lunes, 4 de marzo de 2013

Las balsas de Patuca y de Lucas




El domingo pasado no fuimos a andar. Cuando nos levantamos, los tejados estaban blancos y caían purnias. Luego el día mejoró, pero ya no había remedio; un borrón más en nuestra hoja de servicios. También es verdad, y lo digo como pliego de descargo que,  cuando sale un día así, piensas, mientras dormitas de nuevo, en lo bien que vas a estar con un humeante café mientras pasas, perezosamente, las páginas del periódico.
Son las 08,00 horas. Magán marca 4º y la farmacia 2º. El día está despejado y no anda aire. Ideal para andar.
Hoy salgo solo. No voy a decir ¡mejor!, para evitar mosqueos, pero el campo ofrece muchos alicientes, con o sin compañía. 
Voy a subir a Buskil. Estamos a catorce días de la Javierada y, aunque la pierna está bien, quiero darle un poco de caña para ver qué pasa. 
En lugar de bajar a la Plaza, me adentro en el casco viejo y camino por la calle Primicia.



Mariví y Pedro Mari tuvieron el buen gusto y sensibilidad de dejar una estela funeraria en la fachada de la casa que compraron y arreglaron. Toda una joya de nuestro patrimonio urbano.   
Continúo callejeando hasta que llego a la calle del Olmo. Desde ahí salgo al cruce de la Siete Calles y entonces cambio de itinerario.
Había pensado subir hasta la fuente de Valdetina y haber medido el caudal, pero prefiero ir por la Pedrera. Esto supone que, pasada la balsa de Patuca, tendré que subir un fuerte repecho hasta las inmediaciones del Buskil. 
Cuando llego junto al Centro de Salud, el médico de guardia sale de su turno. Es un viejo conocido. Ha hecho el camino de Santiago. Como es de Sangüesa, me dice que nos veremos allí o en Javier. 
Continúo por el camino del Cascajar. A mi izda., imponente, se yergue el depósito de aguas. 




El camino es recto y llano. A la dcha. el Corral de la Gariposa se recrea contemplando el bocaje del Tajubo. Entre las encinas se oyen los graznidos de los cuervos. Un charco en la orilla de una pieza tiene una fina capa de hielo. En los campos abundan las badinas de agua. En el interior de este hermoso valle, todo es calma y silencio. Reina la soledad. 
El camino, poco a poco, me lleva hasta un cruce en el que tomo el ramal de la izda.




08,55 horas. En esta encrucijada se encuentra la Balsa de Patuca. Tiene tanta agua que vierte la sobrante a la acequia. Hace años había cazadores que se apostaban aquí a la pasa de la paloma. 


Tomo el camino de la izda. que me llevará, cortando en perpendicular, al que sube a Buskil. 
Poco a poco va ascendiendo y llego a los primeros quejigos. 




Es un privilegio poder disfrutar de este tipo de roble en estas latitudes. Los árboles, fuertes y dignos, dan sensación de protección y bienestar. 


Al salir de la espesura, Buskil se asoma ojo avizor. Le saludo con la mano. Han sido tantas las veces que he venido a verlo que no necesitamos presentación. 
Me queda lo peor. El camino termina y tengo que orillar un sembrado que no voy a decir que es vertical, pero casi. 
Antes de entrar en la senda que me llevará a la cima, contemplo un momento el paisaje. La Peña de Izaga, entre la Higa y San Pelayo, luce un nevero. Más cercanos, la Guindilla y la Carravieja presumen de molinos. El Cidacos zigzaguea, abriéndose paso entre los chopos.



