martes, 25 de agosto de 2020

La Hoya Grande (Olite)





Domingo, 23 de agosto de 2020

Hoy volvemos al Plano. 
La mañana ha salido de cierzo. La temperatura, 15º. El cielo despejado.

Por San Bartolomé la mies recogida esté (24 de agosto) 

Queremos conocer una zona alejada de nuestras rutas convencionales en el Monte de Olite.
Vamos a seguir una ruta de Sergismundo que subió a Wikiloc en febrero de este año. 
Son las 08:15 horas. 





Aparcamos junto al Corral del Plano y comenzamos a andar. 
El camino discurre al lado de la gravera. 
El hueco que dejó en su día la extracción de gravas para la autopista se ha convertido en un paraje hermoso.




Los pinos y la abundante vegetación hacen impensable que pueda haber debajo toneladas y toneladas de basura enterrada. Allí era donde se depositaba hasta que se habilitó el vertedero, hoy clausurado, de Romerales. 
Seguimos en dirección S. 





Las piezas situadas en la falda del Canto del Plano reciben el riego de los aspersores. 
El paisaje de la Plana de Olite se llena de verdes y ocres que se funden en el azul intenso del cielo. 
Pero tanta belleza no puede durar mucho. 
La falta de respeto y de civismo se hace patente al salir de una curva.




Un colchón y su funda han sido abandonados por alguien que debe de pensar que  las campañas de respeto por la naturaleza no van con él. 
Entramos en una senda y abandonamos el camino principal. 
El paseo en medio del arbolado nos devuelve la alegría de la mañana. 
09:00 horas. Santa Brígida.





Hacemos una breve parada y continuamos nuestra ruta. 
El lugar está solitario. 
Vamos a caminar por una zona en la que nunca habíamos estado.





Un viejo cartel mantiene a duras penas su dignidad y avisa de la prohibición de aparcar en su entorno. 

09:05 horas. Corral del Monte.




La construcción está completamente en ruinas. 


En el exterior los cardos se han adueñado del serenao. 
Un poco más adelante oímos ladrar a unos perros y descubrimos a tres cazadores sentados. 
Nos acercamos a hablar con ellos

- Ahora ¿qué cazáis?
- Estamos al conejo. Nos han dado cinco domingos y este es el segundo. 
- ¿Y de piezas?
- Nada. Yo he pegado un par de tiros - nos comenta uno de ellos con sorna - más que nada para que se enteren los conejos de que estamos por aquí. 

Al despedirnos, nos avisan de que en la senda hay un tramo "mucho malo" para bajar. 
Nos adentramos en la espesura por un sendero precioso. 
Las encinas y los enebros son los señores del bosque.


 
Algunas coscojas, pocas, consiguen sobrevivir a los pies del arbolado.





Continuamente aparecen los cados de los conejos.  
Salimos a un claro del bosque y comprobamos que los cazadores tenían razón. 
La pendiente es muy pronunciada. 



Afortunadamente, el suelo está seco. 
Cuando esté mojado, será un verdadero "poema" bajar por aquí. 
Clavando los bastones y agarrándonos a los matorrales, llegamos a terreno llano. 
09:40 horas. Balsa grande del Monte. 




El lugar es espectacular. 
Según nos han dicho los cazadores, nos encontramos en la Hoya Grande. 
Cerca de la orilla, se ha hecho alguna cata para buscar restos arqueológicos. 






Este sitio tiene su importancia, como así lo publicaron Beguiristain y Jusué.
Aprovechamos la sombra y echamos un bocado. 
La balsa, a nuestros pies, y las laderas pobladas de árboles. El silencio roto por algún ladrido y el suave cierzo espantando las moscas. Todo ello nos hace sentirnos privilegiados. 
Volvemos al camino. 




Todavía podemos contemplar a nuestra dcha. dos o tres balsas más.  
Todos estos humedales, me comenta Juanjo, son los que forman el Barranco de Vallacuera. 





Nace en este lugar y desemboca en Caparroso. 
Este otoño, si las circunstancias lo permiten, tenemos intención de seguir su curso completo. 

16 de junio de 1502. Los jurados de Tafalla "considerando que a Dios nuestro Señor le place que en la ciudad de Pamplona haya de morir de pestilencia", mandan cerrar todas las puertas de la villa salvo tres - la del Puyo, de Falces y del Río - en las que instalan guardas con la rigurosa orden de no dejar entrar a ninguno que venga de Pamplona o de cualquier otro lugar en el que se muere a causa de la maldita enfermedad. Pocos días después la plaga se extiende y con ella el temor. Se cierra un portal más y se prohíbe a los vecinos viajar a localidades en la que se sospecha que padecen la peste. (La ira de Dios. Los navarros en la Era de la Peste. 1348-1723)(Peio J. Monteano)

Salimos a una zona cercana al canal de Navarra. 
A nuestra derecha, el terreno ha sido repoblado de encinas. Los árboles, perfectamente alineados, aún son pequeños. 
A la izda. el bosque autóctono campa a sus anchas.
 


Las matas de arañones muestran una gran cantidad de frutos que salpican de azul el verdor del camino.
Las instalaciones del Canal nos avisan de que ahora toca caminar un tramo largo y recto por encima de él. 






Produce una sensación extraña saber que tenemos debajo de nuestros pies un caudal de hectómetros de agua.
Abandonamos la recta y entramos en el camino de Falces. 
Unos metros adelante tomaremos la senda oculta. 
Siempre resulta un placer caminar por ella, aunque los tiempos están cambiando.






Las Btt vienen a toda velocidad y una de ellas nos pega un buen susto. Estamos a punto de ser arrollados. 
En los senderos estrechos y con escasa visibilidad, algo habrá que hacer porque el riesgo de atropello es alto. 
11:10 horas. Corral del Plano. 


Juanjo, por la mañana, tomó la precaución de aparcar entre dos frondosas encinas y dejar el coche a la sombra. Se agradece. 
Ha sido una mañana estupenda. Hemos conocido unos lugares, bien cercanos, que nos han sorprendido gratamente. 
Nos queda pendiente otra visita en otoño o invierno. 





Harina de otro Costapor Juanjo Costa
  

Las viejas sendas (23 de agosto de 2020, domingo)

   Un cuadro: The Hay Wain (El carro de heno, 1821) – John Constable National Gallery (Londres)




 

El escritor británico Robert Macfarlane ha publicado desde comienzos de este siglo varios libros de viajes, de entre el total de los 27 que ha escrito. El último de aquellos, Las viejas sendas es la tercera parte de una “imprecisa trilogía sobre el paisaje y el corazón humanos”, en palabras de su autor. Los dos primeros títulos de la supuesta trilogía, Mountains of the mind (2003) y The Wild Places (2007), le valieron el reconocimiento como uno de los escritores ingleses emergentes, pero Las viejas sendas es la obra que le ha granjeado la alabanza unánime de la crítica y el éxito masivo.

En esta obra cuenta los viajes que realizó por senderos que el hombre ha recorrido durante siglos. En ocasiones solo, en muchas más acompañado por viejos y peculiares amigos, Macfarlane se adentra por bosques, transita por las cumbres, camina por el lodo entre arenas movedizas, navega por las islas de Escocia o hunde sus pies siguiendo las huellas que un ser fantasmagórico ha trazado hacia un precipicio en el Himalaya.

            Macfarlane pertenece a la tradición de escritores que tratan los lugares, los viajes y la naturaleza con la finalidad de provocar una nueva crítica e interés popular sobre los paisajes y la naturaleza salvaje.

            Nosotros Los Caminantes, no somos tan intrépidos ni escribimos libros tan famosos como el autor arriba mencionado, pero compartimos algo con él, nuestro amor por los paisajes y el deseo de caminar por las viejas sendas, en buena compañía. Y de eso, por aquí cerca, tenemos mucho.

 

            Como habéis leído, nos hemos adentrado en una de ellas, yendo más allá de lo que acostumbrábamos en esa zona, entre Tafalla y Olite, a la que unos llamamos Monte Plano y otros Monte Encinar, pero que forma una misma realidad indivisible y que ha sido una parte importante del soporte vital de ambos pueblos, por lo menos desde tiempos prehistóricos.

