lunes, 25 de febrero de 2019

Por los sotos de Marcilla




Domingo, 24 de febrero de 2019


Hoy es la festividad de la Madre Nicol. Los auroros le han cantado por las calles y a las 09:00 ha sido la misa en Santa María.
Nosotros hemos participado en ella, como no podía ser menos. Mi abuela era prima carnal de la Beata. 
Así que, echando mano de las rutas que me manda Sergismundo, hemos decidido ir a Marcilla y hacer un paseo de una hora y media por los Sotos del río Aragón. 
A las 10:45 horas hemos aparcado allí y nos hemos puesto en marcha. 
El cielo está despejado, aunque con algunas rayas. No anda viento y el ambiente es primaveral. 
11º grados de temperatura a finales de febrero. No es frecuente, pero tampoco excepcional.

Mal año espero, si en febrero anda en mangas de camisa el jornalero.

Salimos hacia el río. 
Nuestro primer destino debería haber sido el Fuerte de la Fusilería, pero las conversaciones muchas veces distraen y hacen pasar por alto el cruce de caminos. 


El camino ancho termina junto a la Casa de la Presa. 
El rumor del río nos anuncia la presa cercana.
El paisaje se vuelve frondoso. 



Nos detenemos a contemplar en algunos árboles lo que se conoce como "La seta del artista"
Unos metros más adelante, el rumor del río se hace más intenso. 
11:00 horas. Presa.



El agua baja limpia y estamos seguros de que muy fría. 
La naturaleza, en sus orillas, está en letargo. 
El río Aragón se desliza en su ancho cauce trayendo historias y vida desde las cumbres de Candanchú. 



Abandonamos el cauce y nos acercamos a un merendero que está junto a los puentes.  
Al otro lado, en dirección al río, un cartel nos indica dónde nos encontramos.



11:10 horas. Soto de Contiendas.

Otra vez estamos en las orillas del Aragón. 



El agua se remansa y aporta serenidad al paisaje. 



Cerca de aquí han instalado nidos para las grandes aves. 
En uno cercano, dos cigüeñas se frotan los picos. 
Parecen estar ausentes del mundo.
Pero cuando me acerco sigilosamente, o al menos me lo parece a mí, a fotografiarlas, vuelven sus cabezas, me miran y vuelan veloces. 



Me dejan con un palmo de narices y con la imagen del nido vacío. 
Seguimos caminando. 


Los castores o visones han dañado algunos árboles hasta hacerlos caer.
Hacemos una breve parada para seguir disfrutando del agua y de la vegetación.






Juanjo me envía una historia curiosa publicada por Florencio Idoate sobre los pleitos entre los vecinos del Aragón:

