Está bastante degradado, por estar en la cercanía de varios corrales y fincas agrícolas.
Está datado entre el Neolítico y el Eneolítico y es el único monumento funerario de la zona. (Aunque cerca se han encontrado restos de poblamientos de la época).
El dolmen más próximo es el de Candaraiz de Tafalla.
Todos los poblados de la época en esta zona son muy parecidos. El hombre vivía en alto, en las laderas de las primeras formaciones montañosas, dominando la llanura que era donde cazaba. Muy interesante.
Harina de otro Costal
por Juanjo Costa.
Un paseo por el tiempo. La intrahistoria de un rincón pequeño. Domingo 29 de
noviembre de 2020
1. Los
primeros pasos de la mañana
Aún
el sol no ha escalado las estribaciones del “Chucho alto” de Lerga, y ya
estamos los caminantes acompasando nuestros pasos y nuestras conversaciones, al
ritmo de la mañana que va pintando de otoño las viñas, los olivos, las piezas
que ya verdean.
Hacia
el norte, las amplias laderas de la sierra de Guerinda, sobre la cual los
molinos hacen tales aspavientos saludando al incipiente sol, que habrían hecho
las delicias de Don Quijote si hubiera tenido la suerte que tenemos nosotros de
andar por aquí. Habría tenido “faena” por lo menos para una semana,
arremetiendo, uno tras otro, contra los gigantes al que el sabio Frestón había
transformado en grandes ingenios comedores de viento.
Acompañándonos
en este primer trecho del camino, la gran sierpe de cuerpo transparente,
encerrada en su armadura de hormigón blanco: El Canal de Navarra, que nos
devuelve nuestros reflejos ondulantes y, suave y silencioso, se lleva, con el
agua del Irati, nuestras cuitas sencillas y cotidianas.
El
cuadro lo completan, por el sur, primero la Plana de Olite y los pueblos del
valle del Cidacos y, allá abajo, al fondo, inmutable y severo, detrás de la
triste fortaleza del monte Rada, el Moncayo, guardián de las esencias ibéricas.
En
lo que respecta a la riqueza interior de un paisaje, se puede decir, como el
personaje de Agatha Christie, Miss Marple, cuando habla de lo que ocurre en el
adorable y ficticio pueblecito de la campiña inglesa en el que vive: “La gente
es igual en todas partes”. Ella la utiliza para argumentar que cualquier suceso
que ocurra en una gran ciudad, puede tener lugar también en el pueblo más
pequeño, pues la naturaleza humana está sujeta a las mismas pasiones y
parecidas virtudes en todos los lugares.
Y
lo mismo podría decirse de los paisajes. Al menos de los paisajes que han
soportado la vida humana desde hace milenios (de los otros, de los que
podríamos llamar “paisajes vírgenes” quedan cada vez menos). Así que, al norte
o al sur; al este o al oeste, al menos en Navarra, junto a los elementos que
forman los diferentes hábitats que determinan la orografía y el clima, siempre
encontramos elementos parecidos: pueblos, tumbas, rocas, caminos, campos, ríos,
barrancos, bosque, llanuras…
Aquí,
en el término de San Martín de Unx, en este lienzo de tierra que hemos andado
en tres o cuatro horas, hemos encontrado una serie de elementos de lo más abigarrado:
amén del pueblo con su factura medieval y su riqueza urbanística, humana y
gastronómica (me refiero especialmente a su vino, ¡cómo no!), hemos podido
degustar varios elementos que la historia ha ido depositando.
Me
voy a limitar hoy a hablar de ellos someramente, a modo de bosquejo realizado
con pinceladas sueltas. Los mencionaré en el orden en que los hemos ido viendo.
