinta. Lo seguimos hasta que termina en una finca cerrada. En la construcción más próxima, hay un gallinero. Las gallinas nos miran con recelo. Nosotros a ellas con curiosidad.
Los olivos, picuales, están cargados de flores. Algunas ya están abiertas.
Rodeamos toda la finca para orillar dos piezas de trigo. La de arriba tiene aspersores y la riegan con frecuencia. El cereal está pequeño y verde oscuro. En cambio la otra no tiene riego. Las espigas, más altas, comienzan a amarillear y se ven más pobres.
Salimos al camino del Planillo y volvemos para casa. Al llegar a la carretera de Miranda, tomamos el camino del Carasol de la Celada y Galloscantan.
Los endrinos pueblan las ezpuendas de las piezas. Tienen mucho fruto. Hay un dicho: "Año de arañón, poco trigo en el montón" y va a ser verdad. Llegamos a la cooperativa agrícola y entramos en el pueblo. Son las 11,00 horas.
Volvemos con los pies mojados, pero ha sido otra mañana agradable por rincones desconocidos del Almendrolar y el Planillo.
En el cerro próximo a la cruz se encuentran las ruinas de un viejo corral-caserío del que no conseguimos saber su nombre. Subimos allí para almorzar.
Rodeando las ruinas, el viejo camino se ha llenado de hierba. El trazado se distingue difuminado en un remanso verde que invita a pisarlo como si estuviera nevado.
09,00 horas. En unas rocas cercanas nos sentamos a reponer fuerzas. Al N. el Corral de la Quitana no nos quita ojo. Hoy no iremos por allí, pero nos quedamos un momento contemplándolo, recordando paseos con nevadas o con calores agobiantes.
Salimos en dirección O. y al llegar a una pieza de cereal, la orillamos. No nos queremos meter por el monte. Las aguas caídas ayer han hecho barro. El calzado, poco a poco, va cogiendo kilos.
Los jacintos se han adueñado de un claro del monte y nos reciben con sus mejores galas.
Por fin salimos al camino que nos lleva a Valdiferrer. Decidimos no subir al caserío y continuar descendiendo hasta la carretera de Estella.
10,00 horas. Cruzamos la carretera y tomamos el camino de enfrente para salir al del Planillo. Como vemos que muere en una pieza, decidimos retroceder hasta la carretera.
El siguiente camino nos da mejor pinta. Lo seguimos hasta que termina en una finca cerrada. En la construcción más próxima, hay un gallinero. Las gallinas nos miran con recelo. Nosotros a ellas con curiosidad.
Los olivos, picuales, están cargados de flores. Algunas ya están abiertas.
Rodeamos toda la finca para orillar dos piezas de trigo. La de arriba tiene aspersores y la riegan con frecuencia. El cereal está pequeño y verde oscuro. En cambio la otra no tiene riego. Las espigas, más altas, comienzan a amarillear y se ven más pobres.
Salimos al camino del Planillo y volvemos para casa. Al llegar a la carretera de Miranda, tomamos el camino del Carasol de la Celada y Galloscantan.
Los endrinos pueblan las ezpuendas de las piezas. Tienen mucho fruto. Hay un dicho: "Año de arañón, poco trigo en el montón" y va a ser verdad. Llegamos a la cooperativa agrícola y entramos en el pueblo. Son las 11,00 horas.
Volvemos con los pies mojados, pero ha sido otra mañana agradable por rincones desconocidos del Almendrolar y el Planillo.
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