Hoy son las Ferias de Febrero en Tafalla.
Eso significa que hay que hacer una de las rutas cortas que guardamos para cuando hay prisa por volver.
Y es que una vuelta por el centro del pueblo es obligatoria en unas fechas tan señaladas.
Nos vamos a Mendívil.
El amigo Sergismundo me mandó hace bastante tiempo una ruta interesante, corta y por un paraje desconocido para nosotros: El Castro de Muruzarán.
Son las 09:00 horas.
El cielo está despejado aunque el frío viento S. está trayendo abundantes nubes.
Nuestro termómetro marca 4º
Febrero el revoltoso, no pasó de veintiocho, si treinta tuviera, nadie con él pudiera.
Aparcamos el coche y cruzamos la N-121.
Pasamos con mucha precaución la vía del tren y comenzamos una larga subida por camino ancho hasta que llegamos a un enorme depósito de agua.
Una escalerilla metálica nos permite ver la capacidad del recipiente (a ojo de buen cubero calculamos unos 12 m de diámetro).
De vez en cuando, los árboles nos permiten disfrutar del paisaje tan querido y conocido.
Llegamos a un cruce. El camino de la dcha. termina en una pieza.
El de la izda. pronto se convierte en senda y nos adentra en el encinar.
Un altísimo generador de hormigón no nos quita el ojo de encima.
El sendero termina abruptamente en una malla metálica coronada de alambre de espino.
Por un claro del bosquete descendemos a una pieza y, orillándola, llegamos a un tramo de la valla que nos permite el paso.
La pista que sube al molino es de reciente construcción.
Dos vehículos están aparcados y en uno de ellos hay varios operarios resguardándose del frío bochorno.
Nos saludan con la mano y nos adentramos en el bosque.
Una senda estrecha y pronunciada nos introduce en el castro.
10:10 horas. Alto de Muruzarán (635 m)
El castro, como tantos que hemos visitado, es irreconocible a primera vista.
Damos una vuelta por su interior y enseguida descubrimos los restos de muralla ocultos por la vegetación y las piedras.
Su forma redondeada y el foso de su base nos recuerda al de Gazteluzar y también, en parte, al de Montmediano.
Según Javier Armendáriz Martija, en su libro "De aldeas a Ciudades, poblamiento en Navarra durante el primer milenio A.C, el castro estuvo poblado desde el Hierro Antiguo hasta la romanización.
Quedan de él los derrumbes de muralla, de considerables dimensiones, los restos de varias torres que la jalonaban, alguna construcción interior, y otra muralla defensiva exterior de menor entidad que la interior.
Lo curioso es que se ve perfectamente lo que queda de la muralla (derrumbada), formando un rectángulo casi perfecto, con un gran espacio interior y una montonera grande de piedras en un extremo, que indica la existencia de edificaciones interiores.
También se puede apreciar dónde estaba la puerta de acceso al castro, las murallas exteriores y el castro.
Naturalmente que el bosque ha crecido, tapando parte de lo que queda del castro, pero aún se puede distinguir entre la maleza, después de más de 2000 años.
Muy interesante (Sergismundo en Wikiloc)
Quedan de él los derrumbes de muralla, de considerables dimensiones, los restos de varias torres que la jalonaban, alguna construcción interior, y otra muralla defensiva exterior de menor entidad que la interior.
Lo curioso es que se ve perfectamente lo que queda de la muralla (derrumbada), formando un rectángulo casi perfecto, con un gran espacio interior y una montonera grande de piedras en un extremo, que indica la existencia de edificaciones interiores.
También se puede apreciar dónde estaba la puerta de acceso al castro, las murallas exteriores y el castro.
Naturalmente que el bosque ha crecido, tapando parte de lo que queda del castro, pero aún se puede distinguir entre la maleza, después de más de 2000 años.
Muy interesante (Sergismundo en Wikiloc)
Los jabalíes también visitan el lugar.
Las viejas encinas son rascaderos ideales para ellos.
Con sus hocicos y patas escarban a fondo el terreno buscando ¿quizá trufas?
Bajamos del monte y buscamos un abrigo, curiosamente en un caracierzo.
Es la hora de echar un bocado y disfrutar de esta mañana soleada de febrero.
Tenemos enfrente la Peña de Unzué, a la que se le aprecia el pequeño torreón reconstruido.
A a su dcha. el Artatxu, que con sus 945 m de altura mira desde abajo a la altiva figura de la roca blanquecina.
Regresamos a Mendívil.
Las nubes cada vez son más abundantes.
El viento sopla con fuerza.
Desandamos el camino que hemos traído por la mañana y llegamos al coche.
La excursión, aunque corta, nos ha dejado un buen sabor de boca.
Hemos conocido un lugar muy interesante y recóndito cargado de historia.
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