Domingo, 25 de julio de 2021
Salgo sin compañía al campo. Por diversas circunstancias mis acompañantes no pueden venir, así que voy a dar una vuelta, sin prisas, hasta un lugar en el extremo del término que tiene un nombre muy sugerente: La Falconera.
Allí quedan en pie un par de abejeras antiguas a las que hace años que no les hago una visita.
Son las 08:00 horas. El día está ideal para andar. A los 17º que marca el termómetro hay que añadir un suave y fresco cierzo que hace que la mañana se presente deliciosa.
Por San Joaquín se cuecen las habas sin candil.
Por el pequeño túnel que está junto a la Plaza de Toros, cruzo al otro lado de la vía y enfilo el camino de Torreta.
El itinerario discurre entre tapias. La primera mitad del término, aproximadamente, se ha convertido en fincas de recreo, a algunas de las cuales se les ha llegado a dar nombre.
Cuando el campo se abre, humilde y medio escondida, permanece la abejera de Torreta, cerca de una pieza recién cosechada,. Son las 08:25 horas.
La construcción tiene dos partes bien diferenciadas.
Una está bastante bien conservada aunque invadida por la maleza.
En cambio la otra parte sufre un deterioro absoluto.
En un lateral, algo excepcional: La puerta está cerrada y se distingue una cerradura de llave gruesa.
13 de junio de 1922. Hilario Ozcáriz cae de un árbol en su huerta de Torreta y fallece. Setenta años ya no es edad para trepar a coger cerezas. (J.M. Esparza)(Historia de Tafalla - Tomo II)
Vuelvo al camino principal.
El asiento construido con la base de un nogal invita a los caminantes a hacer una parada.
El camino termina al juntarse con el del Escal.
La finca de Los Cascajos da paso al puente de la autopista.
El paisaje se vuelve llano y agrícola.
El término del Escal tiene cereal y granjas. A su dcha. La Recueja sigue conservando esa tradición de huertos y regadío por la que es conocida en Tafalla.
Cuando llego a las inmediaciones del antiguo Vivero Forestal, tuerzo a la izda.
En el pequeño cerro, a la entrada de Solcanto, las ruinas de la ermita de San Martín de las Viñas permanecen ocultas esperando una excavación que algún día mostrará cómo era el edificio del que no tenemos mas que referencias documentales.
Avanzo tranquilo por el camino amplio y bien cuidado, recordando aquellos inviernos húmedos en los que tantas veces nos tuvimos que dar la vuelta por la badina que se formaba, tan extensa y profunda que era imposible de cruzar.
En las piezas cercanas, los aspersores y los pivots riegan sin descanso las grandes extensiones de maíz.
Al abrigo del pinar de la Cantera de Santa Marina, donde está la Choza de Modesto, una viña verdea en medio de la tierra regada.
Al llegar al portillo, desciendo por la pista. Tomo el primer desvío a la dcha. y continúo por buen camino.
Después de un rato por esa pista, para evitar dar un gran rodeo, paso por la orilla de una pieza y cruzo el barranco de Valmayor.
Una senda estrecha y mal dibujada me lleva a mi siguiente parada.
10:20 horas. Abejera de la Falconera (1).
En el cantillo de una pieza no quedan mas que los restos de lo que tuvo que ser una abejera importante.
De todas las que conocemos en el término, ésta será una de las que peor conservadas se encuentran. Una verdadera lástima porque su construcción es muy atractiva.
Doy una vuelta por sus alrededores y no descubro ninguna pared que cierre la construcción. La ruina ha sido especialmente voraz con ella.
Continúo por el camino y, cinco minutos más tarde, me encuentro con la otra abejera.
La que conocemos como Falconera (2).
A diferencia de la otra, ésta se encuentra en muy buen estado.
Escondida entre el arbolado y la maleza, al abrigo del cierzo por un ribazo, todavía conserva uno de los capachos de cañizo que servían para que las abejas colgaran los panales.
La construcción es buena y luce una fachada muy interesante,
aunque junto a la puerta se vislumbra un hundimiento que impide ver el interior de la caseta.
Subo al olivar que está encima de la abejera y, mientras contemplo el paisaje, aprovecho para reponer fuerzas.
Hacia el S. la Piedralosa se asoma altiva y sólida.
Al N. el Refugio de Los Doce destaca en la ladera de la Carravieja.
Y como ocurre en la vida, siempre hay una de cal y otra de arena.
Mientras almuerzo recibo un wahsapp que es un mazazo.
El corral de la Gariposa, que había sufrido el abandono, la ruina y el incendio de hace unos años, ha sido demolido.
A nuestro rico patrimonio rústico, si no se lo llevan por delante las obras, se lo llevan la desidia y el desinterés, que, como decía el clásico, es la peor de las carcomas.
Regreso al camino echando un nuevo vistazo a las dos abejeras. ¿Disfrutaremos mucho tiempo de ellas? Quiero ser optimista y pensar que algún día, desde las instituciones, se darán cuenta del potencial cultural, turístico y económico que supone conservar todas estas joyas que se encuentran diseminadas por el campo. Hacer rehabilitaciones, colocar paneles informativos, establecer rutas, no es caro y la riqueza que eso puede reportar, en todos los sentidos, es grande.
Subo por el camino de Valmayor.
A mi izda., junto al barranco que le da nombre, se alza el Corral de la Garganta. Lo miro y, serán imaginaciones mías, parece triste y preocupado por lo que le ha pasado a su hermana mayor La Gariposa.
11:10 horas. Caserío de Valmayor o de Fernández.
No hay nadie. El antiguo caserón, con su desaparecido reloj de sol, me da la bienvenida.
En la balsa, el viento hace temblar con delicadeza la superficie del agua.
Delicadeza que no tienen los que acuden hasta su orilla y dejan el entorno lleno de latas y basuras. Hace pocos días unas personas estuvieron limpiando los alrededores y sacaron un saco de residuos. A los pocos días, ha vuelto a llenarse otra vez de basura.
¿De verdad cuesta tanto ser educado y respetuoso?
A las 11:40 horas llego al punto de inicio de este recorrido. La mañana se ha puesto más calurosa ahora que al principio. A pesar de ello, por los caminos, he encontrado a gente que quiere disfrutar de un paseo por el campo.
En este enlace se puede ver el recorrido de hoy
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