martes, 3 de julio de 2012

La choza del Modesto


Domingo, 1 de Julio de 2012
Hace quince días que no salgo al campo y necesito dar una vuelta. La mañana viene fresca. El cielo, encapotado, me obliga a echar el paraguas a la mochila. Magán marca 16º y la farmacia 15º. Está de cierzo y, a pesar de todo, me decido a salir con el pantalón corto. 
Le llamé a Juanjo y le dije que me apetecía subir hasta la Piedralosa. Desde Noviembre, cuando hicimos la quinta etapa de la Vuelta a las Mugas, no hemos estado por allí. 
Son las 08,00 horas. Los noctámbulos de la Semana de la Juventud todavía se dejan ver por la calle. En la Plaza de Cortés algunos gamberrean esperando los taxis que no llegan. Por encima de la presa de la Estación, los pinos de Ereta comparan el verdor de sus hojas con el color del lecho del Cidacos. 
Bajamos por el camino de Larrain. Las elevadas tapias impiden ver los huertos. Al final del camino torcemos a la izda y, junto a la autopista, llegamos a la vía del tren.
Una senda escondida junto a un pequeño cañaveral nos permite cruzar al camino que baja a la Recueja. Juanjo y Rosa me sorprenden diciendo que es la primera vez que pasan por aquí. 
Dejando la Recueja a la dcha. nos encaminamos hacia los pinos de la Choza del Modesto. Siguiendo este camino llegaremos al portillo de Valmayor con Solcanto. 
Cuando vamos hacia la mitad del recorrido, le pregunto a Juanjo si conoce la choza y me dice que no. 
Nos adentramos por el pinar y, cuando estamos en la perpendicular del caserío de Valmayor, la encontramos. 





Son las 08,50 horas. Es un agujero excavado en el suelo. Dentro queda una vieja silla y algo de basura. 







En una de sus paredes hay unos agujeros que servirían de ventilación cuando se hiciese fuego en el interior. 





Cuando éramos chavales íbamos mucho a jugar por allí. Nos intrigaba la figura de Modesto; personaje desconocido, al que nos lo imaginábamos rudo y desastrado, pero con una habilidad sin igual para poner cepos y lazos, consiguiendo de esa forma el sustento necesario. 
"Algunos amantes de lo clásico de Tafalla piensan solicitar al Ayuntamiento  la restauración de la célebre Choza de Modesto. Creemos que las pretensiones no se llevarán a cabo, pues a este tenor  pronto declararían monumento nacional al árbol del Gitano"(El Tafallesico Ilustrado)(Fiestas de 1913).
Salimos del pinar al camino y nos encontramos con Jesús Baztán. Como su padre trabajó muchos años en el vivero forestal, le pregunto si le oyó contar alguna historia del Modesto. Nos dice que no, a pesar de que solían hacer muchos trabajos en ese pinar, sobre todo quitando bolsas de orugas. 
En el portillo nos despedimos de Jesús. Él se va hacia la Falconera. Comenzamos a subir y en un abrigo, dando cara a Olite, nos sentamos a almorzar. Son las 09,25 horas. El cierzo sopla fuerte. Las cebadas ya están cosechadas y al trigo le meterán el corte esta semana. 
Unos pocos metros más arriba tomamos la senda que nos lleva a Valmediano. 





Son las 09,50 horas. Estamos en Valmediano (Montmediano). La ciercera es de las buenas. Juanjo nos dice que este punto será el que mejor vista panorámica tenga de Tafalla. A mí me gusta también mucho Buskil, pero este sitio tiene algo especial. Son dos paisajes parecidos, pero diferentes. Una moto, ruidosa, nos sorprende por el E. El motorista se detiene y charlamos un rato. Viene de Olite y quiere subir hasta Valgorra para bajar de nuevo a su pueblo. Nosotros tenemos la virtud de llevarnos bien con todos: Moteros, cazadores, guardas, labradores, pastores,...
Descendemos hacia el barranco que hay que pasar para llegar a Piedralosa. Los coscojos y las ilagas me arañan las piernas con furia. Me defiendo a bastonazos, pero estoy en minoría. 
El barranco está seco. Por una especie de vado nos decidimos a cruzarlo. Cuando estoy subiendo el último ribazo, doy un mal paso y caigo de espaldas entre los carrizos. No me hago nada pero mis acompañantes, apurados, piensan que me he roto la crisma. Me levanto como si nada. El carrizal es como una colchoneta. 



Orillando una viña llegamos a la base del cerro. La roca, imponente, nos espera pacientemente. - ¡Qué pasa tíos! - parece decirnos- "aunque seco ha sido un invierno muy largo y no os habéis acordado de hacerme una visitica".
A las 10,20 horas llegamos a la roca. Cuando terminamos la vuelta a las mugas, hablamos entre nosotros sobre cuál había sido el paraje que más nos había gustado. Fueron seis etapas dando vuelta a todo el perímetro de Tafalla. 





Conocimos la frondosidad del Monte, la desolación del Saso, la exuberancia del Plano y los cultivos de Valmayor y Valgorra, pero la parte que más gratamente recordábamos era ésta de Piedralosa. 
Hace muga con Tafalla, Olite y San Martín. No es difícil llegar a ella. Está un poco escondida pero, cuando la descubres, la ves desde muchos sitios. 
Bajamos hacia Valmayor. El Prado tiene extensas piezas de cereal. En una esquina una cosechadora da vueltas a la pieza levantando una polvareda de tierra y paja. En Solcanto y Valmediano han puesto maíz y los aspersores trabajan a destajo, en cambio en Valmayor todo es trigo y cebada. 
Siguiendo por ese camino nos acercamos, sin prisa, al caserío de Fernández.




Son las 10,20 horas. Los ventiladores de la granja trabajan a toda velocidad. 



En la balsa el cierzo levanta un pequeño oleaje. El día sigue desapacible.

"Unos veterinarios exigentes en 1892: Los veterinarios T. López y L. Pérez, pasando a reconocer en el Prado de Valmayor un toro que fue retirado de la Plaza la tarde del 17, toro Lechuguino, tuerto del derecho, con un esguince en la articulación femoral, produciéndole cojera muy intensa. Con un principio de mielitis aguda, que hace imposible SER APTO para el objeto que iba a ser destinado" (José Mª Urroz y Pedro Mª Flamarique)(En le centenario de la Plaza de Toros de Tafalla).


Continuamos por el camino que sale a la carretera de San Martín, pero nos adentramos en la última viña para salir, por debajo del puente de la autopista, a Las Pozas. 







Pasamos junto al olivar de Azcona y recordamos la anécdota que cuenta el Templao: Cuando era chaval, estaba de botones en el Banco y le llevo a D. José Mª Azcona unos papeles que le debía entregar en mano. Le dijeron que estaba comiendo y le pasaron al comedor. El Templao se imaginaba que D. José Mª comería, a diario, manjares exquisitos e incluso exóticos. Cuál fue su sorpresa al ver que estaba disfrutando de un plato de habas hasta el borde. Seguro que estaban compuestas con el aceite de estos olivos. 
Por cierto; el Templao a partir de aquel día pensó que las habas tenían que ser algo sublime porque si las comía D. José Mª...
A las 11,45 horas entramos en el pueblo. Nos acercamos a ver la presa. Está baja y sucia. Junto al pozo redondo han dejado tirada la cucaña que utilizaron ayer los jóvenes en su fiesta. 
El día no se ha arreglado pero nosotros venimos como nuevos. 


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