martes, 1 de septiembre de 2020

El castillo de Leoz

 



Domingo, 29 de agosto de 2020

El tiempo ha cambiado. La temperatura se ha desplomado y parece que estemos en pleno otoño. 

La excursión de hoy es a Leoz. Sergismundo hace tiempo me mandó una ruta para visitar el castillo o castro. Hemos andado en varias ocasiones por esta zona, pero el camino de hoy va a ser nuevo para nosotros. 

Son las 08:30 horas. Aparcamos en el pueblo. El termómetro marca 8º. El cielo está negruzco, amenazante y el viento del NO. Por si acaso hemos echado en las mochilas paraguas y chubasqueros. No hace frío, pero casi. 

Aire que almuerza y cena, durará una quincena. 

Nos acercamos a la iglesia


Está cerrada, pero sabemos que es una pequeña joya románica dedicada a San Esteban. 

Callejeamos un poco y salimos hacia el monte. 

El camino blanco nos lleva hasta un cruce. Un letrero, que pide a gritos un repintado, nos señala el desvío hacia la izda.

Subimos suavemente por este camino entre campos de labor, ya trabajados para la siembra, y monte bajo. 

09:10 horas. Fuente de las Tercianas. 


Hace unos cuantos años que desapareció. No queda más que una tapa metálica de registro de aguas. Una pena, porque los leozarras cuentan que era un lugar emblemático de esta parte del monte. 

La ruta se adentra en el bosque. 



Es un paraje magnífico. Los robles y enebros conviven con los bojes. 

Todo el trayecto es sombrío y húmedo. 



En las orillas del camino aparecen los primeros acebos. Sus frutos todavía están verdes, pero anuncian una explosión de rojos intensos cuando esté avanzado el invierno. 

Juanjo se agacha y recoge un hongo.


Me avisa: - No pongas que es un boletus porque no estoy seguro. 

Cuando llegamos a unos 890 m de altura comienzan a aparecer las primeras hayas. 

Nos quedamos un rato parados observándolas, admirados de que a veinte minutos de casa podamos estar disfrutando de este privilegio. 

Poco a poco, y sin dejar de ascender, el camino se va convirtiendo en senda. 

Pasamos por parajes extraordinarios. 

Los pies van frescos, húmedos, pero nos hemos quitado ropa porque, en el interior del monte, se está abrigado del viento.

Salimos a una pista y torcemos a la izda. 

10:00 horas. Palomera. 

A la dcha. del camino hay un enorme puesto de caza. 

Entramos un momento a visitarlo.  

Los cazadores se han provisto de todas las "comodidades".

Seguimos por la pista. Volvemos a abrigarnos. 

El terreno es despejado y el viento viene frío. 

Los molinos cercanos, aburridos, giran sus aspas con una triste monotonía. 

Llegamos a una pieza lleca y la cruzamos. 

Junto a las ruinas de una caseta de piedra, descubrimos las quitameriendas.

 El verano, sin darnos cuenta, va llegando a su fin. 

Por la pista que va por la dcha. continuamos hasta llegar a otra pieza, que cruzamos. 

10:40 horas. Alto de Borda Larga. (982 m).

Una discreta piedra tiene pintado el nombre y la altura.

Hacemos una breve parada y contemplamos el paisaje.

Hacia el O. la Peña de Unzué muestra una cara diferente. Y al fondo, Montejurra. 

Hacia el S. reconocemos las cimas de Peña y de San Pedro en Cáseda. 

Un poco más cercana, Santa Agata, encima de Eslava. 

Al N. la Higa de Monreal tiene medio monte tapado por las nubes. A la dcha. la base de Izaga también quiere hacerse presente.

En la segunda mitad de 1811 encontramos a Espoz y sus voluntarios en Leoz. El general Reille había propuesto negociaciones de paz. Después de varios dimes y diretes, admitió el de Idocin recibir a los representantes del general francés en el palacio del mencionado pueblo valdorbés. El 13 de septiembre marcharon Navarro, Pellou, Aguirre e Iriso. Tan pronto como llegaron los parlamentarios, se iniciaron las conversaciones, pero Espoz, faltando a la promesa dada de respetar las personas de los comisionados y garantizar su libertad, los hizo prisioneros (...)(La Valdorba. Navarra, temas de cultura popular nº 141)(Francisco Olcoz Ojer)

 

Volvemos al camino. 

Pasamos junto a una borda en ruinas y buscamos un abrigo para poder almorzar. 

