martes, 27 de octubre de 2020

Elizaxarra junto al Buskil




Domingo, 25 de octubre de 2020

Estamos viviendo un tiempo de incertidumbre. Pensábamos que se había, casi, superado la pandemia y ha llegado una segunda ola que nos trae confinamientos, toque de queda y no sabemos cuántas medidas restrictivas más. 
Hoy salimos a caminar por el Monte, nuestro Monte Alto. 
Si nos vuelven a confinar, tenemos libros, documentos y conversaciones que revisar y anotar, pero salir al campo, adentrarnos por senderos y compartir momentos valiosos en compañía de buenos amigos no tiene comparación. 
Sergismundo ha tenido tiempo, a su pesar, de documentarse sobre nuestro término. Cuando ha podido salir a caminar, ha hecho varias rutas, todas muy interesantes. 
De ahí saco la de hoy: Visitar, pasear y husmear por Elizaxarra. 
Un pequeño término mugante con Artajona y Pueyo. Muy desconocido en Tafalla. 




Son las 08:15 horas. Aparcamos en la inmediaciones del Caserío del Monte o de Camón y salimos en dirección N. 

Agua esperé, tarde sembré y sabe Dios lo que recogeré. 

El cielo está encapotado, negro. El bochorno frío anuncia lluvias, que deseamos sean abundantes. 
Llegamos al desvío que inicia el sendero loca SL-NA 178.
Por él volveremos de nuestra excursión. 




A nuestra dcha., en el cerro, la caseta del Churrero que ha sido rehabilitada recientemente y que todavía no hemos tenido ocasión de visitar.
08:30 horas. Balsa de Lucas.  
La parada es obligada. 
Orillamos la balsa hasta llegar al roble inclinado. 



Los carrizos ocultan prácticamente la totalidad del lecho. 
Permanecemos un momento en silencio, interrumpido por el canto del ruiseñor que estará avisando de la presencia de intrusos. 
Volvemos al camino. 
Los perros de la finca próxima ladran en la espesura del arbolado. 
Unos pinos, cortos de estatura, verdean entre la vegetación parduzca y los troncos muertos y ennegrecidos por el incendio de hace cuatro años.



Estamos en lo más alto del camino y una pared natural de piedra convive con las tablillas de las tres mugas. 
Hemos llegado a Elizaxarra.

Compuesto del sustantivo vasco eliza, "iglesia", xar variante en composición del adjetivo za(h)ar "viejo", y el artículo -a "la"; equivale a "la iglesia vieja".
Localización: Paraje en la cabecera norte del valle de Brusquil, en el Monte. Aportamos el dato como prueba de la presencia del euskera en la toponimia hasta la divisoria del término tafallés, y por la relación íntima entre aquél y éste. 
La "iglesia vieja", con cuyo solar puede guardar relación el "corral derruido" citado en 1801 y actualmente irreconocible, pudo ser un primitivo lugar de culto protector de la población del vallecito de Brusquil. Está al norte del barranco, en lo más alto, dominando o protegiendo la hondonada donde nos consta hubo algún tipo de hábitat o poblamiento durante los primeros siglos de nuestra era. El topónimo no fue recogido en la abundante documentación medieval artajonesa ni en la de los siglos posteriores. (J. M. Jimeno Jurío)(Toponimia Navarra IX. Tafalla)

La temperatura ha cambiado. 
El día se ha vuelto invernal. El viento frío aquí es más fuerte y nos obliga a cerrar cremalleras.


Damos una vuelta por los montones de piedras que están en el carasol. 
Volvemos al camino.
09:20 horas. Cabaña redonda. 




En un cruce de caminos se encuentra esta pequeña construcción. 
Resiste el paso del tiempo y es una referencia para los que pasean por aquí. 
Desde este enclave se puede ir a la Cruz de la Sarrea, a la Cruz de Arroyo y a la Fuente del Toro. O al Buskil, que es a donde nos dirigimos nosotros. 
Pero antes decidimos subir hasta la vieja caseta donde estaba el observatorio de incendios.




Está abandonada y en desuso. 
Hace años, en las campañas de verano, a un amigo lo contrataban para vigilar los posibles incendios. Su jornada era de 15 a 21 horas, todos los días de la semana. Así unos tres meses. Había tardes que me acercaba por aquí y le acompañaba hasta que daba las últimas novedades y volvíamos a casa.




Eran tardes de verano apacibles y solitarias. La conversación y la merienda acortaban el tiempo de una forma sorprendente. 
Volvemos al camino y encontramos de nuevo restos de construcciones. 



Cerca de ellas, la balsa está seca. No ha habido lluvias intensas y a esta altitud es difícil que pueda conservarse el agua. 
Avanzamos por camino viejo. 




Los montones de piedras a nuestra dcha. llaman nuestra atención. ¿Son los restos a los que se refiere Jimeno Jurío? Imposible saberlo. 
Orillamos tres piezas en barbecho y llegamos. 




09:55 horas. Buskil (630 m).
Parapetados del intenso y frío bochorno, detrás de su mole aprovechamos el lugar para echar un bocado. 






La vista, desde aquí, de la Artajona medieval vigilada de cerca por Montejurra es entrañable. 
Las sierras de Codés y de Cantabría, lejanas, cierran el paisaje bajo un manto oscuro de nubes.




 
Y no podemos dejar de admirarnos, una vez más, del bocage que se divisa desde aquí. 
Descendemos hacia los quejigos




A pesar de la amplitud del camino en esta parte del Monte, la abundancia de estos árboles dan una idea de lo que debió de ser, antaño, este bosque. 





El último incendio no pudo con este robledal, aunque apreciamos que a algunos ejemplares los atacó con fuerza. 
Salimos a campo abierto. 
Una vez que hemos rebasado el cruce por donde se interna el SL hacia el bosque, encontramos una agradable sorpresa. 
10:40 horas. Caseta del Churrero. 


Nos habían comentado que un miembro de esta familia la estaba rehabilitando, pero no esperábamos encontrarnos con un trabajo tan bueno. 





Al interior se accede corriendo el pestillo de una puerta metálica. 
Una mesa, dos bancos, leña, escoba y hasta artículos de limpieza.



 
Nos sentamos un rato y comentamos el buen gusto y la feliz idea de adecentarla. 
Las ventanas con cristales. Las paredes pintadas.
Todo ello hace que esto sea un pequeño refugio para cazadores y paseantes que ojalá se mantenga siempre en buen estado. Depende de todos. 





En el exterior, rodeamos la construcción y admiramos la limpieza del arbolado, el banco metálico en la fachada, la chimenea, ...
Un lugar para visitar y cuidar. 
Descendemos al camino principal.



 
En el último tramo nos paramos ante una "quitameriendas". Posiblemente será una de las últimas que veremos este otoño. 
11:00 horas. Caserío del Monte. 




La puerta está abierta. La persona que lo cuida a diario tiene la chimenea encendida.
Entramos a saludar. 
La conversación deriva enseguida a las setas. 
Juanjo y él son buenos conocedores del mundo micológico. 
Salen a relucir las de cardo, lepiotas, níscalos, ...
Mientras tanto, en el fogón, las últimas brasas, con el aire que entra por la puerta abierta se avivan y parecen prestar atención a la conversación. 
Volvemos a casa. 
 









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