martes, 16 de junio de 2020

La Peña de los Cuervos y Roca del Marchante (Olleta)



Domingo, 14 de junio de 2020


Juanjo tenía interés en llevarme a Olleta y enseñarme varios lugares interesantes y desconocidos. 
Aprovechamos el buen tiempo  para soltar un poco el lastre del confinamiento.
Son las 08:30 horas. Aparcamos en la plaza de Olleta.

Hasta San Juan, toda hierba es pan. 

El cielo está algo nublado pero sin amenaza de lluvia. 
En la calle no hay nadie. 
Antes de meternos por el monte contemplamos el pueblo. 
Limpio y rehabilitado es una maravilla.



El rincón que hace la iglesia, joya del románico, es de una belleza única.




Cruzamos el puente y nos acercamos a ver la portada.

Vemos un canecillo y un personaje, con la mano en la boca, soplando y canecillos de difícil estudio y visión por las ramas de pinos, al mediodía y muy altos. 
Y en las pinturas góticas, que se guardan en el Museo de Pamplona, provenientes de dicha parroquia, hay escenas lúdicas desvaídas que hacen referencia a cantos y música. (P.M. Flamarique)(Historias, sueños y leyendas de la Valdorba. Cuaderno nº 16)



Entre calles estrechas y en cuesta, vamos saliendo del pueblo. 
La pista blanca asciende suavemente. 
Dejamos a nuestra izda. el cementerio con sus cuatro cipreses desmochados. 
La ladera del monte luce un verde intenso que contrasta con el ocre de los sembrados. 



Y, coronando el paisaje, está nuestro objetivo: La Peña de los Cuervos. 
09:00 horas. Roca del marchante. 
Es una gran roca conglomerada que está a la orilla del camino. 



Cuenta la leyenda que un marchante que iba a Uzquita cuando se desprendió esta mole, aplastándolo. 
Un pequeño agujero en una de sus caras se utilizaba para hacer bromas. Los mayores decían a los críos que, si arrimaban el oído, todavía se podían escuchar los lamentos del desgraciado marchante. 
Cuando ponían la cabeza para oír semejante prodigio, se llevaban una buena cogotada entre las risas de los asistentes. 
El camino continúa y nosotros lo seguimos. 
La vegetación es exuberante. 


Un roble y un serval de los cazadores comparten la orilla como buenos vecinos. 
09:30 horas. Separados por el barranco de la Cruz de Hierro se encuentran  dos corrales. 


El de Urteaga.



Y el del Herrero. 
Ambos en ruinas. 
Todavía subimos un tramo más de la pista hasta llegar a un cruce. 
Decidimos volver porque, siguiendo ese recorrido, saldríamos a Uzquita y hoy nuestro objetivo es otro.



Aprovechando unas piedras a la sombra y con el murmullo del agua de fondo, hacemos una parada y almorzamos. 
Volvemos por el mismo camino y, cuando nos encontramos con la Roca del Marchante, tomamos una senda a la dcha.  que se interna en el robledal. 




La hierba es alta y el bosque frondoso. 
Un estrecho sendero, más propio de los jabalíes, serpentea en ascenso. 
Los árboles son delgados y el paraje sombrío.





Llegamos a una gran mole, sin duda desprendida de la peña. 




La erosión y los animales han excavado en su base una pequeña oquedad que sirve de refugio. 
La subida cada vez es más dificultosa. 
Estamos al lado de la peña, pero hay que dar algún rodeo y ayudarse del bastón y de la hierba para agarrarse. 
10:45 horas. Peña de los Cuervos y cueva.



Por fin llegamos. Un par de higueras han echado raíces en los huecos de la roca. Los robles y enebros impiden ver el paisaje, formando un baluarte natural. 
En el interior de la cueva, que no es profunda, vemos algo insólito. 




La formación de pequeñas estalactitas. Nos detenemos un rato a observar cómo van cayendo cada cierto tiempo las gotas que provocan su formación. 
Reflexionamos sobre la conveniencia de poner en el blog este hallazgo. Al final decidimos que sí, pero haciendo un llamamiento al civismo y al respeto de esta joya natural.




Esas formaciones calcáreas son de todos y es inadmisible que alguien arranque lo que supone una riqueza natural. 
En las paredes de la peña hay algunas piezas metálicas fijas, de las que usan los escaladores para asegurarse, lo que quiere decir que este paraje tan recóndito es visitado algunas veces. A pesar de ello, el entorno está limpio y respetado. 
Comenzamos la bajada.
Es tan penosa como la subida. Requiere menos esfuerzo aunque mucha más atención porque un resbalón puede tener consecuencias.



