lunes, 30 de julio de 2018

La peña del Ladrón (Amatriain)




Domingo, 29 de julio de 2018


Llevamos muchos años andando por la Valdorba y el otro día me enteré de que, además de San Pelayo y Amuña, existen tres cimas más en ese entorno que merece la pena visitar. Se trata de la Peña del Ladrón, el Cascajo y Argain. 
La excursión de hoy es para conocerlas. 
Son las 08:00 horas. Salimos de Tafalla y aparcamos en Amatriain.
El termómetro marca a estas horas 18º. El cielo está despejado y el viento es bochorno.

Julio, mes de poca flor, sí de mucho calor. 

Vamos a pasar calor, pero seguro que va a merecer la pena el paseo.
En la plaza del pueblo, oímos un coche que se acerca. Son Damián y su galga Vera. 




Vamos a rodear la iglesia para subir por el camino habitual hacia San Pelayo. 
Encorvado por el peso de los años, Servilio Jiménez nos saluda. Le contamos nuestros planes para esta mañana.
Cabecea y nos augura calor. 
Él, nos cuenta, va a bajar un rato al huerto. Dice que va a hacer poca labor porque la edad ya no le permite más. 
El camino es amplio y descarnado. En el primer cruce nos desviamos a la dcha. y comenzamos a subir. 
Las pequeñas moscas que se agitan en nuestra cara hacen que subamos incómodos. 
Dejamos el camino principal y tomamos un sendero que se adentra en el arbolado. 

Resultado de imagen de señales de sendero local

La señales del S.L. (sendero local) se suceden. 





En un árbol, un humilde cartel indica "San Pelayo". Continuamos por ese camino. 
Un poco más adelante, atravesamos una alambrada por un paso y nos encaminamos hacia nuestro primer objetivo.
09:20 horas. Peña del Ladrón (908 m)




Escondido entre la vegetación, un pequeño montón de piedras indica su cima. Hacemos una breve parada y volvemos sobre nuestros pasos. 
Cruzamos de nuevo el cercado y volvemos al camino que nos llevará, poco a poco, hasta la mayor altura del contorno. 
09:45 horas. San Pelayo (959 m)


El lugar está solitario. La ermita ofrece sombra y pretil para sentarse, que aprovechamos para reponer fuerzas. 
Vera, la galga, que no ha parado en toda la mañana, bebe con avidez el agua que le ofrece su dueño. 

(...) Arriba en la vieja ermita, el hermano Florencio, rezaba y rezaba. 
Estaba ya arrugado y enjuto por los años y los vientos. Había venido de otra ermita, allá por el Valle de la Ulzama, buscando una más seca y soleada, para sus reumas y huesos gastados. 
Todas las semana dejaba su pobre aposento y sus gallinas bajo el amparo de San Pelay. 
Le daba sus últimos encargos y llevando en su mano una pobre "capillica", con una estampa roída y borrosa del santico mártir, bajaba.
Los lunes a Artariain, los miércoles a Orisoain y los viernes a Amatriain (...)
(Sueños y leyendas de la Valdorba)(P.M. Flamarique)

Por el amplio camino que sale en dirección E. caminamos un buen trecho hasta llegar a una pequeña encrucijada. 
Tenemos dos cimas. Una a la izda. y otra a la dcha. 
Optamos por subir primero a la de la izda. 
Una estrecha senda se dibuja entre la maleza. 
10:45 horas. El Cascajo (956 m)





Otro pequeño montón de piedras, como en la Peña del Ladrón, indica la cima. 
El arbolado que rodea todo el montículo impide ver el paisaje. 
El mismo sendero por el que hemos subido, nos devuelve al camino principal. 
Ahora tocar ir al Amuña. 
Este monte ya lo conocíamos de una excursión que hicimos hace tiempo. 
La senda está mucho más marcada porque es un monte bastante frecuentado. 
11:00 horas. Amuña o Amunarrizketa (974 m).


