Este artículo fue publicado en la revista La Voz de la Merindad nº 282 de fecha 15 de Abril de 2014.
En
1981 mi primo Carlos Bellostas volaba a Panamá. Tomó una revista del bolsillo
del asiento y se puso a hojear distraídamente una que se llamaba Ronda
Iberia. Su sorpresa fue mayúscula al encontrar un artículo en castellano y en
inglés del viaje de la Hermandad de Los Doce a Ujué.
A
11.000 metros de altitud, sobrevolando el océano, su corazón se aceleró al
reconocer en las fotografías a sus paisanos y “devoró” el texto que le hacía
sentirse como en casa.
Se
hizo con varios ejemplares y los trajo a Tafalla.
Este
es el artículo publicado en dicha revista en Mayo de 1981. A pesar de contener
algún dato inexacto, su publicación ha llevado la historia de nuestra Hermandad
por todo el mundo.
El
texto es de María Ángeles Sánchez y las fotografías de Rafa Rubio.
“A don José Menéndez le temen todos, incluso los más jóvenes. A él
corresponde, por ser el penitente de mayor edad, marcar el ritmo de la
peregrinación que cada año, a las doce en punto de la noche del 30 de Abril, se
inicia en la iglesia de Santa María de Tafalla (Navarra). Justo doce horas
después termina esta romería penitencial, tras haber llegado al santuario de
Ujué -a 17 kilómetros- y oído, aproximadamente a las cuatro de la madrugada,
una solemne Misa ante Santa María de Ujué, a la que profesan gran devoción
todos los navarros y, en especial, los de la hermosa comarca de la Ribera.
Don José tiene setenta años y desde
hace cuarenta toma parte en esta romería, conocida con el nombre de los “Doce
Apóstoles”; aunque son muchos los que van acompañando, la Hermandad elige a los
doce que irán en “activo”, vestidos con túnicas y capillos negros, ceñida la
cintura por un cordón y con un farolillo en la mano. Don José, “romero viejo”,
sabe que “si no llevo siempre el mismo ritmo, me agoto inmediatamente”. Y debe
de marcarlo inicialmente a una gran velocidad, a pesar de sus años, ya que más
de un penitente, cuando termina el compromiso de guardar silencio, se lo
recrimina exhausto.
Casi cuatro siglos de antigüedad, al
menos, tiene esta romería, según está recogido según está recogido en las actas
que se conservan desde 1607; sin embargo, su origen es anterior, pues existía
un primer libro de la Hermandad, que se perdió. El secretario, inmediatamente
después de terminar la peregrinación, levanta acta de su desarrollo, por lo que
la historia de los “Doce Apóstoles” se puede seguir con toda fidelidad. Sólo
tres años, desde 1607, ha dejado de celebrarse y los hermanos recuerdan ahora
con orgullo que ni la invasión francesa, ni durante la Primera y la
Segunda República, se pudo impedir que cumplieran su secular promesa. Según
figura en una de las actas de la época, en tiempos de la invasión francesa los
penitentes salieron armados con espadines, dispuestos a hacer frente a
cualquiera que tratara de impedir llegar hasta el santuario de Ujué; durante la
Segunda República, la romería, en lugar de iniciarse en la iglesia de Santa
María, lo hacía en el cementerio, para pasar más inadvertidos.
ROMEROS
MOTORIZADOS.
En la actualidad, unas sesenta personas
componen la Hermandad de Esclavos de Santa María de Ujué (que estuvo, en su
origen, formada por sacerdotes). En la peregrinación participan unos veinte
hombres: los doce elegidos por la Hermandad, que han hecho promesa y deberán
salir durante diez años consecutivos o no; cuatro de reserva , por si alguno de
los anteriores se pusiera enfermo; el cura párroco y los “jubilados”, aquellos
que cumplieron ya la promesa, pero que continúan peregrinando hasta Ujué,
“mientras los pies me lo me permitan”.
Y al que sus pies no se lo permitan, le
cabe la siempre la posibilidad de hacer una promesa como la del señor
Iribarren, importante industrial de la zona, que aunque nunca llegó a realizar
a pie el recorrido, porque su salud se lo impedía, prometió estar siempre en
Tafalla para participar en la peregrinación. Y allí va, todos los años, con su
Mercedes, despacito, detrás de los romeros, recordando tal vez que ayer a estas
horas estaba en Alemania, Italia o Estados Unidos, pero que esta noche, un año
más, había podido cumplir su promesa. O como don Alberto, antiguo magistrado de
Trabajo de Bilbao, devoto desde siempre de la Virgen de Ujué, cuya fe se vio
acrecentada el día en que, por casualidad, miró debajo de su vehículo segundos
antes de ponerlo en marcha y descubrió una bomba con dos kilos de goma-2.