LA PRUEBA FORAL DE LA CLUECA Y LOS POLLOS

            El río Aragón les hizo una mala partida a los de Villafranca aquel año de 1588. En cambio, dejó muy satisfechos a los de Funes y Peralta, por aquello de que no hay que por mal no venga.
            ¿Qué había pasado? Sencillamente, que las aguas habían abierto un nuevo cauce y habían aislado una parte del soto de La Barca, en término de Peña-Alfonso, perteneciente a Villafranca. Y en los áridos días de agosto, los de Funes y Peralta pudieron pasar el seco álveo sin mojarse más que las suelas de las alpargatas, mientras los de la otra margen, tenían que nadar o poco menos para hacerlo.
            Incontinenti, los funesinos se decidieron a poner en ejecución lo previsto por el Fuero General para estos casos: “Si un brazo del agua finca por ont suele ir, et lotro brazo se acuesta a eilla, et finca eilla en medio, non debe perder su heredat nin su villa aqueill de quien es la heredat, ata que no haya nada del agoa en el brazo por ont solia primero ir, assi que la gallina pueda pasar con sus poillos por seco”(Libro VI. Tít 5, cap. II).
            Los antiguos convenios entre estas villas habían incorporado a sus cláusulas el precepto foral, y por eso, los de Funes hicieron saber a sus vecinos, que según costumbre, “cuando el río Aragón rompe y quiebra y dexa algunos términos y campos a una parte y otra, que aquello que rompe y quiebra sea para la villa a cuya parte queda y se inclina”. En cuanto a la gallina y sus pollos, debían pasar “por sus pies, sin ahogarse”, para que la nueva situación tomase estado legal.
            El 4 de agosto, las autoridades y algunos vecinos de Funes fueron con el escribano de Falces al lugar de autos, llevando en una cesta los animalejos para la prueba. Se metieron en lo que había sido la madre del río y dieron rienda suelta a la madre y a su menuda prole, a quienes el destino había señalado para tan extraña como importante misión.
            Bien pronto se dieron cuenta de la operación unos cuantos vecinos de Villafranca, que estaban un poco más arriba haciendo una estacada; y en camisa-como estaban-, y con algunas armas que tenían a mano, trataron de interrumpir la ceremonia, matando dos de los pollos. Los demás llegaron sin novedad a su destino. Los testigos pudieron comprobar “que cualesquiera pollos, por pequeños que fueran, hubieran pasado por todo el álveo antiguo”. A algunos de Funes y Peralta que pasaron también, se les mojaron sus zapatos “hasta la metad”, y a los más democráticos- o sea a los de alpargata-, “solamente se les mojaron las suelas dellas y no se les mojaron los pies”.
            Con ser tan concluyente la prueba al parecer, hubo que repetirla el 17 del mismo mes, con más aparato y seriedad, en presencia del lic. Caparroso, enviado de Pamplona a este efecto, ante el cual protestaron ambas partes; los de Funes, porque la estacada que estaban haciendo los de Villafranca amenazaba con desviar de nuevo las aguas hacia el álveo seco, y los de esta villa, porque, a sus juicio, “los pollos eran grandes y de diferentes madres, y no los acogían bajo de las alas y amparo”, contra el tenor del Fuero.
            Sin embargo, el comisario dio por buenos los que trajo uno de Funes, de un mes, previo juramento “de que eran de la cria de la dicha gallina y que ella los recogía aún baxo de sus alas y no los había dexado”. Dice la relación: “Una vez sueltos en dicho álveo antiguo, a cien pasos poco más o menos de la dicha estacada vieja, y guiándoles el alguacil con su vara, a caballo, pasaron por sus propios pies, todo el dicho álveo antiguo, desde la parte de Funes hasta la parte del dicho soto de La Barca, excepto uno. Y por haberse apartado de los otros y vuelto atrás, de la misma agua, quedó en seco en la orilla, sin ahogar”.
            No quedaron satisfechos ni mucho menos los de Villafranca- a pesar de los juramentos de sus dueños- en lo tocante a la edad y genealogía de los volátiles, y el lic. Caparroso hubo de traer a Pamplona con todos los mimos y cuidados la apreciada cesta con su contenido, para que se aclarase por los peritos este importante extremo. Por lo pronto, los villafranqueses aseguraban que tenían más de tres meses y que al tiempo de la experiencia, los de Funes llevaban “la gallina atada y tirando de la soga”. Imaginación y mal perder no les faltaba.
            Después de mucho pensar, los jueces decidieron que se hiciese una tercera prueba con todas las garantía para ambas partes. Se trajeron testigos de Peralta, Aldeanueva, Cornago, Mendavia, Azagra y Araya, y se señaló el diez de octubre para el acto. Llegada la fecha, acudieron al soto de Peña Alfonso y Cabezuelo de Matapiojos los alcaldes de las villas contendientes, Sarasa y García de Falces, llevando este como segundo a un tal Matute de Villafranca. Conforme al ceremonial  acostumbrado, fueron sacados de la cesta clueca y los siete pollos que constituían su prole, nacidos hacía ocho días, del tamaño de “un gurrión”, no como los anteriores, que, según el dictamen de los tres sesudos alcaldes de la Corte, eran como una “perdigana o un palomino”.
            Pasaron el río con toda normalidad “sin volar, nadar ni ahogarse”, como dice el acta correspondiente. También lo atravesaron los escribanos y testigos presentes, sin mojarse mayormente. Aquello estaba claro; a la tercera va la vencida.
            No fue esta la única ocasión en que se puso en práctica tan curiosa prescripción foral, pues la misma jugarreta que hacía ahora a los de Villafranca en 1588, se la había jugado el Aragón a los de Funes en 1441 en el mismo sitio, y bien se apresuraron aquellos a tomar posesión de las robadas de tierra tan fácilmente ganadas.
            La risa va por barrios…

FLORENCIO IDOATE (Director del Archivo general de Navarra  y Académico Correspondiente de la Historia-Doctor en Historia)
RINCONES DE LA HISTORIA DE NAVARRA, TOMO I
Institución Príncipe de Viana-Diputación Foral de Navarra
Editorial Aramburu
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PAMPLONA 1979

Una delicia.  
Seguimos caminando y nos adentramos de nuevo en el Soto. 
El paseo es una maravilla. 