Un poco más adelante, junto a una balsa rectangular, nos apartamos del camino y entramos en el monte buscando una senda. 

Este trayecto tiene mal andar. Nada a lo que no estemos acostumbrados. 

Cuando parece que hemos encontrado una senda, se pierde y hay que seguir meticulosamente al Gps para no desviarnos en exceso y terminar en alguna parte cerrada del arbolado. 

12:30 horas. Castro de Leoz. 

Conseguimos llegar y nos damos cuenta de que merecía la pena el esfuerzo. 

Una vez rebasado el foso, se sube a lo que era la fortificación.  

La vegetación ha cubierto el lugar. Damos una vuelta por el interior y descubrimos partes de la muralla que todavía resisten el paso del tiempo. Armendáriz Martija, por los restos encontrados, piensa que pudo estar habitado desde el Hierro antiguo hasta la romanización. 

Bajamos por la otra ladera del monte para llegar hasta una pista blanca. 

En lugar de dar la vuelta y pasar por el cementerio, tomamos el camino que desciende a Leoz y entramos en el pueblo. 

Son las 13:10 horas

Al final, ha sido una excursión larga. 

Cuando se camina por lugares tan interesantes, las paradas son obligatorias. 

Se impone la contemplación y la reflexión. 


En este enlace se puede ver la ruta de Sergismundo que hemos seguido nosotros hoy. 




 Harina de otro Costapor Juanjo Costa


Leoz y sus alrededores. Un pueblo singular en la Baldorba (30 de agosto de 2020, domingo)

                

1.   Una vez más, un saludo a la Baldorba.

 

            


  

 

Don Julio Caro Baroja en el volumen IV de “La Casa en Navarra. CAN. Pamplona 1982” nos aporta algunas ideas sobre el Valle de Orba que nos ilustran sobre esta zona tan emblemática de Navarra. Concretamente, entre las páginas 15 y 54 dice:

- “En el extremo meridional de la zona de los valles, nos encontramos con uno muy interesante: el valle de Orba o más comúnmente ‘Valdorba’ (…) Su extensión es grande, si se compara con la de otros valles navarros. Pero hay que tener en cuenta que desde antiguo los lugares de que consta se agrupan en ‘cendeas’ o ‘corriedos’ diferentes. También en asentamientos, la Valdorba presenta un punto de referencia claro, al Norte, con la Sierra de Alaiz, que le separa de los valles de Elorz e Ibargoiti. Por el Este se señala, de modo más o menos claro, un sistema montañoso que es el de los montes de Orba propiamente dichos. Por el Sur hay alturas que marcan el comienzo de las redes fluviales de San Martín de Unx. Por el Oeste los montes de Tirapu, Artajona y Val de Ferrer [Según el Diccionario de 1802, Madoz y Altadill]. La Valdorba es el único valle de la antigua merindad de Olite con población de tipo parecido a la de los valles de la zona media (…) La ‘Val d’Orba’ en total aparece ya bien definida en 1366 con 25 lugares.”

- “Pero, en todo caso, el nombre de ‘Orba’ es enigmático. Michelena lo asocia con los de ‘Orbaiz’ y ‘Orbaiceta’ y habría que añadir ‘Orbara’: todos en Navarra. Puede que ‘Orbe’ y ‘Orbea’ y aun ‘Orbezu’, tengan relación con él, pero, en suma, no se sabe qué significa y pienso también que hay que descartar una etimología árabe, aunque haya sido propuesta por persona de autoridad.”

- “Tierra de tránsito y de cambio, en una frontera antigua de la lengua vasca, que se conservó allí hasta la época del Príncipe Luis Luciano Bonaparte [En el mapa sobre la situación del euskera, que publicó en Londres en 1863, aparece como vascófona toda la parte septentrional, salvo Leoz y Uzquita que quedan ya fuera de ella].




 

 

Tierra de paso, pero con un flanco montañoso y fragoso que da a sus habitantes un carácter muy definido (…) Madoz da una curiosa caracterización de los naturales de la Valdorba: ‘En este valle tienen casas solares varios títulos de Navarra. Los naturales trafican en vinos y granos; son industriosos, guerreros, astutos y algún tanto avaros e incrédulos. Es muy antiguo decir en el país que, si en el valle de Orba no hay novedad, Navarra está tranquila”.

