martes, 23 de junio de 2020

Dos robles frente a Amuña




Domingo, 21 de Junio de 2020


Con el verano recién estrenado, nos acercamos a Amatrian. 
Iñaki Arregui nos informó hace unos días de la existencia de dos robles frente al monte Amuña.
También nos habló de un hayedo, en el camino de Uzquita, que será de los más meridionales de Navarra, si no es el que más. 
A las 08:30 horas aparcamos junto a un cartel que informa de los nuevos recorridos de BTT. 
La temperatura es de 15º y el cielo está despejado. Al final de la mañana hará calor.

Ni en invierno, ni en verano, te pongas al sol de plano. 

Damián y su galga Vera ya no están esperando. 

Tomamos el camino que va por detrás de la iglesia en dirección O. 
Entramos en el bosque. 
El paraje, no por conocido, deja de parecernos hermoso. 




Los robles y los enebros permiten que un sendero estrecho y pisado atraviese el monte y, tanto los romeros a San Pelayo como los paseantes, podamos adentrarnos en uno de los muchos rincones de la Valdorba. 




En un roble, un rústico cartel "de los de antes" avisa de la subida hacia la ermita. 
Llegamos a la salida del sendero a la pista grande. 


Hoy no subiremos a San Pelayo. Tenemos otros planes. 
Giramos hacia el E. y caminamos subiendo y bajando cuestas. 
De vez en cuando, un letrero nos indica que el camino que sube es el de Artariain o el de Amunarrizqueta. 

En Amatriain tienen sus gozos a San Esteban el día del patrón, en su 26 decembrino, cuando pasan a besar la Reliquia, y le siguen cantando: 
Pues el martirio te ha dado
la primera de las palmas, 
da consuelo a nuestras almas, 
Esteban de Dios amado (...)
El populacho rabioso te acomete ciego de ira, 
y con piedras que te tira, te ocasiona el fin glorioso. 
Tú ruegas a Dios piadoso, les perdone tal pecado. 
(P.M. Flamarique)(Historias, sueños y leyendas de la Valdorba. Cuaderno 4º)

Nos vamos acercando a nuestra primera parada.



Por encima del bosque, la Higa, curiosa, vigila "con la antena puesta".
Una estrecha senda, a la dcha., nos lleva sin gran esfuerzo hasta la primera cima 
10:10 horas. Amuña. 



Un pequeño hórreo metálico es el buzón de este monte. 
Las vistas que se disfrutan desde aquí invitan a hacer una parada. 
La Peña, Higa e Izaga cierran el paisaje al N. Hacia el E., por encima de Arangoiti, el pirineo forma un fondo dentado lleno de blancos neveros. Al S. el Moncayo. Al O. Montejurra, Lókiz, San Donato, ...
Y, más próximo a nosotros, Kazteluxar, al que hicimos una visita hace pocas semanas. 
La mullida y limpia hierba invita a sacar los bocadillos. 
Reponemos fuerzas contemplando todas estas maravillas. 
Bajamos al camino principal. 
Un pequeño cahir indica la subida a la otra cima. 
Pico del Cascajo. 



Un pequeño montón de piedras indica que estamos en su cima. 
La vegetación abunda e impide ver el paisaje. 
Con las indicaciones de Iñaki, buscamos los dos robles. 
Nos cuesta un poco encontrarlos, pero damos con ellos. 
11:00 horas



Son dos ejemplares magníficos. 



Están casi juntos y nos quedamos admirados. 
Volvemos a la cima del Cascajo porque de allí baja una senda que termina en la placa de Endika Zabalza. 


Sobre una roca conglomerada, está el pequeño recordatorio. 
Juanjo me recuerda que este es el cordal en el que también se encuentra la Peña de los Cuervos.

Volvemos al camino principal y caminamos en dirección a Uzquita. 
A poca distancia, en las dos orillas del camino, se encuentra el hayedo. 
11:30 horas. 


Miramos la temperatura y comprobamos, sorprendidos, la frescura del lugar. Tres o cuatro grados menos que en el entorno.


El hayedo no es muy extenso y en él hay algún ejemplar de buen porte. 
Damos una pequeña vuelta sin adentrarnos en él y regresamos. 
La vegetación es variada: linos, margaritas y hasta una bardana


Juanjo nos dice que Machado la cita en uno de sus poemas. 
Al llegar a un camino ancho a la izda., nos adentramos y descendemos. 
La primera parte de esta bajada es por terreno despejado y el calor se empieza a notar. 



Pronto llegamos a una balsa y tomamos el camino que se introduce en el bosque. 
Caminamos por él un buen tramo hasta salir a una pista blanca. 
A nuestra izda., en un collado,  el molino de Olleta se deja ver como si fuera una figura diminuta. 
Un par de curvas más y entramos en Amatriain.
Son las 13:00 horas
La excursión ha sido larga, intensa. 
Hemos conocido un par de curiosidades a las que volveremos en otoño. 



Harina de otro Costapor Juanjo Costa


II Canto gregoriano, a “capella” con los pies (21 de junio de 2020, domingo)                                                                              

1.Antífona, cadencia suave
Hoy hemos vuelto a la Baldorba. El campo, el monte, magníficos, reciben al verano. Como es sabido este es el más meridional de nuestros valles navarros, con varias divisiones o “cendeas” articuladas por los cursos de agua que riegan sus localidades. Uno puede estar pasando durante años por la carretera de Tafalla a Pamplona (os lo digo por experiencia) y perderse muchos de los detalles del camino, de los montes, de los pequeños ríos, de los pueblos, de las personas…
Y aún más, uno puede pasar casi bajo la ermita de San Bernabé, a la altura de Unzué, y no saber que está ahí, colgada en el borde de un espinazo de piedra. Es una de esas ermitas donde una persona, con solo dar una vuelta “completa”, no sufre nunca más de cefaleas, un “prodigio”, vaya . La traigo como ejemplo de que ver y mirar no quieren decir aprehender el paisaje. (En este caso por supuesto, olvidaos de su “terapeútica”, por la cuenta que os trae).
Ahora bien, como es sabido, en la Baldorba hay más; hay mucho más en los 210 kilómetros cuadrados, entre llanos y montañas. Hay actualidad; hay lugares despoblados; hay pueblos magníficamente conservados; hay prehistoria (¡y mucha!); hay, ya lo sabéis, románico misterioso, románico del mejor; hay historia e historias...
Nosotros, la cuadrilla de “Los Caminantes”, que dice Javier, no nos cansamos nunca de andar por estas tierras, las disfrutamos sobremanera. Por ahora, seguiremos también caminando y charlando por nuestra Baldorba. Y vosotros, si queréis, también. Os encarezco fervientemente a que lo hagáis. Lo tenéis muy fácil. Al lado de casa, los que seáis de por aquí, y siempre dispuesta a recibiros, los que seáis de más allá. Merece la pena darse una vuelta por estos lares. 
                       
2. La línea melódica (salmodia ascendente)
            Hoy, como queda apuntado, nuestro punto de salida es el lugar de Amatriain. Es un enclave un tanto recóndito. Si miráis un mapa de la zona, observaréis que es el último pueblo de un valle intermedio. También es uno de los pueblos que rodean el monte “San Pelayo”(958 m), junto con Orisoain, Artariain y Amunarrizqueta.  Don Pascual Madoz en su “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España (Madrid 1845-1850) volumen dedicado a Navarra”  dice de esta localidad que “...tiene 7 casas( 17 vecinos, 68 almas), escuela mixta, un palacio de cabo de armería y una iglesia dedicada a San Esteban. Está en llano pero circundada de montes y goza de buena ventilación y clima bastante saludable. El terreno es fértil y bastante productivo (trigo, cebada, avena, legumbres y hortalizas); hay buenos pastos para el ganado y dos montes poblados de robles y arbustos que facilitan suficiente leña para combustible. En varios puntos se encuentran manantiales de buenas aguas. Cría ganado vacuno, lanar y cabrío. Hay bastante caza de liebres, conejos y perdices”. En 1986 apunta la Gran Enciclopedia de Navarra, CAN, Pamplona 1990, que tiene 15 habitantes. Hoy sol, soledad y silencio, solo roto por el susurro de un cierzo suave que se desliza hacia el sur. Comenzamos la caminata y búsqueda de algunos “misterios” escondidos: un monte, dos robles, un hayedo, la placa de un difunto y retazos de la historia.