            A nosotros, hoy, nos ha deparado la agradable sorpresa de sus rincones recónditos y sugerentes, amén del trato de unos cuantos cazadores (suponemos que de Olite) que han sido la amabilidad misma, pues nos han indicado los caminos y obstáculos que íbamos a encontrar, así como un trato de lo más amigable y correcto que se puede encontrar en esas circunstancias. No solo nos han franqueado el paso con paciencia, sino que nos han informado de las peculiaridades de la caza que estaban practicando, lo que nos ha ilustrado sobre una actividad que nos es bastante desconocida (aunque suponemos que los conejos no opinarán lo mismo). Desde aquí, queremos darles las gracias y desearles que sigan disfrutando de su afición y de su bonhomía (y a los conejos ¡vista y oído!).

            Yo, por mi parte, he pensado ilustrar este recorrido que tanto nos ha gustado, recurriendo, ¡cómo no!, a un libro del que entresacar algunas pinceladas que, si no hablan directamente del paisaje, sí que lo hacen de vicisitudes históricas más o menos cercanas. Se trata de la obra ”OLITE, de Alejandro Díez (sacerdote), publicado a expensas del autor el año 1984 en Gráficas Lizarra de Estella y que está prologado por el entonces Senador por Navarra, Víctor Manuel Arbeloa.”

            No andaré desencaminado, si digo que, en su estilo, es la mejor de las historias que he leído sobre esta ciudad (sin desmerecer los estudios de nuestro amigo y profesor Ricardo Ciérbide Martinena, que son otra cosa). Lo podéis encontrar en la Biblioteca de Tafalla (sección Historia de Navarra). He dejado mucho de su contenido en el tintero para posteriores ocasiones y me he limitado a “picotear” algunos asuntos que me han parecido más acordes con la naturaleza de estos escritos. Esperamos que sean de vuestro agrado. Vamos a ello:

 

-El final del prólogo (toda una lección sobre cómo se debe escribir la historia y que algunos pseudohistoriadores tafalleses nunca tuvieron en cuenta): “Y tampoco me parece mal que el autor se detenga en los umbrales de este siglo, más aún, tratándose de una historia local. Mejor es callarse que hacer propaganda o dar leña en nombre de la historia” (Víctor Manuel Arbeloa. Senador por Navarra. 1984).”

 

- Página 16: “El padre Escalada en 1942 dice: “que por la ciudad de Olite pasaban dos calzadas romanas; una la que procedente de Tudela atraviesa Olite, Tafalla, Barrasoain… y la otra, situada en el camino viejo de Olite a San Martín de Unx.”

 

- Página 52: “Almadías y almadieros del Rey. Cuando Carlos III el Noble empezó las obras de su palacio de Olite y más tarde las de Tafalla, la madera que necesitaba era traída, casi en su totalidad, en las almadías que se formaban al pie mismo del Pirineo. A tal fin, ajustó un acuerdo con el vecino de Sangüesa Johan de Olleta y con el de Hecho, Aznar, para transportar 10 almadías anuales, durante 10 años, de fustas de pinos y abetos. Ordenó a todos los alcaldes, mayorales, jurados y concejos, y a cualesquiera de sus oficiales y súbditos, para que no pusiesen dificultades a los almadieros en su transporte, ni les obligasen a pagar tributos, excepto si producían daños en Sangüesa. Estas almadías llegaban hasta Santacara, donde el concejo de la villa sacaba la madera del río y se encargaba de transportarla en carretas hasta Olite.”

 

-Página 64 y 65: “Carlos III tuvo las aficiones propias de la época (…), amó el buen gusto, amó lo hermoso y lo bello. Amó las flores y los animales (…) Era amigo de la naturaleza y no escatimaba gasto alguno para tener junto a sí, en sus palacios y jardines o en sus cercanías, plantas y animales, a veces, los más exóticos. Animales salvajes habitaban en los fosos de sus castillos y aves melodiosas alegraban los dulces amaneceres en sus jardines colgantes. Incluso disponía de una hermosa pesquera, junto a la fuente de nueve caños, debajo de la cámara larga.

Gustaba de andar en barca por el río Ebro en Tudela y en Puente la Reina, en el río Arga. Disponía de una barca para su recreo y el de las infantas, que se la había hecho en el año 1419 el moro Muza Madiaco. En el Arga se aficionó a la pesca, y alguna vez hizo ir a Puente la Reina a afamados pescadores de Falces o al más famoso de todos, Perico de Berbinzana.”

