martes, 28 de julio de 2020

Por la orilla del Ega





Domingo, 26 de julio de 2020


Para los días de mucho calor guardo algunas rutas sombrías y frescas. 
Así podemos seguir saliendo al campo y visitar lugares desconocidos y cercanos. 
Sergismundo me mandó hace tiempo un paseo por las orillas del Ega. 
Los señoríos de Arínzano y de Legardeta están a veinte minutos de Tafalla en coche. 
Hoy andaremos por allí. 
Son las 08:30 horas. Aparcamos en la entrada de la finca del Palacio de Legardeta. 
Nuestro termómetro marca 18º. En el cielo no hay ni una nube. 

Al lado del río, no compres viñas, ni olivos ni caseríos. 

Uff!! Viene día de calor. 
Orillamos la carretera en dirección a Estella y enseguida tomamos un camino que desciende. 
El Iranzu es un humilde regacho que se cruza por un puente. 



La vegetación oscurece el cauce y la frescura llega hasta nosotros envuelta en el suave murmullo del agua. 


Montejurra se asoma imponente y con su antena parece rasgar el limpio lienzo azul 
Las flechas y los mojones con la concha azul nos avisan de que hemos entrado en el Camino de Santiago. 
Junto a grandes campos, ya en rastrojo, nos aproximamos poco a poco hasta el río. 


Lo cruzamos por otro puente y abandonamos la ruta jacobea. 
Cambiar de orilla supone entrar en un lugar especial. 



La estrecha senda discurre por un túnel vegetal.
Los sonidos del río y la frescura del arbolado permiten saborear el paseo.





Una vieja tajadera, medio oculta en una orilla, evoca los aprovechamientos de las abundantes aguas del Ega. 
La senda se acerca a grandes piezas de cereal y se vuelve a ocultar en los sotos. 
09:25 horas. Antigua Central Eléctrica.


Un gran tubo oxidado cruza por encima del camino y nos avisa de su proximidad. 



El edificio, abandonado, alberga en su interior restos de la maquinaria, que nos llenan de asombro.




Seguimos nuestra ruta. 
Entramos en el Señorío de Arínzano. 



Un conjunto de edificios modernos y funcionales conviven con una ermita y una torre antiguas. 
No nos detenemos. Somos conscientes de que estamos en una propiedad privada que, aunque bastante transitada por caminantes y Btt, nos hace sentirnos como unos intrusos. 
Nuestro deseo es molestar lo menos posible. 
El amplio camino nos lleva entre viñedos y algún olivar hasta una presa.
09:45 horas. Presa y almuerzo.



Abandonamos el camino y descendemos unos pocos metros hasta el río. 
Con el rumor de la presa y aprovechando la cantidad de troncos que han depositado las riadas, almorzamos. 



Es un rincón soberbio. A la abundancia de agua hay que añadir la exuberante vegetación. 
Podríamos estar horas en este paraje, pero hay que volver al camino. 
A partir de aquí el trayecto es despejado. 
El sol comienza a calentar a pesar de que es media mañana. 
Algo nos llama la atención. 


Una culebra de escalera ha sido aplastada por algún vehículo o bicicleta.
Tiene buen tamaño. 
Llegamos al coto de pesca. 


Un letrero anuncia, además, la existencia de cangrejos de los denominados "señal". 
El camino continúa entre viñas y algún campo cosechado. 
El río, aunque próximo, se ha alejado de la ruta. 
Echamos de menos sus sombras y su frescura. 
10:30 horas. Puente.




Un hortelano riega sus verduras en un terreno que no tendrá más de un cuartal. 
El ruido monótono de la moto-bomba delata de dónde sale la abundancia del agua. 
Hasta que llegamos a una desviación a la izda., el ir y venir de bicis de montaña es constante. 
Una ligera cuesta asciende por la otra orilla del Ega. 
Veinte minutos más tarde llegamos a una central hidroeléctrica, esta, en pleno rendimiento. 



Nos damos una vuelta contemplando la entrada de las aguas. 
La mañana se ha puesto de calor. 
El sol, vertical, cae inmisericorde sobre nosotros. 




Montejurra, entre los árboles, nos mira en la distancia. 
Seguimos adelante. 
Juanjo llama nuestra atención. 
Entre la abundante vegetación que llena las orillas, nos descubre la flor de orégano





Medio escondidas entre tanta hierba, las pequeñas plantas muestran, con humildad, sus flores lilas. 
El hallazgo da para un rato de conversación.

Entramos de nuevo en la zona en que  se camina junto al río.




Desde este lado, podemos ver la presa en la que hemos almorzado hace un rato. 
Seguimos. 



Unos metros más adelante, llegamos al puente que permite la entrada al Señorío de Arínzano. Tiene un barrera, que está levantada, y una cabina de control. 
Todavía llevamos el río a la izda., que nos permite, de vez en cuando, asomarnos a él y contemplar sus aguas serenas y sombrías.



Estamos a punto de llegar al final de los dos términos. 
11:40 horas. Muga de Legardeta y Arínzano. 




Unos grandes mojones marcan los límites de las dos fincas.



 Vera, la galga, en su infinita curiosidad, ha metido el hocico y otras partes del cuerpo donde no debía. 
Es urgente un buen lavado. 
Llegamos a una balsa que, comprobamos, es profunda. 



Damián, con bastante esfuerzo, consigue meter a Vera en ella y limpiar sus pegajosas patas. 
A las 12:00 horas llegamos donde tenemos aparcados los coches. 
Las cantimploras están casi vacías. 
El calor aprieta.
La excursión ha sido estupenda. Un paseo por un lugar escondido y lleno de vida, de campos y viñas... de cultura. 

En este enlace se puede ver el recorrido de Sergismundo, que hemos seguido nosotros hoy. 



