lunes, 9 de marzo de 2020

Niebla en Lazarau




Domingo, 8 de marzo de 2020

La crónica de hoy podría ser muy simple. 
Fui a Candaraiz, caminé todo el tiempo entre la niebla y regresé. 
Pero el teclado se rebela y me exige que cuente algo más. 
Tenía archivada una ruta de Sergismundo por Lazarau y por los caseríos de Candaraiz.
La mañana en Tafalla ha salido despejada. La temperatura es baja, pero va a ser un buen día para andar. 
Al pasar la Fuente de Resano, veo que la niebla cubre el campo hasta el Arga. 
Aparco debajo del Caserío de Sánchez y salgo del coche.
Estamos a dos grados. 



La hierba blanquea de rosada. 

Marzo engañador, se guarda del invierno el día peor. 

Me abrigo bien y comienzo a andar. Son las 08:30 horas. 
Salgo a la carretera de Miranda de Arga y la cruzo. 
Por el camino que entra hacia el Saso, avanzo entre la niebla sin poder ver nada. 
La silueta de un edificio aparece repentinamente. 
08:45 horas. He llegado al Caserío de Gregorio El Grande y no me he enterado. 




Como es de suponer, no hay nadie. 
Sin sacar las manos de los bolsillos, me acerco hasta el pozo y contemplo su ovalada construcción. 



Es una de las joyas que tenemos en Tafalla. 



Doy una vuelta a su alrededor, maravillado por su buen estado de conservación. 
Continúo mi camino. 
La mañana no está para muchas paradas. 
En el cruce que lleva a Lazarau, hay un labrador junto a su todoterreno.  Me dice que ha pinchado y que, como es muy complicado sacar la rueda de repuesto, está esperando a un hijo para que le ayude a cambiarla. 
Hablamos del frío. 
Su termómetro le ha llegado a marcar 0º y dice que ha visto algo de hielo. 
09:00 horas. Cabaña de Lazarau. 
Ubicada en un pequeño cerro, tiene un letrero con su nombre. 



Me doy una vuelta para comprobar su estado. 





Salgo de nuevo a la carretera y, en Piedrafita, tomo el camino que va al lado del corral de los Echapares. 





Unos pocos metros más adelante se alza el túmulo de Candaraiz. 




Subo a él y descubro que han colocado un par de ventureros para recoger los enjambres nuevos que salgan de las colmenas. 



Desciendo de nuevo al camino y enseguida tomo el desvío a la dcha. que me lleva al Caserío de Eulalio. 

Año 1841. Algunos vecinos acudieron a la Diputación exponiendo los perjuicios que irrogaría la venta de las corralizas, pero sin éxito. Probablemente es ajustada la valoración de Amorena sobre el conjunto de estas ventas: "Fue una verdadera liquidación impuesta sin duda por la necesidad y quizá también por temor a la aplicación de las leyes desamortizadoras" promulgadas en el Estado y culminadas con la de 1855 (Ley Madoz). (Felipe Esquíroz)(Tres hitos en la trayectoria comunal de Tafalla/Navarra)

La niebla sigue sin despejarse. 




El conjunto de edificios que conforman Eulalio ofrecen un aspecto invernal que sobrecoge. 




Por el camino que va en dirección O. me encuentro con el pozo de Candaraiz. 
Me asomo y me sorprendo, una vez más, de su profundidad y magnífica construcción. 
Desciendo a un sembrado. 
La hierba empapa el calzado, pero esto es un mal menor sabiendo cuál es el objetivo. 
En una roca han colocado un letrero bilingüe que nos habla del Dolmen de Candaraiz. 



Una bonita iniciativa que ojalá se prodigara en tantos lugares interesantes como hay en nuestro término. 
Dar una vuelta por el cerro donde se encuentra el dólmen es un placer. 



A pesar del frío y de la niebla, o quizá por ello mismo, te sientes enraizado en un lugar sagrado en el que miles de años atrás una población hacía allí sus enterramientos y ritos fúnebres, entre 4.500 y 3.700 años A.C. según la arqueóloga tafallesa Rosa Mª Armendáriz. 
Regreso al Caserío de Eulalio y vuelvo al camino principal. 
10:00 horas. Corral de Moreno. 



Un letrero avisa de la presencia de colmenas. 
No se ven por ningún lado. 
Además, con este frío, hoy hay poco riesgo de que salgan las abejas. 






El corral se encuentra en la ruina más absoluta. 




Doy una vuelta por su alrededor y en unas rocas, al lado de un piedra muy sugerente, me siento a echar un bocado. 
Vuelvo al camino principal y cruzo la Cañada Real de Tauste a Andía. 
Hay alguna señal del camino de la Vera Cruz. Este recorrido, poco transitado, sale de Roncesvalles y, después de casi novecientos km, llega a Caravaca de la Cruz en Murcia. 
10:40 horas. Corral del Rincón. 
Está en uso. Un perro atado con cadena me da la bienvenida con unos tímidos ladridos. 



Le digo que se calle y sorprendentemente lo hace.



En el serenao, las ovejas no me quitan ojo.  
Cuando me marcho, me asomo a una de las ventanas porque merece la pena ver lo que hay dentro.



Los arcos que sostienen la techumbre son magníficos. Es un placer contemplar esta construcción. 
Inicio la vuelta. 
Un par de balsas abastecen al corral del agua necesaria. 




Están limpias y rebosantes de agua. 
Cruzo de nuevo la Cañada y me dirijo al coche. 
Antes de montarme, me acerco un momento al Caserío de Sánchez. 





Hace tiempo que no lo visito. 
Se ve que tiene actividad. 
Un todoterreno se acerca. Es el pastor. Cuando llega me saluda:
- Ah ¿eras tú?. He visto a alguien por aquí y, me he dicho, me voy a acercar a ver qué pasa...
Hablamos un rato. 
Es hora de volver. Son las 11:20 horas
La niebla, poco a poco, se ha ido dispersando, aunque en el cerro de La Escolara todavía está agarrada. 
El sol se empieza a dejar ver entre los grandes claros de las nubes altas. 
La temperatura es más agradable. 

En este enlace se puede ver el recorrido de Sergismundo que es el que he seguido hoy. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario