domingo, 30 de octubre de 2011

La vuelta a las mugas (IV)


Comenzamos el mes haciendo una etapa de la vuelta a las mugas y lo terminamos con la siguiente. Han sido unos domingos en los que, por unos o por otros, la hemos tenido que posponer. Lo importante es dar toda la vuelta completa. No nos importa ni en cuánto tiempo ni en cuántas etapas.


El 2 de Octubre nos quedamos en la Cañada real de la Bardena a los Montes de Andía. Así que hoy toca comenzar allí nuestro recorrido.

Son las 08,00 horas del horario nuevo, por tanto ya ha amanecido. Magán marca 9º y la farmacia 8º. El día está despejado y apenas anda aire. Mientras esperamos a Rosa y Juanjo, vemos que la niebla está agarrada en el S. Veremos qué pasa en el Saso.

A las 08,30 horas aparcamos el coche junto a la cañada. La muga discurre por el cresterío que hay entre los pinos de repoblación y Moncayuelo. Volvemos a encontrar señales de la Vera Cruz. Juanjo ha hecho sus averiguaciones y parece ser que los Templarios tenían la costumbre de ir en peregrinación hasta Caravaca de la Cruz, donde se encuentra un "lignum crucis". Utilizaban las cañadas, evitando los núcleos de población. Cruzamos una pieza labrada en fuerte repecho y, en diez minutos, llegamos a las tablillas.



A modo de parapeto para la caza, hay una pared de piedras y un mojón con las letras bien grabadas en las que leemos "Falces".




La vista hacia el N. es fantástica. Nosotros estamos a pleno sol y en la depresión del Saso la niebla está agarrada. Por encima de ella se asoma la Higa de Monreal. Un mar de algodón nos separa de la Sierra de Alaiz.




La fila de mugas continúa en dirección E. Al llegar al pinar deberíamos seguir por detrás de él, pero continuamos por delante y así seguimos disfrutando de este primer día otoñal. Nos preocupa si se habrá despejado la niebla cuando haya que bajar para continuar hasta La Cruceta en el Plano.



Los mojones y las tablillas vuelven a aparecer cuando se termina el pinar. Moncayuelo luce, hermoso, su vértice geodésico, blanco por el reflejo del sol. Estamos a diez minutos de él, pero no queremos subir. A su izda. se asoma el monolito que conmemora las campañas que hizo Abderramán III por la zona.

"Al relatar la campaña hecha por Abderramán III contra tierras pamplonesas, Ibn Idari describe la marcha del ejército por los pueblos de la ribera hacia el castillo de Tafalla, que gozaba de gran reputación. Aquí encontró muchos víveres y grandes riquezas. Lo saqueó, y destruyó sistemáticamente las casas y demás construcciones (...) El cronista de la expedición, que ha contemplado en la cuenca baja del Arga un paisaje urbano de arrabales y cuevas, descubre al llegar a Tafalla nuevas formas de hábitat, casas y edificaciones, señalando la frontera de dos sistemas de vida distintos: Montaña y Ribera. (J.M. Jimeno Jurío)(Toponomia Histórico-Etnográfica de Tafalla).

Los molinos junto a Moncayuelo están en movimiento. Buena señal. El viento, poco a poco, despejará la niebla. Estamos a casi 500 mts. de altitud y el día es extraordinario. Se va a cumplir el refrán: "Mañanitas de niebla, tardes de paseo".

Comenzamos a descender.




En la zona más alta del Saso, que es el Caserío de la Navascuesa, la niebla deja ver el edificio. Para cuando lleguemos al fondo, se habrá ido toda.

El campo está seco. La tierra, preparada para la siembra, suplica agua. Habían anunciado lluvias para esta semana pasada. El lunes cayeron dos litros y el jueves, tres. Esto es un desastre.

Caminamos dirección N. Cuando llegamos a una pieza donde han colocado dos registros para el regadío, nos paramos a almorzar. Son las 10,00 horas. La niebla ha desaparecido y mientras hincamos el diente a los bocadillos, descubrimos El Saso desde una perspectiva distinta. Estamos en un lugar privilegiado. Tenemos enfrente el Caserío de Gregorico y a su dcha. el de la Chiquitina. Las Zorreras forman una verde barrera, protectora del campo. El Corral de Esteban, el más cercano a nosotros, canta melancólico:


"Qué triste se ha vuelto el Saso

sin galeras y sin mulas,

no hay jotas en los caminos,

alegrando la llanura"

(Arantxa Marco Hermando)(Los Gregoricos. Raíces tafallesas y genealogía de los Zaratiegui)

Miramos al sur y la imagen es insólita: El Moncayo, azul y gigantesco, se inclina hacia Moncayuelo y parece como si le susurrase consejos de padre, o de abuelo, mientras los molinos se agitan alborozados.

Comenzamos a andar por una zona con la hierba echada pero muy tupida. Una liebre salta de mis pies y emprende una carrera veloz. Se para, nos mira y vuelve a correr. Cuando sale a una pieza limpia, acelera y trazando una amplia curva se mete en un ribazo. Nosotros nos hemos quedado con la boca abierta.



Más adelante, en el cauce de una acequia llena de vegetación, nos paramos ante el espectáculo de montones de telarañas. En algunas, la araña está al acecho e impone ver su tamaño.

En el otro lado de la muga, que es Olite, han puesto maíces. Están altos. Con el agua que sobra han hecho una pequeña balsa. Es la única con agua de todo el Saso.

Poco a poco el terreno inicia una cuesta arriba.



Llegamos a un mojón con un rebaje interesante en su frontal y salimos al camino que nos lleva a la Cruceta. Son las 11,05 horas y estamos en el Plano.

La muga entre Tafalla y Olite es singular. En nuestro lado se ha conservado el encinar, sin embargo nuestros vecinos lo roturaron y ha quedado un raso, como el nuestro, pobre e improductivo.

El camino es ancho y el piso bueno. Los mojones, con unas imponentes "O" y "T" bien labradas se van sucediendo.

Comenzamos a descender por el Canto del Plano y llegamos a un puente que cruza la autopista. 11,45 horas. Salimos a la carretera de Peralta y la cruzamos.



Aprovecho para llamar a mi hijo Pablo para que venga a recogernos en la carretera de Olite, a la que llegamos a las 12,00 horas.

Tenemos delante el Polígono Industrial de La Nava. Los campos de cereal y viñas han dado paso a las naves industriales. El paisaje ha cambiado. Venimos del Saso donde no hay cables ni ruidos y estamos en la zona industrial de la ciudad.

Cuando llega el hijo volvemos de nuevo a la Cañada a recoger el coche de Juanjo. Hemos vuelto a disfrutar del campo en ese desolado inmenso que es El Saso.


La vuelta a las mugas (IV) at EveryTrail
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