miércoles, 9 de septiembre de 2020

Final de la trilogía de El Plano



Domingo, 6 de septiembre de 2020

En Navarra hay un valle muy conocido que ha incrementado su fama debido a la publicación de una trilogía. 

Nosotros, modestamente, también hemos querido hacer una trilogía de un lugar entrañable y visitado: El Plano. 

Los días 2 y 23 de agosto hicimos las dos primeras "entregas" y hoy vamos a hacer la tercera. 

Son las 08:00 horas. Luce el sol y un cierzo, suave pero constante, nos obliga a salir abrigados. El termómetro marca 16º. Vamos a tener una mañana estupenda para caminar.

Septiembre, el que no tenga ropa que tiemble.

Aparcamos un poco más adelante del camping de Olite y salimos. 

Nada más cruzar la autopista por un puente, tomamos una senda que se dirige hacia el Monte, donde ya aparece la primera curiosidad. 


Un pozo abandonado, de nueva construcción, hecho para recoger las aguas de la ladera. 

Nos adentramos en la espesura del bosque. 

Unos tímidos ladridos y el tintineo de campanillas se acercan hasta nosotros. Son los perros de los cazadores, que hoy también están al conejo. 


Pasamos junto a una pequeña balsa artificial y seguimos nuestra ruta. 

En un claro del sendero encontramos un conejo muerto. 

Debe de llevar varios días porque ni los perros le hacen caso. 


Los postes indicadores de las nuevas rutas BTT proliferan a los lados del camino.

Por camino ancho, llegamos a la zona de palomeras. 

Hay varios puestos con sus números correspondientes.


En la base, amarrados al andamio, alguien ha tenido la feliz idea de colocar unos cestos de goma para depositar los desperdicios: botellas, cartuchos y otros desechos. 


Esperemos que sea un ejemplo que se extienda. No cuesta nada y se consigue mantener el entorno limpio.  

Pasamos junto a la Balsa del Monte. Es la de más arriba. La grande, que queda más abajo, nos la oculta el arbolado. 

El sendero se estrecha y nos introduce en el bosque. 

Como hace quince días, nos sorprende la espesura de encinas, coscojas y enebros. 

Es un auténtico placer caminar por estos lugares. 

El trayecto es largo. Algunas veces, la senda discurre por la pendiente y nos obliga a clavar el bastón para bajar con seguridad. 

En otros momentos, llaneamos tranquilos, disfrutando de lo que nos rodea. 

Salimos al borde del bosque. 

Damos vista a El Saso. 

09:45 horas. Corral de Berico. 

Unos metros más adelante descubrimos las ruinas del Corral. 

Las tierras de esta corraliza constituyeron la base de la Fundación Berico. El dinero que se obtenía, por voluntad de sus propietarios, Juan y Ángeles Berico, se dedicaba a que, en los colegios de Tafalla, los niños más necesitados pudieran comer en lo que entonces se denominaban "cantinas escolares".

Damos una vuelta por sus alrededores y buscamos un abrigo del cierzo para almorzar. 

Cuando terminamos, decidimos apartarnos de la ruta que llevamos para acercarnos, aunque sea de lejos, al Caserío de Arroyo. 

Caminamos entre pinos y encinas hasta que lo distinguimos en un pequeño cerro. Otro día programaremos una excursión por allí. 

Año 1796. La animosidad entre el vecindario y los soldados del hospital de San Antonio de Olite, degeneró en un combate sangriento en las calles la noche del 2 de agosto. Unos cuarenta de éstos atacaron a la gente con el pretexto de que se había disparado contra las ventanas y puerta del citado centro, matando a un paisano e hiriendo a varios más. El pueblo se amotinó, las campanas fueron tocadas a rebato y la lucha duró cuatro horas, resultando muerto un soldado. Algunos de sus compañeros marcharon hacia Tafalla a reponer las municiones y hubo que enviar un destacamento de este punto para restablecer el orden. (Rincones de la Historia de Navarra)(Florencio Idoate)

Volvemos a Berico y nos adentramos en el encinar. 

Cuando salimos del bosquete, nos encontramos con una piedra de muga. 

A nuestra izda. El Saso se abre imponente. Los caserios de Manuel, Gregorico y la Chiquitina se ven diminutos. Al fondo, Montejurra, Lókiz y Andía. 

El cierzo sopla con fuerza. 

Una senda estrecha nos lleva hacia el Plano tafallés. 

11:35 horas. Pasamos junto a una pequeña cantera de cal. 

