Domingo, 11 de agosto de 2024
Hace mucho calor para andar. Sí, ya lo sé, pero subimos a la Valdorba a ver si allí encontramos algún paraje más fresco.
Tengo una ruta, que me pasó Sergismundo hace un año, que hace una parada en Benegorri. Y hace mucho que no visito a mis antepasados.
Aparcamos el coche enfrente de Siete Fuentes. Son las 08:20 horas. El termómetro ya marca 23º. Ya veremos. Igual algo de calor sí que pasamos.
De Virgen a Virgen, los sesos se derriten.
El día está despejado. El viento del E. en la sombra solamente orea. Al sol no calienta, pero tampoco refresca.
Salimos. Cruzamos por debajo de la autopista y tomamos el camino de la izda.
Suavemente vamos ascendiendo entre rastrojos y alguna pieza de girasoles.
El camino es una pista blanca.
Llegamos junto a una finca-vivienda. Dos perros blancos de aspecto agradable se desgañitan ladrándonos detrás de la valla.
Abandonamos la pista y, por un camino antiguo, rodeamos la finca mientras los perros nos persiguen defendiendo su territorio con uñas y dientes.
Aquí la vegetación se ha apoderado del trayecto pero, como este es el acceso a las piezas de cereal, las matas están aplastadas y se puede caminar con cierta comodidad.
Al llegar al camino que va de Pueyo a Sansomain, divisamos este último pueblo en la lejanía.
Poco a poco nos vamos acercando a nuestra primera parada.
09:00 horas. Sansomain.
No vemos a nadie.
Nos acercamos a la iglesia parroquial dedicada al apóstol San Pedro.
Detrás de una barandilla, y menos mal que encerrados, dos perros enloquecen mientras pasamos. Ladran y saltan, pero nadie se asoma a las ventanas a pesar de la escandalera que se monta.
Junto a la iglesia hay un pequeño cementerio. Está limpio y desbrozado.
Rodeamos el edificio y nos paramos en su portada.
La entrada es pequeña y está muy bien conservada. Es un placer contemplar su sencillo crismón.
Consultamos nuestras notas y disfrutamos a la sombra de un almendro.
Volvemos a la carretera y hacemos la parada obligatoria en el crucero de Urkamendi.
Continúa erguido y en buen estado, aunque le haría falta un desbroce y algo de limpieza.
Continuamos por la carretera un tramo corto y tomamos una subida desdibujada a la derecha antes de llegar a Benegorri.
Por senda estrecha, a veces inexistente, salimos a un rastrojo. Al fondo de la pieza, por el ribazo entre coscojas, ilagas y zarzas, llegamos a la cima de Urkamendi (625 m).
Las encinas y enebros se han apoderado del lugar y las vistas son prácticamente nulas.
Tomo prestada la foto de Sergismundo en la cima.
Bajamos por el mismo lado. Nuestras maltrechas piernas son testigos de que las zarzas y las coscojas se han corrido una buena juerga a nuestra costa.
En la carretera de nuevo, nos acercamos a Benegorri. Son las 10:20 horas.
Un letrero en buen estado nos aporta datos y curiosidades.
Por la corta calle principal, llegamos a casa de mis bisabuelos y nos acercamos a lo que queda de la iglesia. No hace muchos años, una reforma la desmochó por completo, convirtiéndola en un pequeño edificio sin identidad.
Aprovechamos la sombra de una pared para sentarnos a echar un bocado.
En el exterior, la pared del ábside de la iglesia servía de frontis para un frontón muy rústico.
Al otro lado de la era, permanece la sólida cruz devocional que mira hacia Ujué.
Tomamos el camino de la izda. y nos acercamos al pequeño y coqueto cementerio.
Basta descorrer el pestillo de la puerta para entrar.
Solamente hay una lápida.
La licencia de construcción del actual y Bendición, en 1855, costó nueve reales. Mide 10 x 8 m. Ahora está recién restaurado, al E. del pueblo. Sin lápidas ni árboles. Limpio con paredes de piedra. Puerta de hierro con cerrojo sin llave. Una estela sobre el dintel de entrada. Con unos apellidos que no se ven y serían Goñi, Liberal, Frago, etc. (P. M. Flamarique)(Historias, sueños y leyendas de la Valdorba. Cuaderno tercero)
En un rincón, a modo de pequeño cromlech, una fila de piedras indica algún enterramiento antiguo. De los bisabuelos para atrás, generaciones de familiares reposan ahí.
Volvemos a Benegorri.
Al llegar a la primera casa, descubrimos una manguera junto a una pequeña arqueta y una llave de paso.
La abrimos y rellenamos nuestras cantimploras. Este aporte de agua nos vendrá de perlas para el camino de regreso. El perro (¡qué día llevamos de perros!) no para de ladrar. La dueña de la casa sale a ver qué pasa. Charlamos un buen rato con ella y con su marido, que aparca el coche y se incorpora con el pan y el periódico.
Nos despedimos y comenzamos el camino de regreso.
Por lo menos es cuesta abajo.
El calor empieza a ser insoportable. Aprovechamos las escasas sombras que ofrecen algunos árboles para echar un trago.
12:10 horas. Llegamos al coche. Tenemos enfrente a Pueyo.
Apuramos las cantimploras, ponemos el aire acondicionado a tope y regresamos a Tafalla.
Una bonita excursión, pero –lo hemos comprobado en nuestras carnes–: No se puede hacer en verano y, menos aún, en plena canícula.
En este enlace se puede ver el recorrido de Sergismundo que hemos seguido nosotros hoy.
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