Queda para otra ocasión lo erudito, que lo hay. Al buscar documentación
geográfica, histórica o etnográfica sobre los lugares que vamos conociendo por
dentro, se da cuenta uno de que, muchas veces, hemos pasado cerca de ellos,
pero no hemos degustado su esencia profunda, el alma que la pátina del tiempo
ha ido depositando sobre ellos y, muchas veces, ocultándolos. Por eso, hay que
andar (literalmente) despacio, observar, oler, oír, tocar y preguntarse, luego,
por qué esa ermita, esa imagen, esas cruces, esas rocas están ahí. Más tarde,
si se es curioso y amigo de profundizar más en los documentos, se va
aprendiendo y descubriendo las razones, por qué está ahí o para qué lo
hicieron. Y se siente uno más arraigado a la tierra, a la vida, a todo lo que
ha sido y ha llegado hasta nosotros.
2.
La ermita
de Santa Zita
La
primera parada es en esta ermita, a la que los habitantes de San Martín de Unx
vienen a festejar ( y a festejarse) el domingo más próximo al 27 de abril,
fiesta de la Santa. Dicen las viejas historias que se edificó en el siglo XIII.
Siglos más tarde, un capitán italiano que vino a combatir en las guerras entre
los agramonteses y beaumonteses (a finales del siglo XV) cayó herido en las
inmediaciones del lugar. Como era muy devoto de esta santa italiana, dejó todos
sus bienes a fin de que se arreglara y ampliara el edificio (lo explica muy
bien Julio Asunción en un vídeo que podéis ver con facilidad en la red). La
historia de Santa Zita, santa nacida en la ciudad de Lucca, persona delicada y
un dechado de virtudes, patrona de las trabajadoras domésticas y de los
panaderos es, ciertamente, sencilla y entrañable.
Ahora
bien, está documentada la existencia de infinidad de ermitas por toda Navarra.
Algunas de ellas, como parece que es el caso de esta, fueron primero cenobios,
eremitorios, sin advocación conocida. Si nos fijamos bien en el emplazamiento
de Santa Zita (al fondo de un pequeño valle, a las orillas de un barranco, colgada
de la ladera), no es difícil suponer que sus orígenes son anteriores y su
función diferente de la que ha tenido en los últimos tiempos. Era una ermita
con ermitaño fijo. Nosotros conocimos al último ermitaño “de fundamento” que,
por tradición familiar, cuidó de este enclave. De eso Javier os puede hablar
bastante, pues tenía mucha amistad con él. Por otra parte, podéis encontrar
alguna referencia a esta persona en este mismo blog, en alguna de las entradas
de los primeros años.
Por
mi parte, como hoy se trata de escribir de manera “diletante” y no erudita,
dejo, para otra ocasión, el poder ampliar la historia y el conocimiento de la
ermita.
Habéis podido ver el
gran cristo yacente que se encuentra al otro lado del barranco, casi enfrente
de Santa Zita. Creemos que el escultor es un vecino del pueblo (y que aún vive).
Sería interesante conocer las razones por las que acometió esta obra que, al
menos yo lo creo así, tiene mucho mérito. ¿Fue por devoción, promesa, impetrar
la solución a algún problema? ¿Qué razón o razones llevaron a este hombre a
realizar tamaño monumento? Ahí dejamos la incógnita, por si alguien quiere
ayudarnos a resolverla.
4.
Están
clavadas dos cruces
No
en “El monte del Olvido” y tampoco “Por dos amores que han muerto” (aunque
ahora, por desgracia, de eso hay abundante”), como canta José Feliciano. Estas
son cruces devocionales. Pequeña, extraña, humilde hasta en su emplazamiento,
una, a la que se le llama “La crucica”. Más grande, bien trazada, en alto, bien
labrada, la otra. En esta quiere verse el año de su factura y una inscripción.
Pero ambos están tan desgastados que no hemos podido hacer el negativo ni con
lápiz y papel.
Las
dos, cerca del pueblo. ¿Cuántas generaciones de gentes de San Martín habrán
rezado a su vera Padrenuestros, Avemarías, Glorias? ¿Cuántos siglos de devoción
y de oraciones llevarán oídos? Que si la cosecha, que si la uva, que si la
mujer, que si el hijo o la hija, que si el burro…
Y
nosotros, los que llevamos subiendo desde Tafalla a Ujué muchos años, ignorantes,
hemos pasado veces y veces muy cerca de ellas, sin saberlo. Pero, seguro, que
también nos han protegido siempre en esa circunstancia. A la ida, nocturna,
silenciosa, y a la vuelta, camino de casa, ya amanecido.
