Los lugares por los que hemos andado hoy darían para varias tesis doctorales. Hay tanta información histórica, etnográfica, zoológica, botánica y geológica sobre esta zona, que me voy a limitar a apuntar algunos datos para “abriros el apetito”. Lo demás corre de vuestra cuenta. Ahora bien, no hace falta tanta “erudición” para disfrutar de estos parajes. Solo se necesitan buenas piernas, buena compañía y buen apetito, para reponerse luego en alguno de las ventas, casonas o molinos, convertidos en magníficos establecimientos, donde se come no bien, sino ¡Muy Bien! ¡Qué aproveche!
1. URBASA
“Urbasa y Andía, gran meseta interrumpida por acantilados y la falla de Zumbelz, son una gran facería de todos los navarros. Lo experimentó un vecino de Sesma que solicitó y obtuvo su lote de leñas, que luego no recogió. Urbasa no pertenece a ningún término municipal, pero sí a la merindad de Estella. De clima lluvioso -unos 1.500 l/m² registra abundantes nevadas, con nieblas frecuentes aun en verano. Ha vivido una fuerte influencia humana desde la Prehistoria, atestiguada por dólmenes y talleres líticos, incluso a flor de suelo. La actividad humana, ganadera y forestal, ha sido juiciosa y el paisaje natural se conserva en términos aceptables. Las nuevas pistas han acabado con muchos de los antiguos caminos serranos (…)
La cubierta vegetal es el hayedo (…) La explotación maderera es muy antigua y los relieves suaves facilitaban la saca (…) Hoy se aplica el sistema de aclareos sucesivos. Cuando el arbolado ha adquirido desarrollo apropiado -de 110 a 150 años- se realiza una corta (…) Esta regeneración se hace por parcelas para que nunca todo el bosque se encuentre en la misma fase de explotación. El hayedo, como es bien sabido, es bosque monoespecífico, pero puede verse algún que otro tejo (…) Formada por calizas y materiales calcáreos de la primera mitad del terciario, es una de las mayores áreas kársticas de Navarra. Pese a la alta pluviometría, apenas encontramos aguas superficiales, porque las aguas se filtran por grietas y simas y nutren una intrincada red subterránea (…) El karst de Urbasa absorbe como una esponja las lluvias o el agua del deshielo (…) Uno de los aliviaderos de este manantial es el Nacedero del Urederra, cuyo caudal medio es de 4.000 l/s -con enormes variaciones estacionales-.”
(Navarra. Paseos naturalísticos I Y II. Caja de Ahorros de Navarra. 1981. Pamplona)
“Al norte limita con el corredor de la Burunda, surcado por el río Araquil y, al sur con el valle de las Améscoas. Ocupa una superficie de unos 200 km² (…) Morfológicamente forma una extensa meseta, sin abarrancamientos en su interior, con los bordes como puntos más elevados y la zona central deprimida (…) En el siglo XVI alrededor de cien mil cabezas de ovejas pastaban en trashumancia desde la Ribera durante el verano, lo que motivó la construcción de abundantes cabañas y corrales.”
(Tomo XI de la Gran Enciclopedia Navarra. CAN Pamplona 1990)
“En 1511 el alcalde de Estella pide peaje a los rebaños que suben por el verano a Urbasa (…)
Entre los problemas que tenía que resolver en tiempos no muy lejanos el Regimiento de Pamplona, se contaba el de aprovisionamiento de la nieve.
Cada tres años generalmente, y a veces más -según los tiempos o la conveniencia del momento-, los nuncios de la ciudad pregonaban a pública subasta el arriendo del blanco meteoro (que se traía principalmente de los montes de Andía, Urbasa y Encía), y se adjudicaba al mejor postor a remate de candela, al estilo de la época (…)
Por San Martín, acostumbraban los arrendadores a contratar la gente para los cuatro o cinco días que se tardaba en llenar los pozos de Urbasa, Sarbil y Andía. Hasta 150 hombres empleó en tal tarea Erdozáin en 1643, de los cuales 80 trabajaron en el de Senescoleca y 80 en Urrespilleta, ambos cerca de Munárriz, pagándoles a dos reales de jornal. En este último pozo -previamente limpio de arena y malezas- metieron nieve hasta la altura de 74 codos, y se puso como todos los años, garrocha y maroma para poder subirla.
Otros pozos de Urbasa eran los de Lerdonburuca, Lerdonburuguibela, Lecea de la muga de Iturgoyen, Saldunce y Comarlecea.”
2. LAS AMÉSCOAS
Entre la sierra de Urbasa al norte y la de Lóquiz al sur, se alarga un barranco estrecho y profundo, que, atenazado en sus dos extremos por los estribos de ambas sierras, se abre esforzadamente camino hacia el mundo exterior; en dirección a occidente, por un paso angosto que lo pone en comunicación con Santa cruz de Campezo y, en dirección a oriente, por el desfiladero del Urederra, que lo enlaza con Valdeallín y Estella (…) El extremo occidental pertenece a la provincia de Álava y en el se asientan los pueblos de Contrasta, Ulíbarri, Alda y San Vicente, a los que comúnmente llamamos hoy valle de Arana. El pertenecer Álava a los reyes de Castilla, cuando Navarra era reino independiente, ocasionó entre estos pueblos y los de las Améscoas continuas discordias y fechorías fronterizas.
