martes, 26 de marzo de 2024
La encina de las tres patas (desde Piedramillera)
lunes, 11 de marzo de 2024
Una mañana en Aitzabala
Domingo, 10 de marzo de 2024
El fin de semana ha vuelto a ser frío y algo lluvioso. Hoy anuncian una tregua por la mañana.
Salimos a andar por Tafalla. Sergismundo me pasó no hace mucho una ruta conocida pero novedosa.
En la zona del Buskil ha localizado el monte Aitzabala. Un pequeño cerro en la muga con Artajona. Aprovechamos que no va a llover y caminaremos por allí.
Son las 09:00 horas.
El cielo está negro, oscuro. Los nubarrones no presagian nada bueno, pero aparcamos el coche enfrente del túnel del canal en la Lobera y salimos.
En marzo, marzadas: nieve, viento, frío y granizadas.
Hace frío. 5º y el viento lo intensifica aún mas.
Nos abrigamos bien y subimos por un tramo corto de Cañada hasta llegar al Corral de los Toros.
Está desierto. Pasamos de largo sin detenernos.
Caminamos sin prisa, saboreando el terreno.
Torcemos a la dcha. y, por la orilla de una pieza, nos adentramos en el bosquete de encinas.
El Carasol del Monte hoy solo tiene el nombre. El cielo encapotado y el frío bochorno son nuestros compañeros de excursión.
Hacemos una breve parada para contemplar lo que tenemos ante nuestra vista.
El Portillo del Sastre se muestra en toda su extensión. Hacia él nos dirigimos.
Seguimos el camino. Una furgoneta nos adelanta y el conductor nos saluda con la mano.
En el Tajubo hay un pieza con las habas en flor.
El conductor de la furgoneta se baja y con un cesto empieza a coger habas en calzón.
<< Me las pagan muy bien - nos dice - pero me tengo que apresurar porque enseguida se hacen grandes y en grano valen bastante menos. Me venía una cosecha muy buena, pero los últimos hielos han quemado mucha flor y eso la va a mermar mucho –se lamenta–.>>
Nos despedimos.
En lo alto del camino nos detenemos y miramos hacia el S.
La vista del bocage siempre nos fascina. El campo está precioso.
Bajamos por el camino de los robles y, tras una bajada pronunciada y una subida aún más cuesta arriba, caminamos por el bosque de robles en uno de los lugares más hermosos de Tafalla.
Nuestro primer objetivo lo tenemos cerca.
10:30 horas. Monte Buskil (634 m)
Aprovechamos el tamaño de su mole para buscar un abrigo y echar un bocado.
El bochorno se cuela por todas las esquinas del vértice geodésico y eso nos apremia a salir cuanto antes por nuestro sendero.
Cruzamos dos piezas sembradas de cereal que hasta no hace mucho están dedicadas a la lavanda.
Salimos al camino y nos detenemos junto a la pequeña balsa.
Está llena. Se notan la lluvias. Casi siempre la hemos visto seca y con su fondo cuarteado.
En el cruce de caminos nuestra vieja conocida caseta redonda permanece inmóvil, pero su deterioro es evidente. Le vendría bien una pequeña rehabilitación.
Un camino viejo y en desuso nos espera.
Lo seguimos.
11:00 horas. Aitzabala (637 m)
Unas pocas piedras y las tablillas oxidadas del coto de caza son los únicos habitantes de esta cima.
Pero la vista de Artajona es un espectáculo.
Sería bonito encontrar en esta pequeña cima un mojón con el nombre y la altura. Habrá que trasladar la propuesta a la gente tan dispuesta que tenemos en Tafalla.
Volvemos al camino principal y bajamos.
Hacemos una breve parada en la Balsa de Lucas porque está empezando a llover. La vemos desde el camino porque el barrizal que hay en su acceso no invita a acercarse más.
La lluvia para y vuelve a empezar.
La cabaña del Churrero nos ve pasar desde su cerro y parece comprender que hoy no subiremos a hacerle la visita. El día se está complicando por momentos.
El caserío del Monte también está solitario. No nos extraña. Salvo nosotros, ¿quién va a salir al campo en una mañana así?.
En la bifurcación tomamos el camino de abajo y caminamos junto a las balsas del Monte y la de Perejil.
En otra circunstancias hubiéramos tomado el camino de arriba para llegar al Corral Nuevo y darnos una vuelta hasta su magnífico pozo.
12:00 horas. Llegamos al coche. Ya no llueve pero el cielo plomizo puede cambiar de opinión en cualquier momento.
A pesar de todo, ha sido un bonita excursión por el término del Monte, con el aliciente añadido de poder subir a la cima de Aitzabala.
Este es el recorrido de Sergismundo que hemos seguido nosotros hoy.
lunes, 4 de marzo de 2024
La laguna de Dos Reinos
Domingo, 3 de marzo de 2024
El jueves pasado, caminando por las cercanías de las Bardenas Reales, alguien me preguntó si conocía la Laguna de Dos Reinos.
La verdad es que me habían hablado muy bien de ella y hasta Sergismundo me envió una ruta, pero la tenía totalmente olvidada.
