lunes, 11 de diciembre de 2023

El horno de aceite de enebro (Ujué)






 Domingo, 10 de diciembre de 2023

Hoy vamos a hacer una ruta corta. No llega a 7 km. Pero pasará lo de siempre. Se alargará en el tiempo porque las laderas, con tanta vegetación, están prácticamente impenetrables. 
Nos vamos a la sierra de Ujué, pero por abajo, por La Oliveta. 
Hace tiempo que le estoy dando vueltas a una visita a un horno de aceite de enebro. 
Hoy haremos esa ruta. Como la he trazado a mano en wikilok, veremos cómo sale. 
Son las 09:00 horas. Aparcamos en La Oliveta. 


La temperatura es buena. 8º marca nuestro termómetro. No anda ni un pelo de aire.

En diciembre sale el sol con tardura y poco dura. 

El terreno por donde caminaremo se ve blando por las últimas lluvias, pero no se aprecian grandes barrizales. 
La Oliveta está desierta. 
Un pequeño farol tiene una bombilla encendida. 


Como una imagen vale por mil palabras, conviene leer el letrero que está encima de la puerta para conocer el origen del nombre de este lugar.
Salimos por camino ancho y bueno. 
El paisaje, con el río Aragón a nuestra dcha., es otoñal. 
El rumor del agua nos avisa de que estamos llegando al barranco de Lakumulatu.



Baja alegre y cantarín. Sabe que tiene a cuatro pasos el río; y el agua, limpia y fría, se apresura para fundirse con él.
El primer camino que tuerce a la dcha. es el nuestro. 
Caminamos tranquilos, entre el monte bajo y dos piezas de esparragueras que se han vestido de invierno. Andamos despacio.
Nos paramos y disfrutamos de los grandes madroños que, aunque desnudos de fruto, verdean en la ladera compitiendo con las coscojas y los enebros. 


El monte Aurino y la Peña de los Huevos, viejos conocidos nuestros, no nos quitan ojo. 
Estamos a punto de llegar al final del mejor tramo del recorrido. 


Junto al Aragón, el Corral de La Torraza parece contemplar el discurrir de las aguas que vienen del vecino Gallipienzo. 
Para llegar a la senda que se ve desde el camino hay que subir un terraplén incómodo. Casi gateamos, pero llegamos a ella. 
El sendero nos va llevando, poco a poco, hasta el horno. 
La vegetación está baja. De vez en cuando, alguna ilaga orgullosa nos avisa de que estamos invadiendo sus dominios. 
10.00 horas. Horno
La construcción se divisa a cierta distancia, lo que nos da una idea de su tamaño.
Nos acercamos por su parte delantera. 


La boca del horno, abierta, nos permite ver algo de su interior. 
El sol, que lleva toda la mañana peleándose con las nieblas, también quiere estar presente en el descubrimiento y nos regala un contraluz. 
Rodeamos la construcción. 
En este enlace, aunque con una técnica diferente, se puede ver la forma de obtener el aceite y las aplicaciones que este tenía. 




De malas maneras nos asomamos por una de sus paredes y conseguimos ver el aro central donde se depositarían las raíces de los enebros para obtener el preciado aceite. 
Permaneces un rato en el lugar. Estamos en la falda del Aurino. A esta altura, algunos madroños lucen sus frutos rojos que dan un colorido especial al entorno. 
Continuamos. 
La senda está bien marcada entre la vegetación. 


Llegamos a unas rocas y divisamos el Corral de Nazario. Como era de esperar, la ruina es total. 
El lugar en el que estamos ofrece asiento. Así que decidimos parar y reponer fuerzas. 


A nuestros pies, el río Aragón toma una curva suave. Discurre tranquilo. No sabe que unos km más abajo la presa de Carcastillo lo va a poner en aprietos y va a dividir sus aguas. 
Una vez terminado el tentempié, bajamos al Corral de Nazario.


Nos adentramos en sus ruinas tras comprobar que no hay peligro alguno. 
El monte se ha cerrado y, aunque lo intentamos por varios puntos, no hay forma de cruzar al otro lado. 
Por fin vemos un pequeño hueco por el que poder pasar y salimos a una especie de aprisco. Volvemos a tener dificultades para conseguir llegar al otro lado. 
El camino viejo nos parece una autopista en comparación con la ruta que hemos seguido desde que abandonamos el camino principal. 
Orillamos alguna pieza. Seguimos algún sendero desdibujado y llegamos a un viejo corral, pequeño, cuyo nombre desconocemos.


Lo rodeamos y, por la orilla de una pieza, salimos al camino del Soto. 
Volvemos hacia La Oliveta. 
El camino es bueno y amplio.
Disfrutamos de las vistas. Tenemos a nuestra dcha. el pinar en el que se esconde el Corral de Domingo Ibáñez. Desde ese lugar, hemos visto otras veces el término de Ujué en todo su esplendor. A nuestras espaldas, el Aurino y el Chinchón —que solo se llevan 10 m de altura— intentan acompañarnos hasta el final. 


Cuando alcanzamos las ruinas del Corral de Joaquín Arana, sabemos que la excursión está llegando a su fin. 
En el cruce de caminos del comienzo del itinerario, volvemos a saborear el alegre barranco de Lakumulatu. 
12:00 horas. Final del trayecto. 
En La Oliveta nos espera el coche. El lugar sigue desierto. 


La placa con la imagen de nuestro patrón también merece un minuto de atención. 
Vale la pena adentrarse por estos lugares. 




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