La parte central la ocupan los pueblos de Eulate, Aranarache y Larraona (…) En la actualidad se denominan la Améscoa Alta (…)
En el extremo oriental se halla la verdadera Amescoa, lo que primitivamente fue Val de Améscoa y lo que se conoció con este nombre hasta el siglo XVI. En él están asentados los pueblos de Ecala, San Martín, Zudaire, Baríndano, Baquedano, Gollano, Artaza y el caserío de Urra (…) Las dos Améscoas, Alta y Baja, han estado muy ligadas históricamente y siguen unidas por intereses comunes; en la actualidad se considera todo el territorio como una unidad geográfica con el nombre de “las Améscoas”.
(Luciano Lapuente Martínez. Temas de Cultura Popular. Diputación Foral de Navarra. Nº131. Pamplona 1972)
3. El “Águila” o “Lobo” de las Améscoas: Don Tomás de Zumalacárregui, el “Tío Tomás” (Primera Guerra Carlista 1833-1840)
“El gran estratega militar que fue Zumalacárregui escogió el valle de las Améscoas como excelente refugio y lugar seguro para ponerse al abrigo de las incursiones enemigas. El bastión defensivo de Amescoazarra hacia el valle en la antigüedad una fortaleza inexpugnable. Y los bosques de sus flancos y las rocas que bordean la cumbre de Urbasa (…) Aquí instaló el general carlista sus fábricas de pólvora, sus hospitales y aquí se retiraban, para reponerse, los batallones de voluntarios (…) Únicamente el general Valdés se atrevió a inquietar en su escondite, en una intentona en la que Valdés se las prometía muy felices, pero que resultó un serio descalabro para el general isabelino (…) Resumo el relato que de esta expedición hizo C. F. Heningsen, capitán de lanceros del ejército carlista (…) Después de clamar en las Cortes contra Rodil y Mina por su impericia, Valdés asumió, por segunda vez, el mando del ejército del Norte. Su plan consistía en reunir una fuerza tan numerosa que obligase a los carlistas a salir de sus escondrijos (…) y perseguirlos día y noche hasta que quedase totalmente disperso el ejército de Zumalacárregui. Con 9.000 hombres a sus órdenes emprendió sus primeros movimientos penetrando en las Améscoas hasta llegar a Eulate. Después de quemar el viejo castillo, en el cual se había establecido una fábrica de pólvora, se retiró precipitadamente tan pronto como se le informó de la rápida aproximación de Zumalacárregui (…) El 20 de abril de 1835 vivaqueó en Contrasta, decidido a penetrar en la parte más alta y estrecha del valle; sus fuerzas sumaban de diecisiete a veinte mil hombres. El 21, a primera hora, Valdés avanzó en columna cerrada por el valle; pero solo podía marchar paso a paso, pues nosotros nos retirábamos a su vista, desparramados en forma de tiradores sueltos. Por la tarde Zumalacárregui atacó a Valdés cuando este alcanzaba la aldea de San Martín y tuvieron lugar varias escaramuzas, encontrando Valdés que los carlistas estaban llenos de entusiasmo y no eran los salvajes montañeses con quienes se había enfrentado antes (…) Ya se acercaba la noche y se decidió a subir a la sierra y acampar en un extenso pastizal alrededor de la venta de Urbasa. Zumalacárregui estuvo molestando a la retaguardia hasta bien entrada la noche. Hacía un frío intenso; el aguanieve, la nieve y la lluvia se sucedieron hasta la mañana. Convencido de que si se detenía en la sierra sus hombres morirían de hambre y frío, Valdés se vio obligado a continuar la marcha. Zumalacárregui no dejaba de hostigarlos y Valdés determinó retirarse a Estella (…) Perdió todo su equipaje. Medio muertos de hambre, cubiertos de barro, con las ropas destrozadas y sin nada en la cabeza entraron sus soldados en Estella en gran confusión. La pérdida de Valdés fue comparativamente pequeña en hombres, pero el efecto moral fue inmenso.”
(Luciano Lapuente Martínez. Temas de Cultura Popular. Diputación Foral de Navarra. Nº131. Pamplona 1972)
Del paseo de hoy, me queda la duda de por qué la denominación de “Cueva de los Cristinos” que ha sido uno de nuestros hitos del camino. No creo muy desacertado si el nombre le puede venir de la escaramuza que os he aportado en el último párrafo. Yo no lo puedo asegurar, pero creo que tiene muchos visos de haber sido denominada así, a partir de aquellos 20 y 21 de abril de 1835. He indagado, buscado y revisado bastante bibliografía, física y virtual, y no he conseguido saber más. Ahí lo dejo. Si alguien conoce algo y lo quiere compartir, estaremos encantados.
Buen camino. Vale.
Yo también e indagado alguna cosa, usiurriza@gmail.com
ResponderEliminarPero antes de compartir prefiero asegurarme.