lunes, 6 de agosto de 2012

Dos casetas coplanarias





Domingo 5 de Agosto de 2012

Hoy nos vamos a dar una vuelta por El Plano. A partir del día 15, que se abre la veda de la codorniz y de la tórtola, pasear por allí es correr riesgos innecesarios. Le dije a Juanjo de ir a visitar las dos casetas coplanarias de Tafalla. La del Plano y la de los Gregoricos. 
¿Coplanarias?. Sí. Así dice mi mujer que se les podría llamar porque están en el mismo Plano. 
Son las 08,00 horas. Magán marca 19º y la farmacia 17º. Está de cierzo, pero viene un día estupendo para andar. Antes de salir de casa, echo un vistazo al periódico y anuncian agua para toda Navarra. Visto lo visto, decido no coger el paraguas. 
Juanjo y Rosa nos esperan en la calle de los adosados. Por los "enredos" que decía el Templao nos encaminamos al camino de Falces. En las piezas, los maíces están lozanos. En algunas zonas los aspersores luchan sin descanso contra el viento, haciendo llegar el agua hasta el último rincón de los campos. 
Los endrinos muestran, vanidosos, los arañones azules y jugosos. En las zarzas que reciben el agua de los riegos, las moras se han vuelto oscuras y dulces. Los hinojos se inclinan en los orillos ofreciéndonos su aroma mentolado y dulzón. 




Son las 08,20 horas. En la fuente de Los Falces el agua brota alegre. Todo lo que se filtra de los riegos va a parar a sus vetas y ella, agradecida, ofrece el caudal de su caño como en los mejores meses de invierno. 
Subimos la cuesta que nos lleva a la gravera. Paramos para contemplar Tafalla. En los montes cercanos las nubes que trae el cierzo se agarran con fuerza, como si tuvieran miedo de ser devoradas por las tierras sedientas de la Valdorba. 
A nuestros pies los rastrojos se mezclan con los maizales en un mosaico caprichoso de ocres y verdes. Nos quedaríamos toda la mañana contemplando este paisaje.
Por el camino que corta el Raso salimos al principal que sube de la carretera de Miranda por la Cuesta de la Calera. El cierzo empuja la fragancia de los espliegos sembrados junto al camino haciéndonos disfrutar del lugar con todos los sentidos. 








Avanzamos en dirección S. A las 09,05 horas llegamos al cruce que nos llevará a la caseta del Plano. Dos hitos de piedras marcan la entrada. 
Algunos cazadores adiestran a los perros. Los mueven de aquí para allá poniéndolos a punto para la temporada que está a punto de comenzar. Nos saludamos mientras los animales nos olisquean como si lleváramos en el calzado algún manjar irresistible. 







09,20 horas. Caseta del Plano. El lugar está limpio. Han arreglado el asador que estaba destrozado. No hay basura y la campa ofrece una vista agradable. Varias veces he denunciado aquí el incivismo y la dejadez por parte de los visitantes y de la autoridad. Hoy, sin embargo, el aspecto es inmejorable. 






Junto a la puerta el Gobierno de Navarra ha colocado un cartel avisando de la prohibición de hacer fuego. Está escrito en castellano, euskera, francés e inglés ¡toma ya!. Nuestra caseta, y no me extraña, es internacional. 
El interior está limpio y ordenado. El agua de lluvia se recoge en el tejado y una pequeña pila con su grifo aporta "agua corriente". 
¿Estaremos soñando o habrá alguna sustancia desconocida en el aire que hace que la gente se vuelva cuidadosa y civilizada?
Sacamos los almuerzos. En la mesa junto a la caseta disfrutamos del entorno. El día está agradable. Los encinos que rodean este espacio hacen de pantalla protectora del cierzo. 
Cuando terminamos de almorzar, bajamos por la senda que conduce a Don Galindo. Entre los chaparros todavía hay basura sin recoger. Como las nieves del Himalaya, éstas también deben de ser eternas. Bajamos al camino 
de concentración. 







Los aspersores, infatigables, siguen echando agua al maíz. En la ladera del Plano las encinas y los enebros miran con curiosidad las futuras mazorcas.






Damos vista a la caseta de los Gregoricos. Al llegar a su altura atravesamos una pieza en rastrojo y por un cantillo bastante empinado llegamos hasta el pozo. Son las 10,10 horas








Tiene agua. Subimos a la caseta. Está más limpia que la última vez que la vimos. Las grietas de las paredes son preocupantes. 
Apetece estar un rato en el porche. Los Altos del Planillo y Valdiferrer cierran el paisaje. Hacia el O. las llanuras de Larraga y Oteiza se dan de bruces con Montejurra. En Candaraiz, el barranco grande nos espera para bajarlo el próximo domingo hasta Miranda. 
"Parte del tiempo libre que tenía Ricardo lo dedicaba a las aficiones Gregoricas: jugar al mus en la taberna de Magaña con sus hermanos y cuñados y cazar en el Plano con sus hijos y parientes. Hay una anécdota divertida de cuando Ricardo iba con su hijo Venancio a la palomera a cazar  palomas al Plano de Tafalla. Usaban un cimbel, que es una paloma muerta posada sobre una tabla que sirve de reclamo. Cuando se mueve la tabla con un hilo desde la palomera, la paloma aletea y atrae a las que vuelan. En eso, se acercó un bando de palomas torcaces, y el hijo, que manejaba el cimbel, le dijo a Ricardo: 
- Padre, prepárate que se están posando muchas palomas, apunta a las que estén en fila, a ver si puedes matar cuatro a la vez. 
Ricardo, apuntó y disparó, a lo que Venancio le dijo:
- Padre, si no ha caído ninguna. 
- Sí hijo, ¡esa paloma que está ahí! - Respondió señalando el cimbel  caído, al que ni siquiera había dado. (Arantxa Marco Hernando)(Los Gregoricos. Raíces tafallesas y genealogía de los Zaratiegui)

Como San Virila, podríamos dejar que transcurriesen los siglos en la placidez de este mirador. 






Volvemos a subir al Plano. En el mismo cruce Juanjo nos enseña una curiosidad. En ese punto se concentran casi todas las especies vegetales que se dan en el Plano: Encina, chaparro, tomillo y romero. Falta la ilaga, nos dice, porque donde está el romero, ésta no prospera.  

En el camino principal nos encontramos con Toñin y Begoña. El perro nos clava sus fríos ojos azules. Toñín nos comenta que unos metros mas hacia el E. de la Cruceta, medio escondido entre chaparros, hay un mojón con una cruz. Otro día iremos a verlo. 
Llegamos a las plantas aromáticas y bajamos por la Cuesta del Melón. 
En su finca, Txirolas está agachado y, como siempre, haciendo algo. Entramos a hablar un rato con él. 
Nos enseña sus plantaciones. Nos habla de nogales, robles, siemprevivas y calabazas. Es un placer escucharle. Tiene duda de si una planta es cicuta y nos lleva hasta donde sale. Nos invita a probar, de un melocotonero de viña, unos melocotones en sazón y el sabor nos devuelve aromas y sensaciones olvidadas. Tiene en proyecto hacer una fuente con dos enormes piedras y un grifo de bronce. Le meterá agua del canal y servirá para refresco de los paseantes. 
Nos vamos para casa. A las 12,00 horas llegamos nuevamente a los "enredos". El día está plomizo. El cierzo no ha parado. Quién sabe si a la tarde sacará agua. 
El domingo que viene queremos bajar por la orilla del Barranco Grande de Candaraiz hasta su desembocadura en el Arga. Para la vuelta ya tenemos "medio" contratado un chófer. 

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