La cima está bastante despejada. Solamente los robles que están al E. impiden la visión. El espectáculo hacia el N. es una maravilla. 
Alaiz, la Peña de Unzué y la Higa muestran una cara diferente. 
La Peña de Izaga pugna por salir de la neblina y dejarse ver completamente. 
En el fondo del valle, la masa forestal que contemplamos nos invita a volver cuando el otoño esté avanzado y poder disfrutar del cromatismo de los robles y las encinas. 
Por el mismo sendero bajamos al camino principal. 
Solamente nos queda el quinto objetivo de la mañana y regresaremos. 
Al descender una cuesta, el gps nos avisa de que la senda está a la dcha. 
La ladera es fresca y herbosa. 
La senda aparece y desaparece jugando con nosotros. 
Los robles, muchas veces, se interponen en nuestro camino obligándonos a rodearlos. 
11:40 horas. Argain (965 m).


La cima no tiene nada que ver con la anterior. Escondida entre la vegetación, un pequeño montón de piedras es todo lo que encontramos. 
Bajamos de nuevo al camino y regresamos hasta el cruce que hay antes de subir a San Pelayo. 
A la izda. sigue el recorrido. 
Descendemos. El suelo está descarnado y las suelas se agarran con dificultad al polvo y la gravilla.
Varios patinazos y alguna caída hace que bajemos despacio y con cuidado. 
Entramos en zona boscosa. Se agradecen las sombras. 
El calor aprieta y el agua comienza a escasear en las cantimploras.


Una balsa, si no fuera por el agua turbia, nos serviría para refrescarnos un poco. 
13:20 horas. Llegamos a Amatriain. 
A la entrada del pueblo, un pastor arrea a cinco vacas pirenaicas por el camino que desciende. 
Nos mira y sonriendo nos pregunta si ha calor. 
Un poco, le decimos. 
Entramos en la plaza.


La fuente que está debajo de la iglesia suelta un chorro de agua cuando apretamos el grifo y nos alegra el día.
Bebemos y bebemos. Nos resarcimos del calor del último tramo. 
Volvemos a casa. 
Una excursión que intentaremos repetir en noviembre o diciembre. El colorido que tendrá el bosque no nos lo podemos perder. 










lunes, 23 de julio de 2018

Las Rocas - Beratxa - Romerales




Domingo, 22 de julio de 2018


A finales de julio los campos están, casi todos, cosechados. En mis últimas idas y venidas a Riezu, me fijaba en la torre de Beratxa y sentía algo así como nostalgia. Hace tiempo que no la he visitado y creo que ha llegado el momento de pasear por allí.
Son las 08:00 horas. El cielo está despejado. El termómetro marca 17º y el día se anuncia caluroso. Ya estamos en la canícula de las dos Vírgenes (del Carmen a la de Agosto) y es normal que haya días en que apriete el calor. 

Julio calorero, llena bodega y granero. 

Subimos hasta la cooperativa del cereal y bajamos a Galloscantan. Los rastrojos de Margalla amarillean, deslizándose hasta las tapias del campo santo. 




En la orilla del camino, peleándose con las altas hierbas, la lápida se asoma a nuestro paso. 
Cruzamos la carretera de Miranda y entramos en el Planillo. 



En la hípica, los aspersores riegan incesantemente un espacio verde. Los perros ladran a nuestro paso y se oye algún relincho lejano. 
El camino ancho y cómodo nos lleva en suave ascenso hacia Las Rocas. 
A nuestra dcha. el Corral del Vaquero, el de la Mariana y el Caserío de Valdiferrer humanizan el paisaje. 




A la izda. la Laguna, rebosante, se rodea de una frondosa y verde vegetación. 
Entre hilagas y tomillos, serpenteando, la ruta nos acerca hasta el punto más alto de Las Rocas. 
Un solitario pino da sombra a un mojón de la cañada y a una pequeña base de hormigón. 




09:00 horas. Escondida entre romeros, la piedra de Manolo descansa en la ladera contemplando el Prado de Rentería y las Fuentes de Porputiain. 
Comenzamos a descender y pasamos por un setal que Juanjo tiene localizado. Al pasar junto a él, abrigamos la esperanza de un otoño húmedo que permita recoger abundantes frutos. 
Llegamos a Valditrés. 
El campo está tranquilo, silencioso. 