Salimos a una zona más llana y nos dirigimos a la pista. 
Volvemos hacia Olleta. 
En el cruce de caminos tomamos el de la dcha. 
11:30 horas. Cruz de hierro.




Sobre una base de conglomerado, se alza un soporte de piedra profusamente labrado. 
Y encima de todo ello, la cruz de hierro, que pudo ser de piedra en algún momento.



En el soporte de piedra, las imágenes se prodigan por todas sus caras. Es un monumento que merece la pena admirar. 
La pista desciende. A nuestra izda. una plantación de nogales ofrece unos frutos pequeños y abundantes. 
12:00 horas. Olleta. 
Llegamos al pueblo. La vida ha comenzado. 



Un grupo de ciclistas enfila la carretera que sube al alto de Lerga. 
Algún vecino pasea por la calle. 
Bajamos hasta la fuente y nos refrescamos. 

En este enlace se puede ver el recorrido de hoy


Harina de otro Costal por Juanjo Costa

  (Justificación: A mi amigo Javier Torralba le gusta caminar, charlar y escribir. Y Las tres cosas las hace bien. Lleva más de diez años regalándonos, además de su grata compañía, las narraciones de los itinerarios e impresiones (llenas de color, historias y anécdotas) de sus recorridos por las tierras del corazón de nuestra Navarra. Pero si has llegado hasta aquí, esto ya lo conoces y ya sabes de qué hablo.
El otro día, cuando acababa el paseo que nos llevó a recorrer el camino que va de Olleta a Uzquita (en la Baldorba), me propuso que, si me parecía bien, cerrara, a partir de ahora sus artículos con una apostilla que sazonara lo que él había contado. Y a mí, me pareció bien. Javier describe e ilustra el trayecto con la riqueza narrativa a la que nos tiene acostumbrados y yo, a modo de pinche de cocina, diletante, intentaré aliñar el itinerario con algunas especias de mi cosecha y de algún que otro documento que llegue a mis manos. Algo habrá, también, de fantasía, pues, desafortunadamente, no todo está en los libros. Además, será menester aprovechar el tiempo y la oportunidad, pues no debemos olvidar el aforismo que gustaba de usar Séneca (que, a su vez, había tomado de Hipócrates): “Ars longa, vita brevis” (“El arte es largo, la vida breve”). Buen camino. 

I  Sinfonía baldorbesa del tiempo detenido (14 de junio de 2020, domingo)

“Ahora me parece que hubiera vivido                                            
un caudal de siglos por viejos caminos”.                                                                                                                              (Silvio Rodríguez)

1.   Andante. Sobre piedra
Caminamos por Olleta, pueblo limpio y pequeño, vivificado por dos pequeños ríos cristalinos y frescos. Sobre los nombres hay diferencia de opiniones (según dónde se mire unos escriben “Barranco de la Cruz de hierro”, “Barranco de Arrapietas”, Barranco Bayonar”…). Hay para elegir.
Hoy, el pueblo, no es ni sombra de lo que fue. Pascual Madoz en el volumen dedicado a Navarra, de su Diccionario geográfico-estadístico- histórico ( Madrid 1845-1850) recoge, entre otros datos, que tiene 46 casas (38 vecinos, 107 almas), cárcel,  escuela con 20 alumnos, una iglesia dedicada a la Asunción de Nuestra Señora, una ermita, cementerio “contiguo a la iglesia”, abrevadero y varias fuentes. Produce trigo, cebada, avena maíz, patatas, vino y legumbres. Cría ganado vacuno, caballar y cerda. Se cazan liebres y perdices. Como curiosidad, apunta que tiene “… una mina por explotar, al este”. (este dato queda pendiente de estudio, pues, por ahora no he conseguido saber, sino que por toda Navarra y también en algunos pueblos cercanos había minas de cobre, hierro, arsenio, sales diversas, carbón …). El colofón lo pone la “Gran Enciclopedia de Navarra (Tomo VIII), CAN, Pamplona 1990”, que constata una población de 31 habitantes de hecho y 32 de derecho. Añade, a los datos de Madoz, que, a principios del siglo XX tenía también “…carnicería y taberna… del Concejo”. Como se ve, no todo era decadencia (aunque choca que, ni aún hoy, tengan campo de fútbol).

