domingo, 16 de enero de 2011

El renacer de la S.M. Alaitz



Este artículo ha sido publicado en el libro "Alaitz: Tafalla montañera, mendizalea, 40 urteko bidea" . Primera edición: Tafalla, Diciembre de 2010. ISBN: 978-84-937522-4-8.




Esta historia empieza a primeros de 1986. La Sociedad de Montaña llevaría, más o menos, tres años de inactividad. Los que habíamos conocido el esplendor de la década de los 70, no nos resignábamos a que esto fuera así. Había un sentimiento oculto que nos hacía soñar con el resurgir de la actividad montañera. No era normal que una ciudad como Tafalla no tuviera un club de montaña activo, como lo había en Estella, Sangüesa o Tudela.

Mariví Razquin, Pedro Arregui y yo comenzamos a hablar sobre salidas al monte. Mariví era una gran aficionada y, como en Tafalla no podía disfrutar de lo que más le gustaba, por su cuenta y riesgo, sin conocer a nadie, empezó a subir a Pamplona y a apuntarse a las excursiones del Anaitasuna. Cuando empezó a salir con Pedro, lo arrastró también allí y, además de las ascensiones al monte, fraguaron unas amistades que todavía perduran a día de hoy.

¿Podríamos intentar reanimar la Sociedad de Montaña? Y empezamos a hablar, a aportar ideas, a soñar con proyecciones en la Casa de Cultura, salidas en autobús, fiestas del finalista y alguna otra idea que luego nos pareció descabellada. Todo esto nos ocupó varios viernes. Cada semana había una novedad. En el bar Rafael, donde nos sentábamos a hablar, sacábamos un recorte de periódico, calendarios de salidas de otros clubes, ó alguno, antiguo, de Alaitz. Teníamos las cosas claras. Nos fascinaba la idea de que la Sociedad de Montaña volviese a resurgir.


Y un viernes nos dimos cuenta de que ya no podíamos planificar más. Pedro y Mariví me dijeron que habían hablado con Andoni Cia y Emi Valencia, que querían echar una mano. Empezamos a concretar. Lo primero que teníamos que hacer era comunicarle nuestras ideas a Antonio Olcoz, “Toñín”, porque se había quedado solo en una inexistente junta directiva. Abría el correo y se encargaba de recibir las circulares de la Federación. Le llamé a su casa y le expliqué, por encima, nuestras intenciones. Quedamos para la semana siguiente en el actual local del Club.

Acudimos los cinco a exponerle nuestras ideas. Queríamos contar con él en este nuevo proyecto, pero también entenderíamos que no quisiera seguir. Muchas veces la gente está tan “quemada” que lo único que quiere es que alguien venga a hacerse cargo de todo, para salir corriendo.

No fue el caso de Toñín. Nos explicó la escasa actividad que había en el club y cómo había comenzado el declive. Él estaba dispuesto a seguir intentándolo. Aportaría su experiencia. Hablaría con la gente que deseaba volver a salir al monte. Por ganas no iba a quedar. (Años más tarde me confesaría que, de aquella primera reunión, sacó la idea de que, como tantos otros, empezábamos con muchas ganas pero no llegaríamos al verano).

La Sociedad no tenía nada. En una libreta bancaria quedaban cuatro pesetas. No había socios. En la Federación la habían dado de baja y, por tanto, no podíamos federar a nadie. Para el Patronato de Deportes tampoco existíamos. Había que empezar prácticamente de nuevo porque los estatutos eran de los tiempos de Franco y había que actualizarlos. Teníamos por delante un trabajo ingente ¡y aquello era fascinante!

Nos pusimos manos a la obra. Hicimos carteles, hablamos con Juan Mari Feliú, entonces presidente de la FNM, intensificamos el boca a boca y… organizamos nuestra primera salida al monte. Fue al Okoro. Como no esperábamos nada, que saliéramos doce personas en tres coches fue todo un éxito. ¡Aquello funcionaba! Con estos doce, más alguno que nos había dicho que ese día no podía, y algunos que no se habían enterado, la próxima excursión sería en autobús.

Aún volvimos a salir al mes siguiente en coches. Pero también es verdad que se nos había echado encima el verano, y ya se sabe que las excursiones colectivas y el verano nunca se han llevado bien.

