Domingo, 11 de Noviembre de 2012
El día se presentaba incierto para andar. Quedamos en que, si no llovía,salíamos a las 8 como todos los domingos. Y no llueve.
Juanjo propone que vayamos hacia el caserío de San Lorenzo. Aunque en el monte hay mucha encina, también abundan los robles y arces. Va a ser un espectáculo otoñal.
Son las 08,00 horas. Magán marca 8º y la farmacia 6º. El día está de cierzo; frío y un poco desapacible.
Bajamos por la plazuela de los Auroros a la calle de la Feria. Salimos a la plaza y por los Jardines nos acercamos hasta la Fuente del Rey.
08,25 horas. Se ha recuperado mucho.
Alguien, con muy poca inteligencia, se ha dedicado a manchar el caño con pintura azul y roja. No se habrá enterado de que esa fuente es de todos y que ya estaba ahí antes de que él llegara y que seguirá ahí cuando él ya no esté.
Pasamos por debajo de la autopista y nos encaminamos hacia Valgorra.
Tomamos el segundo camino a la izda. que nos llevará hasta la Cabaña Redonda.
El camino tiene un andar penoso. La cuesta se empina mientras los molinos, enloquecidos por el cierzo, agitan y agitan sus brazos en un gesto de espanto sin fin.
Al llegar a una pieza en barbecho, entre coscojos e ilagas, se abre un ancho camino que desemboca en la Redonda. Son las 08,50 horas.
Paramos a almorzar. Al S. el Moncayo no se ve.
La S.M. Alaitz ha ido de excursión; tendrán mal día.
Juanjo saca los catalejos y miramos hacia el E. Por encima de una pieza labrada asoma la punta blanca de Buskil.
Un poco más cerca reconocemos el Corral de los Toros, debajo de las ruinas de la construcción, para nosotros, enigmática.
A la izda. el Caserío del Monte domina una vasta extensión de terreno.
A nuestros pies Valgorra se abre como una fruta madura. Los sembrados verdean tímidamente. Junto a ellos las viñas están ruborizadas: Les han robado sus frutos más preciosos y no han hecho nada para impedirlo.
Muy cerca de nosotros un cazador, escopeta al hombro, jalea a los perros. Ahora se pueden cazar perdices, liebres, faisanes y conejos. No hemos escuchado todavía ningún tiro.
Salimos hacia los molinos. Se agradece el abrigo que ofrece la ladera del monte. Nos dirigimos hacia el Alto de la Guindilla. Cuando salimos al descubierto el viento sopla fuerte. Me pongo los guantes.
Al llegar al cruce de caminos descendemos por el que va en dirección N.
En un portillo que hace la vegetación descubrimos el Caserío de San Lorenzo.
La mañana más que otoñal es de invierno. Los quejigos empiezan a pardear. Esbeltos y orgullosos quieren distinguirse de sus parientes las encinas. Los enebros, humildes y austeros, jalonan los claros que no ocupan los árboles de mayor porte.
El camino es limpio, amplio. La cuesta abajo se hace llevadera.
10,00 horas. Fuente de Orrocegui. Da gusto verla. No está, todavía, al cien por cien, pero su recuperación es asombrosa.
El agua de su aska está limpia como pocas veces la hemos visto.
En la hondonada de este pequeño valle, al abrigo del Monte del Conde, el silencio es total.
Bajamos en dirección al Maño.
Antes de cruzar la autopista, Juanjo nos invita a desviarnos un momento del camino. En un pequeño montículo tiene localizado un setal de la de cardo y quiere que echemos un vistazo para ver si "cae" algo.
Entre cardos y hierbas secas encontramos media docena de tan apreciado manjar.
Salimos a la carretera general, la cruzamos y, por el puente viejo junto al Victoria, cruzamos el Cidacos.
Pasamos la vía y subimos al camino que viene de Pueyo.
En las laderas el agua ha desprendido algunos trozos de tierra. Juanjo me dice que en Aragón, en la muga con Navarra, a eso le llaman el lurte.
Regresamos hacia Tafalla. El Cidacos está alegre. Su lecho, seco y ruinoso este verano, ha recuperado el nivel de agua necesario para reivindicarse como río.
En sus orillas un soto multicolor de chopos, enebros y hasta algún boj, vitorea el paso del agua, agitando sus mejores galas de otoño.
La naturaleza se prepara para el largo invierno tafallés, pero no quiere despedirse de cualquier manera de los paseantes que nos encontramos por el camino.
Nos paramos con unos conocidos; al decirles que venimos de Orrecegui, nos cuentan que estuvieron en la fuente de Turrustaldia y también está muy recuperada. Cualquier día de estos nos acercamos por allí.
Al llegar al barranco de Landerri, Juanjo nos lo enseña con satisfacción. Ya ha movido. Su padre tiene una pequeña finca en la ladera del monte y sabe de las penurias de estos casi dos años de sequía.
11,30 horas. Presa de Recarte. No salta como el día de la "urbanita" pero todavía el agua, limpia y constante se desliza hasta la pequeña poza del fondo.
"9 de Mayo de 1899. En el río Cidacos, en la presa de Recarte, jurisdicción de Tafalla, ha sido hallado el cadáver de un vecino de aquella ciudad, a quien se tenía como presunto autor de heridas inferidas a otro vecino, en la noche del 29 de Abril último. Se cree que el ahogado debió de arrojarse o caer al río en la expresada noche. El juzgado entiende en el asunto. (El Eco de Navarra (antes de Pamplona). Periódico liberal y defensor de los intereses de la misma).