 

 -Páginas 68 y 69: “El rey tenía afición a toda clase de caza. No solamente a la caza noble, que podríamos llamar la de la perdiz, o a la caza mayor, como la del jabalí, por la que sentía verdadera pasión, sino también a otra clase de caza más insignificante, aunque no menos entretenida. En 1412 se compraron a Fasción, juglar del palacio, 4 redes por 4 redes para cazar codornices (…) Para la caza de alondras el monarca navarro disponía de un instrumento muy original, hecho de fusta, que se lo había fabricado su escudero trinchante Jehamín Ruiz (…) La caza de “tordanchas” se practicaba con una ballesta especial que para el rey fabricaba Johanico de Badostain (…) Carlos III el Noble gustaba de los perros de caza, por los que sentía tanta o más estima que por los azores y halcones. En su palacio de Olite disponía de un grupo de mozos que cuidaban con todo esmero sus grandes jaurías de perros, de sus galgos y de sus lebreles blancos.”

 

-Página 71: “El Monte de Olite. En la época de la Edad Media, en que los medios de comunicación y los empleados para dar muerte a los animales eran muy rudimentarios, la caza abundaba por todas partes (…) El rey tenía privilegio para cierta clase de caza. En Olite tenía en exclusiva el monte de la villa, y pagaba de tributo por el goce del mismo 8 libras (…) En aquellos años (lo mismo sucedía en tiempos recientes, antes de aparecer la epidemia de la mixomatosis, que ha hecho estragos en la cría del conejo) se propagaba tanto la caza que el rey se veía obligado a dar fuertes batidas para evitar males mayores (…) Para exterminar la caza sobrante envió dos emisarios a los concejos de Artajona, Larraga, Miranda, Falces, Peralta, Caparroso, Murillo el Cuende y Pitillas, para que fuesen e cazar al monte de Olite (…) Uno de los parajes a donde acudía con más asiduidad era a Berbinzana, a las márgenes del Arga, a cuya villa el rey colma de gracias que podríamos calificar de excepcionales, y donde llega a construir un edificio para su descanso y recreo. El día 23 de octubre de 1417, se entregó a Gil García de Unzue, clérigo de las obras de Berbinzana, 80 libras para emplearlas en dichas obras. Por este motivo los vecinos de la villa quedaban obligados a acarrear leña para servicio del rey y a proporcionar acémilas para transportar sus ropas y ‘acarriages’ “.

 

-Página 78: “La pesquera. En 1412 el rey Carlos III ordenó al maestro mazonero Martín Périz de Estella que hiciera una fuente con nueve cañones y a su pie una pesquera. Para la primavera del año siguiente la fuente ya estaba construida y la pesquera llena de barbos. Estos peces los proporcionó Sancho Martiniz de Falces, que cobró por las dos cargas de barbos que pescó, 4 libras y 4 sueldos. Encargado y responsable de la pesquera era el servidor del rey Aurinet.

Hay que dejar sentado que después del rey Carlos el Noble, exactamente en la vida del Príncipe de Viana, el pequeño parque del palacio real adquirió nuevos animales exóticos. Junto a las aves de rapiña, destinadas para las cacerías, y de los lebreles, aparecen varios leones, jabalíes, un lobo cerval, un camello, una jirafa, un papagayo que lo cuidaba el cambrero Johan Picart y varios búfalos que pastaban en los campos de la villa.”

(Nota. Si os ha extrañado la mención del papagayo, como a mí, hay que decir que don Alejandro toma los datos de un insigne historiador, concretamente del tudelano don José Ramón Castro Álava, cuya solvencia y fiabilidad está sobradamente documentada) ¿Cómo puede ser esto, si estamos entre 1425 (muerte de Carlos III) y 1461 (muerte del Príncipe de Viana)? Ignoro si habría papagayos o pájaros con ese nombre en otros continentes, pero América aún no se había descubierto).

 

-Página 243: “Gran parte del término de Olite estaba cubierto de encinos que hubo que roturar al ir aumentando la población y para el pastoreo del ganado mayor y menor.

El concejo se preocupaba de cortar racionalmente ‘los Alcinos (encinos) y el coscuyuelo del Plano (la Plana) ya que constituían el combustible de consumo diario. La explotación del monte solía ser una fuente de ingresos para el concejo.”

 

-Página 247: “Olite, tierra de vino. Hay una jota que reza así:

 

                                    Quiéreme a mí, navarrica,

                                    que conmigo no vas mal;

                                    tengo viñas en Olite

                                    y en Milagro un cerezal,

                                    olivares en Cascante

                                    y una mina en Carrascal.”