Se pasaron las Fiestas y las vacaciones. En Septiembre volvimos a la carga. Preparamos para el otoño alguna proyección de diapositivas y elaboramos un boceto de calendario. Las proyecciones serían de montañeros locales porque nos salían gratis. ¿Cómo íbamos a pagar si no había un duro?.

En Octubre, hicimos los carteles de la excursión, dejamos la lista en el Bar Rafael como quien pone los reteles en el río y de cebo pusimos una clásica: Subir de Cegama a Aitzgorri. Las “piezas” entraron en tropel. Para nuestra sorpresa, el jueves ya había apuntadas más de treinta y cinco personas, cuando habíamos pensado retirar la lista el viernes por la noche, o incluso el sábado por la mañana. Nos quedamos petrificados. Nuestras expectativas eran tres ó cuatro coches. Pero aquello. ¡A por el autobús! Fue la primera excursión de la nueva etapa que se adivinaba para el club.

A esa excursión siguieron otras. Se hicieron algunas proyecciones. El domingo anterior a la Nochebuena, fuimos a San Miguel de Aralar, al Mendigoizaleen Eguna, y aquel diciembre, ya como junta directiva, planteamos un calendario completo de salidas para el año siguiente.

La FNM nos dio de alta en su Asamblea. En las salidas, entregábamos un pequeño boletín solicitando los datos para hacerse socio. Asistíamos a las reuniones que convocaba la FNM. Nos repartíamos el trabajo y aquello iba saliendo adelante. Se animaron a las excursiones montañeros veteranos del club, pero también se incorporó mucha gente nueva. El ambiente en el autobús era fenomenal. La gente que venía por primera vez, repetía. Descubrieron lo que era ir al monte. Si nos perdíamos, nos perdíamos todos juntos. Si subíamos, lo hacíamos todos porque a nadie se le dejaba a su suerte. Se le esperaba y se le acompañaba. En el bar o sociedad del pueblo donde llegábamos a comer, se compartían las mesas, los hornillos de gas, se le hacía un hueco al último que llegaba. Conseguimos un grupo de unas cincuenta o sesenta personas habituales, lo que nos garantizaba que todas las excursiones las haríamos en autobús.

Actualizamos los estatutos en el Gobierno de Navarra. En Junio celebramos nuevamente, en Santa Zita, la fiesta del Finalista. Nos dimos de alta en la Federación Navarra de Deportes de Invierno y montamos una pequeña sección de esquí, de la que se encargaron magníficamente Ana Lerga, Reyes Berruezo y Olga Izco. Federábamos a los esquiadores de Tafalla y también a los de Peralta, Olite, ... y les vendíamos los forfaits para esquiar en Candanchú.

Y seguimos funcionando. Rebuscábamos en la Guía de Montes de Navarra y en el Catálogo de Centenarios, montes nuevos. Los “viejos lobos” del club nos paraban por la calle:

¡ Pero, de dónde os sacáis esos montes tan raros!

Nos reíamos un rato. Nos propusimos instalar en cada Finalista un buzón en las cimas más representativas de nuestro entorno. Empezamos por Buskil, al que siguieron Guerinda, San Pedro (encima de Gallipienzo), Julio, Alaitz…

Por la Casa de Cultura pasaron los mejores montañeros de aquellos tiempos: Mary Abrego, Gregorio Ariz, José Montero, Juan Mari Eguillor “el Pitxi”, etc

Tuvimos elecciones. Antonio Olcoz dejó de ser presidente y salió elegido Luis Ojer, “Marío”. A la junta se incorporaron nuevos nombres: Juan Jesús Burgui y Angel Liberal.

Éstos son a grandes rasgos los momentos importantes de esos años. También hubo ratos malos. Desencuentros, distanciamientos. Las personas somos así. Lo importante es que todo aquello que hicimos, lo hicimos entre todos. A unos les tocaba tirar del carro y a otros empujarlo, pero todos éramos igual de necesarios. Cuando los domingos por la mañana veo a alguien, con la mochila a la espalda, apresurarse a coger el autobús, me emociona pensar que eso sería imposible sin las juntas directivas que nos siguieron. Y que nuestro trabajo de finales de los 80 se lo debemos a los que en aquel lejano 1969, sembraron la semilla del montañismo en Tafalla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario