Este artículo lo publicaron en la revista La Voz de la Merindad, en el nº 211 del 15 de abril de 2011
(Foto realizada por Daniel Andión el 1 de Mayo de 2011)
Hace más de tres décadas que el tafallés Julián Pernaut Jusué, entonces miembro en activo de la Hermandad de los Doce Apóstoles, escribió en el periódico Deia el artículo que se reproduce a continuación.
Tafalla en 1978, año de su publicación, vive momentos convulsos. El paso de la dictadura a la democracia no es fácil. La crisis económica golpea con dureza a la ciudad, pero la vida cotidiana continúa. La Peña Sport celebra sus bodas de oro, los auroros tafalleses son anfitriones de la Concentración de Auroras de Navarra. En la iglesia de Santa María se celebra un funeral multitudinario por los fusilados republicanos de 1936.
La Ribera de Navarra peregrinó al santuario de Ujué. (Artículo de Julián Pernaut Jusué).
Las peregrinaciones hasta el santuario de Ujué comienzan en el año 1043, después de la batalla de Altafailla (hoy Tafalla) que libró don García de Navarra frente a los moros coaligados de Huesca, Zaragoza y Tudela, capitaneados por Ramiro de Aragón.
Una promesa que inicia Tafalla, y que más tarde engrosó con la incorporación de otras poblaciones. Sin embargo, en Tafalla, y el primer dato oficial es de 1607, se formó una hermandad que imprimió una mayor seriedad en el recorrido. Hoy 371 años más tarde, Deia siguió de cerca esta fila entunicada, seria, penitencial y muda (tan sólo los ruidos de los faroles entrecortaban la noche), que, a las doce de la noche y tras el acto de contrición, partió de Tafalla.
La hermandad la forman los doce hermanos en activo, juntamente con su capellán: Pedro María Flamarique, pero a la marcha se suman los hermanos veteranos, que curiosamente son los que marchan en primer lugar y a continuación los hermanos en activo, son 10 años de viaje por riguroso orden de antigüedad. Para poder pertenecer a esta hermandad, cuyas constituciones (hoy el reglamento de la hermandad) fueron formalizadas el día 4 de Abril de 1674, en presencia del prior Juan Manuel de Cemborain, es preciso que algún familiar haya pertenecido a ella y hay que guardar un tiempo hasta que se produzcan bajas. “Desde luego, nos señalan, es imposible que esto desaparezca, porque en Tafalla está muy arraigado. La Virgen de Ujué es algo propio de los tafalleses”.
Entre los hermanos hay gente de todos los niveles sociales: un magistrado, empleados de banca, obreros, agricultores, funcionarios, algún jubilado y estudiantes. Una mezcla curiosa, que se siente orgullosa de pertenecer a los “Doce”, y que se reúne en varias ocasiones del año, pero cuyo día señalado, primordialmente, es el de la noche del primero de mayo.
Los hermanos, van entunicados, portando un farol y un báculo –por eso se llama la Hermandad de los Doce Apóstoles- de madera. Un crucifijo en el pecho y una intimidad que exponer a la Virgen Morena de Ujué. Poco antes de abandonar Tafalla los hermanos forman un círculo, junto al mirar curioso e impávido de los curiosos. El capellán, dirige una breve plática, para con el “procedamos in pace nomine Cristhi”, proseguir la larga marcha hasta Ujué, que dista 20 kilómetros de Tafalla.
Una vez en la Cruz los hermanos se agrupan, rompen su fila y entran en Ujué hermanados, rezando rosarios, para a continuación celebrar la misa, al filo de las cuatro de la madrugada. Un frugal desayuno a base de café y un pequeño bollo, sin que falte un poco de anís, para reconfortar los cuerpos, ni los modernos “spray” con que aliviar los dolores. Un rato de charla y anécdotas, para a las seis de la mañana despedirse de la Virgen, con el vibrante: “Adiós reina del cielo”, con nuevo rosario hasta la Cruz del Saludo. Mirando hacia ella una Salve, con la basílica a la izquierda y la llana Ribera al fondo, ya que justo en ese punto, se acaba la estribación montañosa y el pueblo de Ujué da la impresión de despeñarse por la loma, hasta confundirse con la planicie ribera. Ujué tiene un paisaje seco, francamente áspero que imprime austeridad, y como dijera Joaquín Arbeloa: “Ujué es el grito de la angustia de los hombres de Dios” cuyo nombre aparece documentado por vez primera en el año 1011, sin que se descarte la posibilidad de que fuera fundado en el siglo IX por Iñigo Arista o aún antes.
