martes, 1 de septiembre de 2015

La borda Lepuzain



Domingo 30 de Agosto de 2015

Este domingo viene caluroso. El viento del S. es agobiante, así que vamos a buscar sitio fresco. 
Uno de mis hijos, antes de Fiestas, estuvo pasando la noche en la borda Lepuzain de la Sierra de Alaiz. Hace mucho tiempo que no andamos por allí. Hoy es el día ideal. Aprovecharemos la frescura de los hayedos para dar una vuelta.
Son las 08,00 horas. El cielo está limpio. Magán marca 23º y la farmacia 21º.  

En agosto sandía y melón, buen refresco son. 

Nos vamos en coche hasta Unzué.


Son las 08,30 horas. Junto a la iglesia, el cartel informativo del itinerario micólogico, da comienzo a nuestro recorrido. 
A pocos metros de la salida, se encuentra la fuente de Arregia.


Uno de sus caños alimenta el amplio abrevadero. La mañana está agradable para andar. Ahora no apetece el agua, aunque sabemos que a la vuelta echaremos un buen trago. 
Una vez rebasada la gran roca que está a la dcha. del camino, llegamos a otra fuente. 
08,50 horas. Fuente de Ortzabala. La última vez que pasamos por aquí solamente había un caño en la orilla del camino. Ahora han hecho un trabajo magnífico.


Un vecino de Unzué está llenando un depósito para llevarlo a un pequeño huerto  que tiene en la chopera del barranco. Nos dice que esta construcción ya tiene algunos años y que la fuente, como todas las del término, no falla. 
Continuamos por el amplio camino hasta llegar a la entrada de la sierra. 
09,10 horas. Es una senda estrecha de tierra que asciende entre bojes y avellanos. 
En pocos metros, se gana una altura considerable. 


Poco a poco la vegetación se va espesando y los robles conviven con las primeras hayas. El sendero se vuelve sombrío y fresco. 
Pasamos junto a la antigua fuente Kiñuas. Se ha secado. La última vez que pasé por aquí ya estaba así. Es una lástima porque recuerdo que, al volver de los grandes paseos que hacíamos por el interior de la sierra, llenábamos la cantimplora con su agua pura y fresca. 


El sendero desemboca en el pinar. A la sombra de los árboles, las zarzamoras y los endrinos rebosan de frutos. 
Las moras, gordas y dulces, son un manjar para las bocas un poco resecas por la cuesta arriba. 


Cuando se sale del pinar, el paisaje es todo un espectáculo. Una inmensa campa verde y limpia se mece entre las dos alturas de la sierra. 
Las marcas amarillas y blancas aparecen consecutivamente: sobre unas piedras, en un tronco de árbol, en algún poste...

6 de Julio de 1521. Lo que dejan de saquear las desordenadas tropas, lo requisan y confiscan con orden y meticulosidad los nuevos dueños de Navarra. Como a tantos otros navarros, a Martín de Goñi le acusan de haber estado "del lado de los franceses". Ordenan la requisa de todo su ganado mayor y menor, que tiene pastoreando en la sierra Alaiz "y que se deposite en poder de Martín de Osés, vecino de Tafalla, hasta que Nos mandemos ver su causa y determinar sobre ello lo que sea de justicia". (J.M. Esparza)(Historia de Tafalla - Tomo I)


Antes de entrar de nuevo en el bosque de boj, las quitameriendas se han adueñado de un trozo de la pradera. En Tafalla todavía tardaremos unos cuantos días en verlas. 
A los tramos arbolados, suceden laderas más despobladas. El sendero es irregular. Las aguas torrenciales lo convierten en improvisados torrentes y el suelo se queda algunas veces descarnado.


En la frescura de los arbustos aparecen algunas setas. Juanjo, que entiende de esto, nos dice que están pasadas. Hace falta que en estos días finales de Agosto y primeros de Septiembre, caigan unas buenas aguas para que "muevan" los setales. 
Desde donde estamos descubrimos el tejado de la borda. 
Al llegar al final de la campa, la senda se esconde en un tramo de monte y nos lleva cómodamente hasta el edificio.



10,30 horas. Borda Lepuzain. La construcción es magnífica. Nueva, limpia y bien cuidada. 


Recuerdo la antigua borda. Pequeña y medio destartalada, alguna vez nos refugiamos en ella para almorzar en las mañanas frías de invierno. Aquellos compañeros de esas andadas que ya no están con nosotros, hacen evocar unos tiempos pasados en los que este lugar era distinto; sin molinos ni pistas, pero... la vida sigue. 


Es un placer entrar dentro. Limpio, ordenado y cuidado.


Al cartel con las normas de uso le faltaba un punto "inevitable" y alguien se ha encargado de recordarlo.


La información que da en otro cartel "el ecologista anónimo" nos parece útil y muy instructiva. 
En el porche, sentados en el banco, reponemos fuerzas. 


En la mesa del exterior alargamos la sobremesa. 
Volvemos al final de la campa que hemos abandonado para subir a la borda. 
Ahora el sendero y sus marcas nos llevan al interior del bosque. Poco a poco llegamos hasta su máxima altura. 


11,15 horas. El paisaje se abre ante nosotros y nos permite contemplar, en la amplia llanura, Pamplona y los alrededores. 
Comenzamos a descender y entramos nuevamente en el bosque de hayas. El lugar es tan sombrío que parece una semioscuridad.


Entre la hojarasca, las galampernas o parasoles comienzan a salir. 


Algunas hayas son espectaculares y sorprendentes en estas latitudes.
El camino se difumina oculto por la hojarasca. 
Los escasos rayos de sol que entran el bosque nos dan idea del calor que hace fuera. Aquí disfrutamos de una frescura que echaremos de menos en el camino de vuelta a Unzué. 


Un haya de buen tamaño parece sonreír a nuestro paso. Tiene nariz y boca. Extiende sus brazos con alborozo.


En cambio, un poco más adelante, otra ofrece un aspecto atormentado, ahogada por las despiadadas hiedras. 
Saltamos una cerca y el arbolado es distinto. Los helechos proliferan en esta zona. 
Seguimos descendiendo hasta llegar al camino principal, muy cerca de la entrada que hemos tomado a la mañana. 
A nuestra derecha observamos un campo de encinas en el que se cultiva la trufa. 
Regresamos. 
Hacemos una parada para echar un trago de agua en Ortzabala y continuamos.


Al llegar junto a la fuente de Arregia, una manada de machos, yeguas y potros está bebiendo. Nos acercamos y, entre asustados y molestos, nos dan la espalda y se dirigen hacia el pueblo. 
En el abrevadero el nivel de agua ha bajado casi medio palmo. Un par de yeguas siguen bebiendo y ni se inmutan ante nuestra presencia. 
A las 13,00 horas llegamos al coche y emprendemos el camino de regreso. 
Mis acompañantes no tienen palabras para agradecerme la excursión, pero lo que no les digo es que el placer ha sido mío. 

En este enlace se puede ver el recorrido de hoy. 



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