Domingo, 13 de octubre de 2019
Llevábamos tiempo intentando hacer un excursión por la sierra de Alaiz.
Y por fin llegó el día.
"Si sale bueno, de este domingo no pasa"
A las 08:30 horas nos presentamos en Echagüe con el coche.
Allí estaba esperándonos Damián con su inseparable galga Vera.
Salimos del pueblo, en coche, y nos acercamos hasta los molinos próximos a la Borda de Lepuzain.
El viento sur sopla con fuerza. La temperatura es de 12º. El cielo encapotado no amenaza lluvia. Los molinos agitan sus aspas emitiendo un zumbido monótono.
En otoño y en invierno, tiembla el enfermo
Por senda estrecha, entre bojes, comenzamos a bajar en busca del refugio.
09:00 horas. Borda de Lepuzain.
Es un refugio abierto, bien cuidado y limpio.
La gente que lo utiliza, hasta ahora, lo barre y recoge además lo que ha utilizado. La mesa y los bancos están en perfecto estado y todo el conjunto se mantiene en condiciones porque se practica algo tan elemental como es el civismo.
La senda discurre por detrás de la caseta y nos lleva a una pequeña campa a la que nosotros, en tiempos anteriores al parque eólico, le llamábamos "la placica de toros".
Aunque su forma es cuadrangular, nos servía para buscar la entrada a la sierra por una senda medio escondida en el rincón superior izquierdo.
Salimos a una pista blanca y seguimos de frente hacia el interior de la sierra.
La vieja senda se ha convertido ahora en un camino ancho y transitado. La limpieza del hayedo y su explotación han hecho necesaria la ampliación.
Un grupo pequeño de montañeros nos rebasan mientras nos quitamos ropa. Siguen por el camino.
Nosotros enseguida nos desviamos a la izda. y caminamos por la vieja senda.
El paseo por el interior del bosque es fantástico.
Hay zonas en las que la vegetación es tan tupida que avanzamos en una medio oscuridad. Además, está nublado.
Joselu llama nuestra atención y nos hace detenernos.
Un enorme sapo nos mira con sus ojos inquietos mientras se desplaza lentamente cuando nos acercamos.
El sendero entra y sale del bosque. Llegamos a una zona de helechos que desemboca en el camino ancho de la mañana.
Volvemos a otra senda y, entre hayas, robles y espinos blancos (las conocidas "manzanicas de pastor"), comenzamos a descender, al principio poco a poco y después, con la pendiente más pronunciada, dando vista a la Higa de Monreal.
La cima la coronan las nubes que entran veloces empujadas por el frío bochorno.
Aprovechamos la hierba limpia de la cuesta para sentarnos y echar un bocado.
La temperatura en este abrigo es agradable.
El sol se pelea con las nubes por dejarse ver. Cuando parece que lo consigue, una nueva andanada lo oculta hasta que se estrella con la inmensa mole de la Higa.
Seguimos cuesta abajo.
10:20 horas. Barranco de Jehesua.
Rodea la montaña y termina en Monreal.
Apenas baja agua.
El camino se pone cuesta arriba. Llegamos al cruce que indica el ascenso a la Higa y nosotros continuamos por la derecha. Volvemos al bosque.
Una planta llama nuestra atención.
Sus verdes hojas, los tallos y las bayas negras son de una gran vistosidad.
Tiramos de aplicación y nos sorprende. Es Belladonna.
Pasado el primer repecho, llaneamos en medio del arbolado.
Dos caballos, sorprendidos en la orilla del camino, nos miran con extrañeza.
Cuando nos acercamos, con cierta indolencia, deciden perderse entre la vegetación.
La claridad de la última loma nos indica dónde estamos.
11:45 horas. Monte Ekisoain (1.071 m)
Conocíamos este lugar por haber venido desde Leoz, pero nunca lo habíamos hecho desde este otro lado.
El molino donde pintaron la altura de la cima está desmontado.
Tres enormes aspas descansan tumbadas en el suelo y, acercándonos a ellas, todavía nos sentimos más pequeños.
El viento sopla como si fuera un vendaval.
Descendemos por la ladera por la que hemos venido y entramos otra vez en el bosque.
Una antigua nevera está en la orilla del camino. Es un enorme hoyo con un trozo de pared de piedras.
Tres ciclistas llevan dirección contraria a nosotros.
12:20 horas. Borda Cascante.
Tiene un letrero en su fachada y está en ruinas. Se aprecia la existencia de un serenao al lado de la borda y algún aprisco.
El camino se convierte en senda y llegamos a la fuente de Iturriotz.
Para mí es un momento importante porque he estado montones de veces por el interior de Alaiz y es la primera vez que veo esta fuente.
Hay un tubo negro del que sale un pequeño chorro de agua.
Hace años, nos cuenta Joselu, se bebía del hoyo que está ahora seco. Todavía conserva una pequeña cadena en la que se sujetaba una jarra.
Continuamos por el sendero donde aún nos espera una sorpresa.
Algunos árboles adoptan forman caprichosas.
12:45 horas. La Culebra.
El árbol, en este caso un haya, ha adoptado una forma tan retorcida que asemeja un reptil. Está en la misma orilla de la senda y la parada es inevitable.
Seguimos nuestro itinerario y salimos al camino ancho que hemos llevado por la mañana. Llegamos a la pista blanca y por ella descendemos hasta donde hemos dejado aparcados los coches.
Son las 13:00 horas.
Un paseo único a 20 kms de casa y que merece hacerse en cualquier época del año.
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