Domingo, 15 de Noviembre de 2015
La niebla se ha instalado en Tafalla. Teníamos prevista una excursión para Valdelobos pero la oliva negral se ha interpuesto en nuestro planes. Rosa y Juanjo tiene que ir a cogerla. Inma no conoce el roble de Echagüe y hoy es el día ideal para subir a la sierra de Alaiz y ver el sol.
Son las 08,00 horas. Magán marca 10º y la farmacia 9º. La mañana está oscura, con poca visibilidad.
Nieblas en la mañana, ni viento ni agua.
A las 08,20 aparcamos el coche en Echagüe.
La iglesia de la Asunción es robusta y coqueta. El porche está pintado y limpio. En el tablón de anuncios, un cartel informa de las actividades que se van a desarrollar en varios pueblos de la Valdorba.
A poco más de doscientos metros del pueblo continúa la niebla.
11 de Diciembre de 1821. El núcleo motor de la sublevación tuvo lugar en la Valdorba, que se levantó en masa contra la Milicia Nacional y el Ejército. La lucha de los valdorbeses contra el liberalismo fue épica durante todo el siglo, quizá porque con el nuevo régimen veían venir el ocaso de su equilibrio secular. Y no andaban desorientados, si vemos cómo quedó el valle al desaparecer el régimen foral. A lo largo de este siglo, un refrán se hizo popular en Navarra: "Si la Valdorba está tranquila, Navarra está tranquila" (J.M. Esparza)(Historia de Tafalla - Tomo I)
En cambio, aquí arriba, el sol comienza a derramarse por las laderas cercanas, anunciando un hermoso día.
El camino desciende unos cuantos metros.
Junto a alguna vieja edificación, la cuesta arriba comienza.
En las campas elevadas una docena de vacas pastan tranquilamente. A cada movimiento de sus cabezas, sigue un sonido grave de cencerros.
Un verja, cerrada con pestillo, interrumpe el paso. Pasamos al otro lado.
El camino tiene un desvío hacia la dcha., que tomamos.
Dos caballos de buen porte nos miran curiosos cuando avanzamos a su lado. El marrón se da cuenta de mi intención de fotografiarlos y ensaya una pose. En cambio al blanco le interesa más seguir con su desayuno.
Escondida por la hojarasca, entre bojes y zarzas, la entrada al roble casi pasa desapercibida.
Me adelanto unos metros y le digo a Inma que se prepare. La primera vez que se ve este ejemplar suele dejar a la gente atónita.
09,10 horas. En medio de la campa, como si fuera un lugar encantado, el roble de Echagüe es el señor.
Grande y frondoso, algunas de sus ramas son más gruesas que cualquier árbol que consideramos extraordinario.
A sus plantas, las personas somos seres diminutos del bosque.
El cartel que está cerca del roble aporta pocos datos. Una pena. La información sobre su edad aproximada sería muy interesante.
Volvemos sobre nuestros pasos para salir al camino principal.
Una cerca, mucho más tosca que la anterior, corta el camino.
Un borrico nos mira tímidamente. En un cercado, media docena de pequeños terneros parecen muñecos de peluche.
La Peña de Unzúe consigue deshacerse de la molesta niebla y se muestra como un picacho alpino.
El camino es viejo y poco transitado. Una maravilla. El suelo está alfombrado de hojarasca. El otoño se ha empleado a fondo en estos lugares. Los bojes, robles y unas delgadas hayas jalonan el sendero por el que avanzamos plácidamente, saboreando cada metro que pisamos.
Cuando salimos a terreno despejado, nos encontramos con los primeros molinos. Inmóviles, sus aspas parecen otear el horizonte esperando la más leve brisa para ponerse en movimiento.
10,30 horas. Es el momento de reponer fuerzas. El carasol donde nos sentamos es fantástico. Un mar de nubes se extiende hasta el horizonte. Estamos, solamente, a 10 metros de altitud por debajo de la Peña de Unzué. Las cumbres cercanas emergen de la niebla como si fueran pequeños islotes. La temperatura es agradable y el sol proporciona una luz especial.
Cinco minutos más tarde, bajo la atenta mirada de un rebaño de ovejas y cabras, llegamos al menhir de Arriurdin.
Junto a un pinar, si no conoces su localización, es muy fácil pasar de largo.
La enorme mole de piedra, altiva, mira hacia S. disfrutando de este día de otoño.
Volvemos al camino.
La pista blanca pronto se convierte en carretera asfaltada. Algunos vehículos van llegando y aparcan en las cunetas. Montañeros, cazadores y seteros nos saludan con la mano al pasar.
10,40 horas. Subestación eléctrica.
Como en otros parques eólicos de la zona, unas veces se han aprovechado viejas bordas y otras se han hecho construcciones respetuosas con el entorno. El caserón es magnífico. El tejado, de lajas y la construcción, bien cuidada.
Continuamos por la carretera y, al llegar a una amplia curva, tomamos el camino de enfrente y que conduce directamente a Echagüe.
11,10 horas. En el pueblo ya hay un poco más de actividad. Al contrario que a la mañana, la niebla se ha apoderado de sus calles y el sol y la luz que hemos difrutado por la sierra, son sólo un recuerdo.
En este enlace se puede ver el recorrido que hemos seguido hoy.
Son las 08,00 horas. Magán marca 10º y la farmacia 9º. La mañana está oscura, con poca visibilidad.
Nieblas en la mañana, ni viento ni agua.
A las 08,20 aparcamos el coche en Echagüe.
La iglesia de la Asunción es robusta y coqueta. El porche está pintado y limpio. En el tablón de anuncios, un cartel informa de las actividades que se van a desarrollar en varios pueblos de la Valdorba.
A poco más de doscientos metros del pueblo continúa la niebla.
11 de Diciembre de 1821. El núcleo motor de la sublevación tuvo lugar en la Valdorba, que se levantó en masa contra la Milicia Nacional y el Ejército. La lucha de los valdorbeses contra el liberalismo fue épica durante todo el siglo, quizá porque con el nuevo régimen veían venir el ocaso de su equilibrio secular. Y no andaban desorientados, si vemos cómo quedó el valle al desaparecer el régimen foral. A lo largo de este siglo, un refrán se hizo popular en Navarra: "Si la Valdorba está tranquila, Navarra está tranquila" (J.M. Esparza)(Historia de Tafalla - Tomo I)
En cambio, aquí arriba, el sol comienza a derramarse por las laderas cercanas, anunciando un hermoso día.
El camino desciende unos cuantos metros.
Junto a alguna vieja edificación, la cuesta arriba comienza.
En las campas elevadas una docena de vacas pastan tranquilamente. A cada movimiento de sus cabezas, sigue un sonido grave de cencerros.
Un verja, cerrada con pestillo, interrumpe el paso. Pasamos al otro lado.
El camino tiene un desvío hacia la dcha., que tomamos.
Dos caballos de buen porte nos miran curiosos cuando avanzamos a su lado. El marrón se da cuenta de mi intención de fotografiarlos y ensaya una pose. En cambio al blanco le interesa más seguir con su desayuno.
Escondida por la hojarasca, entre bojes y zarzas, la entrada al roble casi pasa desapercibida.
Me adelanto unos metros y le digo a Inma que se prepare. La primera vez que se ve este ejemplar suele dejar a la gente atónita.
09,10 horas. En medio de la campa, como si fuera un lugar encantado, el roble de Echagüe es el señor.
Grande y frondoso, algunas de sus ramas son más gruesas que cualquier árbol que consideramos extraordinario.
A sus plantas, las personas somos seres diminutos del bosque.
El cartel que está cerca del roble aporta pocos datos. Una pena. La información sobre su edad aproximada sería muy interesante.
Volvemos sobre nuestros pasos para salir al camino principal.
Una cerca, mucho más tosca que la anterior, corta el camino.
Un borrico nos mira tímidamente. En un cercado, media docena de pequeños terneros parecen muñecos de peluche.
La Peña de Unzúe consigue deshacerse de la molesta niebla y se muestra como un picacho alpino.
El camino es viejo y poco transitado. Una maravilla. El suelo está alfombrado de hojarasca. El otoño se ha empleado a fondo en estos lugares. Los bojes, robles y unas delgadas hayas jalonan el sendero por el que avanzamos plácidamente, saboreando cada metro que pisamos.
Cuando salimos a terreno despejado, nos encontramos con los primeros molinos. Inmóviles, sus aspas parecen otear el horizonte esperando la más leve brisa para ponerse en movimiento.
10,30 horas. Es el momento de reponer fuerzas. El carasol donde nos sentamos es fantástico. Un mar de nubes se extiende hasta el horizonte. Estamos, solamente, a 10 metros de altitud por debajo de la Peña de Unzué. Las cumbres cercanas emergen de la niebla como si fueran pequeños islotes. La temperatura es agradable y el sol proporciona una luz especial.
Cinco minutos más tarde, bajo la atenta mirada de un rebaño de ovejas y cabras, llegamos al menhir de Arriurdin.
Junto a un pinar, si no conoces su localización, es muy fácil pasar de largo.
La enorme mole de piedra, altiva, mira hacia S. disfrutando de este día de otoño.
Volvemos al camino.
La pista blanca pronto se convierte en carretera asfaltada. Algunos vehículos van llegando y aparcan en las cunetas. Montañeros, cazadores y seteros nos saludan con la mano al pasar.
10,40 horas. Subestación eléctrica.
Como en otros parques eólicos de la zona, unas veces se han aprovechado viejas bordas y otras se han hecho construcciones respetuosas con el entorno. El caserón es magnífico. El tejado, de lajas y la construcción, bien cuidada.
Continuamos por la carretera y, al llegar a una amplia curva, tomamos el camino de enfrente y que conduce directamente a Echagüe.
11,10 horas. En el pueblo ya hay un poco más de actividad. Al contrario que a la mañana, la niebla se ha apoderado de sus calles y el sol y la luz que hemos difrutado por la sierra, son sólo un recuerdo.
En este enlace se puede ver el recorrido que hemos seguido hoy.
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