5.
Por aquí
también se iba a Roma
Y
se venía. Estos últimos tiempos he ido encontrando abundante documentación del
pasado vascón y romano de toda esta zona. Desde Jaca, hasta Andelos o
Calahorra. Se han descubierto abundantes lápidas funerarias y miliarios de la
época por todo el recorrido que une estos y otros lugares. Hay ya varios
estudios exhaustivos que nos hablan de este tema y de esta zona. Yo, por ahora,
me baso en dos. Por una parte, “Los campesinos vascones” (Editorial Txertoa,
San Sebastián, 2011), que es la Tesis Doctoral de Alberto Pérez Laborda y
abunda en datos, muy bien contados, de los siglos en que coinciden los vascones
y los romanos por estas tierras y, por otra, en “Cuadernos de Arqueología
Universidad de Navarra. 6, 1998, págs. 63-98 EPIGRAFÍA FUNERARIA INÉDITA DE UN
ÁREA ROMANA INÉDITA: TAFALLA y EL VALLE DEL RÍO CIDACOS (NAVARRA)', de Alicia Mª Canto,
Javier Iniesta Ayerra, Javier Ayerra Alfaro”.
Naturalmente, hay
bastantes más estudios, pero en estos dos hay datos sobre lugares que nos son
muy cercanos.
A falta de profundizar más
en el tema, por mi parte, los traigo a colación porque hoy hemos pasado muy
cerca del lugar donde se encontraron varias lápidas romanas, con nombres muy
enigmáticos. Concretamente en el término de Santa Cruz, y no por casualidad, se
hallaron restos constructivos en la superficie y varias estelas con una
onomástica interesante. Una estaba dedicada a la divinidad “Neria” y, la
otra, a “Hehelphis Magnis”. Ambas parece que no pueden explicarse, por
ahora, ni por el protovasco ni por el aquitano. Hay otra que reza “Coemae” cuya
filiación puede deberse al indoeuropeo. Todo está convenientemente documentado
y a resguardo en el Museo de Navarra. Pero, claro está, esto no ha hecho más
que empezar.
6.
Al final
está el principio
Por
último, gracias al buen ojo de nuestro amigo “Sergismundo”, hemos sabido de la
existencia de un dolmen en el término de Navafría (topónimo sugerente, donde
los haya) y nos hemos acercado hasta él. Y, la verdad, nos ha gustado.
El
asunto ya se remonta a bastantes siglos atrás, respecto de lo anterior. Y
arroja luz sobre la posible existencia de megalitismo prehistórico, también por
esta zona. Ya apuntamos, en su día, algunos descubrimientos de menhires cerca
de aquí y que conocimos gracias al citado anteriormente Julio Asunción.
Concretamente él hablaba de los términos de Tafalla y de Sánsoain, pero hay
constancia de algunos más. Este es otro tema para volver a andar.
Nosotros
ya conocíamos la existencia de algunos castros cercanos que fueron estudiados por
Javier Armendáriz Martija, concretamente y cerca de donde hemos pasado hoy, “Valmediano”,
en Tafalla; “Falconera”, en Olite y “El Turbil”, Beire.
En
conclusión, hay mucho y bueno por andar; mucho y bueno por descubrir y con lo
que disfrutar. Nosotros, a estas alturas de la vida, no tenemos más interés que
el disfrutar del campo, de la buena compañía y de los, casi siempre, frugales
almuerzos con los que reponemos fuerzas. Pero, estamos convencidos que, a todo
este patrimonio, bien tratado, se le podría sacar mucho partido, desde el punto
de vista de un turismo de calidad y respetuoso con el medioambiente. Está muy
bien visitar las poblaciones, disfrutar de la gastronomía e, incluso, correr
con las BTTs por esos caminos y sendas de Dios. Pero conocer “in situ” nuestra
rica historia… ¡Eso sí que es “Harina de otro Costal”! A quien corresponda.
Buen
camino. Vale.
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