Harina de otro Costapor Juanjo Costa

EL SEÑORÍO DE ARÍNZANO, LOS RÍOS EGA y EGO y UNA CENTRAL ELÉCTRICA OLVIDADA

De este rincón, a orillas del río Ega, casi al final de la carretera que une Tafalla y Estella no tenía yo noticia. Por eso, lo primero es buscar datos y sumergirnos en la historia.
 Según nos dice el Diccionario de Madoz, 1845-1850 (facsímil, Ámbito ediciones, Valladolid 1986): “Es un caserío del valle de la Solana en la provincia de Navarra, merindad y partido judicial de Estella (a 1 legua), término, jurisdicción y feligresía de Aberin (a media legua). Sito en terreno desigual con libre ventilación y clima saludable. Tiene 3 casas de mediana fábrica y con las comodidades que la labranza exige. Confina por el N. con el término de Villatuerta (a 3 cuartos de legua); por el E. con el de Oteiza (a 1 legua); por el S. con el de Aberin (a media legua) y por el O. con el de Echavarri (a 1 cuarto de legua).
El terreno es de buena calidad y se halla fertilizado por las aguas del río Ega, las que también aprovechan los habitantes para consumo de sus casas y abrevadero de los ganados. Produce trigo, cebada, maíz, vino, aceite, legumbres y hortalizas. Sostiene ganado vacuno, mular, de lana y cabrío. Población 4 vecinos y 20 almas. Contribución con Aberin”.
El tomo I de la Gran Enciclopedia Navarra (CAN Pamplona 1990) apunta sobre el mismo lugar: “Arínzano es un caserío de Aberin y antiguo lugar histórico del Valle de la Solana, Merindad de Estella. Situado sobre terreno irregular a orillas del río Ega. Limita al norte con Villatuerta, al sur con tierras de Aberin, al este con Oteiza y al oeste con los picos de Montejurra.
Historia: Antiguo lugar de señorío nobiliario. Se documenta ya en 1055 como sobrenombre locativo del Senior Sancho Fortuñones, que dio heredades en el término al monasterio de Santa María de Iquirre, incorporado luego a la abadía de Irache. Esta última adquirió más adelante varias viñas (1143) y la mitad del “monasterio” local de Santa maría (1158), donada por sus titulares, Gonzalo de Azagra y su esposa María López. El monasterio de Iranzu recibió en el siglo XIII la facultad de extraer en el término las “muelas” necesarias para todas sus “ruedas” o molinos. Las crisis de la siguiente centuria debieron afectar gravemente a la pequeña población, reduciéndola a dos fuegos en 1366 y liberada en 1434 del gravamen de cuarteles. Consta en la copia de 1780 de la nómina de palacios de “cabo de armería”.
Con la reordenación municipal de la primera mitad del siglo XIX se incluyó en el municipio de Aberin. En 1543 era señor de Arínzano el vecino de Estella Jerónimo de Eulate y en 1715 el palacio del lugar pertenecía al mayorazgo de Bidaurreta que poseía Teresa González de Bidaurreta, esposa del marqués de Zabalegui. En el diccionario de la Academia de la Historia, de 1802, ya no consta que esté sometido a régimen señorial.
Arte: En su emplazamiento se levanta la iglesia de San Martín, edificio neoclásico del siglo XIX, que ha sido relacionado con la arquitectura de Ugartemendía y Silvestre Pérez. Se reduce a una sencilla y pequeña nave rectangular cubierta por bóvedas de medio cañón. Su fachada de sillería, ofrece un paramento rectangular cajeado con frontón recto de remate, coronado por esculturas barrocas de guerreros, procedentes del Ayuntamiento de Pamplona; marca su eje una puerta adintelada, bajo guardapolvos. Preside el templo un retablo barroco del siglo XVIII, provisto de columnas salomónicas ricamente decoradas; alberga una talla del titular de la iglesia, de esa misma centuria, y otra de la Virgen con el niño, bella obra renacentista de mediados del siglo XVI. También decoran este recinto diversos lienzos del siglo XVIII. En la sacristía se conserva una talla gótica de San Martín, perteneciente al siglo XIV.
Palacio: En las inmediaciones de la iglesia se localiza el Palacio de cabo de Armería con diversas edificaciones del siglo XVI, ampliadas con otras más modernas, todas ellas dispuestas en torno a un patio. Sobresale una robusta torre de sillería, en cuyo coronamiento aparecen dos esculturas barrocas de héroes mitológicos, compañeras de las citadas en la iglesia.
Hacia 1520 pertenecía a mosén López de Eulate, que se titulaba señor de Arínzano. Otro palaciano del mismo nombre percibía en 1576 un acostamiento de 25.000 maravedís. En 1601 dicha asignación le fue otorgada, con aumento de 5.000 más, a Jerónimo Vélez de Eulate, en atención a los servicios hechos por sus predecesores. Según la relación de la Cámara de Comptos de 1723, pertenecía en esa fecha al marqués de Zabalegui, título creado en 1691 en la persona de Francisco Juániz de Muruzábal y Echálaz. Según el libro de Armería, mosén López de Eulate, consejero del rey don Juan de Labrit, traía por armas a principios del XVI el escudo de Navarra cortado con otro de azur y dos lobos de sable con bordura de doce sotueres de oro”.
Acerca del Señorío en los tiempos actuales, omito toda información porque la podéis hallar abundante en Internet. En el tintero, me queda la pregunta de cómo llegaron a dicho lugar los cíclopes y compañía, procedentes de Pamplona. A resolver en el futuro. También es muy interesante el que fuera lugar de extracción de piedra para fabricar ruedas de molino para las posesiones de este tipo del monasterio de Iranzu. 