El retorno, todavía de noche, se hace más descansado, sin la uniformidad de la ida, pero rezando rosarios y a continuación los responsos. A la altura de San Martín de Unx, tuvieron que paralizar la marcha, para concluir los responsos por los hermanos de la hermandad a quien se menciona con nombre y apellidos. En San Martín, la hermandad, tomó de nuevo su forma inicial, pero la iglesia de Nuestra Señora del Pópulo,… reformada este mismo año, no estaba abierta, y los “Doce” de Tafalla, salieron de San Martín de Unx, en silencio, para arribar al caserío de Femate –antes había un camino para entrar con mayor comodidad, pero en esta ocasión los hermanos tuvieron que hacer un recorrido mayor- donde un hermano, en activo y de baja por accidente, les había preparado un sabroso calderete. Tafalla está más cerca, pero los rostros de los romeros denotan cansancio. “Antes, nos comentan, los hermanos tenían menos problemas, porque andaban más, pero ahora se anda menos. Incluso la gente del campo hace uso de tractores y máquinas, lo que pone en dificultades los pies. El sacrificio se nota, aunque algunos también se entrenan antes de venir”. Los rayos solares comenzaban a calentar la mañana, y contrastaba con el silencio de las viñas desnudas, prometedores trigales y las impresionantes cebadas que auguran una buena cosecha cerealista. Los hermanos hablaban del estupendo tiempo que les había tocado, en contraste con la romería del domingo en que las túnicas y los cuerpos se calaron de agua. Concluido el almuerzo se reorganizó la marcha, hasta la ermita de San José, a un kilómetro de Tafalla, para entonar el “Regina Coeli” y desde aquí, con los rostros cubiertos por los negros capillos y las túnicas echadas, iniciar la entrada, a las doce en punto del mediodía, en la iglesia de Santa María.
La hermandad la forman los doce hermanos en activo, juntamente con su capellán: Pedro María Flamarique, pero a la marcha se suman los hermanos veteranos, que curiosamente son los que marchan en primer lugar y a continuación los hermanos en activo, son 10 años de viaje por riguroso orden de antigüedad. Para poder pertenecer a esta hermandad, cuyas constituciones (hoy el reglamento de la hermandad) fueron formalizadas el día 4 de Abril de 1674, en presencia del prior Juan Manuel de Cemborain, es preciso que algún familiar haya pertenecido a ella y hay que guardar un tiempo hasta que se produzcan bajas. “Desde luego, nos señalan, es imposible que esto desaparezca, porque en Tafalla está muy arraigado. La Virgen de Ujué es algo propio de los tafalleses”.
Entre los hermanos hay gente de todos los niveles sociales: un magistrado, empleados de banca, obreros, agricultores, funcionarios, algún jubilado y estudiantes. Una mezcla curiosa, que se siente orgullosa de pertenecer a los “Doce”, y que se reúne en varias ocasiones del año, pero cuyo día señalado, primordialmente, es el de la noche del primero de mayo.
Los hermanos, van entunicados, portando un farol y un báculo –por eso se llama la Hermandad de los Doce Apóstoles- de madera. Un crucifijo en el pecho y una intimidad que exponer a la Virgen Morena de Ujué. Poco antes de abandonar Tafalla los hermanos forman un círculo, junto al mirar curioso e impávido de los curiosos. El capellán, dirige una breve plática, para con el “procedamos in pace nomine Cristhi”, proseguir la larga marcha hasta Ujué, que dista 20 kilómetros de Tafalla.
