lunes, 28 de diciembre de 2015

Ocho balsas en el Saso



Domingo, 27 de Diciembre de 2015


La niebla sigue agarrada. La semana pasada preparé un recorrido con la idea de visitar ocho balsas en el Saso. De algunas conocemos su nombre; de otras no. Cuando Juanjo vino a buscarme con el coche, abrigaba la esperanza de que propuesiera ir a ver el sol. Tenía en la "recámara" preparada una excursión a Otano para subir al Txanburu, en la sierra de Alaiz, pero me dijo: "No. Vamos al Saso, que aunque haya niebla vamos a disfrutar por las balsas y caseríos".
Son las 08,00 horas. Magán marca 5º y la farmacia 3º. La niebla ha humedecido las calles, como si hubiera llovido. 

Si la niebla vence al sol, mal día te espera, pastor. 


Aparcamos junto al Caserío de la Chiquitina. El frío es intenso. La mañana va a ser dura. 
Junto al cogote, en la trasera del edificio, está la balsa del caserío. 
La hierba está empapada. La desolación, absoluta. 


La balsa ofrece una imagen de desamparo y abandono que casi sobrecoge. 
Volvemos al camino principal y nos adentramos en el Saso. 
Si tomáramos la primera desviación, llegaríamos, una vez pasado el Corral del Zorrico, hasta el Caserío de Gregorio el Grande, donde encontraríamos dos balsas. 
Nuestra ruta, hoy, es otra. 
09,00 horas. Balsa de Justo.



Se encuentra muy cerca del cruce de caminos. De buenas dimensiones, siempre la hemos visto con agua. Aunque no se ve nada, miramos hacia el S. 
Si nuestro recorrido no fuera por las balsas, daríamos una vuelta por el cercano Pozo de Zacanatero. 

Hacia 1954, cuando su economía está más holgada, Vicente Zaratiegui se convirtió en el director artístico de unos hijos con talento que siguieron formándose musicalmente en Francia e Italia. Crearon el grupo Los Zaras en español y The Zaras en el extranjero, dignificando así su apellido Zaratiegui. Conocemos una divertida anécdota en relación al nombre del grupo musical:
Hace uno años, estaba Marino en Las Vegas hablando con un hombre de negocios sobre su pasado musical, y éste le preguntó: "¿Así que ustedes son familiares de la famosa firma de ropa Zara?". Marino, que estaba muy interesado por la historia familiar Gregorica, respondió en un perfecto inglés americano: "¡No!, somos de los Zaratieguis tafalleses, del caserío Gregorico del Saso". Habría que haber visto la cara del ejecutivo americano. (Arantxa Marco Hernando)(Los Gregoricos. Raíces tafallesas y genealogía de los Zaratiegui).

Regresamos al camino principal y llegamos al Caserío de Manuel. 
Hace muchísimo frío. Si me quito los guantes para consultar el gps o para hacer alguna foto, duelen las manos por la temperatura tan baja. 


La balsa está rodeada de carrizos. Es pequeña, como el caserío. Limpia y cercana al edificio, es el contrapunto humano en medio de esta soledad. 
El camino que sale de la fachada del caserío nos lleva, entre campos de cultivo, hasta el Barranco de Navascués. Lo cruzamos y salimos a la Cañada. 
09,20 horas. Balsa de Tragasasos. 


Situada en la orilla de la cañada, limpia de vegetación, refleja en su pequeña superficie la imagen de los dos ateridos tamarices que alguien plantó junto a ella.
Continuamos por la cañada. 
El pinar que precede a Moncayuelo es una masa informe de sombras y siluetas. La niebla, en esta parte de El Saso, está agarrada de verdad. 
El camino que entra a la dcha. nos anuncia la proximidad del caserío. 
A pocos metros, el antiguo Paso Malo, se ha convertido en bueno. El cemento y la elevación del camino han conseguido que esa zona, tan problemática para los labradores cuando acarreaban la mies con galeras y caballerías, sea ahora un tramo totalmente inofensivo. 
09,50 horas. Caserío de la Navascuesa. 