- “Su carácter vasco y montañés en lo esencial se ve también en otros documentos, que acreditan que las casas tenían su nombre particular, dejando a un lado los palacios. Así, por ejemplo, en Iracheta, por los años de 1772, sabemos que la casa ‘Janarizarena’ tenía la obligación de pagar un censo anual de cuatro robos de trigo y dos de ceba a la encomienda de Leache. A fines del siglo XVI vivía en la casa ‘Miquelena’ de Leoz la familia Abaurrea y en Iracheta mismo ‘Echandía’ era de Joannes de Iracheta.”

- “La vida municipal presenta, por otra parte, rasgos bastante arcaizantes hasta épocas tardías (…) A comienzos del siglo XVII hay pueblos que ya tienen sus juntas en una casa concejil, mientras que otros cercanos todavía las celebraban en el cementerio [Al lado de la iglesia] [Como curiosidad apunta que cada pueblo tenía que pagar, generalmente en cargas o robos de trigo o también en ducados, según las categoría del ‘funcionario’: Letrados, Priores, Procuradores, Tesoreros, Escribanos, ‘Al que rije el relox’, al Nuncio, ‘Al Clérigo que dize las misas de las nubes’, ‘Al Maestrescuela’, a los Regidores, a los Guardas de los términos, ‘Al Saludador’ (curandero) y ‘Al conjurador de tempestades’]. Vemos, pues, que el ‘Saludador’ y el ‘Conjurador de tempestades cobran relieve en municipios agrícolas y pastoriles de poco desarrollo urbano.”

 

 

 

 

 

2.   Paseo por los alrededores de Leoz




 

Leoz es, como queda dicho, el pueblo más septentrional del valle. Según los datos que nos proporciona la Gran Enciclopedia de Navarra (CAN. Pamplona 1990. Tomo VII) tenía 22 habitantes de hecho (y 28 de derecho) en 1986. Dista 38,5 kilómetros de Pamplona y se encuentra a una altitud de 669 metros. El diccionario de Madoz apunta que en 1845 tenía 20 casas (‘una malísima de ayuntamiento y peor cárcel’)

Este concejo, situado en la cabecera del río ‘Cemborrain’ (o Zemboráin), afluente del Cidacos en el que desemboca 18 kilómetros más abajo, en la parte sur de Garinoain, da nombre a una de las cuatro cendeas en que se dividía la Baldorba, la llamada ‘Leozarana’ (valle de Leoz) y comprendía Leoz, Uzquita, Iriberri, Iracheta, Amunarrizqueta, Artariain y Orisoain.

En su término se encontraron restos de un taller de sílex al aire libre. Hoy hemos visitado uno de los ‘castros’ de la Edad de Bronce que pervivió, según parece, hasta la romanización (de los mejores conservados entre los de su estilo, por cierto). El pueblo se mantiene con su hechura recia y antigua de casas de piedra, muchas con tejados de lajas de arenisca. No tiene ‘afeites’ modernos ni disimula su historia. A mi juicio, es el que mejor conserva la idiosincrasia de los lugares baldorbeses: es sencillo, recio, limpio y todo piedra (‘Harri eta herri’ –‘Piedra y pueblo’-, como dijo el poeta Gabriel Aresti). Posiblemente, el estar situado en un a modo de rincón alejado, cerca ya de la Val de Aibar, del que lo separan por el este los Montes de Orba, le hayan hecho perdurar de esta manera.

Un vistazo a sus topónimos menores nos da una idea de cómo ha sido, hasta hace poco, la vida de sus gentes. De fuera hacia adentro: “El monte (hayedo y robledal); Fuente de la nevera (para recoger la nieve); Fuente de las Tercianas (sus aguas curaban la infección llamada ‘Malaria benigna’ producida por un protozoario en humanos y perros); Barranco de La Fuente; Berroberría (rotura nueva); La Calzada (camino viejo); El Linar(donde se remojaba el lino para luego hilarlo); Fuente del Otro Lado; Mugaluz (límite largo); Palomeras(caza), Etxabakoitz(casa sola o despoblado); El Castillo (castro prehistórico); Baitegi(campo al lado de la era); Campo de la Ermita; Donamaría (posible ermita o monasterio, desaparecido), Las Saleras(Gatzarri en euskera. Donde se daba piedras de sal al ganado), El Pozo Hondo; Fuente del Chiquito; El Camino de Lumbier; Amanalobos (o Manalobos. Lugar de abundancia de estos animales); Mendiandía (Monte Grande); La Cañada (Camino para la trashumancia Valdorba-Andía); Fuente del Pasico; Gukaritz (Robles), Marlain (Posible despoblado); Txigorna; El Abejar (Miel); Cantasalves (Quizá en relación con alguna romería), Larraintxar (Era o prado viejo); Deskortezal (Corral) y Molino Viejo.