La luz se filtra entre la ramas y, aunque la temperatura es agradable, nos recuerda que seguimos en invierno. 
Cuando salimos a terreno despejado, nos paramos en un arbusto. 



Una picaraza, como si fuera un aviso, se pudre al sol enganchada en el ramaje. 
El camino continua por la izda. 


Una enorme chopera, como si fueran dos murallas, lo encajonan en un tramo recto. 
Continuamos un buen tramos en medio de la plantación hasta que llegamos a la carretera. 
La cruzamos y llegamos al coche. 
Allí nos damos cuenta de que a la ida, nos hemos pasado de largo el Fuerte. 
Como estamos muy cerca, nos acercamos. 
12:00 horas. Fuerte de la Fusilería.


Está situado en un cerro y vigila desde este punto el río, la carretea y la vía férrea.



No tiene puertas y cuando me asomo a su interior, un conejo sorprendido y asustado corre a esconderse en uno de los innumerables cados que se ven en las paredes. 
Juanjo me aporta el dato de que había fuertes parecidos en Castejón, Villafranca y, seguramente, en Tafalla, el del Serrallo. 
Volvemos hacia el coche. 
Son las 12:30 horas. 
El paseo, aunque corto, ha sido muy interesante. 
Caminar por los sotos del Aragón es siempre gratificante. 








martes, 19 de febrero de 2019

Aljibes en Oteiza (I)





Domingo, 17 de febrero de 2019


Hoy nos vamos a Oteiza de la Solana. El amigo Sergismundo me mandó un par de rutas por allí. Nos cuenta que un grupo de voluntarios ha rehabilitado varios aljibes, casetas y hasta una tejería. 
El día promete. 
La mañana ha salido estupenda. Sin aire, en Oteiza a las 08:30 horas la temperatura es de 5º. 
En los sombríos hace frío y en los charcos se aprecia una fina capa de hielo. 

San Pedro y San Felices (19 de febrero) frío en las narices. 

Salimos del centro del pueblo, donde hemos aparcado, y encontramos el primer poste con las marcas verdes y blancas de Sendero Local. 
El camino es ancho y bueno. 
Algún almendro, temerariamente, ha echado la flor. 


Todavía queda invierno y estamos convencidos de que sufrirá alguna helada. 
Los campos verdean y se extienden agarrándose al extremo del robledal. 
Un perro negro camina mansamente al lado de su dueño. Cuando se acercan, él le echa la correa al cuello. 

- ¿Es un rottweiler?
- No, un doberman. Pero tiene ya doce años y nunca ha hecho daño a nadie. Ahora casi no puede ni andar. 


Aunque el sendero no está homologado, los postes indicadores jalonan la ruta para evitar cualquier despiste. 
Llegamos a una intersección. 
Torcemos a la dcha. porque vamos a nuestra primera visita. 
09:00 horas. Aljibe de Zamaca.




En lo alto de un cerro, casi pasa desapercibido.
Han hecho una buena obra de restauración. 
Damos una vuelta por el entorno y volvemos al cruce que acabamos de abandonar. 
Frente a nosotros sale una senda.





En su orilla nos llama la atención el letrero.  
En pleno campo de la Solana, una senda de la ballena. Nos deja atónitos. 
Descendemos por ella entre verdes campos de cereal y oscuros robles.





A nuestra izda., Montejurra no nos quita ojo. 



Pasamos junto a un corral hundido y abandonado. 
Doblamos una curva y abandonamos el camino por otro que sale a la izda.



Desde lejos nos ha llamado la atención la vista. 
Subimos hasta allí. 
09:30 horas. Monolito. 




