Domingo 24 de abril de 2016
Hoy camino solo. Durante algún tiempo me he dedicado a sacar recorridos cercanos de la revista Conocer Navarra. Tiene algunos que, con el enlace a Rutas Navarra, permiten dar una vuelta por los pueblos de la zona y conocer también parajes interesantes.
Aprovechando las últimas lluvias, preveo que la Laguna de Pitillas tendrá un aspecto espectacular. El recorrido de hoy es corto y fácil. Asequible a todas las edades y condiciones físicas y está, en coche, a veinte minutos escasos de Tafalla.
Son las 08,00 horas. Magán marca 10º y la farmacia 9º. El cielo está nuboso, pero el mayor problema es el cierzo frío.
Guarda pan para mayo y leña para abril, porque no sabes el tiempo que ha de venir.
Dejo el coche en el aparcamiento que está junto al edificio de recepción de visitantes y subo al mirador desde ahí.
Desde esta altura se domina toda la Laguna. Todavía no ha llegado nadie y el silencio sólo lo interrumpen las aves que se mueven veloces por la superficie buscando su sustento.
En la mochila llevo prismáticos, pero ni me molesto en sacarlos ¿para qué? Mi desconocimiento de esta clase de fauna es total. Me gusta verlas sobre el agua y ver como algunas levantan el vuelo, de forma natural, sin que nadie las asuste.
Una estrecha senda discurre junto a una pieza de cebada y desciende buscando la orilla del agua.
Me detengo un momento y miro a mi dcha. Reconozco, por las fotos que he visto, Arasa, el montículo adonde quiero llegar.
El sendero ahora es de gravilla. Un par de puentes de madera salvan los pequeños barrancos que mueren en la Laguna.
08,35 horas. Observatorio nº 2. La caseta está abierta. En una de sus paredes hay unos pósters que informan de las aves que se pueden avistar desde aquí. El lugar está limpio y bien conservado.
Me siento en un banco y, por las troneras de observación, contemplo la Laguna. De entre la multitud de sonidos, sólo reconozco el de los patos. Los animales, confiados, se acercan hasta la orilla y miran activos en todas direcciones.
Abandono el observatorio. La orilla de la pieza hace de senda y llego a la carretera.
Ahora el camino es ancho. Continúo caminando con el montículo de Arasa a mi dcha.
Los campos de cereal se mecen por el empuje del viento. La mañana está fría y unos negros nubarrones vienen amenazantes desde el N.
Una curva a la dcha. y otra, más adelante, a la izda. me ponen en la falda del cerro.
Continúo subiendo por la pista hasta, que en una curva pronunciada, sigo de frente y entro en el pinar.
09,20 horas. Alto de Arasa (438 m. de altura). Doy una vuelta por su interior. Los pinos alepos están inclinados por la fuerza del aire.
El suelo está lleno de ramas de alguna limpieza y hacen incómodo el andar, pero la vista de la Laguna desde aquí es magnífica. No encuentro ninguna placa ni vértice geodésico que informe del lugar.
De las proximidades de un destartalado balcón de palomera sale una especie de senda, que más bien es una escorrentía, y comienzo a bajar clavando con fuerza el bastón.
Al llegar al final de la ladera busco un carasol al que le pegue poco el aire y me siento a almorzar.
El cierzo rompe los nubarrones y aquí disfruto del sol.
Desde donde estoy sentado, trazo una línea imaginaria hasta la ermita de Santo Domingo, a la que tengo preparada una próxima excursión, y otra línea desde allí hasta el Santuario de Ujué, al que subiremos el domingo que viene.
Desciendo hasta la pista.
El recorrido me lleva a volver al aparcamiento por otro lado. Antes de llegar a los corrales, me detengo para contemplar Arasa.
Los negros nubarrones se han apoderado del entorno. El día parece que se va a complicar.
10,05 horas. Corral de la Carnicería. No hay nadie. La puerta del serenao está abierta y la abundancia de chirria indica que tiene actividad. Junto al edificio hay una balsa llena de agua.
Quince minutos después llego al siguiente corral.
Corral de Lentiscares. Como el anterior, también tiene al lado una balsa con agua, pero en ésta las ranas dejan de croar en cuanto notan mi presencia.
Vuelvo al camino y llego a la carretera. Enfrente está la entrada a la zona de la Laguna.
El restaurante parece cerrado y un cartel anuncia su venta.
Dos caballos asoman sus cabezas desde el establo y me miran con cara de lástima. Me paro a mirarlos y, de no sé dónde, tres perros enloquecidos vienen veloces a ladrarme. Afortunadamente hay una valla de por medio.
10,30 horas. Llego al aparcamiento. En lo que me ha costado dar esta vuelta , se ha llenado de coches y caravanas.
La mañana sigue fría y más oscura que a primera hora. El paseo es bonito e interesante y las vistas de la Laguna de Pitillas son inmejorables.
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