Las laderas escarpadas de Beratxa dan paso a un prado verde y frondoso. Los pinos, perezosamente, se mecen empujados por el suave viento. 
Salimos a la carretera de Larraga y andamos un trecho hasta encontrar la entrada hacia la torre. 
La senda, estrecha y a veces desaparecida, nos lleva hasta el pinar. 
09:35 horas. Torre de Beratxa. 
Estamos solos.


La vieja construcción resiste, como puede, el paso del tiempo.
La parte superior de una de las paredes presente un deterioro inquietante. 
No estaría de más darle una vuelta a la torre y consolidar lo que parece más urgente, antes de que tengamos que lamentar estropicios mayores. 
Aprovechamos la sombra para echar un bocado. 

Al final conservaremos solo aquello que amemos, 
amaremos solo aquello que comprendamos, 
comprenderemos solo aquello que se nos enseñe. 
Baba Dioum 

El Corral de Pérez, al otro lado de la carretera, está derrumbándose. Grandes huecos se abren en su tejado, dejando a la vista los maderos desnudos como si fueran los dientes de una boca maltrecha.





Un buitre solitario planea sobre nuestras cabezas. Se deja llevar por la corriente de aire. De vez en cuando, desciende y parece que curiosea. Se vuelve a elevar y se aleja. 
Bajamos por la parte S. del cerro.



Los pinos esconden algunas palomeras. 
El entorno está bastante destartalado. Trozos de paredes y hierros se amontonan en el suelo. 
Nos encontramos tres ciclistas de frente, que nos saludan. 
Salimos al camino que, viniendo de Valditrés, pasa por la cueva de Tamarices.




La cantera de Ros nos recibe mostrando la majestuosidad de sus paredes. 
El regacho que viene de la fuente, cruza el camino y busca el barranco. 
Entramos en otro camino. 
La belleza invernal de este minúsculo valle ha desaparecido en verano. 
Juanjo lo bautiza como "el valle espiritual".




Rodeado de pinos, el verdor de hace meses ha dado paso a los rastrojos dorados. Los tres pequeños cogotes se pueblan de romeros e hilagas. 
Detrás de una curva llegamos a otro paraje hermoso. 
10:43 horas. Laguna de Romerales. 


Uno de los lugares con más encanto del término. 
Este invierno, húmedo y desapacible, nos compensa con una vista inigualable. Un rincón con una magia especial. 
Por su orilla derecha, atravesando el campo, llegamos hasta el camino. 


Al pasar junto al vertedero observamos, con agrado, que han limpiado y organizado el lugar. La enorme meseta formada por residuos depositados allí luce una tupida capa de vegetación que embellece el paisaje. 
El calor empieza a apretar. 


En el caserío de la "Laúna" no hay nadie. 



Desde este otro lado, la cercana Laguna tiñe de azul y verde el paisaje ocre. 
Al fondo, la Peña, la Higa e Izaga no se quieren perder el espectáculo. 
Cruzamos otra vez la carretera de Miranda 
Por la Cuesta de la Calera llegamos a la Celada. 
Las viñas protegen las uvas con su abundancia de hojas. 
A las 11:40 horas entramos en el pueblo. Hace calor y lo mejor es ponerse a la sombra. 






martes, 17 de julio de 2018

Regreso a Valgorra



Domingo, 15 de julio de 2018


Teníamos ganas de dar una vuelta por Valgorra. Mis acompañantes no conocen el recorrido nuevo y hemos decidido no sacar el coche y pasear por el término. 
Son las 08:00 horas. La temperatura es agradable: 20º. Anticipo de otro día caluroso. El cielo está prácticamente despejado. Algunas nubes pequeñas, empedradas, avisan de que puede haber lluvias los próximos días.

Calma que se prolonga muchos días, se resuelve en tormentas muy bravías



En la Fuente del Rey, debajo del puente por el que circula el tren, se pueden ver los restos de la tromba que lo anegó todo el pasado viernes. 
Cruzamos por debajo de la autopista y entramos en el Juncal. 
El campo está solitario y silencioso. Una pieza sembrada de trigo está todavía sin cosechar. Las espigas no parecen haber sufrido muchos daños. 


La fuente del Juncal sigue oculta tras los grandes matorrales. Sería bueno darle una limpieza al lugar y descubrir el caño en la roca, en el que con tanto ahínco trabajó Alfonso Muro.