2. El Río Ega y el río Ego, una pareja a distancia. “Bizkaia maite” (Benito Lertxundi)
Al hablar de nuestro Ega el tomo IV de la Gran Enciclopedia Navarra (CAN Pamplona 1990). Dice que:
“Curso fluvial de la Navarra Media occidental que nace en el término alavés de Lagrán, a una altitud de 900 m. (…) Su longitud es de 113 km y drena una superficie de 1.497 km²de los que 1.077 pertenecen a Navarra (…) Tiene una altitud media de 681 m. (…) Con un máximo en febrero (67 Hm³) y un mínimo en agosto (10 Hm³). Tiene un promedio de 5 crecidas, fundamentalmente invernales, que afectan a un total de 20 días”.
De sobra es conocido el refrán de cómo se hace varón el río Ebro y en lo que toma parte el río que nos ocupa. Mucho hay escrito sobre él y es fácil informarse sobre su idiosincrasia. A mí, lo que más me llama la atención es que se dice (no recuerdo dónde lo leí) que antes de la época de los Planes de Desarrollo, cuando había una boda en Estella encargaban a alguno de los pescadores, cuasi profesionales, que suministraran las truchas suficientes para el convite. Se llegaban a pescar 75 o 100 para cada evento y, está documentado que alguno de los ejemplares era de tamaño considerable. El cebo más empleado para conseguir estas hazañas era la chipa. En este sentido “cualquiera tiempo pasado fue mejor”.   
Como asunto curioso he sabido que hay en Vizcaya un río llamado Ego. Cuando menos por su similitud fonética el caso ha despertado mi curiosidad. Más aún si os confieso que su corto recorrido transcurre por las tierras donde nació y creció mi abuelo paterno Manuel Martín Costa Mallaviabarrena, del caserío de Mallaviabarrena, en Ermua.
Ahora recurro a la Wikipedia: “El río Ego es un río situado en el norte de España, en la Cornisa Cantábrica, y es el principal afluente del Deva. Nace en las proximidades del puerto de Trabakua, en las faldas del monte Oiz, en el municipio vizcaíno de Mallavia, y desemboca en el Deva, en el barrio eibarrés de Málzaga. Tiene 15 km de longitud y discurre por los municipios vizcaínos de Mallavia, (no por su casco urbano), Ermua, donde comienza a ser duramente urbano y a estar encauzado y cubierto en algunos tramos, y Zaldívar (por el territorio de este municipio que pertenece a la cuenca del Deva), entrando en Guipúzcoa por Éibar, donde vuelve a ser domesticado hasta el extremo de que, prácticamente, en todo su recorrido por el casco urbano de Éibar está cubierto, volviendo a la luz en los últimos kilómetros del mismo. Desde su entrada a Ermua el río se ve muy afectado en todos sus aspectos: cauce, orillas, aguas (…) La agresión al cauce es extremadamente alta, tanto por las alteraciones de sus orillas debidas al desarrollo urbano e industrial (…) como por la contaminación por vertidos de todo tipo, al propio río Ego y a sus afluentes (…) Al final de su recorrido, ya en Málzaga, el río recupera parte de la naturaleza de sus orillas y se una con el Deva. En este punto tiene 25 metros de anchura (…) Con la construcción de un sistema de recogida de aguas residuales  y su posterior tratamiento, en la planta inaugurada en marzo de 2007 y ubicada en el barrio de Apraiz de Elgóibar, se ha devuelto la limpieza a sus aguas y se espera la recuperación de la vida en ellas(…)
El río Ego, así como algunos de sus afluentes, fueron el suministro de fuerza motriz para muchos molinos y ferrerías, y luego centrales hidroeléctricas, que impulsaron la industria de la localidad. En la Edad Media se creó la institución “Val de Ego” que gestionaba la producción ferrona del valle.
¿Os suena el nombre de algunos lugares que he mencionado? Desgraciadamente, el asunto de la contaminación es de ayer y de hoy.
Cuando le pregunto por sus recuerdos de infancia en el caserío de sus abuelos, cerca del cual discurría este río, mi padre se dispara con sus historias: El barrio Errekatxo de Éibar, donde vivían en casa de los parientes, durante la Guerra Civil; Éibar destruida por las bombas; cómo tenía que subir a por leche al caserío de los abuelos y un kilómetro y le  parecía mucha distancia. La romería a Nuestra Señora de Arrate y el piano que subió el abuelo Manuel Martín al hombro a la dicha ermita. Y cuando también el abuelo tuvo que sacar a su madre de la cocina del caserío, porque bajaba una riada terrible y el agua entró a la cocina y se llevaba a la buena mujer. No se acuerda del año, pero dice que él tenía 7. Siempre termina su historia comentando que un huracán terrible (recordemos que lo vio con ojos de niño) arrancó un pino que crecía cerca del caserío y que era “así de grande” (abre los brazos todo lo que puede). Añade que tenía el tronco tan grueso que “no lo abarcaban cinco hombres” (ya vemos que la hipérbole mantiene una proporción directa con la edad).
Como nació en 1932, todos estos hechos debieron ocurrir ser al final de la guerra, en 1939 o 1940.
           
