lunes, 5 de noviembre de 2012

Con flores al Refugio




Viernes, 2 de Noviembre de 2012


Juan Mari Gómez tiene un huerto en Torreta. Como buen hortelano de este pueblo, de cara a Todos los Santos, pone algunas flores y le sobran. Este año me hizo una propuesta. ¿Por qué no pasáis después del día 1 y lleváis algunas  al refugio de Los Doce en la Carravieja? 
Aprovechando el puente así lo hicimos. 
Son las 09,00 horas. Magán marca 12º y la farmacia 11º. El día está con más nubes que claros. Para el sábado anuncian agua pero hoy nos va a dejar andar.
Nos dirigimos primero al Pozo Redondo. Hace quince días, cuando hicimos la "urbanita", la presa saltaba con ganas y, ahora que se han remansado las aguas, queremos echar un vistazo al río. 





09,10 horas. Pozo Redondo. La presa todavía suelta agua y las lluvias le han devuelto su mejor cara al cauce. Este mes de octubre he recogido 170 litros; nada que ver con los 7 litros que cayeron en 2011.
Junto a la Plaza de Toros nos adentramos por el camino de Larrain. Las primeras tapias dan paso a huertos más abiertos que permiten ver la variedad de flores, escarolas y cardos. Las tierras trabajadas no admiten más agua y se encuentran salpicadas de charcos. 
Año 1850: El día de la Virgen del Pilar de este año se comenzaron las obras de desmonte del alto de Ereta, para el ferrocarril. El contratista era un catalán llamado Bautista Arroyo que murió en la primavera siguiente aplastado entre dos vagones. 
Al terminar el desmonte, cuando se hacía el muro de contención que hay junto al río, murieron dos hombres, uno de Tafalla llamado Zaratiegui y otro forastero; sacaron gravemente herido a otro medio sepultado en la arena, a quien denominaban el Boyerico, que se casó después con una Gorraiza. 
El terraplén de abajo, entre los huertos de Torreta, lo hacía un francés muy simpático, Isidro, a quien servían con gusto los obreros; lo contrario que ocurría con el catalán, a quien no le querían. 
(Escenas de la vida tafallesa)(Angel Morrás)

En su huerto, Juan Mari nos está esperando. 



Nos enseña unos cepos de conejo que ha llegado a utilizar para liquidar a algún gato molesto. 


En el pequeño palomar, los pichones tienen el buche hinchado de tanto comer. Si supieran que pronto van a ir a la cazuela, se pondrían a dieta. 






Juan Mari, después de entregarnos el magnífico ramo de flores que ha preparado, nos muestra ufano el layado que está haciendo en el invernadero.
Nos quedaríamos toda la mañana con él, escuchándole hablar del huerto, pero hemos salido a andar y tenemos que llegar a la Carravieja. 
Bajamos hasta llegar al puente de la autopista y, junto a unas cañas, cruzamos la vía del tren para salir a los Cascajos. 
El camino que lleva hasta el antiguo vivero forestal está rodeado de viñas y cereal. 
Junto al vivero, tomamos el camino de la izda. y nos adentramos en Solrío. El camino de concentración que hicieron permite avanzar sin dificultad por lo que antes era una auténtica badina. Hace unos años hubiera sido imposible pasar por aquí. 






A ambos lados del camino el terreno está encharcado. Después de un temporal de lluvias como el de ahora, más de una vez nos hemos tenido que volver porque el terreno era una balsa.





10,45 horas. En el portillo entre Solrío y Valmayor, paramos a almorzar. El silencio es total. Junto al refugio, un tractor está trabajando. La distancia y el viento hacen que veamos sus maniobras como en una película muda. Los maizales que durante el seco verano que hemos padecido ponían la nota verde al campo, ahora están de color terroso, y el secano les ha tomado el relevo alfombrando el paisaje con suaves colores. 
El ruido de un motor nos saca de esta contemplación. Es mi cuñado Julián que  va de una granja a otra. Enseguida Juanjo y él inician una conversación sobre setas. Se nos hace la boca agua. 

Caminando por Valmayor nos paramos un momento a admirar el pinar de Valmediano. 
En una curva que asciende hacia la carretera, abandonamos el camino y nos adentramos un poco en la Falconera. Detrás de un maizal hemos visto una piedra, que por el efecto óptico, nos parece que es una Piedralosa algo más pequeña y decidimos ir a verla.





El barranco nos hace desistir. Es profundo y hay demasiado barro como para ir campo a través. 




Orillando una viña, en la que se han dejado el último rencle sin vendimiar, vemos que las rocas son dos o tres y que están sueltas. Otro día volveremos por allí. 
Salimos a la carretera de San Martín. Tenemos que ir hacia Tafalla para llegar al refugio. En la pieza de al lado el tractor sigue dando vueltas echando herbicida. 





11,45 horas. Refugio de Los Doce. Está limpio y bien cuidado. La Virgen, solitaria, parece esperar las prometidas flores. Cogemos agua del depósito que almacena lo que cae del tejado y en una garrafa, que también nos ha dado Juan Mari, ponemos el ramo en el suelo. 
Sin el ajetreo y la alegría del primero de Mayo, apoyados en las mesas desnudas, los recuerdos vienen sin querer. 




Nos acordamos de Maritxu, la mujer de Ramón "Calandria" a la que, cuando falleció a finales de Agosto, le escribimos unas líneas para su funeral:
"Maritxu. Cuántos años recibiéndonos en el Refugio con esa sopa de ajo, para entonar los cuerpos cansados tras nuestra larga noche de peregrinación. 
Mujer laboriosa, discreta y risueña. La Hermandad de Los Doce nos unimos esta tarde a la oración de tus familiares y amigos. 
La Virgen de Ujué, sonriendo, te habrá acogido en sus brazos amorosos de madre. Gracias Maritxu".
Con estas sencillas palabras Los Doce queríamos mostrarle nuestro agradecimiento a una mujer que había querido a la Hermandad como pocas. 

El refugio por dentro es austero. Con las paredes blancas, las mesas de obra y el suelo de hormigón sin pulir, está ideado para que toda la atención se centre en la Virgen. 



Sobre la chimenea una cerámica reproduce la fila de hermanos cuando se dirigen a Ujué. 

Bajamos de nuevo a la carretera para entrar en Valmayor. Por un cuidado olivar salimos a un sembrado. 





Hay un montón de leña de olivo y pronto descubrimos el origen. Han cortado olivos viejos dejando un renuevo de cada tocón. 
Intentando no hundirnos demasiado salimos al camino que lleva al Caserío de Fernández. El día se está estropeando. Cada vez hay más nubes. En las piezas, los labradores apuran y apuran los tractores sembrando mientras les deje. 






12,35 horas. La balsa del caserío se ha recuperado por completo. Cuando pasamos hace unos meses, estaba casi dos metros más baja. 
Salimos a la carretera de San Martín y cruzamos por encima de la autopista. Llegamos a las primeras casas. El eucaliptus solitario, como si fuera un centinela, parece vigilar las entradas y salidas a la población.

A las 13,00 horas estamos de nuevo junto a la Plaza de Toros. Las lluvias abundantes presagian para este otoño unos bonitos paseos por el término.

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