Junto al Puente Viejo entramos en al Avda. Baja Navarra. En el pueblo empieza la actividad. Por la calle del Escorial nos vamos a la calle Mayor. La calle adoquinada y estrecha nos habla en cada rincón de historias y gentes de otros tiempos.
Son las 08,00 horas. Magán marca 8º y la farmacia 6º. El día está de cierzo; frío y un poco desapacible.
Bajamos por la plazuela de los Auroros a la calle de la Feria. Salimos a la plaza y por los Jardines nos acercamos hasta la Fuente del Rey.
08,25 horas. Se ha recuperado mucho.
Alguien, con muy poca inteligencia, se ha dedicado a manchar el caño con pintura azul y roja. No se habrá enterado de que esa fuente es de todos y que ya estaba ahí antes de que él llegara y que seguirá ahí cuando él ya no esté.
Pasamos por debajo de la autopista y nos encaminamos hacia Valgorra.
Tomamos el segundo camino a la izda. que nos llevará hasta la Cabaña Redonda.
El camino tiene un andar penoso. La cuesta se empina mientras los molinos, enloquecidos por el cierzo, agitan y agitan sus brazos en un gesto de espanto sin fin.
Al llegar a una pieza en barbecho, entre coscojos e ilagas, se abre un ancho camino que desemboca en la Redonda. Son las 08,50 horas.
Paramos a almorzar. Al S. el Moncayo no se ve.
La S.M. Alaitz ha ido de excursión; tendrán mal día.
Juanjo saca los catalejos y miramos hacia el E. Por encima de una pieza labrada asoma la punta blanca de Buskil.
Un poco más cerca reconocemos el Corral de los Toros, debajo de las ruinas de la construcción, para nosotros, enigmática.
A la izda. el Caserío del Monte domina una vasta extensión de terreno.
A nuestros pies Valgorra se abre como una fruta madura. Los sembrados verdean tímidamente. Junto a ellos las viñas están ruborizadas: Les han robado sus frutos más preciosos y no han hecho nada para impedirlo.
Muy cerca de nosotros un cazador, escopeta al hombro, jalea a los perros. Ahora se pueden cazar perdices, liebres, faisanes y conejos. No hemos escuchado todavía ningún tiro.
Salimos hacia los molinos. Se agradece el abrigo que ofrece la ladera del monte. Nos dirigimos hacia el Alto de la Guindilla. Cuando salimos al descubierto el viento sopla fuerte. Me pongo los guantes.
Al llegar al cruce de caminos descendemos por el que va en dirección N.
En un portillo que hace la vegetación descubrimos el Caserío de San Lorenzo.
La mañana más que otoñal es de invierno. Los quejigos empiezan a pardear. Esbeltos y orgullosos quieren distinguirse de sus parientes las encinas. Los enebros, humildes y austeros, jalonan los claros que no ocupan los árboles de mayor porte.
El camino es limpio, amplio. La cuesta abajo se hace llevadera.
10,00 horas. Fuente de Orrocegui. Da gusto verla. No está, todavía, al cien por cien, pero su recuperación es asombrosa.
El agua de su aska está limpia como pocas veces la hemos visto.
En la hondonada de este pequeño valle, al abrigo del Monte del Conde, el silencio es total.
Bajamos en dirección al Maño.
Antes de cruzar la autopista, Juanjo nos invita a desviarnos un momento del camino. En un pequeño montículo tiene localizado un setal de la de cardo y quiere que echemos un vistazo para ver si "cae" algo.
Entre cardos y hierbas secas encontramos media docena de tan apreciado manjar.
Salimos a la carretera general, la cruzamos y, por el puente viejo junto al Victoria, cruzamos el Cidacos.
Pasamos la vía y subimos al camino que viene de Pueyo.
En las laderas el agua ha desprendido algunos trozos de tierra. Juanjo me dice que en Aragón, en la muga con Navarra, a eso le llaman el lurte.
Regresamos hacia Tafalla. El Cidacos está alegre. Su lecho, seco y ruinoso este verano, ha recuperado el nivel de agua necesario para reivindicarse como río.
En sus orillas un soto multicolor de chopos, enebros y hasta algún boj, vitorea el paso del agua, agitando sus mejores galas de otoño.
La naturaleza se prepara para el largo invierno tafallés, pero no quiere despedirse de cualquier manera de los paseantes que nos encontramos por el camino.
Nos paramos con unos conocidos; al decirles que venimos de Orrecegui, nos cuentan que estuvieron en la fuente de Turrustaldia y también está muy recuperada. Cualquier día de estos nos acercamos por allí.
Al llegar al barranco de Landerri, Juanjo nos lo enseña con satisfacción. Ya ha movido. Su padre tiene una pequeña finca en la ladera del monte y sabe de las penurias de estos casi dos años de sequía.
11,30 horas. Presa de Recarte. No salta como el día de la "urbanita" pero todavía el agua, limpia y constante se desliza hasta la pequeña poza del fondo.
"9 de Mayo de 1899. En el río Cidacos, en la presa de Recarte, jurisdicción de Tafalla, ha sido hallado el cadáver de un vecino de aquella ciudad, a quien se tenía como presunto autor de heridas inferidas a otro vecino, en la noche del 29 de Abril último. Se cree que el ahogado debió de arrojarse o caer al río en la expresada noche. El juzgado entiende en el asunto. (El Eco de Navarra (antes de Pamplona). Periódico liberal y defensor de los intereses de la misma).
Junto al Puente Viejo entramos en al Avda. Baja Navarra. En el pueblo empieza la actividad. Por la calle del Escorial nos vamos a la calle Mayor. La calle adoquinada y estrecha nos habla en cada rincón de historias y gentes de otros tiempos.
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