3. La electricidad y el río (AC/DC: “Highway to Hell”)
            Confieso que una de las cosas que más me ha impresionado del paseo por este “fundus” romano-medieval de Arínzano y aledaños (con el río, las presas, los canales, sus viñas, el privilegiado microclima, las grandes encinas, la riqueza de colorido y de sonido de los sotos, los altos de vegetación tupida y grandes bloques de arenisca, dispersos aquí y allá) ha sido la vieja central eléctrica, abandonada.
Es sabido que uno de los prodigios que se produjeron en el primer tercio del siglo XX fueron las “electras” que se instalaron en gran parte de los cauces navarros y que supusieron el primer contacto con esta fuente de energía que tanto ayudó a mejorar la vida de nuestros abuelos (varias de ellas siguen en funcionamiento todavía). Son las herederas directas de los miles de molinos “de pan traer” que había en la casi totalidad de los pueblos de nuestra querida Navarra. Pero lo de la electricidad era diferente. Uno de mis más profundos recuerdos de la infancia es el de haber ido a pescar a la “Central de Mendigorría”, con mi padre y mis amigos. Aquella casona, abandonada ya, pero a través de la cual transcurría parte de la corriente del río Arga y cuyas corrientes imponían por su fuerza y su contundencia, representan alguno de los más hondos recuerdos que guardo de la fuerza del agua en la naturaleza. No os digo nada si, en aquel tiempo, hubiera sabido que está justo debajo de la ciudad romana de Andelos, cuyo perímetro, aún sin excavar del todo, llega hasta los taludes que bajan hasta el Arga, por aquel lugar.
Pero, volviendo al día que nos ocupa, el entrar en aquella fábrica abandonada y semiderruida y ver los grandes tubos por donde el agua llegaba a las turbinas, los ciclópeos motores gripados por la herrumbre y el desuso, las fuertes diferenciales que aún colgaban de sus soportes en el techo y con las que se movían las pesadas piezas de la maquinaria (por no hablar de cómo la suciedad, la incuria y la vegetación se iban comiendo el orgullo del ingenio humano) me produjo una gran nostalgia y un sincero sentimiento de admiración hacia los hombres que habían sido capaces de transformar las aguas detenidas por una de las magníficas presas que hay en todos nuestros ríos, convenientemente guiadas por un canal, hasta el lugar en que el hierro, el acero y la inteligencia consiguieron vencer, ya para siempre, a las tinieblas nocturnas que tanto aterrorizaron a nuestros ancestros, desde el Paleolítico y aún antes.
Como colofón a este sentido comentario, tres referencias. Primero citar una novela que tiene que ver con las electras, “La última cigüeña”, de Felix Urabayen, escritor navarro cuya obra debería ser más conocida (“El barrio maldito”, sobre los agotes en Arizcun; “Centauros del pirineo”, acerca de los contrabandistas y una novela póstuma de hambre y gastronomía, “Bajo los robles navarros”, amén de otras obras).  
Segundo, el apunte que trae don José maría Iribarren en uno de sus libros. Como escribo de memoria, no sé si es el “Batiburrillo navarro” o “Cajón de sastre”, pero eso no viene al caso, ahora. El Maestro Iribarren, transcribe en una de sus obras, que en la Plaza de don Francisco de Navarra, en fiestas, el ilustre Ayuntamiento tafallés había instalado para alegrar el baile un sinfín de bombillas. El asunto traía de cabeza a dos amigos, que ya llevaban varios días discurriendo cómo podía ser que de la “Electra de Mendigorría”, utilizando agua,  llegase aquel prodigio que hacía encenderse las bombillas (“…sin llama, sin gas, ¿qué misterio era aquel…?). Además, habían oído que se trataba de un “fluido”. Iban comentando el caso y uno de los dos contertulios se fijó en que todo el aparetaje de luces y cables terminaba en uno más grueso que parecía bajar del Alto de Santa Lucía. De pronto, a uno de los dos, seguramente el más “iluminado” por el vino de la Cooperativa Vinícola de Tafalla, que llevaban trasegando toda la tarde, se le “encendió la bombilla” y comenzó a reír:
-       Je, je… jo, jo… (no se podía aguantar).
-       Pero, ¿qué te pasa, chico, te ha dau la reidera u qué? - le espetó el amigo.
-       Je, je… jo, jo – continuaba el beodo- Que ya sé cómo se encienden las bombillas. ¿Ves el cable gordo que llega desde allí arriba?
-       Pues sí, contestó el otro.
-       Pues ¡quiá!, que por ahí llega “el caldico” que enciende las bombillas y que viene desde Mendigorría hasta el alto y “aluego” baja hasta aquí. ¿Lo ves?
El otro, pensativo, no supo qué contestar y dio por buena la teoría de su compañero, quizá por aquello del “fluido”.
(Se supone que, luego, ambos seguirían la ronda, bien “iluminados”, por dentro y por fuera).
            La tercera es muy breve y real “como la vida misma”. Nos la contó un tafallés “de pro”, hijo del protagonista, ejecutor de la “faena”. Por la época en que se popularizó la energía eléctrica, había dos clases de usuarios: a unos, los más pudientes, se les proporcionaba energía durante todo el día y a otros, los más menesterosos, solo por la noche y se desconectaba al amanecer. A esta última modalidad de suministro se la llamaba “la luz de los pobres”. (¿Cualquiera tiempo pasado fue mejor?... Ja). Buen camino. Vale.





miércoles, 22 de julio de 2020

Un domingo en Etxaleku




Domingo, 19 de julio de 2020


En coche, a una hora escasa de Tafalla, existe un pequeño paraíso. 
En el valle de Imotz, entre bosques y verdes prados, está Etxaleku. 
Hoy vamos a pasar el día allí. 
Como el lugar se sale del ámbito de los "recorridos por el término de Tafalla y alrededores" que subtitula este blog, me limito a recoger las colaboraciones de dos buenos amigos. 

El recorrido en Wikiloc es de Damián y, por qué no decirlo, de su fiel galga Vera.


Y la magnífica aportación histórico-etnográfica de Juanjo Costa. 

Gracias a los dos. 