Miembro de la Hermandad, don Alberto ha participado siempre en la romería, pero
hace unos años tuvo que dejarlo, porque se puso enfermo; a partir de entonces,
se limita a acompañarla desde su coche, dispuesto junto a un miembro de la Cruz
Roja Española a ayudar a los penitentes en todo lo que necesitan.
LA
VIRGEN BLANCA
Salen a las doce en punto de la noche,
tras haber rezado en la iglesia de Santa María y encender su farolillo. A gran
velocidad atraviesan las calles de Tafalla hasta que en las afueras, una vez
pasado el puente y muy cerca de la estación, el pueblo despide a los
penitentes. Allí, el cura párroco (que marcha durante todo el trayecto en
cabeza, llevando en la mano un crucifijo adornado con flores) pronuncia unas
palabras, alabando la fe de los romeros y animándoles en su empeño. Hasta
llegar al santuario quedan todavía cuatro horas de caminar en profundo
recogimiento -algunos de ellos, hasta no hace mucho, recorrían descalzos los 34
kilómetros-, durante las cuales los romeros se dedican a sus pensamientos, ya
que no les está permitido hablar. Apenas Tafalla queda atrás, los penitentes se
descubren y pertrechan con abrigos, gabardinas y jerseys para resguardarse del
frío viento que suele acompañar a estas primeras horas del mes de mayo. En su
peregrinar sólo atraviesan un pueblo, San Martín de Unx, cuyas calles
completamente vacías ofrecen un impresionante aspecto.
Y llegan por fin al santuario de Ujué,
hacia las cuatro de la madrugada. Esta iglesia-fortaleza, dedicada a la Virgen
Blanca o Virgen de Ujué, es un importante centro de peregrinaciones desde la
Edad Media y hay quienes remontan el origen de la devoción a la Virgen de los
tafalleses al año 1043, relacionándola con la batalla entre el Rey García de
Navarra y los aragoneses coaligados. De cualquier forma, el primer testimonio
escrito del voto de la villa de Tafalla -consistente en peregrinar a Ujué,
todos los años- data de 1581 y, por lo menos, desde entonces, tiene lugar una
multitudinaria e impresionante romería, que se celebra anualmente el
domingo siguiente a San Marcos (25 de Abril) y en la que participan también
varios pueblos de la Merindad.
REPONEN
FUERZAS
Una vez ante su Virgen Blanca, los
penitentes, cansados y satisfechos, escuchan una Misa solemne en la que se reza
por cada uno de los hermanos muertos en el último año, yendo a comulgar por
orden de antigüedad. Al terminar la Misa, la peregrinación parece cambiar de
signo; el ambiente se distiende y los romeros acuden a un mesón cercano a la
iglesia, en donde, aún de noche, les espera un buen desayuno que acompañan,
cómo no, con las célebres “garrapiñadas” de Ujué. Apenas despunta el alba,
hacia las seis de la mañana, emprenden el regreso. Ya no es preciso guardar
silencio ni orden en la marcha; sólo a su paso por San Martín de Unx vuelven a
colocarse por orden de edad, de mayor a menor, sin decir palabra.
Sobre las diez de la mañana, a tan sólo dos kilómetros de Tafalla,
los penitentes se detienen a almorzar en un caserío; primero, una sopa para
entrar en calor y después el caldero, que toman con envidiable y sano apetito.
Es entonces el momento para cambiar impresiones entre amigos que sólo de año en
año, con motivo de la peregrinación, vuelven a encontrarse. Al terminar la
comida, como cualquier “peña” o “cuadrilla”, se paga “a escote”.
PROMESA
CUMPLIDA
Con el estómago lleno, la marcha se hace más lenta. Los romeros,
túnica negra y la cabeza cubierta por un capillo, ofrecen un severo e
impresionante aspecto a plena luz del día. Cuando den las doce en el reloj de
la iglesia de Santa María, en Tafalla, ellos harán su entrada. Un par de
penitentes pasarán entonces a ser “jubilados”, terminando su promesa de
peregrinar a Ujué durante diez años; para sustituirlos, la Hermandad ha
recibido ya seis peticiones , algunas de las cuales tendrán que aguardar varios
años.
Los tafalleses, que han salido a esperar a los “Doce Apóstoles”,
abarrotan la iglesia, en donde tiene lugar un rezo final, en el que participa
todo el pueblo. Después se reparte pan bendecido entre los romeros, que
abandonan el templo con su túnica y capillo al hombro, rodeados de familiares y
profundamente satisfechos. Jóvenes y viejos, campesinos, abogados o médicos
forman esta Hermandad que cada año renueva su secular voto. A cada uno de ellos
le impulsa un motivo diferente a la hora de emprender la marcha penitencial a
Ujué. En la medianoche del 30 de Abril, durante las primeras horas del mes de
mayo, cumplen la promesa que hicieron por haberse “librado” de ir a Canarias en
el servicio militar, por haberse sanado un hijo que tenía enfermo o,
simplemente, por devoción y gratitud a su Virgen de Ujué”.
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