2.   Adagio. El camino valle arriba

Hacia Uzquita, al norte, una suave armonía de colores enciende, paso a paso los bordes del camino, las laderas y los altos. Amén de hierba, flores y arbustos, comunes a toda la zona, los robles y las encinas cubren la piel de las, cada vez más pronunciadas pendientes.  Llegamos a los corrales y leemos, en sus lienzos almenados amontonados por el tiempo y arropados por las hiedras que, hoy en día, ya son historia. Solo en aquel paraje, había cuatro construcciones. Y no pequeñas, por cierto. Sitos en la confluencia de los barrancos “De la Cruz de hierro” y “Barranco Basagar” los corrales “Urteaga, Herrero, Lizibar y Txomin” están rodeados por topónimos con solera. El volumen XXXIX de “Toponimia y cartografía de Navarra” (Gobierno de Navarra. Pamplona, 1997) los desgrana en espiral: “La Marquesa, Berro, Basagar, Otsaragi, Artamuno, Las Cerradas…” Para quien aprende a leer estos términos, ya en euskera, ya en castellano, se le aparecen señoríos, valles con manzanas, encinares, herbazales y, antaño, lobos. 


De la importancia del sector pecuario antaño, hablan las actas del Ayuntamiento de Tafalla, que transcribió Don José María Jimeno Jurío (Archivo Municipal de Tafalla, Eusko ikaskuntza, Donostia 2001): “Año 1492, diciembre 30. Sobre el pazto de los puercos. En el dicho concejo, venido Johan de…, clabero del molino de Catalayn e fiador puesto por el sastre de Barasoain, es assaber para el pazto de los puercos llevados al pazto de la Valdorba…”. Hay que aclarar que, según este mismo autor explica en el “Vocabulario histórico navarro, villa de Tafalla de 1987” la voz “pazto” es “Bellota caída de la encina o el roble, destinada al engorde de cerdos…”. Por lo visto, en aquella época los tafalleses y gentes de los pueblos aledaños, contrataban a un “porquero” para llevar a los cutos fundamentalmente a diferentes lugares de la Baldorba (el que nos ocupa, entre ellos) y, cómo no, pagaban un arriendo al valle por este servicio.
Ahora bien, lo curioso es que no solo los pueblos de los alrededores practicaban esta costumbre. En la “Historia Val-dorbesa” de Don Francisco Olcoz y Ojer (Premio Biblioteca Olave XXX Pamplona 11 de marzo de 1970), cuando escribe sobre la “Vida civil” (sic) de Olleta, podemos leer lo siguiente: “Los pueblos tenían una fuente de ingresos en los montes, ya en leña, ya en madera, ya en los pastos de hierbas o frutos de los árboles”. Más adelante apunta: “Arriendo del pasto del monte: En el lugar de Olleta a 24 de Setiembre de 1643… los jurados del lugar de Olleta, Martín de Valencia y Martín de Sanjuan, en nombre de los restantes vecinos, arriendan el pasto del monte de arriba a Don Antonio de Echapare, vecino del lugar de Ibarrola, en la baja Navarra… que pueda entrar el número de puercos que quiera hasta el día de la Circuncisión del Señor…”.
Cuando leí esto recordé un comentario de un agricultor tafallés, que por su ocupación conocía bien los términos que rodean Tafalla y aún los de la Baldorba, Val de Aibar y Valdizarbe, pues había ido con la cosechadora y el tractor, muchas veces, ora a cosechar, ora a hacer “Ondalán” para plantar viña. Este hombre me hablo de un camino secreto que él denominó “El camino de los contrabandistas”. Quedamos en que, otro día, me contaría más sobre el asunto, pero “le entró el mal” y, ya se sabe, tendré que esperar a ir a Josafat para que me lo acabe de relatar. Mientras, me pregunto qué camino seguirían los puercos de la Baja Navarra para llegar hasta Olleta. Creo no andar desencaminado si me atrevo a aventurar que este “Camino de Uzquita” pudo ser, por la dirección que lleva y lo escondido del paraje, un ramal de ese “Camino de los contrabandistas”. Habrá que indagar más sobre ello.