Harina de otro Costapor Juanjo Costa

ETXALEKU. VALLE DE IMOTZ 

1. La Navarra donde se ha parado el tiempo (Ingurutxo de Iribas). Un pueblo.
“ETXALEKU (Valle de Imotz)


            Aquí no se cruzan los caminos. Incluso el principal queda relegado a la servidumbre de los pueblos, de las casas, de las vacas y, cómo no, de las personas. A seis kilómetros justos de este lugar, discurre una perfecta autovía que comunica Pamplona con san Sebastián ¡y más allá! Esta vía sí que costó, en su día, “sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas”. Pero eso fue antaño (aunque pasó, aún hay heridas sin cicatrizar). Hogaño, salimos de Tafalla, enfilamos en Pueyo el corredor al norte y, cómodamente, tras apearnos en Latasa de Imoz (gemela de la cercana Latasa de Odieta, a la que los textos antiguos llamaban “Latasa cabe Ripa”, para distinguirla de la primera), llegamos a nuestro destino.
            Según nos dice el Diccionario de Madoz, 1845-1850. Facsímil de Ámbito ediciones, Valladolid 1986: “Es lugar con ayuntamiento en el valle de Imoz (…) situado a la izquierda del río Larraun, en una pequeña llanura, rodeada por N y S de los montes de Basaburua Mayor. Clima sano y los vientos reinantes N y NE. Tiene 60 casas, escuela asistida por 20 niños y 10 niñas, cuyo maestro hace de secretario del Ayuntamiento y percibe de dotación por ambos conceptos 1. 180 reales. Iglesia parroquial de san Esteban, servida por un cura y cementerio próximo a la misma y dos fuentes no muy distantes (…) Los montes están poblados de robles, arbustos y pastos. El terreno es bastante estéril (…) Produce trigo, maíz, patatas y legumbres. Cría ganado vacuno, lanar y de cerda. La industria la componen un molino harinero, además de la arriería. Población 60 vecinos, 250 almas.”
         Veamos, ahora, qué actualiza el tomo IV de la Gran Enciclopedia Navarra (CAN Pamplona 1990). Dice que: “Se encuentra situado hacia el norte del término de Imotz (…) y limita al N con Yaben, Garzaron  y Erviti. Al S con Oscoz y Eraso, al E con Beunza y al O con Udabe. Tiene Cooperativa agrícola- Caja rural de Imoz fundada el tres de junio de 1906. Se realizó la concentración parcelaria en 1977.
         Es una villa de señorío realengo y su pecha actualizada por el rey Sancho VI el Sabio (1193) con los demás lugares del valle, suponía en 1280 la cantidad de 38 sueldos más 10 cahíces, 3 robos y 2 cuartales de avena. En 1705 pagaba Imoz de pecha al real patrimonio tres robos de avena y un real y medio por los montes de los lugares despoblados de Aizároz y Equizaburúa (…) En 1847 tenía escuela (…) El retablo de la parroquia de San esteban se atribuye a Juan de Beruete, que vivió a comienzos del siglo XVII (…) En el caserío distribuido en distintos niveles abundan viviendas de grandes dimensiones cubiertas a dos aguas.
El tomo VI de la misma obra apunta que: “El estrecho diapiro de Echalecu (sic), de rumbo N-S, formado por arcillas abigarradas de Keuper (Triásico), entre las que asoman pequeños apuntamientos del Cretácico Superior, de facies flysch, con bancos de calizas intercalados, plegados en forma de dos sinclinales de eje NNO-SSE, separado por un diapiro. Todo el término está drenado hacia el sistema fluvial Larráun-Basaburúa (pido perdón, pero reconozco que me gusta la geología). El clima es húmedo, las temperaturas bajas de tipo subatlántico, sin sequía estival en invierno y moderadas en verano. Algunos de sus valores medios son : 8º-11ºC de temperatura y 1.200-1.500 mm de precipitaciones, caídas en 120-140 días (…) Desde el punto de vista geobotánico el valle pertenece a la provincia botánica de hayedos  y robledales (…)  El escudo del valle es cuartelado. 1º y 4º de azur y una cruz trebolada de oro, que recuerda la antigua insignia del palacio de Echalecu; 2º y 3º de oro y un roble de sinople, simbolizando la producción principal del valle, cuyos robles eran muy apreciados para la construcción de la armada real (…) A comienzos del siglo XIX el principal recurso económico era plantar y trasplantar robles que se vendían para realizar barcos para la armada española. 

Los castaños plantados anteriormente habían comenzado a dar frutos.”


2. El Valle de Imotz. Esku dantza de Imotz
No me resisto a consultar y transmitiros, a su vez, lo que escribe el maestro Don Julio Caro Baroja en el Tomo IV de la Casa en Navarra (CAN Pamplona 1982) sobre el valle de Imoz y que puede completar esta breve visita al mismo.
“Pasando de Ulzama y de Anue al Sur y limitados al Oeste por Larráun hay, ya poco antes de la cuenca de Pamplona, unos cuantos valles pequeños, que no dejan de tener individualidad propia, en alguno de los cuales la ganta mayor habla el vasco en forma dialectal no suficientemente conocida, y que encierran algunas sorpresas. Uno de los que tienen pueblos más interesantes es el de Imoz, donde el vasco está más vivo que en otros. El valle como tal aparece ya con un fuero concedido por Sancho el sabio en agosto del año 1193 (…) En el tributo la avena desempeña el papel principal. El nombre es difícil determinar qué significa, como ocurre con otros muchos de los que terminan en “oz” (“otze”) (…) “Val de Ymoz” aparece en 1280 y la lista de sus pueblos va sufriendo ligeras variaciones hasta llegar a los apeos más modernos: Echalecu, Urriza, Latasa, Goldaraz, Eraso, Oscoz, Zarranz y Múzquiz (…) El valle tiene 4.279,573 hectáreas y el año 1802 contaba con 1036 habitantes. Sus ejes fluviales son muy pequeños, excepto el río Larráun que corre en un trayecto no muy largo por la parte occidental del valle, los varios “barrancos” que hay en el mismo condicionan la posición de los pueblos. La industria principal consistía en plantar y trasplantar robles los cuales luego se vendían a la Armada; es decir, que la arquitectura naval en madera tenía un papel importante en el desenvolvimiento económico de la zona. Parece que la hoja del roble y el estiercol de los ganados vacuno, lanar y de cerda, producían un abono excelente, de suerte que se daban también buenas cosechas de trigo y maíz. Por último, se indica que “de poco tiempo acá se cultivan los castaños con muy conocida ventaja”.
Desde el punto de vista de las comunicaciones antiguas hay que advertir que por el valle, de Sur a Norte, entrando por Múzquiz y saliendo por encima de Echalecu, pasaba el camino que iba de Pamplona a Goizueta y de allí a Guipúzcoa, un camino de bastante importancia que es el número 17 de los que da el brigadier Ramírez Arcas en su “Itinerario descriptivo, geográfico, estadístico y mapa de Navarra. Pamplona 1848” (…) Todos los pueblos del valle, núcleos pequeños, tienen casas parecidas: Grandes edificios del siglo XVIII, con extensas cubiertas a dos aguas, algunos de a cuatro con aire más señorial. En algún caso (el palacio antiguo de Eraso), alguno de los linajes es conocido desde antiguo y fue acumulando mercedes y en el siglo XVI es de los que tiene la confianza de Carlos V y Felipe II. Garibay se refiere a él y al palacio, como relacionado con San Miguel de Aralar.
Para tratarse de un lugar un tanto recóndito (y más en aquellos tiempos lejanos) las amistades no son menores. Posiblemente, tendría que ver con lo mencionado anteriormente del aporte del valle a la construcción de los barcos que contribuyeron a la gran hazaña española del descubrimiento de América.



                                   
3.Pero no solo de hayas, robles, casonas, campos y vacas vive el hombre. Desde el fondo de los tiempos: El viejo Euskera.”Kontrapas”, de Xabier Lete.
            No entraremos ahora a averiguar por qué al norte de Pamplona no se produce el fenómeno de sinecismo (agrupamiento de poblamientos cercanos en uno mayor) que tanto se da al sur de la capital. Este hecho tiene que ver con la romanización y la zona que nos ocupa hoy no tuvo que ver mucho con la misma, si exceptuamos el asunto de las vías de comunicación.
            Este proverbial aislamiento ha propiciado que en este valle se haya conservado la lengua (curiosamente más cuanto más se alejaban las poblaciones de los caminos principales). De las variedades fundamentales que se hablaron en Navarra aquí ha pervivido el “Altonavarro septentrional” (aún vivo) y este valle es muga, precisamente con el “Altonavarro meridional” que era el que se hablaba en la zona central del reino y que llegaba por el sur hasta el contiguo valle de Juslapeña. Tomo los datos del magnífico mapa “Carte des sept provinces Basques montrant la délimitation actuelle de l’euscara. Par le Prince Louis-Lucien Bonaparte. Londres 1863”, una herramienta fundamental y milagrosa que nos ha permitido conocer la evolución de una de nuestras lenguas, a partir del siglo XIX.
            Traigo a colación el asunto porque en este valle de Imotz nació y vivió una de las figuras más señeras del bertsolarismo navarro a caballo de los siglos XIX y XX: Andrés Astiz Odériz (1863-1924), “el bertsolari de Goldaraz”, cuya producción literaria, oral, fue recogida por Príncipe de Viana en el libro “Goldarazko bertsolariaren kontu eta bertsoak. Iruña 1960). Era un hombre de imaginación y verbo fecundo (amén de padre prolífico de 18 hijos en varios matrimonios) que colaboró con el padre Resurrección María de Azkue primer director de Euskaltzaindia) en la gran recopilación en cuatro volúmenes este tituló “Euskalerriaren Yakintza”.  
            Hasta tal punto era persona “shelebre” en el valle que, como dice su hijo Franzisko Astiz Arregui (Aita Andrés, Pasionista) en el libro de Príncipe de Viana antes citado:
-       Erriko jaietan, Andrés astiz ez bazan, dena alperrik…etza festarik (Si en las fiestas del pueblo no estaba Andrés Astiz, todo era en vano… no había fiestas).
Era también, como se estilaba por nuestra Navarra un gran pelotazale. Para finalizar, transcribiré una de las cancioncillas que nuestro hombre enseñó a don Resurrección y que este transcribe en el Tomo IV de su obra. El euskera es absolutamente dialectal y, claro está le falta la melodía:
1.   Txolin txolin barbero, Bilabonako semea txintxintxin.
Andratxo batek txintxintxintxin antxe zeduzkan rau rau rau
Iru alaba politak txin txin txin.
2.   Eskatu nion txintxintxin bat bear nuela neronek rau raurau.
Errespuesta txintxintxin eman ziraden raurauraurau txaketa zarra
Neukala txintxintxin.
(Chilín cholín barbero, hijo de Villabona chinchinchín.
Una mujercita chinchinchinchín allí tenía tres lindas hijas chinchinchín.
Le pedí yo chinchinchinchín que una necesitaba yo rauraurau,
la respuesta chinchinchín me la dio rauraurau, que tenía yo chaqueta vieja chinchinchín.)
Para la próxima vez que los Caminantes visitemos este valle, un refrán:
“ Behi ta ardiak gorputzan inarrostu geroz, nekhaitza”  (Si las vacas y las ovejas sacuden el cuerpo, tempestad).
Buen camino. Vale.



miércoles, 15 de julio de 2020

Una visita al Turbil



Domingo, 12 de julio de 2020

Este domingo no hemos salido a andar. 
Hay que estar con los amigos en los momentos buenos y en los malos. 
Como el jueves tengo previsto grabar en el Turbil con Zona Media Televisión, le pedí a Juanjo que me mandara su colaboración sobre este enclave tan interesante. 
Como siempre, su aportación es magnífica. 
Os dejo con él. 