Son las 09,30 horas. Estoy en el Buskil. En la tabla que hay en su base me siento y saco el almuerzo. Me fascina el paisaje hacia el S. La ladera está llena de chaparros hasta una línea en que empieza el cereal. Cuando termina éste, hay una irregular pradera verde y el Caserío del Monte, la balsa y la carretera. Si la cruzas comienza de nuevo el monte poblado de encinas y quejigos para, otra vez, dejar paso al cereal y, aunque no se ve, al Caserío de Valdiferrer.
"Año 1703. En el Monte Alto siguen faltando árboles y todavía queda mucho invierno por delante. Hay que meter mano. El ministro Pascual Urrutia y una cuadrilla de guardas: Joseph de Najurrieta, Marcos Ardanaz, Martín Moriones, Martín de Echauri,... se presentan en la zona del Busquil a las seis de la mañana. Allí sorprenden a seis vecinos de Artaxona más madrugadores que ellos. Tenían tres mulas y dos jumentos, con las artolas llenas de leña. Para entonces ya habían cortado diecisiete pies de árboles, casi a tientas. Al verse sorprendidos emprendieron la huída. El ministro "apellidó a la voz de su Majestad" y prendieron a dos. El resto escapó echándoles desafíos y tratándolos mal de palabras..." (J. M. Esparza Zabalegui)(Historia de Tafalla-Tomo I)
Comienzo a bajar. La ventaja que tiene ir solo es que cambias de ruta cuando te parece y no hay que dar explicaciones a nadie. Me decido por la senda que va en dirección O. y que me lleva a los bojes que quedan en la ladera.



Esta senda es el Sendero Local NA-178; una iniciativa que surgió hace unos años, con guía de recorridos editada, pero que poco a poco la intemperie, la desidia y la falta de medios han hecho desaparecer. 
Me adentro un momento en esta pequeña mancha de boj. Es una maravilla. Sigo bajando. Desde esta altura diviso la Balsa de Lucas. Está a rebosar.
La senda termina en una pieza y, junto al camino, el agua forma charcos. Así está todo el campo. En el mes de Febrero he recogido 100 litros.


10,00 horas. Este es el aspecto actual.





Y este es el que tenía el 16 de Septiembre del año pasado.
Por el camino que desciende, llego hasta el Caserío del Monte o de Camón. Junto a la balsa hay dos caminos. 




Me adentro por el superior y subo hasta el Corral Nuevo. La cubierta está comenzando a hundirse. En cuatro días no quedarán más que las paredes y, solo por las fotos, recordaremos cómo era. 



A pocos metros se halla el pozo. El agua llega hasta medio metro del borde. Es sorprendente encontrar un pozo así en este alto. 


Bajo al camino inferior y me acerco hasta el Corral de los Toros. Por aquí tampoco hay nadie. Veo un camino viejo y me decido a andarlo. Si tomara el principal, saldría al canal y quiero meterme por otros "andurriales". 
El camino pronto se convierte en senda. Como es un carasol los romeros están en flor. Las ilagas, resecas y castigadas por el frío, pretenden cerrar la senda sin conseguirlo. 


11,15 horas. Cuando llego al final, en medio de una pieza, me encuentro con un viejo corral que no conocía. No tiene techo y un enorme árbol, en medio, se ha apoderado del terreno. Por el lugar en que me encuentro, calculo que estoy entre La Pedrera y el Salobral.



Doy una vuelta al recinto y le saco unas cuantas fotos. Preguntaré por ahí qué nombre tiene. 
Continúo bajando hasta cruzar el canal. Como quiero cambiar un poco la vuelta, tomo un camino a la izda. y salgo al Corral de Chera, en lo alto de Las Torres. Me voy al parque de los pinos de Santa Lucía. 


11,45 horas. Me detengo un momento ante el monolito que se levantó en memoria de la malograda Miriam Garcia. Falleció haciendo lo que más le gustaba: escalar. 
Coincidí con ella alguna vez en la Federación Navarra de Montaña, aunque nunca hablamos. La recuerdo muy vitalista y extrovertida. Por acuerdo municipal, se decidió dar su nombre a este parque de Tafalla. 
Callejeando por el barrio de la Peña llego a las inmediaciones de la Casa de Cultura. 
Para la semana que viene anuncian agua. Esperemos que el domingo escampe y nos deje dar una vuelta. 

En este enlace se puede ver el recorrido de hoy

http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4073965





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