miércoles, 19 de agosto de 2020

El roble cumple 100 años



Domingo, 16 de agosto de 2020

Nunca hubiéramos imaginado que un 16 de agosto estuviéramos andando por Valdelobos. 
En estas fiestas/no fiestas, todo es posible. 
¿Qué se puede hacer cuando no hay nada que hacer?
Pues eso. Salir al campo. Recorrer caminos conocidos, recordar vivencias, gentes e historia. 
Son las 08:00 horas. 
La mañana está fresca, agradable. El suave cierzo nos va ayudar a hacer una bonita excursión. La temperatura es de 16º.

El que mata el cuto temprano, pasa buen invierno pero mal verano. 

El roble de San Cristóbal cumple 100 años. 





Al leer la placa que colocaron a su lado nos vienen a la memoria la antigua gasolinera. Sus empleados y la actividad que daba a este barrio. 
El árbol ha sufrido calores, choques de coches, gamberrismo. 




Ha visto pasar los toros cuando los llevaban de Valmayor a Escolapios. 
Desfilar soldados en la postguerra. 
Y ahí sigue. Discreto, gallardo. Sobreviviendo gracias a las aguas de la acequia del Restañal. 
Nos acercamos al puente viejo. 




El agua baja color "chocolate". A los 11 litros que cayeron en Tafalla la noche del viernes, habría que sumar los que llovieron más arriba y que han hecho que salten de nuevo las presas. 
Al llegar a la fuente del Rey hacemos una breve parada. 
Lástima de lugar, tan bonito y tan dejado. 
La hierba alta y mal cuidada. Basura por todos lados. 


La fuente, llena de pintadas.
Con un poco de cuidado y respeto podría ser uno de los lugares más bonitos del pueblo. 
Tomamos el primer desvío a la izda. y caminamos en dirección N.
Flanqueados por la autopista y por campos llecos, la ruta nos lleva hacia la caseta blanca que nos sirve de referencia. 


Medio escondida, a la sombra de unos olivos, la vemos pequeña y desamparada.
Cuando termina el camino, torcemos a la izda. y, por otro intransitable, llegamos a ella. 
09:00 horas. Lápida de Martín Elorz. 
Nos cuesta un poco encontrarla.



Aparece rebuscando entre las altas hierbas. 
Hace cinco años publiqué en este blog el trágico suceso que hubo en este lugar. 

Subimos a la pieza que está junto a los olivos y caminamos por los rastrojos. 
Salimos a un camino viejo que desemboca en una pista blanca y nos acercamos al puente que cruza la autopista. 




Por el camino que va hacia el E. subimos una larga cuesta. 
Estamos en el corazón de Valdelobos.  
10:15 horas. Molino Clotilde.


Es la hora de echar un bocado. 
Nos sentamos debajo de sus 100 m de altura. 
Buscamos el sol porque, a la sombra, el cierzo viene "casi" frío. 
No podemos dejar de admirar su enorme estructura. 
Volvemos otra vez al camino y bajamos de nuevo al puente sobre la autopista.
Vamos descendiendo poco a poco. 
En el camino, grandes charcos nos confirman que cayó mucha más lluvia por aquí el pasado día 14.

A la vista de la documentación tafallesa, no parece que la epidemia cesase a lo largo del verano. Todo lo contrario. El 21 de septiembre de 1502 Tafalla extrema las medidas de prevención para evitar el contagio. Quienes deseen entrar en la villa deberán jurar por lo más sagrado que en los dos últimos meses no han estado ni entrado en ninguna parte donde se padezca la peste. Una vez prestado juramento, sólo se les permitirá estar el tiempo imprescindible para realizar el asunto que le haya traído a la localidad y en ningún caso permanecerá en ella más de una noche. Paralelamente se celebran procesiones en honor de San Sebastián y San Fabián. (La ira de Dios. Los navarros en la Era de la Peste. 1348-1723)(Peio J. Monteano)




Los avellanos verdean en la orilla y muestran ya sus futuros frutos.
El ruido de los vehículos en la autopista cada vez es más intenso y molesto. 
Hubiéramos querido entrar un momento en la abejera, pero hoy preferimos llegar cuanto antes a Tafalla. 


Al pasar de nuevo por la fuente del Rey, nos adentramos por el sendero marcado en lo que fue el olivar de Muruzábal. 
11:40 horas. Olivar de Gutiérrez. 





Al comienzo de los pinos de Ereta, en las terrazas que hay junto a la vía, se encuentra este olivar. Todavía hay gente en el pueblo que lo conoce por ese nombre. 
12:00 horas
Estamos junto a la Plaza de Toros. 
Nos acercamos a la "presa de la estación".




La semana anterior se podía pasar por ella andando. Sin embargo ahora, las últimas lluvias le han devuelto su esplendor.

 

En este enlace se puede ver el recorrido de hoy


Harina de otro Costapor Juanjo Costa

Un paseo para la reflexión (16 de agosto de 2020, Domingo)

   Ma solitude (George Moustaki)

      No soy presa fácil de la nostalgia. La acepto como compañera de viaje cuando aparece inesperada, sobre todo los domingos soleados por la tarde. Pero no le dejo que me marque el camino, pues no conduce a nada bueno. Otra cosa es la tristeza. A esta sí la dejo entrar, más de lo que quisiera, últimamente, porque es una amiga serena y cabal. Hace buenas migas con esas otras compañeras que tan caras me cuestan: la libertad y la soledad.  Las tres me ponen en mi sitio y me acompañan en este último tramo del camino. Son la sombra de mi alma.

Por eso, hoy, voy a hacer referencia a estas tres palabras. Para ello, voy a glosar un libro que describe una tierra que me es muy querida, por mis raíces y porque es un bastión de la España eterna. Se trata, ni más ni menos de un libro que habla de Aragón.

Lo escribió un gran profesor de la Universidad de Zaragoza, don Agustín Ubieto Arteta y se titula “Lecturas para conocer Aragón”. Fue publicado, a expensas del autor, por primera vez en 1984 y, años más tarde, sirvió para realizar una serie de cortometrajes didácticos que produjo el Gobierno de Aragón con el título “Comprender Aragón”.

A mi juicio, es un libro magnífico, desde un punto de vista histórico y con una excelente factura literaria. Explica de una manera muy documentada el pasado (y el presente) de Aragón; narra con mucha contundencia los fundamentos y orígenes de este solar. Todo con fuerza y sentimiento. Hasta tal punto que se puede extrapolar, “mutatis mutandis”, lo en él expuesto a cualquier otro; por supuesto también a esta tierra hermana, Navarra. 

            De entre sus 32 capítulos (y 316 páginas) voy a entresacar una cita del nº 31. Porque es un verano de “no fiestas”; porque hemos visitado y limpiado la lápida de un pobre muchacho que asesinaron a los 17 años y porque el “Roble de San Cristóbal” de Tafalla cumple cien años y nadie, bueno casi nadie, se ha acercado a él, a ver qué tal estaba (al menos que yo sepa). Los tafalleses están ocupados en asuntos más importantes. Total… ¿qué supone un roble -uno de los últimos en la ciudad, seguramente el más viejo-, si plantamos todos los años montones de arbolicos por esos parajes de Dios y, luego, los dejamos morir de sed y de abandono? ¿A quién le importa?

            Pues eso, como tributo y recuerdo de nuestros propios despoblados navarros -soledad y tristeza hechos piedras-, dejaré hablar al profesor Ubieto sobre las razones de lugares antaño poblados y cuyos habitantes los abandonaron, unos hace mucho tiempo (allá por las pestes medievales) y otros no hace tanto (para buscar una “vida mejor” en las zonas urbanas, mientras las rurales pasaban a “mejor vida”).

Aunque, por ejemplo, en la Baldorba, algunos se han poblado de nuevo, un tanto en falso, otros, la mayoría, siguen desmoronándose, comidos por los bardales, las ortigas y las hiedras. Son, como se diría ahora, “la España desaparecida de la España vaciada”.

            En el paseo de hoy hemos andado cerca de dos: el Caserío de San Lorenzo (de donde bajaba el joven que fue asesinado y que iba a Tafalla un festivo día de San Pedro, enfrente del Pueyo) y El Caserío de Pozuelo, Balgorra arriba, casi en la muga de San Martín de Unx. Por ellos, en recuerdo de quienes un día los habitaron y, sobre todo, por nosotros, para que no los echemos en el olvido, van estas reflexiones.

 

31 El porqué de los despoblados

Más soledad que soledades. En el camposanto, ni una flor a medio marchitar. Crece la hierba montaraz y libre, sin una azada que la trunque. Aquella cruz se quebró hace ocho inviernos y seguirá así por siempre. Quienes podíamos dar vida a este reducto de recuerdos nos dispersamos; el pueblo de los vivos murió también un día, con la familia última que huyó hacia el ruido. Las campanas de la iglesia llamaron a fiesta, tañeron a muerto, congregaron a vecinal, avisaron el fuego. Faltó el boticario, luego el médico. El veterinario no tuvo sustituto; el herrero murió. Nadie enseña en la escuela. ¿Quién me ayuda a defender mi alma, mi cuerpo, mi asno, mi hijo, mi predio? Hay que marchar…

 

Este camino va, iba a los huertos. Y al río y la fuente. No sé si conducía a una esclavitud libre o a una libertad esclava. Cántaros para agua de jofaina y olla iban y venían, mozas los llevaban. Asnillos con cuévanos de berenjenas y escarolas. Caracoles de ribazo tras la lluvia. Por aquí paseó el amor del pueblo hurtando miradas de inquisición. ¿Vale mucho más la acera asfaltada que me lleva a la fábrica con el albor contaminado? ¡Si al menos hubiera quedado el maestro!

 

Mi casa. Solar de treinta generaciones de ganapanes. ¡Ni hierro en el balcón tras el que nací! ¡Qué buitres comerán despojos de acero! Mi calle: la Mayor, la más larga. Los trasiegos de ayer y hoy son ortigas y zarzas. ¡Si al menos hubiese quedado el maestro! Mi pueblo: ¿Solo un nombre en el último carné de identidad? ¿Solo unas ruinas que apenas si aguantarán el trueno opaco de la tormenta de la primavera nueva? Quienes tuvimos que desarraigarnos, -¡Si al menos hubiera quedado el maestro!-, quienes tuvimos que desenraizarnos sabemos que un pueblo abandonado supone mucho más.

Cuando expira un pueblo de piedras y adobe se desploman las tradiciones y las leyendas de su fantasía; se acallan dances y albadas de fiesta en común. Se olvidan, se agostan juegos. Y formas de rezar y maneras de pecar. Y pierde el arte y el alma colectiva.

¿Por qué murió mi pueblo? ¿Por qué tantos y tantos son solo hoy pueblos de tinta en papel de historia? Conteste la Historia, si se atreve.”

 

Como reflexión general queda ahí, por ahora. Por otra parte, me parece oportuno dejar constancia de la toponimia menor de los dos caseríos cercanos al término de Tafalla y que he mencionado antes. Además, se citan algunos años que son los de los documentos donde aparecen.

“San Lorenzo

Topónimos: Mojón de San Lorenzo (1857). Muga se San Lorenzo (1857). Camino para San Lorenzo (1857). Alto de Caparroso (1993). Alto de Ripa (1993). Los Cubierticos (1993). Fardela (1993). Pieza del Roble (1993). La muga de Pueyo (1993). Barranco de San Lorenzo (1993). Montico de San Lorenzo (1993). La muga de Sánsoain (1993). Barranco de la Sierra (1993).

Caserío de San Lorenzo (1993): Propiedad del conde de Guenduláin. Caserío de Sánsoain y antigua granja de señorío de la Valdorba. Únicamente aparece en los Nomenclatores de 1858 (6 habitantes), 1930 (10 habitantes), 1940 (6 habitantes), 1950 (5 habitantes) y 1960 (ninguno). En su término se localizó un yacimiento al aire libre con evidencias del Eneolítico-Bronce.

Pozuelo

Topónimos: Muga de Pozuelo (1592). El señorío de (1704). La cañada real (1993). Las cañadicas (1993). Las cuatro mugas (1993). Fuente (1993). Pieza de la fuente (1993). El ginebral (1993). Portillo del aire (1993). Caracierzo de Pozuelo (19939. Carasol de Pozuelo (1993). Altos de Santa Zita (1993). Camino de Santa Zita (1993). Camino de Tafalla (1993). Chaparral de la muga de Tafalla (1993). Tres mugas (1993).

Caserío de Pozuelo (1993): Caserío y antiguo señorío de Sánsoain. Solo aparece en los nomenclátores de población de 1930, 1940, 1950 y 1960. Fue cedido a Bernaldino Hualde de Baquedano, quien a cambio se hizo cargo de una pecha de 15 cahíces de trigo que el pueblo debía al monasterio de Santa Engracia de Pamplona. En 1550 se vendió a Juan de Azpilicueta, señor de Sotés. Pero en 1561 los de Sánsoain se arrepintieron de la enajenación e intentaron recuperar Pozuelo y fueron a pleito para que la última venta se declarase nula. No ocurrió así. En 1802, Pozuelo continuaba apareciendo como lugar de señorío; pertenecía entonces a la familia Argaiz, de Peralta. Como consecuencia de la desamortización, a mediados del siglo XIX, Pozuelo volvió al término de Sánsoain; aunque la propiedad pertenecía en 1847 al conde de Guenduláin, Aparece como “término redondo” hacia 1840.”

(Toponimia y Cartografía de Navarra. Volumen XXXIX. Gobierno de Navarra. Pamplona 1997)

 

En este último apartado la fecha, 1993, hace referencia a fuentes orales, a datos obtenidos de viva voz de personas que conocían los términos. Entre los topónimos he subrayado tres que deberíamos situar sobre el terreno y localizarlos. Ya tenéis tarea.

 “Bonjour tristesse”. Buen Camino. Vale.                                                                               


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