En una de sus caras han puesto, tallada en una losa, una dedicatoria a Patro. Debió ser un pastor porque lo representan con cayado y con su perro. 
Detrás del monolito, al abrigo de la vegetación, hay un banco de madera. Aprovechamos el carasol y echamos un bocado. 
La mañana está fantástica. 
El paisaje es espectacular. 




La sierra de Lóquiz, con su enorme acantilado, cierra el horizonte. 
A la izda de Montejurra divisamos Yoar, la sierra de Cantabria y Valdezcaray. 
En el S., el Moncayo se ha vestido de blanco. 



Nos acercamos a un pequeño mirador que tenemos enfrente y desde el que todavía las vistas son mejores. 
Regresamos al monolito y continuamos el camino. 
10:10 horas. Aljibe de Mozolindo. 



Similar al anterior. Nos entretenemos apreciando su rehabilitación.




Escondido entre las ramas, un pequeño cartel rinde homenaje a alguien conocido del pueblo. 
El camino desciende.
Tomamos un sendero y, cerca de un cartel reivindicativo, llegamos a la carretera y la cruzamos. 
Comenzamos a subir. 
A la izda., un desvío nos invita a acercarnos a visitar una especie de casa grande. 
En su fachada vemos algo que nos sorprende. 






Es un nido de murciélagos.  
Han tenido el buen gusto de tallar algunos ejemplares. 
Continuamos ascendiendo por la senda que traíamos.




Una enorme palomera ocupa un buen trozo de monte. 
El camino gira bruscamente a la izda y llegamos a la zona del acotado. 




En el ribazo, hay un lápida de piedra. 
El camino desciende y se vuelve más ancho. 




Llegamos hasta otra palomera que tiene una cabaña de piedra de refugio.
El entorno está un poco descuidado y el interior de la caseta tiene algo de basura. 
Unos metros más adelante llegamos a los depósitos de agua de Oteiza.
Un señor mayor, con bastón y gorro de lana, nos saluda. 
Le preguntamos si es del pueblo y nos dice que sí. 
Le contamos de dónde venimos y nos cuenta que él es uno de los artífices de las restauraciones. 
- ¿Y lo de la ballena en Oteiza?
Sonríe y nos cuenta la historia: 
- Hace años, uno del pueblo que no era muy espabilado vio que donde salían las aguas residuales de las casas, algo se movía y le pareció que era una ballena. Resultó ser un trozo de lona que tenía un agujero arriba y cuando llegaba el agua a borbotones salía como del lomo de una ballena. Hubo cachondeo general y se popularizó lo de la ballena en Oteiza. Al sendero le hemos llamado así para recordar el suceso. 
Como ve nuestro entusiasmo por todo el recorrido, decide acompañarnos y explicarnos alguna cosa más. 





Nos baja a la orilla de una pieza y nos enseña la Cabaña de los Guardas. 
- Hace ya algunos años, había dos guardas de campo en el pueblo. Cuando se hicieron mayores, como el término es muy grande, se metían aquí y vigilaban hasta donde les llegaba la vista. Por eso, a esta cabaña le llamaban así. También decidimos restaurarla. 
11:55 horas. Cabaña redonda. 




Nos cuenta que la rehabilitaron, pero que tiene un problema de falta de cimentación. 
- Terminará por hundirse - sentencia - ¿Veis la grieta que se le está abriendo junto a la puerta?
De camino al siguiente aljibe, nos cuenta que él conoció de crío a Patro el pastor. 
Para entretenerse y quitarse el frío solía hacer montones pequeños de piedras mientras cuidaba del rebaño. 
Santos, que así se llama nuestro acompañante, con unos cuantos jóvenes del pueblo decidió hacer allá arriba un monolito grande de piedras en homenaje a Patro. Quería ponerlo en un lugar que se viera desde lejos. La verdad es que lo ha conseguido. 
12:00 horas. Aljibe de Mendiguíbel. 