3. Kyrie Eleison (Señor ten piedad)
Las vicisitudes de la jornada ya las conocéis. Yo únicamente quiero sacar a la luz un episodio bélico(uno más, de los muchos que acaecieron por estas tierras). Uno de los más desconocidos. Recordad cómo reza el dicho antiguo: “Cuando la Baldorba está tranquila, Navarra está en paz”. Muchos episodios de varias “revueltas” guerreras ocurrieron por estos parajes escondidos. De todo ello fueron testigos los robles, las encinas  centenarias y los hayedos que pueblan las laderas de la Sierra de Alaiz. En el monte Amuña se esconde el bosque más meridional de hayas de Navarra. Bien camuflado en la ladera norte que discurre hacia Amunarrizqueta y Artariain.
En esta ocasión, debemos retrotraernos al siglo XIX, siglo violento en Navarra (y en toda España) por excelencia. El siglo XVIII termina con una “escaramuza” (la llamada “Guerra de la Convención”) contra la Francia republicana, a la que la Baldorba contribuye con 23 soldados voluntarios con sus raciones. Mucho más onerosa en vidas y bienes fue la “Guerra de la Independencia” que se desarrolló en toda España entre 1808 y 1814 y que es de sobra conocida  y se ha estudiado muy a fondo. Pero entre esta última y las Guerras Carlistas (la primera de las cuales comienza en 1833), tiene lugar la Guerra de 1820-1823, que algunos autores califican como “La primera guerra civil de España” y que perturbó sobremanera la paz de los hogares baldorbeses.
No es caso entrar en cuál de las dos facciones tenía razón, si los partidarios de la constitución de Cádiz y de Riego, los “revolucionarios”, o los defensores del grito que tanto se había de oír a lo largo de esa centuria: “¡Dios, Patria, Rey!” No debemos juzgar aquellos acontecimientos con los ojos de hoy. Yo no lo haré y ¡allá cada cual con su conciencia! Ocurrió y las consecuencias fueron idénticas a las que ya acaecían ya en el Paleolítico: en las guerras siempre pierden  los muertos. Los de un bando y los del otro. En este caso también. Para ilustrar la importancia que tuvo lo que aconteció a lo largo de esos tres años por tierras baldorbesas aprovecharé las palabras que don Francisco Olcoz y Ojer escribe en su libro “Historia Val-dorbesa” (trigésimo premio Olave otorgado en Pamplona el año 1971, páginas 65 a 72):
“Una nueva guerra vino a perturbar la paz de los hogares baldorbeses… En Pamplona el día 11 de marzo de 1820, la guarnición militar, secundando los planes de Riego, proclamó la constitución, obligando al Ayuntamiento y demás autoridades a asistir al acto de la perfidia solemnizado con juramento...¿Cómo era posible que la heroica Navarra amase una constitución que hacía pedazos lo que más amaba y llevaba indeleble en sus entrañas, como eran sus sabias y justas leyes, que mudaba sus buenos usos y costumbres, que aniquilaba sus fueros y sepultaba para siempre sus legítimos privilegios?
… Congregados en Barásoain, punto designado por los realistas para dar el grito de levantamiento el día 10 de diciembre de 1820… La mañana del 11 ya estaba la Bandera de los realistas  desplegada y declarada la guerra al sistema constitucionalista. El día 12 se descubrían sus llamas por todas partes y 500 hombres… fueron los primeros que lucharon contra los gaditanos… La Baldorba fue el castillo roquero donde se dio el grito de “Dios , Patria y Rey”, y sus hijos los primeros que salieron a luchar por tan gran ideal...”
Este fue el comienzo, en Navarra, de esta guerra. Dejo en el anonimato los nombres de los cabecillas pues no es el caso de mencionarlos al margen de aquellos mozos que los secundaron. Todos eran baldorbeses y muchos de ellos son mencionados en las obras históricas que tratan del siglo  XIX. Mucho más interesante me parece el copiar del libro de don Francisco Olcoz el último episodio ocurrido en el valle y que dio gran resonancia a la causa realista. Asistamos a este episodio desde los mismos lugares en que acaeció y que son los mismos en que se desarrolla nuestro paseo de hoy.  Vaya el Kirie por nuestros sufridos antepasados cuyas vidas muchas veces se vieron gravemente perturbadas por estos duros acontecimientos, por los hombres, por las mujeres, por los niños, por los ancianos. Descansen en paz.
