domingo, 24 de julio de 2011

Una alegría en el Mocellaz






Ayer me encontré con Ignacio Carro y me dio una gran noticia. El otro día subió con el coche al Mocellaz para que corretearan un rato los perros y vio que la cruz sin brazos que había desaparecido en Octubre había vuelto a ser colocada en su sitio. No se atrevió a levantarla por miedo a su espalda pero me dijo que, cuando le llame, iremos y la pondremos en su sitio.

El viernes hablé con el Templao. Se encuentra bien, pero de salir los domingos a andar conmigo, nada de nada. Está esperando visita médica, pero ya me ha dejado claro que se acabaron las caminatas de antes. Lo conozco y me lo creo a medias.

Son las 08,00 horas. El día viene frío. Magán marca 16º y la farmacia 15º. El cielo luce unos negros nubarrones que, a pesar de estar de cierzo, me hacen echar el paraguas en la mochila.

Me voy solo.

Bajo las escaleras, junto al crucero, del Rincón de los Mencos. Entro en la calleja que me sacará a la calle del Hortanco. Observo los miradores, golpeados por las cargas de los camiones, y recuerdo la casa antigua de esta esquina, donde aquel hombre flaco, mayor y sordo, que llamaban el "Cestero", elaboraba cañizos. Los fajos de cañas apoyados en las paredes de aquella oscura y sucia bajera. Nos asomábamos de chavales y nos miraba con sus ojos vivos y amenazantes que nos hacían poner pies en polvorosa al vernos descubiertos. "El Sordo", como se le conocía popularmente, era un taurino de aquí te espero y se contaba que, en los años 20 y 30, cuando a Pamplona solamente iba la gente "pudiente", él se las ingeniaba y veía varias corridas de toros en los sanfermines.
















En la huerta de las Recoletas, la construcción del futuro Espacio Escénico está bastante adelantada. La mole de hormigón, orgullosa y fría, mira desafiante a las humildes ventanas góticas del antiguo convento. Como si estuvieran asustadas, parecen esconderse en un rincón y así pasar desapercibidas.









Paso junto a la casa de Vicente Zaratiegui y por la estrecha callejuela, similar a una belena, salgo a las antiguas Adoberías. "Junto al río y a la calleja que se entra al Ortanco había otro núcleo de construcciones, mencionadas ahí en 1684, precedentes de la fábrica de curtidos de Salustiano Zuza, destruída por una crecida el 7 de Julio de 1886, y acabada de arrasar por otra el 4 de octubre del mismo año, según cuenta Teodoro Galarza en sus memorias. (J.M. Jimeno Jurío)(Toponimia histórico-etnográfica de Tafalla).

Por la calle del Lavadero me voy a cruzar la vía por el túnel, junto a la Plaza de Toros, y salgo a la carretera de San Martín. Al cruzar el puente de la autopista, tomo el primer camino a la izda. Son las 08,20 horas. Comienzo a subir hacia el Mocellaz (o Morcellar o Morcillar). El día no mejora. Los nubarrones se han apoderado de todo el N. y el E. La temperatura es buena para andar.

Impaciente me voy acercando a mi objetivo. A las 08,35 horas llego a lo más alto del camino, al sitio que siempre hemos llamado "las dos hermanas".














Así es. La piedra, hito o mojón, como le queramos llamar, está tirado en la orilla del camino. Miro alrededor y compruebo, con tristeza, que se han llevado la base en donde se encajaba. ¡No me lo puedo creer!. Algo inventaremos para ponerla donde estaba con otro sistema. Hay que ser optimistas. Estamos en lo de siempre: La botella medio vacía o medio llena. Me voy preocupado. Si no hacemos algo pronto, volverá a desaparecer.












Me asomo al cortado. El tajo que le han dado al Portillo del Aire es impresionante. Por la orilla del canal, de la parte de Valgorra, vienen cinco paseantes; tres van por la izda. y dos por la dcha. Junto a pinos y chaparros los observo sin ser visto.










Por una repoblación de pinos y enebros, bajo con dificultad hasta el puente que cruza el canal. Me dirijo a la Carravieja, pero antes, en la orilla de un olivar, me acerco a conocer una caseta, pequeña y antigua, de sólida construcción y escaso uso actual.






Tomo una senda estrecha que sube, olvidándose del camino del Portillo, hacia los molinos. Al llegar casi a la base del primer molino, al que llaman "Clotilde", me detengo en un antiguo cargadero de uva que está en perfectas condiciones. Ahí, aunque sea el caracierzo, voy a tomar mi piscolabis. Son las 09,00 horas. Me siento y admiro la silueta amable del Alto de Guindilla. Debajo, las ruinas del caserío de Goyena. Los molinos hoy tienen tajo. En Valgorra la calma es total. Me subo la cremallera de la chaqueta y me pregunto si es verdad que estamos a finales de julio. Al cabo de un rato, el zumbido de las aspas que están sobre mi cabeza me hace volver a la realidad. Tengo que seguir. Quiero llegar al refugio de Los Doce y luego subir por Valmayor al pueblo; tengo más tarea que los molinos.






Por el camino que crestea la Carravieja avanzo hasta llegar a la barrancada que baja hacia la carretera de San Martín. En este punto el camino se bifurca. Son las 09,30 horas. Tomo el de la dcha. que comienza a descender. Al llegar a una curva diviso el canal y el puente que cruzaré. Sigo bajando y llego allí en diez minutos.








El tejadillo naranja se asoma discretamente entre los árboles y me sirve de referencia para llegar a él. Por un sendero que a veces no existe, llego a una pieza y salgo al camino que me acerca al Refugio. Son las 10,00 horas.








No hay nadie. Está limpio y recogido. Alguien le ha puesto a la Virgen, en una botella de plástico a modo de jarrón, unos gladiolos preciosos. Están lozanos. O los dejaron ayer o esta mañana. Me siento un poco. Cuando cierro los ojos, las mesas vacías se llenan de caras cansadas y ojos con sueño por el viaje nocturno de Mayo. Y el viento, que se cuela por la chimenea trae ecos de cantos y risas en esa mañana mágica de Los Doce.








Desciendo a la carretera. La cruzo y por el camino que serpentea al abrigo de La Falconera, me adentro en el Prado de Valmayor. "1898. Así que, deprisa y corriendo se contrataron toros y toreros para las dos corridas, de cuatro novillos cada una y vaquillas para los aficionados. El veterinario D. Tomás López reconoció el día 15 los novillos que se encontraban en el prado de Valmayor que se habían de lidiar los días 16 y 17. Eran de la ganadería de Agustín Beriain, y actuaron los novilleros Joaquín Alcañiz y "Calerito", éste resultó en la segunda novillada cogido de gravedad" (J.C. enLorente Martinena)(Tafalla en Fiestas).

Enfilo la recta hacia el caserío. En una finca cerrada dos perros se quedan roncos de ladrarme ¡qué carácter!. A las 10,30 horas llego al Caserío de Valmayor o de Fernández. La balsa está llena de agua y los alrededores también... pero de basura. Parece mentira que gente que va a pasar un rato agradable pescando o haciendo cualquier otra cosa sea incapaz de llevarse los envases y latas que ha usado.

Me planteo subir al pueblo por el Pontarrón, pero al final decido salir a la carretera por la Granja de Jiménez. Por el camino de enfrente, en la curva de San José, me acerco hasta la vía férrea. Llego al túnel que he pasado por la mañana y entro en el pueblo. Son las 11,00 horas.

El hito del Mocellaz seguirá tirado en el suelo ante la indiferencia de la gente. Algo haremos pero se colocará con la dignidad que merece.

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