En una bifurcación, un poste nos señala el sentido de nuestra marcha. 
Ascendemos con tranquilidad entre campos sin cosechar. 
Al llegar a la altura de la Abejera de Valgorra, nos detenemos. No podemos verla porque la máquina todavía no ha cortado el cereal. 
08:50 horas. Caseta Redonda. 


Siempre es un placer llegar a este sitio. Es un pequeño balcón sobre el valle. Al O. se asoma Montejurra, recortando sus tres picos azules en el fondo blanquecino. El lugar está bien conservado, aunque sobran algunas latas vacías de cerveza que lo afean un poco. 
Subimos hacia la zona de molinos. 


Una hilera de hormigas cruza el camino. Cada una de ellas acarrea un grano de trigo hacia el nido. 
Tres sudorosos corredores nos adelantan y nos saludan jadeantes. 

14 de Noviembre de 1867. Reunido el Ayuntamiento en su mayor parte, se dio cuenta de una posición de Don Francisco Vidaurre, relativa a que se le abone el doble del importe de la tasación del terreno en una viña de Balgorra, que se le tomó para establecer el depósito de las aguas de dicho término y conducción de ellas por la misma finca (...) (Fernando Maiora. Tafalla del reino de Navarra)

Nos detenemos a contemplar, hacia el N., el paisaje. 
Los campos de Valdelobos descienden hasta la orilla del Cidacos. 
Al fondo, la Peña y la Higa cierran el paso al Lantxurda, la cima de la sierra de Izco. 
San Pelayo domina la Valdorba. 
Pasamos al lado del los Altos de la Guindilla y descendemos hacia Valgorra. 


El bosque verde de encinas se incrusta entre los campos dorados de las mieses cosechadas. 
09:40 horas. Caserío de Pozuelo. 
Sin darnos cuenta hemos cruzado la muga y estamos en Sansoain. 


Los vestigios del antiguo caserío están siendo engullidos por la maleza. Hace años todavía podíamos observar la pared de la antigua capilla. 
Cinco minutos más tarde estamos en la Fuente de Pozuelo. 


La abundante vegetación casi esconde el caño y el abrevadero. 
Aprovechamos la sombra de los árboles para echar un bocado.


Juanjo, jarra en ristre, decide hacer una medición del caudal de la fuente:
18 litros/minuto.
Salimos de nuevo al camino y después de una curva entramos en la senda.
Es una de las partes más bonitas del recorrido. 


Oculta entre la vegetación, desciende suavemente buscando el campo abierto. Varias matas de romero llaman nuestra atención. No es habitual encontrar esta planta en estos parajes. 
10:40 horas. Caseta de los Maríos. 


Después de rodear un pieza, salimos a un camino y cruzamos el barranco de Valgorrra. Junto a él todavía se conserva en pie la caseta. Está abierta y puede venir bien un día de lluvia. 
Por ancho camino descendemos hasta el canal. Miramos con nostalgia las paredes de lo que fue el Portillo del Aire. 


En los quitamiedos han pintado las señales indicadoras del recorrido. 


Por la orilla del canal llegamos hasta el siguiente puente, que cruzamos, y entramos en terreno pedregoso. 


Un cartel indicador nos invita a bajar unas rústicas escaleras y, orillando una pieza, llegar hasta el nacedero. 
11:20 horas. Nacedero de la Fuente del Rey. 


En la caseta pueden verse una placa explicativa del lugar y una verja que cierra la puerta para evitar accidentes. 
Buscando una sombra, aprovechamos la parada para echar un trago de agua. 
Desandamos el trayecto y volvemos al camino. 
Aunque no está señalizado, como conocemos el entorno, nos adentramos por un sendero desdibujado y llegamos a una caseta oculta. 
En su frontal hay una inscripción: Año 1845. 
El año de la traída de aguas a la ciudad. 


Su interior, abovedado, siempre nos ha fascinado.  
En el Juncal nos encontramos con algunos caminantes. Ellos van y nosotros volvemos. 


A las 12:00 horas llegamos al cartel que explica el itinerario. 
Una bonita vuelta por uno de los rincones más interesantes de Tafalla.