Cuando se produjo el gran incendio de 2016 me propuse no subir al Buskil hasta que pasase, por lo menos, un año.
Hoy, con este día tan luminoso, voy a caminar por el SL NA-178 que sale del Caserío del Monte y voy a comprobar cómo se va recuperando el suelo del Monte tafallés.
Son las 08,30 horas. La temperatura es fría. Mi termómetro maca 0º.
Año que empieza helando, mucho pan viene anunciando.
En los charcos hay una fina lámina de hielo.
Aparco junto al panel y, dejando a mi izda. el caserío, inicio el paseo abrigándome hasta las orejas.
El primer camino que entra a la dcha. muere en unas piezas.
En el siguiente cruce, las marcas verdes y blancas avisan de que el itinerario va por ahí.
A mano izda., en su cerro, la Cabaña de Perico El Churrero está en ruinas.
Primero fue el tiempo y el abandono. Después, el fuego vino a rematar lo poco que quedaba.
Tras una pronunciada curva a la izda. el camino se convierte en senda y el paseo es muy agradable.
A partir de aquí se entra en la zona donde el incendio hizo estragos.
Pero a pesar del daño en árboles y arbustos, el suelo tiene vida.
Los musgos, las hierba y los renuevos de los coscojos pelean por cubrir de vegetación la tierra calcinada.
El abuelo (Mediaoreja) había heredado una hacienda regular que después amplió. Tenía alguna finca por la carretera de San Martín, también en Valmediano y en el Monte, así como en Galloscantan, junto a la tejería. También alguna viña cuyos frutos aprovechaba para hacerse él mismo sus propios vinos. Recuerdo la bodega como algo misterioso, donde el abuelo elaboraba sus deliciosos vinos. Tenía unas grandes barricas de auténtico roble americano. El abuelo era garapitero y tenía una rara habilidad para la cata. No precisaba analizar los vinos, con sus portentosos sentidos del olfato y del gusto bastaba.
- Este vino se va a pi…..car.
Si así lo sentenciaba, irremisiblemente se volvía vinagre.
Su especialidad eran los vinos de lágrima. Yo los llegué a probar y todavía recuerdo su inconfundible sabor. (Nicolás, nuestro abuelo)(Juan Carlos Lorente Martinena)
Más adelante de una estaca, un humilde cahir indica que vamos en buena dirección.
El interior del bosque, antaño verde y sombrío, es ahora un amasijo de ramas y troncos negros que dejan ver las piedras desnudas de las laderas.
Una señal con la base quemada se apoya en la maleza y, como si estuviera exhausta, señala con la vista perdida el camino a seguir.
Salimos cerca de una pieza y continuamos ascendiendo suavemente.
Un poste indicador, con la espalda abrasada, nos espera en una bifurcación.
El paisaje en el O. es espectacular.
Montejurra, Yoar y la Sierra de Cantabria se recortan en el horizonte y ponen un punto gélido a los rayos templados del sol.
El enorme vértice geodésico se asoma, curioso, desde su atalaya ante la llegada del inesperado visitante.
En este punto, hacer una parada es obligatorio. Contemplamos con desolación los restos calcinados de los bojes de la ladera norte.
09,15 horas. Monte Buskil. (638 ms)
No hay nadie en el lugar. A lo lejos, de rato en rato, se oye el chasquido seco de los disparos de algún cazador.
Ladera abajo, el bocage del monte espera adormecido los calores de la añorada primavera. Pero todavía falta febrero, mes frío y gris en estas latitudes.
Una señal en una piedra nos marca de nuevo por donde iremos.
Dicen que por aquí el fuego pasó muy rápido. A la pintura no le dio tiempo a arder. Luis Ojer y Mª Jesús Sánchez, que se encargan altruístamente de la conservación de los Senderos Locales, no han querido repintar y recuperar los postes hasta que no empezase a brotar de nuevo el suelo.
Junto a la pieza al N. de Buskil, a la izda., sale un camino y la señal en el suelo invita a seguirlo.
Otra vez caminamos por el bosque. Algunos quejigos y encinas han sido talados y amontonados en lotes de leña para aprovecharlos en las chimeneas.
La mañana ha mejorado mucho. El sol se ha hecho de valer y la temperatura va subiendo. Es un placer caminar en el caracierzo entre campos verdes.
El sendero desemboca en el camino principal. A la dcha. la subida hacia la Sarrea, la Cruz de Hierro y, bastante más lejos, el cruce que lleva a la Fuente del Toro.
Camino hacia la izda.
Un poco más abajo de donde nace el barranco del Buskil, hay una pared de piedras que me sirve de abrigo. Allí aprovecho para echar un bocado.
09,50 horas. Balsa de Lucas.
Llena de vegetación, apenas si se distingue el agua. La sensación de abandono es total. La vida ha cambiado radicalmente. Cuando entraban los ganados a beber, lo pisaban todo y se comían los brotes tiernos de las plantas. Hoy en día, con agua y sin rebaños, la vegetación se adueña de todo.
Diez minutos más tarde llego al Caserío del Monte (que en sus orígenes era el de Camón).
Regreso para casa. Luis y Mariaje me han invitado a ir con ellos cuando repinten el sendero. Será un placer, y un honor, acompañarles.
En este enlace se puede ver el recorrido de hoy.
El interior del bosque, antaño verde y sombrío, es ahora un amasijo de ramas y troncos negros que dejan ver las piedras desnudas de las laderas.
Una señal con la base quemada se apoya en la maleza y, como si estuviera exhausta, señala con la vista perdida el camino a seguir.
Salimos cerca de una pieza y continuamos ascendiendo suavemente.
Un poste indicador, con la espalda abrasada, nos espera en una bifurcación.
El paisaje en el O. es espectacular.
Montejurra, Yoar y la Sierra de Cantabria se recortan en el horizonte y ponen un punto gélido a los rayos templados del sol.
El enorme vértice geodésico se asoma, curioso, desde su atalaya ante la llegada del inesperado visitante.
En este punto, hacer una parada es obligatorio. Contemplamos con desolación los restos calcinados de los bojes de la ladera norte.
09,15 horas. Monte Buskil. (638 ms)
No hay nadie en el lugar. A lo lejos, de rato en rato, se oye el chasquido seco de los disparos de algún cazador.
Ladera abajo, el bocage del monte espera adormecido los calores de la añorada primavera. Pero todavía falta febrero, mes frío y gris en estas latitudes.
Una señal en una piedra nos marca de nuevo por donde iremos.
Dicen que por aquí el fuego pasó muy rápido. A la pintura no le dio tiempo a arder. Luis Ojer y Mª Jesús Sánchez, que se encargan altruístamente de la conservación de los Senderos Locales, no han querido repintar y recuperar los postes hasta que no empezase a brotar de nuevo el suelo.
Junto a la pieza al N. de Buskil, a la izda., sale un camino y la señal en el suelo invita a seguirlo.
Otra vez caminamos por el bosque. Algunos quejigos y encinas han sido talados y amontonados en lotes de leña para aprovecharlos en las chimeneas.
La mañana ha mejorado mucho. El sol se ha hecho de valer y la temperatura va subiendo. Es un placer caminar en el caracierzo entre campos verdes.
El sendero desemboca en el camino principal. A la dcha. la subida hacia la Sarrea, la Cruz de Hierro y, bastante más lejos, el cruce que lleva a la Fuente del Toro.
Camino hacia la izda.
Un poco más abajo de donde nace el barranco del Buskil, hay una pared de piedras que me sirve de abrigo. Allí aprovecho para echar un bocado.
09,50 horas. Balsa de Lucas.
Llena de vegetación, apenas si se distingue el agua. La sensación de abandono es total. La vida ha cambiado radicalmente. Cuando entraban los ganados a beber, lo pisaban todo y se comían los brotes tiernos de las plantas. Hoy en día, con agua y sin rebaños, la vegetación se adueña de todo.
Diez minutos más tarde llego al Caserío del Monte (que en sus orígenes era el de Camón).
Regreso para casa. Luis y Mariaje me han invitado a ir con ellos cuando repinten el sendero. Será un placer, y un honor, acompañarles.
En este enlace se puede ver el recorrido de hoy.
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