Las ovejas están en el interior de cercado. Nos miran curiosas. 
Nos acercamos a verlas, envidiando sus tupidas pieles de lana.
La mayoría se alejan asustadas, pero alguna nos mira desafiante, como si pensara: "Con esa cara de frío, no me dais ningún miedo".
Junto a la pared del N. decidimos echar un bocado. 
Juanjo saca un termo con manzanilla caliente y me ofrece un vaso. 
Lo rechazo.


Junto a la casa, un par de calcetines esperan a que brille el sol para secarse. 


Estamos solos en medio de la niebla. En toda la mañana no hemos visto a nadie. Solamente estas ovejas y, de vez en cuando, algún graznido de cuervos. 
10,00 horas. En dirección O., en una pequeña hondonada, se encuentra la Balsa del Pozo. Bajamos a verla.


Es mayor que las anteriores. Está en un terreno descarnado y árido. 


A Juanjo le mosquea el nombre de la balsa y la proximidad del caserío y se pone a buscar el pozo. 
Cinco minutos más tarde, me grita desde el interior de la niebla. 
Acudo veloz. Por la forma de llamarme, sé que ha habido descubrimiento. 


El pozo está oculto entre unas piedras. 


Es pequeño y está casi cegado. Tiro de móvil y le envío a Sergismundo la foto y el hallazgo. La ocasión lo merece pero, hace tanto frío que no dan ganas más que de salir de allí. 


Antes de salir al camino principal, pasamos junto a una pequeña balsa seca. Bajamos la cuesta en dirección N.
10,15 horas. Balsa Nueva. 


Es de grandes dimensiones y la ubicación está bien ideada. Recoge las aguas que bajan de la ladera próxima al cerro de La Navascuesa. 


Al fina de la pieza de al lado, en su parte más alta, un montículo de piedras nos llama la atención. 
Subimos a verlo. 


Alguien ha retirado las piedras de la finca y, suponemos que, en lugar de tirarlas en un montón, ha hecho este hito. 
Bajamos de nuevo al camino. 
Una curva amplia nos introduce en el término de Olite. Los mojones de la muga se dejan ver en las partes más altas de los ribazos. 
11,10 horas. Balsa de la Corraliza de Berico. Está en la orilla del camino y es de buenas dimensiones. 


La vegetación de las orillas es alta y, para verla bien, nos tenemos que adentrar en la pieza. Sorprendentemente la temperatura ha cambiado. Ya no hace tanto frío, lo que nos permite quitarnos el gorro y los guantes. 
Unos metros más adelante hay una bifurcación de caminos. 


A la dcha. una pequeña balsa, cuyo nombre desconocemos, nos obliga a detenernos. 
Echamos un vistazo al campo que tenemos al lado. Parece que no hay mucho barro. 
Decidimos atravesarlo en línea recta y evitarnos un trozo de camino. 



Además, de esta manera, llegamos al Corral del Esteban. 



No queda en pie más que una pared. La ruina es total. Damos una vuelta por los alrededores y bajamos al camino. 
Atravesamos otra pieza que nos conduce al que viene de la Navascuesa. 
Estamos terminando nuestro itinerario. 
12,00 horas. Desde la orilla de Las Zorreras divisamos la balsa que está cerca de la Chiquitina. 


No bajamos a verla porque desde aquí se aprecia perfectamente. 
Llegamos al Caserío de la Chiquitina. Allí nos esperan el coche y la calefacción. 
Las ocho balsas que había marcado en mi itenerario han resultado ser diez. Más un pozo.
Sergismundo me ha puesto un mensaje diciendo que ya tenemos cuatro pozos en el Saso y que puedo preparar una excursión. 
Los contamos con deleite: El pozo del Caserío de Gregorio el Grande, el del Secretariado, el Zacanetero y el de la Navascuesa. 
Para ser la última excursión del año, no ha estado mal. 




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