Nieve en Febrero: buena si es a primeros. Eso dice el refrán.
Desde mitad de semana ha entrado el frío. Nuestras mujeres decidieron tomarse "fiesta". Estos fríos tan intensos no les apetecen nada.
Hablé con Juanjo y me propuso ir a San Quirico y Santa Julita en Pueyo. Bien abrigados, le apetecía que hiciéramos una excursión a las orillas del Cidacos.
Son las 08,00 horas. Magán marca 2º y la farmacia 1º. En el cielo hay nubes y claros. Subimos por los jardines hacia Recarte.
La presa está helada y solitaria. El río continúa seco. Hace frío.
Seguimos caminando. El cielo, por aquí, tiene otro color. Se le ha puesto, como suele decirse "panza de burro".
Al llegar al molino de Macocha comienzan a caer unos pequeños copos. Son algo más que purnias. A pesar de ello no creemos que vaya a nevar.
Conforme avanzamos, el temporal arrecia. En la muga de Tafalla y Pueyo el camino comienza a ponerse blanco. En las viñas las cepas, con sus brazos suplicantes, reciben con alborozo los copos juguetones con la esperanza de humedades profundas.
A las 09,00 horas llegamos al puente que sale hasta los invernaderos y la carretera. Juanjo quiere enseñarme un par de pozas en las que, cuando al Cidacos no le ha llegado el estiaje, pesca en su lancha. De entre los arbustos nevados, una garza sale veloz. Ella y su familia le quitan a mi amigo los barbos. En esa parte del río los peces son abundantes.
"Desde la muga de Pueyo a la de Olite, las tierras aluviales de ambas márgenes del río estuvieron destinadas a huertos desde remotas épocas. Una tupida red de canales, cequias, filas, arbullones y tajaderas distribuía el agua por las heredades del rey y convertía en feraz regadío las tierras del Congosto, la Puente Nueva o Panueva, el Hortanco, la Torreta, la Recueja, los Quiñones, y la Nava. Las huertas se prolongaban hasta el Camino real de Pamplona y aún lo desbordaban llegando a la canal que besaba los pies de la muralla. La verdura, hortaliza y fruta producidas en tan extenso y fértil regadío fueron pilar para la subsistencia de la población durante siglos y llamó la atención de visitantes y transeúntes" (J.M. Jimeno Jurio)(Merindad de OliteI. Historia de Tafalla)
La nieve protesta por nuestras pisadas. Nieva incesantemente y tomamos de nuevo el camino viejo de Pueyo.
Cerca del pueblo, dos paseantes habituales regresan a Tafalla. Nos saludamos.
A las 09,15 horas llegamos a Pueyo. Lo cruzamos por la parte de abajo, junto a la estación de ferrocarril. En las casas, las chimeneas humeantes nos hablan de desayunos calientes y periódicos del día.
Llegamos a la curva cerrada que asciende al pueblo y bajamos por el camino que hay un poco antes de las piscinas. La calma es total. El campo duerme. El silencio se interrumpe de vez en cuando por una máquina quitanieves que limpia el asfalto con su cuchilla, mientras esparce sal.
Son las 09,30 horas. Llegamos a San Quirico. Desde aquí el paisaje invernal es un privilegio. Pueyo casi no se ve. Sigue nevando. Junto a la ermita, una extensa pieza de plantas aromáticas exhala todo su perfume. Parece como si el frío y la humedad hubieran destapado el "tarro de las esencias" y quisieran impregnar este paisaje de postal navideña.
Sacamos los bocadillos y reponemos fuerzas. Lo comentamos. Si alguien nos viera allí, almorzando de pie y cobijándonos en el dintel de la puerta, pensaría que estamos locos y, sin embargo, estamos disfrutando de una de las mejores mañanas del invierno.
Regresamos en dirección a Pueyo. En el camino por donde hemos pasado hace un rato, nuestras huellas ya no existen. La nieve sigue tapándolo todo.
Nada más pasar el pueblo nos paramos con dos caminantes. Son Puyales y Berango. Hablamos un rato. A ellos también les ha sorprendido la nevada y, como nosotros, están felices.
En el primer cruce de caminos nos despedimos. Ellos vuelven para casa y nosotros vamos a la fuente de Turrustaldia.
El campo está precioso. El temporal, de vez en cuando toma aliento. Parece que va a parar y, entonces, vuelve a nevar con intensidad.
En la Solanoa, las nubes se agarran con delicadeza. No se ven los molinos.
10,30 horas. Llegamos a Turrustaldia. La fuente echa un chorrillo tembloroso. El agua del aska está helada y sobre la dura superficie se ha ido depositando, discreta y pura, la nieve.
Al ver los campos, blancos y extensos, nos reímos recordando la historia que contaba D. José Mª Iribarren en uno de sus libros. Más o menos es así.
- En Tudela, una señora fue con el hijo a una tienda a comprarle una gorra o una boina. El pobre chico debía de tener una cabeza descomunal y todas le quedaban pequeñas. El dependiente sacó todas las existencias y nada. La madre dijo que si no habían mas prendas, porque ella quería que su hijo llevase la cabeza tapada. El dependiente que ya había perdido la paciencia le dijo: "Señora, a su hijo no le cubre la cabeza ni una nevada".
Bajamos por el camino de la dcha. y nos dirigimos a Landerri. En este término el padre de Juanjo tiene una pequeña finca que le sirve de huerta y de entretenimiento. El lugar está desconocido.
Seguimos descendiendo por el mismo camino. Nos paramos encima de un olivar bien cuidado.
Salimos al camino viejo de Pueyo. Algunos coches se aventuran a transitar. Por donde pasan endurecen la nieve y tomamos precauciones para no sufrir alguna mala caída.
En el molino de Macocha apenas nieva. Esa parece que es la "raya" del temporal. Entre Galindarte y Landerri.
A las 11,15 horas entramos en el pueblo. En los tejados hay nieve. La carretera está limpia. En los jardines también hay un manto blanco. Menos mal. En Tafalla también ha nevado.
Hola Javier,
ResponderEliminarSigo con atención vuestros paseos dominicales, y quería comentar que ayer caminando por el final de los pinos de Valmayor me topé con tres ciervas. ¿Sabes si puedes ser algo inusual que estos animales estén tan cerca de Tafalla?
Un saludo, Goyo