¿Hay quien dé más? (Me apunto).

 

-Página 261: “Corrales y corralizas. El concejo de Olite disponía de escasos fondos y, cuando acontecía algún gasto extraordinario, se veía obligado a vender los comunes o las hierbas de alguna corraliza (…) Hacia 1642 había en Olite 15 corralizas: Corral de la balsa, Baratón, la Sarga, Chiviri el Alto, Chiviri el Bajo, Gastoja, Cruceta, Corral quemado, Cantera, Vergalada, San Miguel, La Balsa, Cabesmesado, Matuella, Coscoceta. También aparecen los nombres de Gaztigurría y Mendiondoa.

(¡Qué maravilla de topónimos!)

El tema de las corralizas y su enajenación por parte de personas pudientes es muy arduo. Baste decir, pues es un capítulo muy amplio y no exento de violencias, por lo que, llegado el siglo XX, el sacerdote Victoriano Flamarique intentó abogar para salvaguardar los derechos del pueblo y, al no ser posible, el día 1 de agosto de 1914 estalló un motín en el que resultaron muertos por los disparos de los guardias tres vecinos del pueblo. Otros fueron conducidos a presidio y no pocos jóvenes emigraron a las Américas. Este asunto es largo de contar y merece todo un libro, aparte.

 

-Página 276: “Guardas. En 1791 los guardas de campo son 9 y se les aumenta el sueldo a 30 ducados, imponiéndoles la obligación a todos ellos de custodiar, aparte de los campos respectivos, el Monte Encinar.”

 

-Página 294: “Lobos en el Monte de Olite. Hablar en nuestros tiempos de lobos aquí en Navarra resulta un tanto anacrónico (…) En los tiempos pasados estos temibles animales abundaban por todas partes, hasta en los pueblos de la Ribera. En Olite en el año 1585 había tal número de lobos que a una calleja cerca del Chorrón se la llamaba ‘calleja de los lobos’. Estos animales hacían tanto mal en el ganado mayor que el concejo, reunido con un gran número de vecinos, trató de buscar algún remedio, pero, atendiendo a que la bolsa de la villa de Olite estaba muy pobre, acordaron poner en ejecución la forma de ahuyentar los dichos lobos: ‘El alcalde dice que el monte encinar está muy espeso, desde la Balsa Grande atrás, y resulta muy dañoso para los ganados por recogerse allí muchos lobos y la espesura impide pacer al ganado. Por dicho motivo se desea esclarecer dichos matizales (¿?) y dejando pimpollos para que se hagan árboles’.

Los puercos del monte. En 1554 el concejo tenía acordado que cada vecino pudiera echar al monte un puerco y que por cada puerco se pagara un real castellano (…) En 1599 el número de puercos que pastaban en el monte era de unos 200, aparte de los gorrines. El concejo, desde luego, tenía prohibido coger bellotas del dicho monte, bajo la multa de un ducado cada vez.

La leña del monte. Siempre, desde la más remota antigüedad, el concejo se preocupó de la conservación del monte encinar (…) pero, a pesar de todas las amenazas y castigos que imponía el concejo, la gente cortaba los árboles más robustos y los traía escondidos en sus carros (…) Las mayores talas de leña se hacían en tiempos de guerra. El Ayuntamiento debía facilitar a la tropa la leña que necesitara (…) El monte encinar, ha dejado de suministrar leña a los vecinos de Olite. Ya no la necesitan. Las modernas calefacciones han suplido con creces esa necesidad. Hoy el monte sirve a los de Olite para pasar un día de descanso confraternizando con los amigos alrededor de un sabroso calderete o degustando unas olorosas costillas.” 

 

Hasta aquí, por hoy. Queda mucho en el tintero. Y, como podéis ver, no solo los de Olite pueden disfrutar de estos parajes. También los de Tafalla lo hacemos. Esperamos que, con esta pequeña aportación al conocimiento rural de la zona, se animen también otras personas de Navarra y de fuera de ella. Recordad que hay vida más allá del Castillo. Pero la decisión es de cada cual. El que quiera, ya sabe (incluso se pueden compaginar ambas visitas el mismo día).

 Nosotros, pensamos volver a Las Balsas (si es posible, con calderete o costillas y ‘clarete’). Ahí lo dejamos. Buen Camino. Vale.                      


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