 

3.   Un periodista-lingüísta de excepción. A propósito de la convivencia euskera y castellano

“Arako”, pseudónimo en vascuence –‘el de marras’- de Cándido Testaut Macaya (Pamplona, 1884-1956), redactor durante más de cincuenta años de Diario de Navarra, fue todo un psicólogo que caló muy hondo en las particularidades y, sobre todo, en la manera de ser y de expresarse de nuestros aldeanos de la Zona Media y de la Baja Montaña, cuyo trato frecuentaba por lazos familiares y en sus continuas cazatas y pescatas por toda esa parte de la geografía de Navarra.

Durante varios decenios de la primera mitad del siglo XX los lectores de este diario disfrutaron todos los domingos con una sección que llegó a alcanzar la máxima popularidad periodística en la prensa navarra: los Dialogandos de Arako. En ellos se plasma el idiolecto (forma de hablar) de los habitantes de la Cuenca de Pamplona, hasta bien entrados los años 50. Se trata de unos diálogos entre diferentes habitantes de esa zona que, a veces, son un galimatías para el profano, de puro enrevesados. Con retorcida sintaxis de tipo euskérico y salpicada profusamente de expresiones, giros, modismos y palabras incomprensibles para el forano (no os perdáis la atípica acentuación). Estos Diálogos convirtieron a Arako en una verdadera autoridad sobre esta manera de habla ya perdida. Destacados lingüistas, como Menéndez Pidal, José María Iribarren o el profesor Gonzalez Ollé, se interesaron por ellos como fuente filológica.

El año 2003 el Diario de Navarra publicó en su colección bibliotecabásica navarra un volumen con una amplia selección de los más de dos mil que escribió el autor entre 1909 y 1920 (con un glosario de voces de lo más interesante), prologados por su hijo José Javier Testaut.

Yo, de entre todos ellos, he transcrito uno de 1918, donde se habla de la gripe tan funesta que se produjo en dicho año. Este Dialogando bien pudiera haber tenido lugar entre dos baldorbesas de la época y ¿por qué no? Las mozas igual estaban en Leoz. ¿Quién sabe?



  

                             

 

“1918. La Gripe

-       ¿Qué tal, Telesfora? Hancia Pamplona ¡eh?

-       Sí, así vamos.

-       ¿Ya estáis bien?

-       Sí, ¿y vosotros?

-       Nosotros no de contau.

-       ¿Pues? ¿Algún enfermo tenéis o por el estilo?

-       Alguno, no; algunos. Tenemos en la cama la madre, la hermana, dos chicas y el pastor.

-       ¡Jesús, María y José! ¿Hospital o qué hais puesto?

-       Así ha surtido. A la bótica voy ahora unas melecinas pa haber de llevar aprisa aprisa.

-       ¿Mala enfermedá tienen?

-       No sé. El médico dice al pronto que no tiene cuidau más que la chica mayor.

-       ¿Y no dice lo que es?

-       Sí. Pa él que no es más que eso de la glipe que se pasa, según, a los pulmones. El caso es que la chica está hoy bastante traza. Da las alentadas chiquitas y mucho aprisa y hacer cuenta que no puede hablar seguido ni ocho palabras.

-       Así sí está, ya es cuida upa tener. Nuestro tío, cuando s’hizo enfermar, así tenía y va y resulta pulmonía que tenía.

-       ¿Y se murió?

-       Morir no se hizo del todo, pero en bien poco estuvo. Gracias a que l’hicieron poner unas cosas pa quitar la sangre.

-       Sangría l’habrían hecho a güen seguro. A los que tienen pulmonía sí les suelen hacer.

-       No, no. La agüela decía de hacer sangría, pero el medíco dijó que no porque con aquellas otras cosas que era igual y a más que tenía la ventaja de no perder la sangre.

-       ¡Calla! ¿Es una cosa así como cazuelicas chiquitas?

-       Sí y que sacan bultos todo morau pa dejar la carne.

-       Eso, sí. Ayer le hizo poner a la chica.

-       ¿Y no va pa mejor con eso?

-       ¡Qué sé yo! Hoy ha dicho el medíco igual que estaba, pero a mí me parece más traza.

-       Y los otros ¿qué tienen?

-       No sé. Adallí están mustios mustios y con dolor de cabeza y no poder estar de frío, eso que hacen andar.

-       Yo pensaba que eso de la glipe tos pa tener que era.

