La publicación del libro "La Bizkaia de Navarra. Memorias de un valle en silencio" ha sido un motivo de alegría para los nacidos, y sus descendientes, en ese recóndito lugar. También lo ha sido para los que nos gusta recorrer y descubrir lugares tan cercanos y tan desconocidos como éste.
Su autor, Juan J. Recalde Recalde, durante 540 páginas ofrece una información exhaustiva de la vida, historia y lugares del valle.
Con todo esto, nos hemos planteado tratar de hacer unas rutas uniendo despoblados y castros y llegar a conocer mejor un paraje natural increíble.
Para ir tomando contacto con el terreno, hoy subiremos a Lantxurda desde Sabaiza.
Esta cima de la sierra de Izco con sus 1.037 m de altura es un balcón perfecto para contemplar la exuberancia de los bosques de la Bizkaia.
Son las 08:30 horas. Aparcamos en Sabaiza.
El día está frío; despejado, pero helador. El termómetro marca 3º, pero nos avisa de que vamos a sentir -2º.
Marzo, marcero, o tan frío como enero o tan falso como febrero
Vera, la galga, salta del coche y nos mira. La vemos tiritar.
El camino se pone en ligera cuesta que asciende.
Cruzamos una langa y seguimos por la izda. Pasamos junto a una granja.
El día es invernal.
La ropa, bien cerrada. Los guantes y las capuchas no estorban.
Llegamos a un claro del pinar y algo llama nuestra atención.
Damián nos explica que este tipo de artilugios se emplean para el control de plagas.
En algunos receptáculos se colocan unas bolsas con feromonas femeninas que atraen a los machos de los que se quieren obtener datos estadísticos.
Los hay de diferentes modelos y para especies distintas.
Continuamos por buen camino.
Un cartel nos informa de un proyecto piloto muy interesante que se está desarrollando para combinar la riqueza forestal y la ganadería.
Al llegar a la siguiente granja, un camino que sale a la izda. nos lleva a la primera parada.
09.30 horas. Balsa de Sabaiza.
Enclavada en una pequeña depresión, rodeada de coníferas y verdes prados, nos hace evocar paisajes más propios del Norte que de donde estamos.
Volvemos al camino principal y seguimos ascendiendo.
Una langa abierta y su "paso canadiense" se interponen en nuestro camino.
Lo cruzamos nosotros, pero Vera, con sus finas patas, se para en seco.
Por la orilla del camino, logramos que pase al otro lado con cuidado.
Llegamos a terreno asfaltado.
Enfrente, imponente, la Peña de Izaga nos muestra su cima con un manto blanco.
Vamos descendiendo. De una palomera cercana nos llega un aroma a humo y almuerzo asado que despierta nuestros adormilados sentidos.
10:10 horas. La parada en la subestación del parque eólico es obligatoria.
La construcción es magnífica y está bien cuidada. Los trabajos de cantería y carpintería dan a la construcción un aspecto inmejorable.
Damos una vuelta por sus alrededores y volvemos al camino.
Ahora tocar subir.
Con los bastones rompemos el hielo de un charco y comprobamos su grosor. No cabe duda: como en cualquier día de invierno. La primavera entró ayer, pero todavía no se nota su presencia.
En la parte exterior del vallado que cierra las instalaciones de las antenas de telefonía, al abrigo del frío cierzo, paramos a echar un bocado.
Estamos rodeados de robles y bojes, pero sentados y abrigados.
El paisaje queda oculto por la vegetación.
En el cielo, una nube lenticular no nos quita ojo.
Descendemos al cruce de caminos para subir a la cima.
En la sombría ladera N. del monte, la nieve se resiste a marcharse.
Cruzamos un par de vallas que cierran el camino, debido a que están extrayendo madera, y llegamos a la cima.
11:00 horas. Lantxurda. (1.035 m)
El vértice geodésico y el buzón casi está ocultos entre los bojes.
La vista desde aquí es buena. Disfrutamos enumerando las cimas cercanas.
Arangoiti, Peña, San Pedro y Santa Ágata, encima de Ayesa. Y, cerrando la línea del fondo, la silueta inconfundible de Ujué.
Seguimos de frente y descendemos por buen camino.
El entorno es bonito.
Rocas, robles, pinos y bojes nos acompañan en la bajada.
Y el silencio... que nos hemos acostumbrado tanto a él que ni lo apreciamos.
Cada metro que descendemos nos adentra en lo profundo del valle.
Una curva en herradura salva "El paso malo".
Este topónimo de "paso malo" resultaba ser muy común cuando las barrancadas impedían el buen tránsito de hombres y ganados.
Este valle también vio pasar peregrinos en dirección a Santiago de Compostela, ya que constituía un camino secundario de la ruta jabobea al que se llegaba después de dejar atrás el hospital de Leache, de la encomienda de San Juan de Jerusalén. Tras atravesar la Bizkaia, el camino se internaba en la Valdorba, donde había hospitales en Iracheta y Catalain, para dirigirse finalmente a Puente la Reina. (La Bizkaia de Navarra. Memorias de un valle en silencio)(Juan J. Recalde Recalde)
Las hayas son nuestras nuevas compañeras de viaje.
Cuando la cuesta termina, llegamos a una langa.
La cruzamos y torcemos a la izda.
Salimos al camino que hemos llevado por la mañana. Hemos completado la ruta circular.
12:25 horas. Sabaiza.
Nos acercamos hasta la iglesia. Está cerrada. El pretil de piedra, abrigado del cierzo y soleado, nos invita a sentarnos y a hacer balance de la excursión.
Tenemos que volver y caminar por los despoblados olvidados de Loya, Irangoiti, Usumbelz, ... Merece la pena "perderse" por estos lugares.
En este enlace se puede ver la ruta de Sergismundo que hemos seguido nosotros hoy.
Bonito paseo y bonito libro.
ResponderEliminarBonito paseo y bonito libro.
ResponderEliminarGracias Sergio. El recorrido, como ves, es tuyo. Una gozada. En cuanto al libro, espero que te lo trabajes y prepares buenas rutas por los despoblados. Nosotros te seguiremos. Te lo garantizo!
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