Domingo, 27 de noviembre de 2022
Hace tiempo que no subimos al Muladar. Aprovecharemos esta tregua que nos dan las borrascas para dar una vuelta por allí.
Son las 08:00 horas. El termómetro marca 2º.
Por San Eugenio castañas en el fuego, lumbre en el hogar y ovejas a guardar.
La mañana está fría, pero la ausencia de viento hace llevadera la baja temperatura.
La balsa de Galloscantan sin agua, vestida de otoño, se queda a la izda. del camino, escondida por miedo a los nuevos puentes y variantes que se adueñan de sus terrenos.
Antes de cruzar la carretera de Miranda de Arga, nos detenemos un momento en el vértice de una pieza.
Escondida entre la maleza, la pequeña cruz de piedra parece avisar al caminante de que en ese mismo lugar, antaño, se encontraba la fuente de Margalla.
Los que dominaban en el Ayuntamiento eran los llamados “Grupo del Teatro”, lo que ahora llamaríamos conservadores. El abuelo pertenecía al grupo de la oposición y la ejercía a su peculiar manera.
Los días festivos y los sábados, los alguaciles iban al Teatro con el pretexto de mantener el orden público y esto indignaba a Nicolás, quien decía que era un servicio particular.
Los alguaciles no tienen por qué estar al servicio de “los del teatro”, decía.
Un domingo llegó a contar hasta seis agentes: dos en la puerta principal, otros dos en la de “gallinero” y dos más en la taquilla del viejo Teatro Gorriti… Esto ya sacó a Nicolás de sus casillas. Al día siguiente, el ayuntamiento celebraba sesión plenaria, ocasión que aprovechó Martinena para interponer su protesta.
Señor Alcalde, pi…..do la palabra.
Concedida.
Solicito que vaya Arrufat – que era alguacil – con Catano a echar fiemo a mi pieza de Galloscantan.
Pero, ¿qué le pasa a este hombre, que quiere que un agente municipal vaya a echar fiemo? Sr. Martinena – le llamó al orden el alcalde – ¿es que se ha vuelto Vd. loco?
No Sr. Alcalde, no me he vuelto loco, ya sé lo que me digo ¿pues no estaban ayer seis alguaciles trabajando para éstos?, – dijo señalando a los del teatro – pues lo lógico es que mañana vaya uno a trabajar para mí. (Juan Carlos Lorente Martinena) (Nicolás, nuestro abuelo)
En el Planillo unos perros, aburridos y perezosos, "cumpliendo el expediente", nos ladran desde el otro lado de una malla.
Descendemos por el camino que va paralelo al Prado de Rentería.
El incendio de este verano se cebó con saña en las laderas de Las Rocas.
El fuego ha dejado al descubierto, no solo la tierra desnuda, sino también alguna curiosidad como el mojón de cañada que se yergue solitario en medio de la desolación.
Los restos de una vieja cabaña de piedra se han quedado sin la protección vegetal que tenían.
Al llegar al Prado de Valditrés giramos a la izda.
09:30 horas. En la Cantera de Ros o de Malamadera no hay nadie.
Nos detenemos un momento para contemplar la imponente pared caliza.
No queremos entrar hasta la fuente recuperada en parte por el Voluntariado de Tafalla. Las últimas lluvias han empapado la hierba y la mojadura puede ser importante.
Por el primer camino que gira a la izda. entramos en Romerales.
El rincón por el que transitamos, lo he dicho en muchas ocasiones, es para mí uno de los más bellos de Tafalla.
El sol nos da en la cara. Los cuatro cogotes alineados en la pieza y el incipiente verdor de la tierra ofrecen una imagen serena que invita a caminar despacio.
Pero ante tanta hermosura, siempre hay alguien que desprecia lo que es de todos.
Un motón de escombro en la orilla del camino supone una bofetada de fealdad que entristece el ánimo de cualquiera.
Señor desaprensivo e irrespetuoso, ¿de verdad no había otro lugar para depositar sus escombros?
A pesar del fuego, de los suelos calcinados y pinares arrasados, el paisaje pugna por mostrarse bello y agradable.
La laguna de Romerales nos recibe en silencio.
El agua remansada está jugando con el sol otoñal. En las orillas una capa blancuzca de salitre nos recuerda que la vida no es posible en sus aguas.
Paramos a echar un bocado. Es imposible resistirse ante tanta calma.
Al otro lado del tramo estrecho de una pieza, discurre un camino viejo y ancho.
Andando por él, podemos disfrutar de las laderas de Las Rocas con una perspectiva diferente.
10:30 horas. Dos postes nos avisan de que hemos llegado. Entramos.
Hay una gran cantidad de huesos esparcidos por el cerro.
El antiguo muladar cumplió la importante función de acoger los animales muertos. Alejado de la población, proporcionaba a las aves carroñeras una despensa bien provista.
Todo cambia y, ahora, aquel lugar inhóspito y escondido se ha convertido, como reza el cartel, en todo un "mirador de la Laguna de Romerales".
Y la verdad es que esta elevación es un lugar ideal para disfrutar de la Laguna.
Volvemos al camino y seguimos.
Llegamos al cruce con otro camino que viene de una pieza y pasamos junto al antiguo vertedero.
La montaña que se formó con las basuras de la comarca está cubierta de vegetación. Nadie diría que, debajo de ese montículo, quedan toneladas de residuos que se depositaron allí cuando la conciencia del reciclaje estaba en sus inicios.
Pasamos junto al Caserío de la Laguna y tomamos el primer camino que desciende a la izda.
El trayecto sigue una amplia curva que rodea la Laguna del Juncal.
Al llegar a la parte baja de la hípica, salimos a las obras del TAV.
Los caminos se han ampliado y embarrado.
Volvemos al del Planillo y cruzamos de nuevo la carretera.
Otra vez atravesamos Margalla hasta llegar a Galloscantan.
La vieja lápida de piedra que indicaba el camino trasero del cementerio ha perdido su función, porque ahora el sendero no lleva a ninguna parte.
11:40 horas. Entramos en el pueblo.
El cielo sigue encapotado. La temperatura ha subido unos cuantos grados. Caminar en otoño por nuestro término es algo maravilloso.
En este enlace se puede ver el recorrido de hoy.
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