El desprendimiento ha sido reciente porque las rocas están todavía muy blanquecinas. Juanjo nos comenta la importancia de la cal a lo largo de la historia. Era tanta que, en Navarra, su titularidad la ostentaban los reyes. 

Un poste nuevo espera al final del sendero. 

Enseguida llegamos a la Cruceta y caminamos hacia el E. 

En la Balsa de la Muga, todavía hay algo de agua. Los carrizos invaden su lecho y casi impiden verla.  

Avanzamos por el camino que es muga entre Tafalla y Olite. 

12:15 horas. Santa Brígida. 


Hay varios coches y algo de gente. No nos detenemos.

Junto a una mesa, entre árboles, tomamos la senda que se adentra por el monte. 

Salimos a un camino ancho y pasamos junto al Corral del Monte. 

Han sacado la alchirria porque, cuando pasamos por aquí hace quince días, el montón de estiércol no estaba. 

Seguimos el camino que desciende, buscando el puente sobre la autopista que hemos cruzado por la mañana, y llegamos al coche. 

12:40 horas. Otra bonita excursión por la parte, para los tafalleses, más alejada del Plano. Nos hemos encontrado con ciclistas y cazadores. Un territorio vivo. 

Y aquí termina nuestra particular Trilogía del Plano. 


En este enlace se puede ver la ruta de Millanja, que es la hemos seguido nosotros hoy. 


Harina de otro Costapor Juanjo Costa


Una ermita desaparecida, la Ermita de San Miguel de Olite (6 de septiembre de 2020, domingo)

                

Algunos datos sobre la Ermita de San Miguel del Monte

           

 

            Hemos vuelto otra vez a caminar por el Monte Encinar de Olite. Esta vez, como habéis podido ver, siguiendo un nuevo itinerario a caballo entre Olite y Tafalla. Hemos descubierto algunas nuevas facetas de la orografía, la botánica y la geología del “consorcio” Monte Plano (Tafalla)-Monte Encinar (Olite).



     Además, hemos llegado a la Corraliza de Berico y vislumbrado el Corral de Arroyo, que no conocíamos. Nos han acompañado, ¡cómo no!, cazadores y ciclistas por las intrincadas sendas de este paraje.

 

            Hoy, dado que no abundan por aquí las ermitas, puesto que solo queda la de Santa Brígida, voy a hacer la reseña de una de las ermitas que tenía Olite y que desapareció, como otras: la Ermita de San Miguel del Monte (al sur del término, entre la carretera de Tafalla a Peralta y la AP 15) . Sigo los datos que nos aporta el sacerdote don Alejandro Díez, “Olite – Historia de un Reino. Gráficas Lizarra 1984”:

 

            “Las Ermitas de Olite

Ermita de San Miguel del Monte

        Esta ermita estaba situada en el mismo lugar donde hoy existe la venta de su nombre. El origen de esta ermita es totalmente desconocido, aunque sí sabemos que ya existía en el siglo XIII (…)

        A San Miguel del monte se marchaba en romería el día 13 de mayo, donde se celebraba misa. Desde luego, esta ermita no era de la categoría de Santa Brígida, y aunque de ordinario siempre solía estar custodiada por un ermitaño, este, sin embargo, no era clérigo.

        En el año de 1586 el pueblo de Olite no pudo peregrinar a dicha ermita por la prohibición expresa del obispo de Pamplona quien había vedado ‘toda romería que distara más de un cuarto de legua’. Por esa razón, el concejo ordenó que ‘solamente se desplazara el regidor Juan de Iriarte con un clérigo para que celebrase la misa en memoria y por la devoción que la villa tenía al Señor San Miguel, ofreciendo lo que al dicho le pareciese’ (…)

        A finales del siglo XVII (año 1695) la ermita no tenía ermitaño, y los patronos y provisores de las ermitas de Olite (vicarios de San Pedro y Santa María, alcalde y regidores) dijeron que ‘era necesaria y muy precisa la presencia de un ermitaño que cuidara de ella, y todos dijeron que nombraban por ermitaño de la dicha basílica a Gerónimo de Armendáriz, vecino de Olite, para que, cumpliendo con lo que, como tal ermitaño estaba obligado y lo fuera todos los días de su vida, llevándose todos los provechos y emolumentos que habían tocado a los que antes habían sido ermitaños de dicha ermita’.