Harina de otro Costapor Juanjo Costa


EL TURBIL. EL PRIMER POBLAMIENTO IMPORTANTE DE LA VEGA DEL CIDACOS 

1. Datos actuales sobre Beire

“BEIRE
            Villa y municipio en la merindad de Olite, partido judicial de Tafalla, con el término municipal (22. 7 kilómetros cuadrados) limitado por los de San martín de Unx (N), Ujué(E), Pitillas (S) y Olite (O). El río Cidacos lo cruza por el extremo suroeste, recoge por su izquierda las aguas de los barrancos que bajan de San Martín de Unx y de Ujué. El pueblo se localiza igualmente sobre la margen izquierda. El territorio es bastante llano, dominado por los montes de Ujué.
Clima mediterráneo continental; ha desaparecido el arbolado, excepto las alamedas y vegetación ripícola de las márgenes del Zidacos.
Es un municipio eminentemente agrícola. De las 2.270 Has. De superficie total del término, están cultivadas 1.704 (76,3%), dedicándose al cultivo de cereales 1.191 Has, principalmente cebada. En el regadío que se extiende por la vega del Zidacos, se cosechan cereales, espárrago y hortalizas. Durante los últimos decenios el viñedo ha ido desapareciendo, quedando actualmente 141 Has. Los pastos suman 472 Has. (21%).
            Historia: Han aparecido vestigios arqueológicos en Turbil y San Julián.
            Los hombres de Beire, con los de Olite y los de Tafalla, participaron en la batalla de las Navas de Tolosa y fueron los primeros en romper las cadenas que defendían la tienda de Miramamolín (1212), según refiere el arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada. Se atribuye a esta circunstancia el título de “leal” villa que ostenta, y las cadenas del reino que orlan su escudo de armas.
            Fue villa de labradores pecheros de realengo; los reyes concedieron las pechas a diferentes personajes. Don Juan II la dio en señorío a Bernart de Ezpeleta, recuperándola Juan III de Albret (1510). Los Ezpeleta de Beire poseen un palacio de cabo de armería, con derecho a asiento en Cortes del reino (1548). En él nació Jerónimo de Ezpeleta (1543), jesuita, sobrino de San Francisco Javier; ejerció altos cargos en Goa y otras partes y fue propuesto para arzobispo de Granganos, falleciendo en Goa antes de su consagración (1617). Un miembro de la familia, José de Ezpeleta, obtuvo de Carlos IV el título de Conde de Ezpeleta (1795).
            Su población era de 506 habitantes en 1860; superó los 800 en 1920 y, a partir de ese decenio, fue disminuyendo hasta quedar reducidos a 300 en 1986, creciendo ligeramente después (355 en 1990 y 349 en 1991)”.
            (Tomo XL de Toponimia y cartografía de Navarra. Gobierno de Navarra, Pamplona 1997)

2. El Turbil (Los datos sobre este importante yacimiento arqueológico sito en el término de Beire provienen del excelente trabajo:
        “DE ALDEAS A CIUDADES. EL POBLAMIENTO DURANTE EL PRIMER MILENIO a. C. EN NAVARRA. Javier Armendáriz Martija. Gobierno de Navarra 2008”)

A)   Ficha nº66
            Cronología: Bronce final. Hierro Antiguo-Final. Antigüedad tardía-
            Municipio: Beire.
            Comarca geográfica: Valle del Cidacos.
            Longitud (UTM): 616.129.
            Latitud (UTM): 4.703-616.
            Altitud s. n. m.: 435-455.
            Mapa 1/50.000: 206-Peralta.
            Mapa 1/10.000: 206-4.
Ubicación: Valle.
Tipo de emplazamiento: Cumbre.
            Geología: Arcillas y areniscas de la formación Ujué. Mioceno.
            Superficie (m2): 3,4 km.
            Distancia 1er yacimiento: El Cerco (nº 65).
            Distancia 2º yacimiento: 4,4 km. Sabasán (nº 87).
            Toponimia:
Torbil-Tordil (1892), Turvil (1900). En cuanto a su etimología se señala que podría estar compuesta de las voces vascas iturri “fuente” y bil “redonda” (JIMENO JURÍO, 1991-1999). Otras interpretaciones ven un topónimo prerromano, teniendo en cuenta la base de derivación Tur- de turos “fuerte” (BEGUIRISTAIN y JUSUÉ, 1985:96).
            Recursos hídricos:
El oppidum de Turbil está rodeado de varias fuentes. A 600 m. discurren dos barrancos que nacen de la sierra de Ujué, si bien ninguno presenta un caudal de importancia.
            Uso del suelo: Pastos. Antiguamente estuvo cultivado.
            Historia del yacimiento y bibliografía:
Se trata de un yacimiento científicamente conocido desde 1986, cuando es dado a conocer valorándolo como un yacimiento de dilatada trayectoria cultural (BEGUIRISTAIN y JUSUÉ, 1985:96-98). Nuestro trabajo de prospección, reconocimiento topográfico e interpretación del mismo lo convierten, sin duda, en un yacimiento de referencia durante la Segunda Edad del Hierro, pues a todas luces es el oppidum que jerarquizó la ordenación territorial de la Plana de Olite, valle del Cidacos y piedemonte de la Sierra de Ujué hasta la romanización de este territorio (siglo II a. C.).
            Sistema defensivo:
Se trata de un esquema (…) complejo, adaptado a la particular orografía del terreno en este sitio y que aglutina diversos elementos de defensa como son las murallas, fosos, antecastros o torres, puerta en embudo y líneas avanzadas de bancales/fosos y rampas de accesos. Los tres recintos identificados (…) conservan en algunos puntos lienzos de sus murallas.
Tres fosos cortan el espolón sur del conjunto (…) Dos estrechas rampas de acceso permiten entrar al primer y tercer recinto, que parten del mismo espacio, desde donde también se accede al segundo a través de una entrada de embudo. Por último, varias líneas de bancales concéntricos (…) rodean el monte como defensas avanzadas del sistema general.
            Cultura material:
Fundamentalmente está formada por restos cerámicos celtibéricos, que es cuando esta ciudad alcanzó su máximo apogeo (…) También se encuentran cerámicas manufacturadas, molinos de mano y, en menor número, evidencias bajoimperiales romanas y tardoantiguas.
            Valoración:
Esta “ciudad fuerte” de Turbil ocupa una de las más altas elevaciones de la Plana de Olite, (…) desde donde se puede controlar visualmente casi toda la comarca del Cidacos.
            Estado de conservación:
En las últimas décadas ha sido abandonado para los usos agrícolas, que tanto lo alteraron en la primera mitad del siglo XX (…) Sin embargo, durante los ochenta y los noventa ha sido sistemáticamente expoliado (…) en busca de “tesoros ocultos”.