El orden de la fila se mantiene hasta el caserío de Femate, donde se efectúa una breve parada, bajo el saludo del Ave María Purísima. Los hermanos relajan las piernas o se encienden un cigarro. Se reinicia la muda hilera, que a la altura del puente de San Martín realiza otro breve relax, hasta continuar a la Cruz del Saludo, a dos kilómetros de Ujué. Atrás han quedado las curvas de una estrecha y ascendente carretera, los rosarios y los rezos desgranados en silencio.
Una vez en la Cruz los hermanos se agrupan, rompen su fila y entran en Ujué hermanados, rezando rosarios, para a continuación celebrar la misa, al filo de las cuatro de la madrugada. Un frugal desayuno a base de café y un pequeño bollo, sin que falte un poco de anís, para reconfortar los cuerpos, ni los modernos “spray” con que aliviar los dolores. Un rato de charla y anécdotas, para a las seis de la mañana despedirse de la Virgen, con el vibrante: “Adiós reina del cielo”, con nuevo rosario hasta la Cruz del Saludo. Mirando hacia ella una Salve, con la basílica a la izquierda y la llana Ribera al fondo, ya que justo en ese punto, se acaba la estribación montañosa y el pueblo de Ujué da la impresión de despeñarse por la loma, hasta confundirse con la planicie ribera. Ujué tiene un paisaje seco, francamente áspero que imprime austeridad, y como dijera Joaquín Arbeloa: “Ujué es el grito de la angustia de los hombres de Dios” cuyo nombre aparece documentado por vez primera en el año 1011, sin que se descarte la posibilidad de que fuera fundado en el siglo IX por Iñigo Arista o aún antes.
El retorno, todavía de noche, se hace más descansado, sin la uniformidad de la ida, pero rezando rosarios y a continuación los responsos. A la altura de San Martín de Unx, tuvieron que paralizar la marcha, para concluir los responsos por los hermanos de la hermandad a quien se menciona con nombre y apellidos. En San Martín, la hermandad, tomó de nuevo su forma inicial, pero la iglesia de Nuestra Señora del Pópulo,… reformada este mismo año, no estaba abierta, y los “Doce” de Tafalla, salieron de San Martín de Unx, en silencio, para arribar al caserío de Femate –antes había un camino para entrar con mayor comodidad, pero en esta ocasión los hermanos tuvieron que hacer un recorrido mayor- donde un hermano, en activo y de baja por accidente, les había preparado un sabroso calderete. Tafalla está más cerca, pero los rostros de los romeros denotan cansancio. “Antes, nos comentan, los hermanos tenían menos problemas, porque andaban más, pero ahora se anda menos. Incluso la gente del campo hace uso de tractores y máquinas, lo que pone en dificultades los pies. El sacrificio se nota, aunque algunos también se entrenan antes de venir”. Los rayos solares comenzaban a calentar la mañana, y contrastaba con el silencio de las viñas desnudas, prometedores trigales y las impresionantes cebadas que auguran una buena cosecha cerealista. Los hermanos hablaban del estupendo tiempo que les había tocado, en contraste con la romería del domingo en que las túnicas y los cuerpos se calaron de agua. Concluido el almuerzo se reorganizó la marcha, hasta la ermita de San José, a un kilómetro de Tafalla, para entonar el “Regina Coeli” y desde aquí, con los rostros cubiertos por los negros capillos y las túnicas echadas, iniciar la entrada, a las doce en punto del mediodía, en la iglesia de Santa María.
Mayores y niños, desde los bordes de las aceras, contemplan y cuentan -24 fueron los hermanos de este año- a estos anónimos hermanos, que hoy en pleno 1978, mantienen intacta la misma fe, espiritualidad y sentimientos, con férrea tradición, tan chocante y contrastada con los tiempo actuales, emanada en 1607, y que en versión de sus integrantes “No acabará nunca”. El honor de ser hermano es casi vitalicio, y los tafalleses, sin distingos sociales, se sienten orgullosos de este sacrificio anual, que se inicia a las doce de la noche y concluye a las doce del mediodía del primer día de mayo. Una tradición que pasa de padres a hijos como una herencia legítima, sentimental, y profunda, como marcando el carácter y la idiosincrasia de una población.
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