“LA BATALLA DE BARASOAIN: El encuentro que el día 4 de octubre de 1822 tuvieron los realistas contra los constitucionales en la Baldorba, se conoce en la historia con el nombre de la batalla de Barásoain. Los constitucionales venían ocupando la parte más occidental de la Baldorba con todo el camino que de Tafalla sube a Pamplona. Los realistas estaban por tierras de Lumbier cuando convinieron el plan de ataque a los constitucionales en la Baldorba.
Salieron las tropas realistas de Lumbier el día 3, llegando para eso de las ocho de la noche a la villa de Lerga, donde pernoctaron. A la mañana siguiente, muy de madrugada, después de darles para desayunar la clásica ración de aguardiente, emprendieron la marcha a la Baldorba, llegando a los montes de Olleta para las siete de la mañana, dando vista al enemigo desde los montes de San Pelayo.
Quedándose la Junta en la Ermita de San Pelayo, altura que domina la tierra llana de la Baldorba, contempló el desarrollo de la batalla. Colocadas las tropas en posiciones que dominaban los lugares de Garinoain y Barásoain, en que estaba el enemigo, fueron los realistas por los cerros de Orísoain y Lepuzain acercándose al enemigo. Una vez conocido el terreno, la columna de cazadores y de caballería en guerrillas penetraron en los pueblos dichos, dando principio a una dura y encarnizada lucha. Fue tal el ímpetu con que lucharon los voluntarios realistas que pronto se notó el desorden en las filas del enemigo, que muchos de sus soldados, desarmados, corrieron camino de Pamplona, asegurando que el batallón había sido derrotado.
El resultado de esta batalla fue haber hecho muchos prisioneros, entre ellos, al primer ayudante, con grado de teniente coronel, un capitán con el mismo grado, otro sin él, un teniente, tres sargentos segundos y cinco cabos primeros… noventa y tres muertos sin contar los que pudo haber en la retirada, más de cien heridos, ochenta y dos fusiles, una “carabyna”, un sable, ocho morriones, una porción de capotes, muchas cartucheras, gran número de paquetes de cartuchos, dos cajas de guerra y un caballo de carga con dos maletas. Nuestras pérdidas fueron un muerto y catorce heridos. A las cuatro de la tarde los realistas se encontraban ya faltos de municiones, por lo que se les ordenó la reserva de algunos cajones de municiones para poder equipar a cada soldado con dos cartuchos.
Al llegar a Tafalla nuevos refuerzos de fuerzas enemigas, los voluntarios se replegaron a los montes de la Baldorba esquivando así el encuentro con las nuevas fuerzas.
Las fuerzas del general espinosa en esta acción fueron 2.500 infantes y 200 caballos. Las  realistas las componían 1.400 infantes y 120 caballos, incluyendo los dragones del Soberano y la infantería y caballería de la Excelentísima Junta Realista, que asistieron oportunamente a toda la batalla. En este encuentro estuvo a punto de caer prisionero el general Espinosa. La Batalla de Barásoain dio gran resonancia a la causa realista. Después de esta batalla, solamente hubo en la Baldorba alguna escaramuza de poca importancia”. (Don Francisco obtiene estos y otros datos del libro “Historia de la Guerra de la División Real de Navarra”, por D. Andrés Martín, Párroco de Uztárroz).

Como aperitivo de todo lo que vendría después (entre 1823 y 1940), creo que es suficiente. Buen camino. Vale.









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