-       Al principio no debe ser; pero la chica mayor, que hizo empezar lo mismo, ya tuese bien de firme estos dos días lo ques.

-       Pues como se vus hagan poner todos así…

-       ¡No quiera Dios! Con estar en la cama y todo, güen trastorno es. El padre tiene que andar con el ganau y Ambrosio tiene que estar en casa pa hacer las cosas y así. ¡Ya ves tú! Ahora que está tempero haber de labrar, en casa todos.

-       Y que tenéis luego las fiestas.

-       ¡Sí, sí! ¡Pa fiestas estamos! Gracias a que van a quitar.

-       ¿Quitar?

-       Sí. Ayer se rejuntaron en la escuela los de la oncena con el maistro y digieron de quitar este año las fiestas porque, como hay muchos enfermos, vete a saber lo que puede surtir.

-       ¿Pero hay más enfermos en el pueblo?

-       ¡Sí mujer! La Baltasara, el amo joven de los de la Petronila, los dos mozos de la casa Ahiscolerena, el mozo de casa Churvid, la agüela de los del sacristán, el chico mediano de la Raimunda, José Francisca de casa Basobazoko, la criada de los del Palacio y la hermana del cura.

-       ¡San Joaquín me valga! ¿En qué estás pensando adallí tantos haber de enfermar de una vez? ¿L’agua tenéis de mala calidá?

-       No, no. Por eso lau no puede ser porque precisamente tenemos dos fuentes a cual mejor, aunque hagas de beber hasta cuasi reventar la tripa, no t’hará mal luego luego.

-       Pues entonces no m’hago explicar cómo puede ser eso. ¡Algún carnuz había cerca del pueblo o así!

-       ¡Qué ha de haber! Lo que pasa es que esa enfermedá, a lo que dice el medíco, es de las que se apegan si no s’anda con cuidau, lo único güeno que tiene en nuestro pueblo que es benina según.

-       ¿Cómo benina?

-       Que no es pa haber de morir tan fácil algo cuidau en teniendo.

-       Pues si es enfermedá de esas de apegar, alguno habrá hecho llevar de otro sitio.

-       Eso seguro. En el pueblo están que trujo el mozo de los de Churvich porque vino de San Sebastián y a los dos días s’hizo enfermar. Tamien dicen si habría traído la Baltasara que estuvo en fiestas en el pueblo del amo joven.

-       Y no dicen lo qué es güeno pa no apegar.

-       Ya dicen.

-       ¿Lo qué?

-       Una porción de cosas. A nosotros por lo pronto nos ha dicho el medíco de traer de la botica lo menos cinco cosas que no se entiende porque tiene la letra mucho mala pa leer boticario en no siendo.

-       Pues ya vus habrá dicho lo que tenéis que hacer…

-       Sí. Las dos primeras cosas es pa dar a la chica, la de en medio es pa la madre, pa la hermana, pa la otra chica y pal pastor pa dar cuatro veces al día; la otra cosa es pa echar en pozal lleno de agua y en la cuadra los chulos y la entrada pa echar como aspergiando con una escoba, y la ultima es pa haber de fumigar o no sé como los cuartos. Eso ya lo hará él a la tarde cuando vuelva.

-       ¡Chica, chica! ¡No tenéis mal quehacer ahora y todo!

-       Así ha surtido. ¡Malo sea que no haga pasar pronto!

 

¿Os suena algo? ¿Sí, verdad? Pues Lo que habéis leído (con Santa Paciencia imagino) no es algo actual, aunque pudiera parecerlo. Es un “Dialogando” que escribió Cándido Testaut, “Arako” ni más ni menos que en 1918 (atad cabos), Sin embargo (mascarillas aparte, parece escrito y publicado en el Diario de Navarra ayer). En 1917, Fátima. En 1914 la Primera Guerra Mundial; luego en 1918 La Gripe española. Más tarde, La Guerra Civil y la Segunda Mundial.

      Yo soy un firme discípulo de San Francisco de Asís (en hombre) y de Santa Teresa de Jesús (en mujer). Los paseos se los dedico al Hermano Francisco, pero me refugio en Santa Teresa: “Nada te turbe, nada te espante. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene, nada le falta. ¡SOLO DIOS BASTA! “    

 

Hasta aquí, por hoy. Buen Camino. Vale.                                                                               








1 comentario:

  1. Maria Alcira Leoz Herrero26 de diciembre de 2021, 14:13

    Excelente relato.Rico en información,ameno en su lectura.

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