En este enlace se puede ver el recorrido de hoy
Harina de otro Costal por Juanjo Costa
Un paseo
para la reflexión (16 de agosto de 2020, Domingo)
No soy presa fácil de la nostalgia. La acepto como compañera de viaje cuando aparece inesperada, sobre todo los domingos soleados por la tarde. Pero no le dejo que me marque el camino, pues no conduce a nada bueno. Otra cosa es la tristeza. A esta sí la dejo entrar, más de lo que quisiera, últimamente, porque es una amiga serena y cabal. Hace buenas migas con esas otras compañeras que tan caras me cuestan: la libertad y la soledad. Las tres me ponen en mi sitio y me acompañan en este último tramo del camino. Son la sombra de mi alma.
Por
eso, hoy, voy a hacer referencia a estas tres palabras. Para ello, voy a glosar
un libro que describe una tierra que me es muy querida, por mis raíces y porque
es un bastión de la España eterna. Se trata, ni más ni menos de un libro que
habla de Aragón.
Lo
escribió un gran profesor de la Universidad de Zaragoza, don Agustín Ubieto
Arteta y se titula “Lecturas para conocer Aragón”. Fue publicado, a expensas
del autor, por primera vez en 1984 y, años más tarde, sirvió para realizar una
serie de cortometrajes didácticos que produjo el Gobierno de Aragón con el
título “Comprender Aragón”.
A
mi juicio, es un libro magnífico, desde un punto de vista histórico y con una
excelente factura literaria. Explica de una manera muy documentada el pasado (y
el presente) de Aragón; narra con mucha contundencia los fundamentos y orígenes
de este solar. Todo con fuerza y sentimiento. Hasta tal punto que se puede
extrapolar, “mutatis mutandis”, lo en él expuesto a cualquier otro; por
supuesto también a esta tierra hermana, Navarra.
De entre sus 32 capítulos (y 316
páginas) voy a entresacar una cita del nº 31. Porque es un verano de “no
fiestas”; porque hemos visitado y limpiado la lápida de un pobre muchacho que
asesinaron a los 17 años y porque el “Roble de San Cristóbal” de Tafalla cumple
cien años y nadie, bueno casi nadie, se ha acercado a él, a ver qué tal estaba
(al menos que yo sepa). Los tafalleses están ocupados en asuntos más
importantes. Total… ¿qué supone un roble -uno de los últimos en la ciudad,
seguramente el más viejo-, si plantamos todos los años montones de arbolicos
por esos parajes de Dios y, luego, los dejamos morir de sed y de abandono? ¿A
quién le importa?
Pues eso, como tributo y recuerdo de
nuestros propios despoblados navarros -soledad y tristeza hechos piedras-,
dejaré hablar al profesor Ubieto sobre las razones de lugares antaño poblados y
cuyos habitantes los abandonaron, unos hace mucho tiempo (allá por las pestes
medievales) y otros no hace tanto (para buscar una “vida mejor” en las zonas
urbanas, mientras las rurales pasaban a “mejor vida”).
Aunque,
por ejemplo, en la Baldorba, algunos se han poblado de nuevo, un tanto en
falso, otros, la mayoría, siguen desmoronándose, comidos por los bardales, las
ortigas y las hiedras. Son, como se diría ahora, “la España desaparecida de la
España vaciada”.
En el paseo de hoy hemos andado
cerca de dos: el Caserío de San Lorenzo (de donde bajaba el joven que fue
asesinado y que iba a Tafalla un festivo día de San Pedro, enfrente del Pueyo)
y El Caserío de Pozuelo, Balgorra arriba, casi en la muga de San Martín de Unx.
Por ellos, en recuerdo de quienes un día los habitaron y, sobre todo, por
nosotros, para que no los echemos en el olvido, van estas reflexiones.
“31
El porqué de los despoblados
Más
soledad que soledades. En el camposanto, ni una flor a medio marchitar. Crece
la hierba montaraz y libre, sin una azada que la trunque. Aquella cruz se
quebró hace ocho inviernos y seguirá así por siempre. Quienes podíamos dar vida
a este reducto de recuerdos nos dispersamos; el pueblo de los vivos murió
también un día, con la familia última que huyó hacia el ruido. Las campanas de
la iglesia llamaron a fiesta, tañeron a muerto, congregaron a vecinal, avisaron
el fuego. Faltó el boticario, luego el médico. El veterinario no tuvo
sustituto; el herrero murió. Nadie enseña en la escuela. ¿Quién me ayuda a
defender mi alma, mi cuerpo, mi asno, mi hijo, mi predio? Hay que marchar…
Este
camino va, iba a los huertos. Y al río y la fuente. No sé si conducía a una
esclavitud libre o a una libertad esclava. Cántaros para agua de jofaina y olla
iban y venían, mozas los llevaban. Asnillos con cuévanos de berenjenas y
escarolas. Caracoles de ribazo tras la lluvia. Por aquí paseó el amor del
pueblo hurtando miradas de inquisición. ¿Vale mucho más la acera asfaltada que
me lleva a la fábrica con el albor contaminado? ¡Si al menos hubiera quedado el
maestro!