Aparentemente es el mayor de todos. Nos explica que el agua se recoge de la lluvia que se va filtrando por las piedras de la cubierta. Lo mejor es cuando cae una nevada y, al fundirse, va penetrando poco a poco. 
- ¡El agua llama al agua! - exclama.
Después de las explicaciones, nos pregunta si hemos visto en el aljibe anterior, en Mozolindo, la biblioteca...
- ¿La biblioteca? - le decimos mientras pensamos que nos está tomando el pelo. 
- Sí. No hemos puesto todavía el letrero y por eso no la habéis visto. Detrás de los árboles, hemos dejado un cajón con unos cuantos libros: Delibes y algún otro autor. Así, el que llega allí, puede estar un rato leyendo y disfrutando del paraje. 
No salimos de nuestro asombro.
En lugar de seguir la ruta de Sergismundo, Santos nos lleva a una antigua cantera.





Nos enseña la última roca hasta donde llegó la explotación. 
Y en una hondonada, nos muestra algo que le tiene intrigado. 





Una gran piedra trabajada y vaciada a medias que podría ser cualquier cosa, desde una pila para agua, o para aceite. Incluso la pudieran trabajar para hacer una tumba. 
Santos tiene la teoría de que se les rompió mientras la desbastaban, y por eso abandonaron el trabajo. 
Salimos al camino. 
Estamos en el término de La Balsa de Abajo. 
Nos acercamos a ella. 





Una fuente con un buen caudal nos recibe. 
El lugar, como todo lo que hemos visitado hoy, está limpio y cuidado. 





Damos una vuelta por el perímetro de la balsa. 
Salimos de nuevo al camino y nos dirigimos a nuestra última visita. 
12:45 horas. La Tejería. 




También la han rehabilitado. 




- Esta de la izda. era la casa de los Tejeros. Yo los he conocido viviendo aquí.
A la dcha. de lo que queda de la construcción, está el horno. 
De grandes dimensiones, le han puesto una pared de piedras en el frente para que no se pueda entrar en su interior. 





Las paredes son de adobe porque dicen que resisten mejor el fuego. 
Damos una vuelta por encima del horno.




Está todo cerrado con valla metálica para evitar malas caídas. 




Un joven de la localidad publicó hace unos años un estudio sobre la tejería y ha dejado un ejemplar en una de sus paredes para satisfacer la curiosidad de los visitantes. Juanjo me pasa algunos párrafos interesantes. 


“Para muchas personas de Oteiza, La tejería ha sido un edificio que hemos contemplado con cierto misterio cuando éramos niños. Comienza su construcción el 2 de julio de 1798, por ser imperiosa la necesidad de teja y ladrillo. El primer tejero es Miguel Antonio Labedi, residente en Cirauqui. La villa le proporciona la leña y le paga 48 reales fuertes por cada 1.000 tejas o ladrillos”.

En 1801 deben traer la leña de fuera del término de la villa. La tierra la cavaban en los alrededores. En 1816 hacía tejas, ladrillos, ladrilletes y baldosas.

Se interrumpe la producción en 1872, porque Oteiza es ocupada por los liberales en la 3ª Guerra Carlista. Los Carlistas les hostigaban desde las ruinas de la ermita de Santa Bárbara, en el Monte. Tampoco les dejaban cultivar los campos de los alrededores. Por ello, hay escasez de teja y ladrillo.

En 1939 La Tejería se saca a subasta, por 250 pesetas al año, pero nadie se la queda. El último contrato a un tejero que la hace funcionar, es de 1950. Se trata de José Hernández Molla y paga 500 pesetas al año.

Siempre hubo en esta instalación dos grandes problemas: el agua escasa y la leña.

Otro aspecto interesante era el transporte de las tejas, ladrillos y baldosas al pueblo. Era un oficio aparte y la llevaban los arrieros con sus carros, cobrando los viajes”. (Miguel Aramendía Garzía) (Tejería y tejeros en Oteiza, Navarra)

13:10 horas. Se ha hecho tarde.
Santos, nuestro acompañante, que tenía intención de ir al monolito, se da cuenta de la hora y nos acompaña al pueblo. 
Llegamos a la plaza y se despide de nosotros. 
Ha sido un placer, y una suerte, compartir este último tramo del recorrido con él. 
Dentro de poco volveremos a hacer la segunda parte del itinerario de los aljibes. 
Nos dice que, aunque también es interesante, es más fea que la que hemos hecho hoy. 

En este enlace se puede ver el recorrido de hoy.