3.   Allegro. Los caprichos de Gea
“Pian, piano si va lontano”. La vida nos da sorpresas, el camino, también. Cuando el “Crechendo” llega a su cénit, damos la vuelta. Dos kilómetros bajando, con mil aromas y el eterno en el rumor de las aguas que juegan al escondite con nosotros, llegamos al “Gran secreto”. Pero está a buen recaudo. Hay que orientarse bien y clavar fuertemente el bastón, para llegar a él. Pero llegamos. De repente, con Ustedes: “La Era Terciaria”, “El Eoceno” (de “Eos, aurora” y “Kainos, reciente”). En la arista de la ladera que sube hacia el “Monte de arriba”, en un término llamado “El Cascajal” aparece de pronto, anclado en el tiempo, un conjunto de conglomerados que sabemos viene desde Tafalla y atraviesa toda la Baldorba, desde Olleta, hasta San Pelayo, en dirección sur-norte. La oquedad que se nos presenta es un refugio, casi cueva que los paisanos llaman “La Peña de los cuervos”. Conglomerados alternando con margas arcillosas y areniscas amarillas (Don Julio Altadill “dixit” en el Volumen I de su “Geografía General del Reino de Navarra, página 233, Geología de Navarra, Editorial La Gran Enciclopedia Vasca, Pamplona 1981, facsímil). Por su disposición, podría ser un refugio paleolítico (ya en la Era Cuaternaria, época de grandes erosiones y arrastres), si no fuera por su abrupto acceso. O precisamente por ello se ha conservado. Abundando algo más en el porqué de este tipo de fenómenos aluviales a tanta altura, recurro a la “Síntesis Geológica de Navarra” de Joaquín del Valle Lersundi y Fermín Villanueva Ferreras (Gobierno de Navarra, Pamplona 1988), página 18: “De la última glaciación tenemos testimonios en las cuevas en que se refugiaba el hombre de Cromagnon, que nos dejó pinturas de los animales que cazaba… La situación geográfica era muy diferente de la de hoy. Un casquete glaciar ocupaba el alto Pirineo, pero no llegaba hasta Navarra. Aquí tuvieron que existir glaciares. Si visitas una cantera de gravas en la Ribera, te podrás hacer idea de la enorme masa de sedimentos gruesos depositados por los ríos, procedentes de la montaña en la que tuvo que haber una fortísima erosión en un tiempo muy corto… imagínate… un valle muy amplio con grupos de abetos y abedules… con un río cargado de sedimentos, poco profundo. El fondo del valle iba más alto que hoy en día. A partir de la primavera el valle se animaba con los rebaños de herbívoros y con los cazadores que iban tras ellos… En invierno el valle quedaba muerto. Los hombres volvían a sus cuevas en altitudes más bajas y sitios más templados…” ¿Sería esta “Peña de los Cuervos” más accesible entonces?, ¿uno de estos refugios? Y no es la única formación que puede vislumbrarse desde el valle. Queda pendiente la exploración de otros lugares similares en forma y localización.


4.   Presto. Un hito en la “Vía Dolorosa”
Volvemos al presente. O casi. Ya a punto de enfilar el pueblo, bajando a la par del barranco y un poco antes del “Pozo de Esteban” (otro “Macguffin” a investigar, que diría Hitchcock) hay que echar un rezo (seamos ecuménicos, allá cada cual) en la “Cruz de hierro”. Don Fernando Videgáin Agós en en número 275 de “Navarra. Temas de cultura popular, DFN” nos la explica: “Cruz calvario más que cruz de término… Apocalíptica. Un auténtico “puzle” de los instrumentos de la pasión (martillo, clavos, tenazas, escalera…), la cabeza barbada y las manos de Adán… la serpiente del Paraíso, la corona de espinas… parece querer representar simbólicamente el pecado del hombre y la Redención: muerte y vida en una sola representación tosca pero maravillosa a un tiempo”. Añado yo: y transmutación, bien traída, de un menhir cerca de un cruce de caminos que en tiempos eran más importantes. Los antiguos rezaban así y así impetraban protección; nuestros antepasados más recientes afinaron aún más. Nosotros miramos estas representaciones, pero no vemos (cuando nos dignamos en observar) sino arte. Alguien, de vez en cuando, coloca un ramo de boj en lo alto de la cruz que otro rompió, es un detalle que hemos visto repetirse en otras cruces. Y sí, hay arte, devoción, súplica… pero también alma… almas de todos los que nos precedieron, aquí y allá y a los que debemos agradecer el vivir hoy, el poder dar gracias por todo lo que tenemos. Por todo.

Y se termina, por hoy, esta “sinfonía”. Como en la vida, no hay “Da capo”. Os paso la partitura. Vale.






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