Mi
casa. Solar de treinta generaciones de ganapanes. ¡Ni hierro en el balcón tras
el que nací! ¡Qué buitres comerán despojos de acero! Mi calle: la Mayor, la más
larga. Los trasiegos de ayer y hoy son ortigas y zarzas. ¡Si al menos hubiese
quedado el maestro! Mi pueblo: ¿Solo un nombre en el último carné de identidad?
¿Solo unas ruinas que apenas si aguantarán el trueno opaco de la tormenta de la
primavera nueva? Quienes tuvimos que desarraigarnos, -¡Si al menos hubiera
quedado el maestro!-, quienes tuvimos que desenraizarnos sabemos que un pueblo
abandonado supone mucho más.
Cuando
expira un pueblo de piedras y adobe se desploman las tradiciones y las leyendas
de su fantasía; se acallan dances y albadas de fiesta en común. Se olvidan, se
agostan juegos. Y formas de rezar y maneras de pecar. Y pierde el arte y el
alma colectiva.
¿Por
qué murió mi pueblo? ¿Por qué tantos y tantos son solo hoy pueblos de tinta en
papel de historia? Conteste la Historia, si se atreve.”
Como
reflexión general queda ahí, por ahora. Por otra parte, me parece oportuno
dejar constancia de la toponimia menor de los dos caseríos cercanos al término
de Tafalla y que he mencionado antes. Además, se citan algunos años que son los
de los documentos donde aparecen.
“San
Lorenzo
Topónimos:
Mojón de San Lorenzo (1857). Muga se San Lorenzo (1857). Camino para San
Lorenzo (1857). Alto de Caparroso (1993). Alto de Ripa (1993). Los Cubierticos
(1993). Fardela (1993). Pieza del Roble (1993). La muga de Pueyo
(1993). Barranco de San Lorenzo (1993). Montico de San Lorenzo (1993). La muga
de Sánsoain (1993). Barranco de la Sierra (1993).
Caserío
de San Lorenzo (1993):
Propiedad del conde de Guenduláin. Caserío de Sánsoain y antigua granja de
señorío de la Valdorba. Únicamente aparece en los Nomenclatores de 1858 (6
habitantes), 1930 (10 habitantes), 1940 (6 habitantes), 1950 (5 habitantes) y
1960 (ninguno). En su término se localizó un yacimiento al aire libre con
evidencias del Eneolítico-Bronce.
Pozuelo
Topónimos:
Muga de Pozuelo (1592). El señorío de
(1704). La cañada real (1993). Las cañadicas (1993). Las cuatro mugas
(1993). Fuente (1993). Pieza de la fuente (1993). El ginebral (1993). Portillo
del aire (1993). Caracierzo de Pozuelo (19939. Carasol de Pozuelo (1993). Altos
de Santa Zita (1993). Camino de Santa Zita (1993). Camino de Tafalla (1993).
Chaparral de la muga de Tafalla (1993). Tres mugas (1993).
Caserío
de Pozuelo (1993): Caserío y
antiguo señorío de Sánsoain. Solo aparece en los nomenclátores de población de
1930, 1940, 1950 y 1960. Fue cedido a Bernaldino Hualde de Baquedano, quien a
cambio se hizo cargo de una pecha de 15 cahíces de trigo que el pueblo debía al
monasterio de Santa Engracia de Pamplona. En 1550 se vendió a Juan de
Azpilicueta, señor de Sotés. Pero en 1561 los de Sánsoain se arrepintieron de
la enajenación e intentaron recuperar Pozuelo y fueron a pleito para que la
última venta se declarase nula. No ocurrió así. En 1802, Pozuelo continuaba
apareciendo como lugar de señorío; pertenecía entonces a la familia Argaiz, de
Peralta. Como consecuencia de la desamortización, a mediados del siglo XIX,
Pozuelo volvió al término de Sánsoain; aunque la propiedad pertenecía en 1847
al conde de Guenduláin, Aparece como “término redondo” hacia 1840.”
(Toponimia
y Cartografía de Navarra. Volumen XXXIX. Gobierno de Navarra. Pamplona 1997)
En
este último apartado la fecha, 1993, hace referencia a fuentes orales, a datos
obtenidos de viva voz de personas que conocían los términos. Entre los
topónimos he subrayado tres que deberíamos situar sobre el terreno y
localizarlos. Ya tenéis tarea.
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