B)   Notas históricas. (Tomadas de la misma obra)
1.     En el valle del Cidacos aparece en el siglo IV a. C. (Hierro I) el enclave del Turbil por la reunión de poblamientos más pequeños de la zona en uno más grande.
2.     La pequeña ciudad-estado del Turbil desaparece, es abandonada, junto a otras similares, durante la romanización, dentro de la primera mitad del siglo II a. C. Esto ocurre tras las llamadas “guerras celtibéricas” (153-133), cuando los romanos conquistan Numancia. Los oppida de Rada y Turbil dan lugar a la ciudad romana de Cara, siempre que este no hubiese dado lugar a un centro que estaría bajo Olite, como supone el autor (otra tercera posibilidad es que su población se repartiera entre Cara y Olite). Aun así, carecemos de datos fiables de si fue abandonado por la fuerza o se produjo de forma natural.
3.     El Turbil, junto a otros yacimientos, son una fuente de información sobre la temprana romanización del Valle del Ebro, que está todavía por explotar.
                                                                     
3.   El Guerrero del Turbil (Rutas arqueológicas en Navarra y más… 30 de agosto de 2016. Blog de Julio Asunción)
“Como asunto extraordinario hay que destacar el descubrimiento de la llamada “Estatua-estela del Turbil”. Es la más antigua estatua de bulto redondo encontrada en Navarra hasta el momento, Tiene más de 2.200 años de antigüedad (siglos V-III a. C.). Representa un guerrero y alcanza casi los tres metros de altura. Fue descubierta en las inmediaciones del castro del Turbil en el año 2010 por el vecino de Olite Julián Algarra. Comunicado el hallazgo al arqueólogo Javier Armendáriz Martija y tras una inspección del lugar de aparición, Javier Armendáriz encontró a siete metros del lugar del hallazgo de la cabeza la parte inferior de la estatua-estela y publicó un estudio sobre la misma en la separata de la revista “Trabajos de Arqueología navarra nº 24 del año 2012”, bajo el título “Hallazgo de una estatua-estela de tipología ibérica en Turbil. Estudio preliminar”.
La estatua-estela de Turbil representa a un guerrero que viste un disco-coraza en su pecho a modo de protección. También podemos considerarla la estatua humana de tipología ibérica más grande de la Península, ya que los restos recuperados alcanzan los 2,55 m. de longitud y los 870 kilos de peso. Falta otro trozo, la parte de debajo de la estela que todavía no se ha encontrado (…) A día de hoy en el lugar se encuentra una reproducción de la estela del guerrero de Beire gracias a una feliz iniciativa del Ayuntamiento de Beire de la que me siento partícipe pues fueron los artículos de este blog referidos al castro de Turbil y a la estela de Beire los que centraron el foco en este gran hallazgo arqueológico.
También tenemos la suerte de poder ver hoy la estela original que ha sido expuesta recientemente en el Museo de Navarra…”

4.   Una apreciación personal
No cabe duda de que vivimos sobre tierras viejas, muy viejas. Aquí el adjetivo no tiene sentido peyorativo alguno. Son tierras viejas desde el punto de vista geológico (prehistórico e histórico, como hemos visto), tierras de paleocanales, de aluvión, areniscas, arcillas, salitre y de una vieja laguna, la de Pitillas o Sabasán, que allá por los años sesenta del siglo veinte mentes poco lúcidas quisieron desecar. El cielo alto, el cierzo fino, la vegetación escasa. Sigue siendo buena tierra para vino, aceite y cereal. Pocos árboles (al sur la “Altarrasa” de Pitillas con sus pinos repoblados ponen una mancha montaraz al horizonte), pero sí romeros, ontinas e ilagas en las ezpuendas; esparto en las vaguadas y los tamarices, preludio de las salitrosas tierras bardeneras.
Tan viejo como la tierra, el tenaz río Cidacos ha acompañado y acompaña, sabio, el devenir de las gentes que han vivido y viven por estas latitudes.
Además de los “Cerros testigo” que se deslizan hacia el sur, al par de la Sierra de Ujué, el paisaje es de transición. Aún estamos en el “Erriberri”, denominación que no debería ser privativa de Olite, sino que habría que extender también a Beire, Pitillas, Murillo el Cuende y, diríamos, hasta a Traibuenas.
Pero, aunque se denomine “Erriberri” (Pueblo nuevo) estos parajes, no son tal. Esta es una denominación “moderna”, si moderna podemos definir a un término acuñado hace unos pocos siglos. Dejamos para otra ocasión el por qué de este término (no hemos hablado todavía de los árabes y sus consecuencias).
Realmente, esta es una tierra antigua, muy antigua, desde el punto de vista prehistórico e histórico. Data, como ocurre por todo el valle del Ebro, arriba y abajo, de varios milenios antes de Cristo. Eso lo hemos visto más arriba, de manos de los expertos.
Para terminar, no me resisto a la “boutade” de traer a colación una anécdota sobre la “datación” de nuestro solar. La cito de memoria, por lo que tergiversaré algo de su contenido original:
“Un joven y afamado médico, persona inteligente, pero de familia humilde, viajaba en tren, hacia su casa de Pamplona, allá por el cambio de los siglos XIX y XX. El convoy atravesaba las tierras entre Caparroso y Tafalla. En su vagón de primera, lo acompañaban, entre otras personas de alcurnia, una condesa que lo era por haberse casado con un aristócrata andaluz, ya entrado en años. La señora, que había entablado una liviana conversación con el mozo, llegado el momento, le espetó en tono condescendiente:
-Sabe, joven, nosotros los condes de XXX datamos del tiempo del rey Felipe II. Nuestra familia es muy antigua. ¡Incluso hay quien habla de los visigodos!
El galeno, buen psicólogo y que ya había “calado” la raigambre cateta de su interlocutora, tras un momento de silencio, levantó la vista y vio, a lo lejos, la silueta de la fortaleza de Ujué recortada contra el cielo. Con parsimonia, sin pretender ser ofensivo, pero sí contundente, para acallar los aires de grandeza con los que la buena señora le venía aburriendo, levantó la vista, la miró a los ojos y le dijo con voz clara y grave:
- Mire, señora. Yo soy navarro. Precisamente he nacido en uno de los pueblos que ahora estamos atravesando y, francamente, tengo que decirle que no sé de cuando data nuestra alcurnia, porque ¿sabe? los navarros somos tan antiguos que… ¡no datamos!
El resto del viaje, como puede suponerse, transcurrió en silencio”.
  Con los años, vamos aprendiendo que las normas más elementales para aprender a vivir dignamente son tres, a saber: 1. Humildad para escuchar. 2. Humildad para hablar y 3. Humildad para callar(el que tenga ojos, que lea).
Buen camino. Vale.