Este artículo lo publicaron en el nº 259 de la revista La Voz de la Merindad del 15 de Abril de 2013.
En el año 1990 Carmelo
Armendáriz era el corresponsal del desaparecido periódico Navarra Hoy. Me pidió
que escribiera un artículo sobre el viaje a Ujué de Los Doce. Carmelo quería
que sus lectores lo conociesen contado por alguien “desde dentro”. Me insistió
y terminó convenciéndome, porque mi primera reacción fue la de negarme.
Escribir en un medio de difusión provincial me parecía una responsabilidad
excesiva para un esporádico colaborador de la antigua revista Merindad.
Al final, el 1 de Mayo de
1990, el artículo salió publicado.
La Hermandad del Apostolado y Esclavos de Nuestra Señora la Real de
Ujué, conocida popularmente en Tafalla por Los Doce, inició su andadura allá
por el año 1607, es decir, que con sus 383 años a cuestas es una de las
entidades más veteranas de nuestra ciudad. En sus cuatro Libros de Actas que
abarcan desde 1794 hasta nuestros días, el primero desgraciadamente
desaparecido, puede apreciarse parte de nuestra pequeña historia local, así
como las diferentes mentalidades de cada época.
Dando las 12 de la
noche del 30 de Abril, precedidos por el Capellán y en fila de a uno, en orden
de antigüedad, Los Doce, entunicados y con capillo, abandonan el templo de
Santa María para, en lo que conocemos como el barrio de la Estación, escuchar
una pequeña plática y recibir la despedida de los tafalleses que no quieren
perderse ese entrañable momento. Y comienza el viaje hasta Ujué. Con un farol
en la mano izquierda y un báculo en la derecha. En silencio.
En ese silencio íntimo y
necesario que ofrece una noche de primavera como quizá no la ofrezca ninguna
otra.
Y así ha sido desde el siglo
XVII, salvo contadas excepciones, como en 1809 o 1835 en que no pudieron salir por
causas de la guerra, ó en 1873 -1875 por motivos políticos, ó de 1932 a 1936 en
que se salía y se volvía a San José de paisano, también por las circunstancias
políticas de aquellos momentos.
Dos son las paradas
que se hacen antes de llegar a la Cruz del Saludo. La primera en el puente de
Femate y la segunda en el puente del cruce de Lerga. En ellas se aprovecha para
cambiar las velas o beber agua, a la vez que se rompe el silencio.
Hoy han cambiado las
cosas. Dos o tres hermanos que no van andando, acompañan a los romeros con sus
coches, además de una ambulancia de la Cruz Roja. Atrás quedan los tiempos en que
algún hermano iba con el carro y el burro y llevaba los enseres de los
caminantes, además del almuerzo de la vuelta.
La bajada de la Cruz
hasta la basílica es rápida. El frío suele ser acompañante habitual y el cierzo
sopla año tras año. Al filo de las 4 el capellán celebra la misa ayudado por algunos
hermanos y de allí se pasa al mesón de la Juli para tomar sus roscos y el café
con leche que sirve de descanso y hace recuperar las fuerzas. No faltan el
moscatel y el anís, el “aguaente”, y ¿por qué no? el primer repaso a los pies
por si acaso.
Alrededor de las 6 de
la mañana se hace la despedida a la Virgen. Emotiva como todas las despedidas e
íntima como todas las cosas de Los Doce. En los rostros se refleja la emoción y
en los ojos se adivinan las lágrimas. Contaba un hermano ya fallecido que todos
los años al despedirse le decía a la Virgen: “El año que viene otra vez ¿eh? No
la fastidiemos”.
La vuelta es
distendida. Ya no se va en fila sino en grupo y se aprovecha para rezar el
rosario, los padrenuestros por los hermanos vivos y, todavía da tiempo, para el
comentario o la conversación.
Pasados San Martín de
Unx y la cuesta de la casilla, aún se mira con nostalgia el caserío de Femate
donde almorzaron tantas generaciones de la Hermandad. Pero sólo es un momento
porque un poco más allá, en plena Carravieja, se inauguró en 1981 un pequeño
refugio abierto a todos, en el que siempre hay alguien dispuesto a preparar un
calderete para el almuerzo.
Con el crucifijo que
porta el capellán, adornado con espigas y flores silvestres, los cuerpos
cansados por el esfuerzo y el sueño, se hace la visita a la ermita de San José,
donde se canta una vez más el Regina Coeli Letare, compuesto por el que fuera
también de Los Doce, Felipe Gorriti.
La entrada en Tafalla se
hace a las doce en punto del mediodía. La gente espera en la calle la llegada
de los entunicados. Otra vez en fila y en silencio. Las calles del casco
antiguo conocen bien sus pasos y el ruido de sus báculos. Las campanas de Santa
María repican alegres y los hermanos ya mayores que no pueden ir por sus años o
por salud, esperan expectantes en el altar mayor la llegada de los peregrinos.
Con unas breves
palabras del capellán a todos los presentes, el canto de las letrillas
tradicionales y el reparto del pan bendecido, termina la romería de la
Hermandad de Los Doce, acto central de esta institución que, además, mantiene
otras actividades durante el año, siempre relacionadas con su fe y con la
Virgen de Ujué.
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