        En el año 1614 hubo una pertinaz sequía, de tal forma que las mieses se perdían sin remedio. El 5 de junio el concejo de Olite, puesto de acuerdo con los vicarios de las dos parroquias, acordó hacer al día siguiente una procesión de rogativas a la ermita de San Miguel (…)

        Sin embargo, las lluvias no llegaron y de nuevo el concejo solicitó permiso al Vicario General para hacer nuevas rogativas. Se dispuso que el lunes se fuera a Santa Cita; el martes a San Sebastián de Tafalla llevando a Nuestra Señora del Rosario; el miércoles a San Blas, portando a San Gregorio: el jueves a San Francisco y San Antón, etc.

        No sabemos si llovió o no llovió, pero de lo que sí estamos ciertos es de que el alcalde don Fermín Zuría y Atondo ordenó ‘que en el día de San Pedro (29 de junio) patrón de la villa, se celebre su fiesta como es costumbre y, atendiendo que en la villa de Peralta hay dos danzas, se concierten en la mejor comodidad que se pueda, y si se halla alguna de comediantes, se traiga también y concierte.’

 

Destrucción de la Ermita y de la Venta de San Miguel

        En el año 1713, el alcalde de Olite comunica a la veintena la orden recibida del Real Consejo del Reino en la que se mandaba derribar la Venta de San Miguel y el corral de San Antonio, que está contiguo, ‘por las frecuentes veces que los voluntarios entran en la dicha venta y corral’. La veintena se resiste a llevar a cabo tal orden, considerarla arbitraria y se dirigen en comisión al citado Consejo a parlamentar. Pero este no atiende a razones que se le exponen ‘por habitar en dicho lugar voluntarios y forajidos’.

(Por aquellos años se libraba la llamada ‘Guerra de Sucesión’)

            La venta se derribó y también la ermita. El día 3 de diciembre de 1713 se hizo la subasta del material de los citados edificios. La tierra, sin embargo, siguió arrendándose al mejor postor.

        Dos años más tarde, el Virrey de Navarra, Exmo. Sr. Príncipe de Castillón insinúa a la Ciudad la forma de conseguir un permiso para reedificar la Venta, por considerarla de mucha utilidad. ‘La reedificación de la venta evitará graves inconvenientes y proporcionará cierta seguridad en el camino y se evitarán robos y salteamientos que se cometen junto a dicha venta. Servirá también de gran utilidad para los pasajeros y viandantes, respecto de que siendo tan frecuentado el camino y tan distantes los lugares de Tafalla y Marcilla, pues hay 4 leguas y resulta gravoso en lo riguroso del verano y del invierno el no haber un lugar ni Venta alguna en que poder repararse los pasajeros, del cansancio, sed y frío que ocasionan estos tiempos, sucediendo lo mismo en los demás tiempos del año, como lo explican los arrieros y ordinarios que son los que más frecuentan estos caminos’(…)

        Hubo que esperar todavía unos años. En agosto de 1732 el Real Consejo da autorización para construir una nueva venta y ermita. El importe asciende a 10.000 reales. Se adjudica la obra a Andrés Echegaray. Dice que ‘hará además ocho barras de posadores en la cocina de dicha venta, donde mejor les pareciere, y una alacena con cuatro ventanas en los gruesos de las paredes, donde mejor estuviere y la mesa del altar de la ermita la hará de piedra picada que ha de tener una grada con su marco de madera abajo y el hueco enladrillado, y que todas las paredes, así de la venta como pajar, corral cubierto y ermita las revocará por dentro y por fuera. Y así mismo previene al arrendador que el maderamen del tejado se hará con maderos serenos’ (…)

        Una vez construida la ermita, (…) nombraron ermitaño ‘por todos los días de su vida’ a Diego Cerdán, natural de la ciudad de Olite (…)

        También se arrendó la venta, para tres años, colocando carteles anunciadores por los pueblos cercanos. El arrendador disponía del goce de las 80 robadas que existían junto a la Venta y se comprometía a limpiar el pozo siempre que hubiese necesidad. En 1740 la renta que abonaba el ventero Pedro Marquina era de 75 ducados en tres años y debía tener el establecimiento abastecido de todo lo necesario y vender la cebada a los precios que el regimiento le diere, conforme a la ley. La ciudad ponía en la Ermita del Señor San Miguel contigua a dicha venta, todo el vestuario necesario y el cáliz para que en ella se pudiera celebrar misa.

        La ermita desapareció en el siglo XIX, pero la Venta todavía seguía prestando servicio a los trabajadores de la Plana en el siglo XX”.

        Como veis, toda una curiosidad histórica la que nos proporciona don Alejandro.

 

                                            “Y voy por la carretera.

                                             Cojo la vara y mi carro

                                             y voy por la carretera.

                                             No hay venta en que no me pare,

                                             ni moza que no me quiera”

                                                              (Jotapopular)

Buen Camino. Vale.