Hoy nos vamos a Figarol aprovechando que los temporales van a dar una tregua.
Son las 09:15 horas. Aparcamos en la plaza del pueblo. Al entrar, un cartel informa de que el pueblo fue fundado en 1962.
Hace frío. 5º. El viento sopla con fuerza y la temperatura parece más baja aún. El cielo está despejado. Por lo menos vamos a disfrutar del sol.
En marzo el abrigo, nueces y pan de trigo.
Las calles están desiertas. No me extraña.
El monumento a los colonos pone el toque entrañable a la amplia plaza.
Callejeamos un poco y salimos del pueblo.
El camino está embarrado. La lapaña se adhiere al calzado y hace que el caminar sea muy incómodo.
Cruzamos la carretera.
Nuestras esperanzas de que al otro lado el trayecto esté mejor desaparecen de inmediato.
El barro y los charcos grandes van a ser nuestros compañeros durante un buen rato.
Un panel informativo nos da una idea precisa del entorno que vamos a visitar.
Seguimos nuestra ruta.
Los campos parecen estar trazados con tiralíneas. Los sembrados verdes suavizan el paisaje.
Las manos en los bolsillos, las cabezas y las orejas tapadas. Y los cinco sentidos puestos en el camino para evitar meternos en los charcos o, lo que es peor, tener un resbalón en el inestable suelo.
Nuestro amigo el Moncayo se ha vestido de blanco. Se asoma por encima del monte bajo y parece sonreír: ¿pero qué hacéis con este día por esos andurriales?
Cruzamos de nuevo la carretera y ¡sorpresa! El camino es más pedregoso y el barro ha desaparecido.
Un pequeño pinar oculta lo que hemos venido a ver.
El letrero, como si fuera un solícito recepcionista, nos invita a entrar.
Ante nosotros tenemos la laguna.
Son las 11:00 horas.
El observatorio de aves nos va a servir, también, de cobijo para echar un bocado.
Abrimos las ventanas y nos sentamos en los bancos de madera.
Por lo que tenemos ante nosotros, han merecido la pena el barro y el frío.
Entre bocado y bocado los catalejos nos acercan las figuras de dos majestuosas garzas. Los abundantes patos pululan alrededor de ellas con una cómplice familiaridad.
Los paneles del interior de la caseta nos ilustran sobre lo que estamos viendo.
El lugar está limpio y cuidado. Como nos lo hemos encontrado, lo dejaremos nosotros.
Cuando decidimos seguir nuestra ruta, salimos y nos damos cuenta de lo resguardados que hemos estado entre esas cuatro paredes.
Un muchacho joven llega en ese momento con dos rubios críos risueños y revoltosos. Nos saludamos con un leve movimiento de cabeza.
Unos metros más adelante está el Refugio de la Laguna.
Es una construcción pequeña con apariencia alpina.
Su interior también está limpio. Tiene una mesa amplia y un par de bancos.
En la chimenea quedan restos de ceniza y, en un rincón, hay algo de leña seca.
En el exterior también hay un pequeño asador, con su chimenea, que será utilizado cuando haga buen tiempo y las restricciones para hacer fuego lo permitan.
El camino asciende suavemente rodeando la laguna, cercano al agua.
Un fotógrafo, con sus cámaras y un sólido trípode, viene hacia nosotros y nos saluda. Nos imaginamos dónde ha estado.
11:15 horas. Torre Caracol.
La construcción es curiosa. Una escalera de caracol, protegida con barrotes metálicos, permite subir a su pequeña terraza.
Según hemos podido leer, la torre antigua se destruyó en un incendio en 1980. Los habitantes de Figarol, con las fotografías existentes, decidieron reconstruirla; y ahí la tenemos para disfrute de los visitantes.
La vista de la laguna desde esa altura es sencillamente espectacular. Y el frío también.
Bajamos por sus gruesos peldaños de madera.
El camino rodea la agitada superficie del agua.
Otro observatorio, más pequeño que el de la entrada, nos invita a visitarlo.
La vista de la laguna desde este otro lado también merece la pena.
El camino termina junto a la entrada y el panel que hemos visto antes.
Salimos a un camino principal e iniciamos el regreso al pueblo.
Rodeamos una finca en forma de triángulo. Estamos en Aragón –de ahí el nombre de la Laguna– pero enseguida entramos en Navarra.
El camino de vuelta es un poco largo. El suelo otra vez ha empeorado. La lapaña sigue empeñada en ponernos las cosas un poco difíciles. Pero nada puede con nuestro ánimo después de haber disfrutado de todo lo que hemos dejado atrás.
A las 13:00 horas entramos en el pueblo. Hemos tenido la precaución de traer calzado de repuesto. Mientras nos cambiamos, algún vecino pasa junto a nosotros y nos saluda cordialmente.
En una calle soleada y abrigada, un niño corretea alegremente con su patinete. Ha merecido la pena venir a Figarol y disfrutar de este enclave tan sorprendente.
En este enlace se puede ver el recorrido de Sergismundo que hemos seguido nosotros hoy.